SERMON SOBRE LA CLARIDAD Y VERDAD DE LA PALABRA DE DIOS

Por Ulrico Zuinglio

Todavía en el año 1522 existían en Zürich algunos conventos, entre ellos el de las monjas dominicas en Oetenbach. El Consejo de la ciudad solicitó a Zuinglio que predicase en dicho convento, con objeto de que las monjas conociesen el evangelio.
El Reformador publicó el 6 de septiembre de 1522 su sermón, aunque en forma algo ampliada, dividiéndolo en tres partes: 1) «Sobre la firmeza, la seguridad y el poder de la Palabra de Dios»; 2) «Sobre la claridad de la Palabra de Dios»; 3) «Resumen».
Ofrecemos el principio de la primera parte, el final de la segunda y el resumen completo.1

Tan firme,  es la palabra de Dios que, si El así lo quiere, todas las cosas acontecen tan pronto como El habla. Y es su palabra tan viviente, tan poderosa, que todas las cosas, incluso las irracionales, han de acomodarse a El o, mejor dicho, todas las cosas racionales o irracionales que El ha creado nos son enviadas y hemos de aceptadas tal y como El propuesto. Así lo demuestra Génesis 1:3: «Y habló Dios diciendo: ¡Hágase la luz! Y la luz fue hecha.» Mira qué viviente y poderosa es la Palabra de Dios que no solamente domina todas las cosas, sino que hace surgir de la nada todo cuanto ella quiere.
He aquí nuestra opinión: La palabra de Dios hemos  de honrarla lo más altamente posible (entiéndase por palabra de Dios solamente lo que proviene del espíritu de Dios) y a ninguna otra «palabra» hemos de creer como a la divina.
Porque, ciertamente, es infalible, es clara, no nos deja vagar entre tinieblas; se interpreta ella misma por sí misma e ilumina el alma humana con toda salvación y toda gracia; infunde al alma confianza en Dios y la humilla para que no se pierda e incluso para que renuncie a sí misma con el fin de, en cambio, llenarse de Dios. En El vive, hacia El aspira; desespera de todas las criaturas y únicamente Dios es su consuelo y confianza. Sin El está intranquila y sólo en El descansa (Salmo
77: 3).
Y es que ahora ya, aquí en la tierra, empieza la bienaventuranza, aunque no en plenitud, pero sí en la seguridad de la esperanza consoladora, que Dios quiera aumentar en nosotros y quiera también que no la abandonemos jamás. Amén.
1. Cada cual debe invocar Dios de todo corazón, rogándole haga perecer al viejo hombre, que tanto confía en su sabiduría y capacidad.
2. Y una vez fenecido y vaciado el viejo hombre, quiera Dios derramarse en él misericordiosamente y tan abundantemente que el hombre sólo crea y confíe en El.
3. Si así acontece, es indudable que el hombre se gozará y se verá consolado en sumo grado; pero entonces no deje de repetir la palabra del profeta: «Señor, nuestro Dios, reafirma lo que has levantado; porque el que está en pie, mire de no caer.»2
4. La palabra de Dios tiene en cuenta a todos y en especial a los que descuellan entre todos. Cuando Dios llamó a Pablo, dijo a Ananías:  «Este es el instrumento por mí elegido para que lleve mi nombre ante los príncipes y reyes de la tierra.»3  Y a los discípulos les dice, «Os llevarán ante reyes y príncipes para que en su presencia deis testimonio de mí» (Mat. 10:18).
5. Corresponde a la palabra de Dios el humillar a los orgullosos y poderosos y levantar a los humildes.
6. No hay duda de que la palabra de Dios prefiere a los pobres en espíritu y les ayuda. No hay tampoco duda de que consuela a los tristes y desesperados, pero se opone a quienes confían en sí mismos. Y testigo de esto es Cristo.
7. La palabra de Dios no busca su propio provecho. Por eso ordenó Cristo a sus discípulos que no llevasen consigo bolsa para el dinero u zurrón para los víveres.
8. Lo único que pretende la Palabra es que Dios sea manifestado a los hombres, con objeto de que los duros de serviz teman a Dios y los humildes hallen consolación en El.
Quienes esto predican tienen, sin duda, razón. Pero aquellos que cautelosamente van en busca de su propio provecho, como el gato alrededor de la sopa caliente; aquellos que amparan doctrinas humanas antes que atenerse a lo que Dios enseña y esforzarse en darlo a conocer son falsos profetas. Por lo que dicen los conocerás. No en vano proclaman: -- ¡ Los antiguos y piadosos «padres»!4 ¿Es que no vale nada lo que los hombres hacen? Proclaman esto y cosas semejantes. Pero no se lamentan de que el evangelio de Cristo sea predicado con tanta tibieza. No; de esto no se quejan.
9. Si sientes que la palabra de Dios te renueva y que Dios te va siendo más amado que antes, cuando seguías doctrinas humanas, entonces puedes estar persuadido de que lo que sientes ha sido obra de Dios.
10. Si sientes que la palabra de Dios te da la seguridad en la gracia divina y también la seguridad de la salvación eterna, esto es obra de Dios.
11. Si sientes que la palabra de Dios te empequeñece, pero en cambio engrandece a Dios dentro de ti, esto es consecuencia de la obra de Dios.
12. Si sientes que el temor de Dios empieza a darte más alegría que tristeza, eso es, indudablemente, obra de la palabra y del espíritu de Dios. ¡qué Dios no conceda ese espíritu! Amén.

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  1Comprende este resumen 12 puntos que ofrecen «dos rasgos más importantes de la doctrina zuingliana acerca de la Sagrada Escritura»: E. Ktinzli, Huldrych Zwingli, «Auswahl seiner Schriften», Ztirich y Stuttgart, 1962, pág. 53.
  21a Cor. 10:12.
  3Hech. 9:15.
  4Se refiere a los llamados Padres de la Iglesia.


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