El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.
www.iglesiareformada.com
Capítulo XVIII

         En aquella hora vinieron los discípulos á Jesus diciendo: ¿Quién, pues, es mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesus á un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: Dígoos de verdad, si no tornareis á ser como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Por tanto cualquiera que se humillará como este niño, este es el mayor en el reino de los cielos, y el que acogerá al tal niño en mi nombre, á mi me recibirá, y al que escandalizará á uno de estos pequeñuelos que creen en mí, le convendria más que le fuese atada al cuello una muela asnal y fuese e chapuzado en lo hondo del mar.

    Por lo que leo en San Mateo y en San Lúcas entiendo que de haber hablado Cristo en su muerte y en su resurreccion nació contencion entre los discípulos sobre cuál habia de ser el mayor en el reino de los cielos, y de la contencion procedió que vinieron á Cristo con esta pregunta, diciendo: «¿quién pues es mayor» etc., adonde parece que, queriendo Cristo reprimir el afecto ambicioso que conoció en sus discípulos, llamando á sí un niño, les dijo: «dígoos de verdad, si no» etc., como si les dijera: mirad cuán engañados estais en los pensamientos que teneis, que, si no los dejais y venís á ser como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Y entiendo que á la hora, que los discípulos recibieron el espíritu santo por la regeneracion que él hizo en ellos, tornaron como niños y así tomaron posesion en el reino de los cielos; y entiendo tambien que segun que iban creciendo en Cristo, así iban siendo hombres enteros en Cristo.

    Y lo que considero en estos discípulos de Cristo, lo considero tambien en todos los que son discípulos de Cristo, los cuales todos, regenerados por el espíritu santo, tornan como niños, y como tales entran en el reino de los cielos, adonde atendiendo á la imitacion de Cristo, de niños de Cristo se van haciendo hombres de entera edad en Cristo, y así por la fé cristiana vienen á ser niños de Cristo y como niños entran en el reino de los cielos, y por el vivir cristiano vienen á ser de perfecta edad en Cristo y se conservan en el reino de los cielos.

    Añadiendo Cristo: «por tanto cualquiera que» etc., entiendo que responde á la pregunta de los discípulos, entendiendo que aquel será más grande en el reino de los cielos que será más conforme á un niño, siendo así humilde como es un niño, estimándose poder ser y valer por si tan poco cuanto es, puede y vale por sí un niño.

    Y queriendo Cristo animar á sus niños porque no piensen que, reduciéndose á ser niños, quedan perdidos, añade: «y el que acogerá al tal» etc., como si dijese: y no penseis que los que se reducirán á ser como niños, quedarán sin abrigo, porque os hago saber que hallarán siempre quien los abrigue, porque será así que el que en mi nombre abrigará á uno de ellos, será lo mismo que si me abrigase á mí, pues yo le he tornado niño; y añade: «y al que escandalizará» etc, como si dijese: y no penseis que los, que serán mis niños, no tendrán quien mire por ellos, porque os hago saber que el, que ofenderá en la menor cosa del mundo al menor de ellos, será castigado de Dios de tal manera que le habria sido ménos mal, ser primero ahogado en medio del mar. De manera que los niños de Cristo pueden estar seguros que ni les faltará jamás abrigo sin que ellos lo vayan procurando, segun que tampoco lo procuran siendo niños del mundo, ni les faltará quien torne por ellos cuando los hombres los maltratarán, sin que ellos hagan resistencia, segun que tampoco lo hacian cuando eran niños del mundo.

    «Muela asnal» llama Cristo á la que en el molino, está debajo ó á la que un asno trae al rededor en el molino.

         Guai (135) del mundo por los escándalos, porque es necesario que vengan escándalos, pero guai del hombre por el cual viene el escándalo. Pues si tu mano ó tu pié te escandaliza, córtalo y échalo de tí. Mejor te es á tí, entrar en la vida cojo ó manco que teniendo dos manos ó dos piés ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácalo y échalo de tí. Mejor te es á tí, con un ojo entrar en la vida que teniendo dos ojos ser echado en el fuego del infierno. Advertid, no menosprecieis á uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos siempre ven la presencia de mi padre el que está en los cielos.

    Entrado Cristo en la consideracion del terribilísimo inconveniente, en que caen los hombres escandalizando, siendo molestos y enojosos á sus niños, vino á decir: «guai del mundo por» etc., entendiendo que el castigo con que serán castigados los hombres que escandalizarán á sus niños, será terribilísimo y cruelísimo. Y diciendo: «porque es necesario que» etc., entiende lo mismo que entiende San Pablo, 1ª Cor. 11, adonde dice que es necesario que haya sectas, heregías y divisiones, á fin que sea descubierta la bondad de los buenos. Y añadiendo: «pero guai del hombre» etc., entiende que la necesidad que hay de los escándalos no librará del castigo al escandalizador, porque el que escandaliza no tiene intento á suplir aquella necesidad sino á ejecutar la malicia y malignidad de su ánimo, como vemos en Faraon que escandalizó al pueblo hebreo, y vemos en Júdas que escandalizó á Cristo y á los suyos, y habemos visto en los que de mano en mano han escandalizado á los niños de Cristo y santos de Dios.

    Á propósito del escándalo entiendo que puso aquí Cristo un consejo necesarísimo á toda persona cristiana que regenerada en Cristo, es entrada en posesien en el reino de los cielos, diciendo: «pues si tu mano ó tu pié» etc., adonde entiende Cristo que al hombre que por la fé cristiana es entrado en posesion del reino de los cielos y por el vivir cristiano se conserva en la posesion, viviendo no como los que están en el reino del mundo, sino como los que están en el reino de Dios, pertenece quitar, apartar y desechar de sí todas las cosas que como quiera que sea le pueden impedir ó estorbar su vivir cristiano, imitando á Cristo, aunque le sean tan necesarias y aunque le sean tan caras como le son las manos, los piés y los ojos. Así entiendo estas palabras de Cristo, y cuanto á las causas porque entiendo que no se pueden entender como suena la letra, me remito á lo que he dicho en el capítulo 5, adonde están casi estas mismas palabras.

    Y tornando Cristo á hablar en favor de sus niños, dice: «advertid, no menosprecieis» etc., adonde entiendo que avisa, á los que son fuertes en la fé y son perfectos, que no menosprecien ni tengan en poco á los que aún son flacos en la fé y son niños, de manera que sea este aviso conforme á lo que trata San Pablo, Romanos 14. Y poniendo Cristo la causa porque sus niños no deben ser menospreciados, dice: «porque os digo que sus ángeles» etc., entendiendo que los ángeles que Dios les tiene dados para que hagan con ellos lo que dice el salmo 90 (136), son tan favoridos de Dios que siempre están en presencia de Dios, y, estando sus ángeles, están tambien ellos, y, estando tambien ellos, tiene Dios especial cuidado de ellos, y por tanto no deben ser menospreciados ni tenidos en poco.

    Aquí se deben animar y esforzar los que aceptando la gracia del evangelio son niños de Cristo, conociéndose niños de Cristo, están aplicados á vivir cristianamente, imitando á Cristo, y así á ser hombres enteros y perfectos en Cristo, considerando que Dios tiene especialísimo y particularísimo cuidado de ellos, teniéndolos siempre en su presencia. Y aquí tambien deben aprender todos los hombres, tanto los espirituales cuanto los animales ó carnales, y principalmente los espirituales, que es cosa segurísima no menospreciar ni tener en poco á ningun hombre, por flaco, por vil y por apocado que parezca en sus costumbres ó en su vivir, por no venir á tratarlo mal y así ofenderlo y escandalizarlo, considerando que aquel tal hombre puede ser que sea de los niños de Cristo.

         Vino cierto el hijo del hombre á salvar lo perdido. ¿Qué os parece á vosotros? Si tendrá un hombre cien ovejas y se perderá una de ellas, veamos ¿no dejará las noventa y nueve en los montes y yendo buscará la perdida? Y si acontecerá que la halle, dígoos de verdad que holgará más con ella que con las noventa y nueve no perdidas. De la misma manera no es la voluntad de vuestro padre el que está en los cielos, que perezca uno de estos pequeños.

    Prosiguiendo Cristo en mostrar en cuanto precia y estima á sus niños, por más de poco que sean, en estas palabras dice tres cosas. La primera, que el propio intento de su venida en el mundo fué «á salvar lo perdido,» quiere decir: á dar vida eterna á los que en Adam la habian perdido. Y aquí cuadra bien, decir que, así como, desobedeciendo Adam, todos morimos, así, obedeciendo Cristo, todos resucitamos, bien que la resurreccion no será gloriosa, sino para los que, creyendo que murieron en Adam y que resucitaron en Cristo, se aplicarán á vivir en la presente vida como muertos y como resucitados, imitando aquella vida que se ha de vivir en la vida eterna, el retrato de la cual, cuanto á la puridad, bondad, sinceridad, verdad, fidelidad etc., lo vemos en Cristo.

    La segunda, que Cristo se goza sumamente con cada uno de los que trae á que, creyendo que murieron en Adam y que resucitan en Cristo, se aplican á vivir como muertos y resucitados. Este su gozo lo compara Cristo á él del pastor que, yendo á buscar la oveja que se le ha perdido, la halla, de manera que la comparacion del pastor cuadre en esto que, así como el pastor va con diligencia á buscar la oveja perdida y hallándola se goza sumamente con ella, así Cristo vino con diligencia á buscar á los que son sus ovejas, predestinados para la vida eterna, los cuales iban perdidos con los otros hombres del mundo, condenados á muerte eterna, y se holgó sumamente cuando los halló, habiendo muerto por ellos y resucitado para ellos, y se huelga de mano en mano con cada uno de los que aceptan por suya su muerte y su resurreccion.

    La tercera, que la voluntad de Dios es que estos niños, que Cristo buscó y halló, y busca y halla, no perezcan de ninguna manera, entendiendo que estarian á peligro de perecer cuando fuesen menospreciados, escandalizados y maltratados de los hombres, mayormente de los que son principales en el vivir cristiano, con los cuales entiendo que principalmente habla aquí Cristo, amonestándoles que no desprecien ni escandalicen á sus niños, cuando serán flacos y enfermos en la fé. Y ya he dicho que aquí pertenece lo que San Pablo habla acerca del escándalo de los enfermos. Y cuanto al escándalo, me remito á lo que he dicho en una consideracion (137).

    Y pues todo este razonamiento es en favor de los niños de Cristo, favorezcámonos con él, pero de tal manera que atendamos á creer en Cristo hasta venir á ser varones perfectos en Cristo, á los cuales pertenece estar sobre aviso, de manera que no escandalicen á los que somos niños de Cristo y no nos escandalizarán, si no nos despreciarán, considerando que la voluntad de Dios es que no perezca ni aún uno de nosotros y que Cristo sumamente huelga cuando hallándonos nos trae á que seamos sus niños, porque para este efecto vino al mundo. Y aquí entiendo que todos los hombres venimos en el mundo para vivir y que solo Cristo vino en el mundo para dar vida. Por lo que aquí dice: «se perderá,» «perdida» y «perdidas» el vocablo Griego significa perder el camino, andar descarriados.

         Y si tu hermano pecará contra tí, vé y reprehéndelo entre tí y él solo; si te oirá, habrás ganado á tu hermano; y si no te oirá, toma aún contigo uno ó dos, á fin que en boca de dos ó tres consista toda palabra; y si no los oirá, dilo á la iglesia; y si no oirá á la iglesia, séate como el étnico y el publicano. Dígoos de verdad: todo lo que atareis sobre la tierra, será atado en el cielo: y todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo que, si dos de vosotros se conformarán sobre la tierra de toda cosa que demandarán, les será concedido de parte de mi padre el que está en los cielos. Porque adonde están dos ó tres ayuntados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.

    Porque á lo que ha dicho Cristo pudiera replicar uno de sus discípulos en nombre de todos los que son varones perfectos en Cristo, diciendo: y si uno de estos niños me ofendería á mí, escandalizándome á mí, como quiera que sea mediata ó inmediatamente, ¿tengo de disimular con él por no escandalizarlo, por no darle causa que se aparte de tí? viene Cristo á decir: «y si tu hermano pecará» etc., adonde da Cristo, á los que son perfectos en él, la regla como se han de gobernar con los que son niños en él, teniendo siempre intento á no escandalizar á ninguno de ellos por ninguna manera.

    Y la regla es esta que, cuando el que es perfecto en Cristo verá que uno de los que somos niños en Cristo hace alguna cosa mal hecha contra quien quiera que sea, apartándose del deber cristiano ó del sentir cristiano, no lo vaya publicando, porque será irritarlo á hacer peor, pero que secretamente lo reprehenda con amor y caridad; y que, en caso que el tal no se corregirá, antes perseverará en aquel su mal vivir ó mal sentir, que lo torne á reprehender en presencia de una ó de dos personas cristianas, á fin que aquellas puedan dar testimonio de la segunda reprehension; y que, en caso que ni aún con esto se querrá corregir, que lo diga á la iglesia, á toda la congregacion de cristiamios, perfectos é imperfectos, que se hallarán en aquel lugar, á fin que toda la iglesia lo reprehenda; y que en caso que tampoco con esta comun reprehension no se enmendará, que no lo tenga, más por niño de Cristo sino por hombre del mundo, cuales son los étnicos y publicanos, y que no cure de escandalizarlo, de apartarlo de la compañía de los que son niños de Cristo.

    Y porque el que, siendo incorregible, será apartado de nuestra compañía, sepa cierto que está apartado tambien de la union con Dios y encorporacion en Cristo, y porque tambien el que, siendo apartado y reconociéndose, querrá tornar á ella, á ser buen niño de Cristo y á procurar de ser varon perfecto en Cristo, sepa cierto que, siendo admitido á nuestra compañía, es tambien admitido á la union con Dios, añade Cristo: «dígoos de verdad, todo» etc., entendiendo que los que, siendo incorregibles, serán desechados de la iglesia cristiana, serán tambien desechados de la union con Dios y de la incorporacion en Cristo, y que los que reconociéndose y corrigiéndose serán admitidos á la iglesia cristiana, serán tambien admitidos á la union con Dios y á la incorporacion en Cristo.

    En lo demás me remito á lo que he dicho sobre el cap. 16, adonde están estas mismas palabras, solamente que allí dice: «cielos» y aquí dice «cielo,» pero los hebreos no miran en estos números.

    Y porque se pudiera dudar del número de las personas que bastan para hacer iglesia que pueda atar y desatar, entiendo que añade Cristo: «otra vez os digo que si dos» etc., entendiendo que dos de los que son varones perfectos en Cristo bastan para atar al incorregible y para desatar al corregible, de manera que su atar y desatar sea eficaz acerca de Dios, con tanto pero que haya conformidad entre ellos, que todos dos concurran en la misma sentencia. Y añadiendo: «porque adonde están dos» etc., confirma lo que ha dicho, mostrando que la sentencia de estos es eficaz por su presencia de él, porque, estando ayuntados en su nombre, está él enmedio de ellos, en el cual y por el cual sus oraciones son aceptas al padre, y, siendo aceptas, son otorgadas del padre.

    De esta manera entiendo que van estas palabras de Cristo dependiendo unas de otras, entendiendo que habla Cristo con cada uno de los que en su iglesia son principales, porque veo que hablaba con sus discípulos, á los cuales, aunque entónces eran imperfectos instruia de lo que habian de hacer cuando fuesen perfectos, y que, diciendo «tu hermano,» entiende: el que como tú es miembro mio, y que, diciendo «pecará contra tí» entiende: te ofenderá, te escandalizará, ó haciendo lo que no debe ó sintiendo como no debe, y que, diciendo: «á fin que en boca de dos» etc., entiende: á fin que toda cosa pueda ser afirmada por testimonio de dos ó de tres personas, y entendiendo que por iglesia entiende el número de los niños en Cristo y perfectos en Cristo incorporados en Cristo. Etnico es lo mismo que infiel, no cristiano.

    Tambien entiendo que, diciendo: «de toda cosa que demandarán» etc., encarece Cristo la potestad de los que en conformidad, estando ayuntados en él, determinan una cosa, pues es general para todo lo que quieren demandar á Dios, los cuales nunca demandan sino lo que es conforme á la voluntad de Dios, porque, siendo tales, demandan con afecto de espíritu y no con afecto de carne.

    Diciendo «dos de vosotros,» entiende lo que he dicho que conviene que los que han de hacer este efecto sean perfectos en Cristo, pues no dice dos de los niños, sino dos de vosotros, á los cuales enseño de qué manera conviene que os goberneis con mis niños. Y si habrá alguno que dude aquí, diciendo haber visto muchas veces personas ayuntadas en Cristo demandar á Dios una cosa, como seria decir la inteligencia de un lugar de la santa escritura, y no serles concedida entónces, como consta por esto que otra vez lo han entendido de otra manera que entónces, y así por la segunda inteligencia vienen á conocer que la primera no era buena, lo remitiré á lo que he dicho en una respuesta (138), añadiendo esto que muchas veces deseamos estas inteligencias y las demandamos con afecto de carne, con ánimo curioso, y sonnos negadas cuando las demandamos, siéndonos concedidas cuando no las demandamos, porque ya entónces habemos perdido el afecto curioso.

    Y si parecerá extraño á alguno que San Pablo en Antioquía, reprehendiendo públicamente á San Pedro, no siguiese esta doctrina de Cristo, haciéndole primero las amonestaciones secretas que aquí dice Cristo, considere estas tres cosas y no le parecerá extraño. La primera, que San Pedro no era niño en Cristo sino varon perfecto en Cristo, y por tanto no podia San Pablo pensar que su reprehension habia de dar escándalo á San Pedro. La segunda, que la cosa era de tanta importancia, tratándose de la libertad cristiana y verdad evangélica que no sufria tanta dilacion cuanta fuera menester para hacer las primeras amonestaciones. Y la tercera, que el espíritu-santo no se sojuzga á leyes ni á doctrinas ningunas más de cuanto sirven á la gloria de Dios, dispensando en ellas por la misma gloria de Dios, á la cual tiene intento el espíritu-santo en las personas que son regidas y gobernadas por él, como era San Pablo.

         Entónces allegándosele Pedro dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará contra mí mi hermano y lo perdonaré? hasta siete veces? Dícele Jesus: No te digo hasta siete veces, pero hasta setenta veces siete.

    Habiendo entendido San Pedro que el hermano, que, siendo reprehendido una, dos y tres veces y no corrigiéndose, será echado de la iglesia, será, tenido como étnico y publicano, debe ser admitido á la iglesia en caso que se reconozca y se corrija, porque en esto consiste el desatar, y queriendo saber hasta cuántas veces debe ser admitido el que será echado, pregunta á Cristo, si bastará hasta siete veces. Y tengo por cierto que á San Pedro le pareció que decia mucho, y dijo mucho con efecto segun la caridad humana, pero dijo poco segun la caridad cristiana, como parece por la respuesta de Cristo, el cual, con una manera de hablar hebrea en la cual se entiende número infinito, dice que quiere que el hombre echado de la iglesia por incorregible sea tornado á admitir á ella todas cuantas veces él demandará perdon de lo pasado y prometerá vivir y sentir como cristiano.

    Cuanto á las limitaciones con que son limitadas estas palabras, me remito á la verdad y digo que, aunque parece que, diciendo Cristo en lo pasado: «pecará contra tí» y diciendo aquí San Pedro: «pecará contra mí,» se entiende de lo que un hombre cristiano derechamente hace ofendiendo á otro, que el ofendido reprehenda al ofendedor y que lo perdone, no se entiende sino en general, como será decir que pecaba contra San Pablo aquel Corintio (139) que tenia á la mujer de su padre, porque era escandaloso en la iglesia, apartándose del vivir cristiano. Que esto sea así, consta por esto que, si de las ofensas particulares se entendiera la pregunta de San Pedro, fuera excusado, pues ya él habia sabido de Cristo que el cristiano ha de ser liberalísimo en perdonar y, habiendo sabido esto, fuera cosa impertinentísima decir: «¿hasta siete veces?» Porque de allí se pudiera colegir que San Pedro, pasadas las siete veces, quería vengarse del que pecase contra él.

    Por la respuesta de Cristo entendemos que no habemos de perder la esperanza de la correccion del hombre mientras tiene vida, considerando que es poderoso Dios para reducirlo á vivir cristianamente y á sentir cristianamente, por muy apartado que esté de lo uno, y muy enajenado que esté de lo otro. Los que piensan que esta reduccion depende del hombre, luego pierden la esperanza, y los que saben que depende de Dios, no la pierden jamás, porque no fundan su esperanza en el hombre sino en Dios, conociendo que es poderoso para hacer de piedras hijos á Abraham.

         Por tanto es comparado el reino de los cielos á un hombre rey que quiso ponerse á cuenta con sus criados. Y como comenzase á hacer cuenta, fuele traido un deudor de mil talentos, y, no teniendo de qué pagar, mandó el Señor que fuese vendido él y su mujer y los hijos y todo lo que tenia, y que pagase. Y caido en tierra el criado lo adoraba, diciendo: Señor, sé paciente conmigo, y yo te lo pagaré todo. Y compadeciéndose el Señor de aquel criado, lo absolvió y le perdonó la deuda. Y saliendo aquel criado, halló á uno de sus compañeros, el cual le debia cien dineros, y asiéndolo lo ahogaba, diciendo: Págame lo que debes. Y caido en tierra el compañero le rogaba diciendo: Sé paciente conmigo y yo te lo pagaré todo. Y él no queria, ántes fué y echólo en la cárcel hasta que pagase la deuda. Y sabiendo sus compañeros lo que pasaba, se entristecieron mucho y viniendo manifestaron á su señor todo lo que pasaba. Entónces llamándolo su señor le dice: Mal criado, perdonéte toda aquella deuda, porque me rogaste. ¿No era justo que tú te compadecieses de tu compañero, así como yo me compadecí de tí? Y airado su señor lo entregó á los atormentadores hasta que le pagase todo lo que le debia. De la misma manera hará tambien á vosotros vuestro padre el celestial, si cada uno de vosotros no perdonará de corazon á su hermano sus pecados.

    Por esta parábola ó comparacion parece que lo que dice arriba: «pecará contra tí» y «pecará contra mí» se ha de entender de los pecados y ofensas en particular, y por lo que habemos visto arriba, parece que no se ha de entender sino de los pecados y ofensas en general; y, no sabiendo yo salir de esta dificultad, me atengo á confesar mi ignorancia más presto que hacer lo que hacen algunos, torciendo esta parábola á que diga otro de lo que Cristo propio muestra que ha de decir, añadiendo á la fin: «de la misma manera hará tambien» etc., por las cuales palabras consta clarísimamente que el intento de Cristo en esta parábola es amonestarnos que perdonemos á nuestros hermanos las injurias, los males y los daños que nos harán, considerando que Dios nos perdona á nosotros nuestras iniquidades, nuestras rebeliones y nuestros pecados, y amenazarnos que, si no perdonaremos de verdad á nuestros hermanos, que tampoco nos perdonará Dios á nosotros, que nos revocará el perdon general que nos ha hecho, no queriendo que gozemos de él.

    Este es verdaderamente el intento de la parábola, la cual entiende que, en cuanto amonesta, pertenece á los que, siendo imperfectos cristianos, olvidados del beneficio que han recibido en Cristo, no son con sus hermanos lo que es Dios con ellos, adonde tengo por cierto que es imposible que no perdone el que tiene vivo en su memoria que es perdonado, piensa en ello y considera cuanto le importa; y en cuanto amenaza, entiendo que pertenece á los que, siendo casi ajenos de Cristo, no están bien ciertos que son perdonados por Cristo. Y aquí entiendo que no perdonan jamás como se debe los que no se tienen por perdonados de Dios, de manera que es buen contraseño, con que el hombre se puede certificar que verdaderamente se tiene por perdonado de Dios, el sentirse que perdona á sus hermanos con todo el corazon sin que le quede en el ánimo rencor ninguno, porque es así que el que perdona da testimonio de sí que se tiene por perdonado, y que el que no perdona, da testimonio de sí, que no se tiene por perdonado, que no cree al evangelio de Cristo, que no es verdadero cristiano.

    Cuanto al particular de la parábola, se ha de entender que, diciendo que el reino de los cielos es semejante ó es comparado á un hombre rey, no entiende que el reino es como el rey, sino que en el reino acontece lo que al rey, en cuanto, así como el hombre rey poniéndose á cuenta con sus criados, hace que se le humillen, conociendo que no le pueden pagar, y despues de humillados los perdona, así Dios, poniéndose á cuenta con los que él tiene escogidos por suyos, les da conocimiento de sí mismos, con el cual les hace que se humillen, conociendo que no se pueden justificar en su presencia, y humillados les muestra como los ha perdonado en Cristo, y en cuanto, así como el hombre rey para perdonar á su criado no miró á la insolencia que mostró, diciendo: «y yo te lo pagaré todo,» sino á la humildad que mostró, echándose en tierra, adorándole y diciéndole: «señor, sé paciente conmigo,» así Dios para admitirnos al beneficio de Cristo, á la gracia del evangelio, no mira á la insolencia y presuncion con que pensamos con el tiempo poder satisfacer á su justicia, sino á que nos humillamos conociendo que en aquel estado en que nos hallamos, no nos podemos valer sino con su misericordia, remitiéndonos como mejor podemos á ella.

    Conoce Dios nuestra mala masa, y por tanto no es así riguroso con nosotros como somos nosotros unos con otros, y es así que los que de nosotros (140) no conocen del sér del hombre lo que conoce Dios, son tan rigurosos contra los flacos y enfermos que no los perdonan, ni aún conforme á lo que ellos demandan ser perdonados, y Dios nos perdona á nosotros aún más cumplidamente de lo que le demandamos que nos perdone, haciendo con nosotros lo que este hombre rey hizo con su criado, en cuanto el criado demandaba tiempo para pagar, conociendo que entónces no podía pagar, y él, conociendo que ni aún con el tiempo no le podia pagar, le perdonó toda la deuda, absolviéndolo de ella.

    Acontece tambien en el reino de Dios lo que aconteció en el de aquel hombre rey, en cuanto, así como el criado perdonado, olvidado del beneficio recibido, no quiso perdonar á su compañero, así los que se olvidan que son perdonados de Dios no quieren perdonar á sus hermanos, y aquí aprenda todo cristiano á tener siempre viva en su ánimo la memoria del perdon que Dios en Cristo le ha hecho; y en cuanto, así como el hombre rey, ofendido de la ruindad del criado, le revocó el perdon que le había hecho, y quiso que le pagase toda la deuda entera, entregándolo para este efecto en las manos de los que atormentaban á los ruines, así Dios, ofendido de la ruindad de los que no querrán perdonar á sus hermanos, les revocará el perdon que les ha hecho en Cristo, pues, no perdonando ellos, mostrarán y darán testimonio de sí que no se tienen por perdonados, que no creen el perdon general en Cristo, y queriendo que le paguen toda la deuda entera los echará en el fuego del infierno, adonde irán á morar todos los que, no perdonando, darán testimonio de sí que no se tienen por perdonados. De esta manera entiendo toda esta parábola.

    Y porque, hablando del hombre rey, adonde dice «compañero» y «compañeros,» el vocablo griego significa criado y criados del mismo señor, y, hablando de Dios, dice «hermanos,» parece que este perdonar se podría restringir á los que pertenecen á Cristo, á la iglesia cristiana, y en tal caso en alguna manera se podria aplicar esta parábola á la interpretacion de las palabras precedentes en general, pero hay dos cosas contrarias, la una, que no dice la parábola que los cien dineros, porque el un criado echó en la cárcel al otro criado, eran del señor, y la otra, que hace Cristo mucho caso del perdonar de corazon, con todo el ánimo, lo cual no puede pertenecer sino á las ofensas particulares, y por tanto torno de nuevo á confesar mi ignorancia.