El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano. 
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Capítulo XIII

         En aquel dia saliendo Jesus de la casa, se asentó junto al mar, y allegáronsele muchas gentes, tanto que él, entrado en una barca, se asentó, y toda la gente estaba en la ribera, y hablóles mucho en parábolas, diciendo: Mirad, salió el sembrador á sembrar, y en el sembrar una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y comiéronsela; y otra cayó en lugar pedregoso adonde no tenia mucha tierra, y luego nació por no tener hondura de tierra; pero, saliendo el sol, se quemó, y, porque no tenia raíces, se secó; y otra cayó en espinas, y subieron las espinas, y ahogáronla; y otra cayó en buena tierra y dió fruto, una ciento, y otra sesenta, y otra treinta. El que tiene orejas para oir, oiga. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué causa les hablas en parábolas? Y él respondiendo, díjoles: Porque á vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos, pero á ellos no es concedido. Porque al que tiene, le será dado, y abundará, pero al que no tiene, y lo que tiene le sería quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden; y es cumplida en ellos la profecía de Esaías que dice: con oreja oireis y no entendereis, y mirando mirareis y no vereis: porque embotado está el corazon de este pueblo y con dificultad oyen con las orejas y han cerrado sus ojos, porque no les acontezca ver con los ojos y oir con las orejas y entender con el corazon, y se conviertan y los sane. Pero vuestros ojos son bienaventurados, porque ven, y vuestras orejas, porque oyen. Porque os digo de verdad que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oir lo que oís y no lo oyeron. Vosotros pues, oid la parábola del sembrador. Á todo el que oye la palabra del reino y no entiende, viniendo el malo, le arrebata la simiente sembrada en su corazon; y la sembrada en lugar pedregoso, este es el que oye la palabra y luego con gozo la toma, pero no tiene raiz en sí, mas es mudable, y así, viniendo la afliccion ó la persecucion por causa de la palabra, luégo se escandaliza; y la sembrada en las espinas, este es el que oye la palabra, y el cuidado de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto; y la sembrada en tierra buena, este es el que oye la palabra y la entiende, la cual frutifica y hace una ciento, otra sesenta y otra treinta.

    Aquí comienza Cristo á hablar por parábolas, por comparaciones ó similitúdines. La causa porque hablaba de esta manera, no es menester que la vamos adevinando, pues el mismo Cristo, preguntado por los discípulos la declara, diciendo: «por esto les hablo en parábolas, porque viendo» etc.

    El intento de Cristo en esta parábola del sembrador es mostrar que, entre los que oyen la predicacion evangélica y la admiten y reciben, solamente la retienen, de manera que es en ellos eficaz, los que son buena tierra; adonde entiendo que son buena tierra aquellos hombres que, siendo predestinados para la vida eterna, son dotados de una tan buena natura, de una tal inclinacion natural que, oyendo la palabra del Evangelio, la abrazan y la retienen en sí, de manera que la bondad sea por don de Dios que les ha dado aquel buen natural, teniéndolos predestinados para la vida eterna, en los cuales la palabra del evangelio cae como la simiente que cae en buena tierra, pero cuando el que habla la palabra es inspirado á hablarla, porque entónces aquella palabra es palabra, de Dios, porque la boca de aquel que habla es boca de Dios y no de hombre; esto lo entendió así San Pablo, adonde habiendo dicho «ergo fides ex auditu est» etc., añadió: «auditus autem per verbum Christi.» (108) entendiendo que para creer es necesario oir y que lo que se oye sea dicho por divina inspiracion; de manera que para que en uno sea eficaz la palabra de Dios, conviene que sea buena tierra, aparejada por el mismo Dios, y que la palabra que oye salga por la boca de Dios, siendo el que la dice inspirado á decirla y que Dios toque con ella el corazon al que la oye.

    Entiende pues Cristo en toda esta parábola que al apóstol que va intimando á los hombres la reconciliacion que Dios en Cristo ha hecho con ellos, perdonándoles sus pecados, acontece lo mismo que al hombre que va á sembrar, en cuanto, así como el hombre, derramando su simiente, pierde las tres partes porque cae en lugares que no son al propósito para frutificar, así el apóstol, intimando el evangelio, pierde las tres partes porque cae en hombres que, no siendo predestinados para la vida eterna, no son al propósito para recibir el evangelio de manera que él sea eficaz en ellos; y en cuanto, así como el hombre de la cuarta parte de su simiente saca mucho fruto, el cual responde segun que es más ó ménos buena la tierra adonde cae, así el apóstol de la cuarta parte de su intimacion del Evangelio saca mucho fruto, porque frutifica más ó ménos segun que son más ó ménos dispuestos para ello los que lo aceptan en aquella disposicion que Dios les ha dado. La cual parece que es natural, por que la tienen ántes que abracen el evangelio, pero no entiendo que es sino sobrenatural, habiéndosela dado Dios para que abracen el evangelio y porque habian de abrazar el evangelio.

    Aquellas palabras «el que tiene orejas para oir, oiga» son de mucha consideracion, siempre que las dice Cristo, porque por ellas nos convida á que estemos atentos á entender lo que dice. Y es bien necesario que el hombre entienda con atencion esta parábola, á fin que, entendiendo como de cuatro partes de hombres que oyen la intimacion del evangelio la una sola lo recibe, de manera que el evangelio frutifica en ella, si se hallará con el fruto del evangelio, dé gracias á Dios por ello, y sino se hallará, ruegue á Dios que ser lo dé, y él entre tanto atienda á quitar y apartar de sí aquellas cosas que hacen que el evangelio no frutifique en los que lo reciben, como son la sujecion al mal espíritu, al cual llama Cristo «el malo,» la instabilidad y ligereza, con que tropiezan y caen en las tribulaciones y persecuciones, que se ofrecen á los que aceptan el evangelio, los que se mueven ligeramente á las cosas y el cuidado de las cosas de la vida presente y el respeto del mundo. Y aquí cuadra bien una, respuesta que escribí, (109) diciendo la causa porqué Cristo dice que no puede ser su discípulo el que no aborrece al padre, á la madre etc.

    Aquello «porque al que tiene» etc., lo entiendo así: que á los que, siendo buena tierra, frutifica en ellos la gracia del evangelio, no apartándose de ella ni por las persuasiones del demonio ni por las persecuciones del mundo, ni por los cuidados de las cosas exteriores, ántes, trayendo á otros á ella, les será dado esto demás que les serán descubiertos los secretos del reino de Dios con otras gracias y otros favores de Dios, con que serían acrecentados, y que á los, que, no siendo buena tierra, no frutificará en ellos la gracia del evangelio, les será quitado aquello poco que entenderán, aquello que habrán oido y no entendido. Y viniendo Cristo al punto de lo que le habian preguntado sus discípulos, dice: «por esto les hablo en parábolas» etc., declarándose que la causa, porque hablaba en parábolas á las gentes, era por su depravacion y malignidad, la cual los tenia tales que viendo no veian y oyendo no oian ni entendían cumplido en y así era cumplido en ellos lo que dice Esaías cap. 6: «con oreja oireis» etc.

    La sentencia de estas palabras segun esta alegacion, en la cual el evangelista sigue la traslacion griega, que entónces era más usada entre aquellos, para quienes escribia, entiendo que es esta que los ánimos de los hebreos estaban tan endurecidos y tan obstinados que ellos propios no querian entender la verdad por no convertirse á Dios y así alcanzar misericordia y salud. Las palabras del profeta segun la letra hebrea, en la cual lengua, ó en la siríaca que era casi como ella, consta que habló Cristo, dicen así: «Y dijo Dios: Vé y di á este pueblo: Oyendo oid y no entendais, y mirando mirad y no sepais; embota el corazon de este pueblo y agrava sus orejas y ciega sus ojos, porque por ventura no vea con sus ojos y oiga con sus orejas y entienda con su corazon y se convierta y sea sanidad á él.»

    Adonde por las palabras que preceden y por las que se siguen parece que mandaba Dios á Esaías que dijese al pueblo hebreo aquellas palabras «oyendo oid» etc., los cuales parece que contienen en sí maldicion, ántes entiendo que el efecto de ellas es el que se sigue: «embota» ú (110)obstina «el corazon,» como si dijese Dios á Esaías: embota, obstina y endurece con estas palabras los corazones de este pueblo rebelde y perverso, agrávale sus orejas y ciégale sus ojos, porque no acontezca que, teniendo habilidad en los ojos para ver, en las orejas para oir y en el corazon para entender, se reconozca y se convierta y así yo lo haya de sanar. Adonde se ofrecen estas tres cosas dignas de ser consideradas.

    La primera, que, siempre que los hombres sin piedad oyen aquellas palabras de Esaías «oid oyendo» etc., se obstinan y endurecen más en la impiedad, haciendo en ellos el propio efecto para que Dios las dijo á Esaías, porque se resuelven en tener á Dios por injusto y por cruel. La segunda, que, así como las palabras que son dichas de parte de Dios á los que son buena tierra, los enternecen y ablandan, así á los que son mala tierra los endurecen y los empedernecen; y aquí cuadra bien la comparacion del sol, que enternece y derrite á la cera, y endurece y seca al barro. La tercera, que es obra de Dios que los que son impíos y rebeldes, obstinados en su rebelion y en su impiedad, sean aún más endurecidos y más obstinados, no queriendo Dios que alcancen salud por ninguna manera, y á estos entreviene propiamente aquello que dice San Pablo: «tradidit illos Deus in reprobum sensum.» (111)

    Adonde, si la prudencia humana reclamará diciendo que es Dios injusto, se les responderá que ella es ciega, pues no ve que primero los hombres se apartan de Dios y se rebelan, que Dios envie sobre ellos este castigo; y si la carne se quejará diciendo que Dios es cruel cerrando el camino de salud á los que endurece y echa «in reprobum sensum,» se le responderá que ella es temeraria, queriendo poner ley á Dios, y que es ignorante, no considerando que en todas las obras de Dios hay misericordia, no habiendo en ninguna crueldad, la cual es tan ajena de Dios cuanto es natural al hombre, como se vé clarísimamente Jonas 4.

    Y tornando á las palabras de Cristo, entiendo que alegó la profecía de Esaías para mostrar á sus discípulos que entrevenia á aquellas gentes lo que estaba profetizado por Esaías; y entiendo que, añadiendo Cristo, «pero vuestros ojos» etc., entiende: los ojos y las orejas de estos son malaventurados porque no ven ni oyen, y vuestros ojos y vuestras orejas son bienaventurados porque ven y oyen. Y lo que añade, diciendo «porque os digo de verdad» etc., es digno de mucha consideracion para confirmacion de lo que está dicho en el cap. 11, mostrando cuánto es mayor la dignidad de los santos del evangelio que la de los santos de la ley, pues consta por estas palabras que los del evangelio gozan de lo que los de la ley desearon gozar, así como los santos que están con Cristo, gozan de lo que los que aún viven desean gozar.

    Aquí se me ofrece esto que, si los discípulos de Cristo tuvieran el espíritu santo, que tuvieron despues, para conocer á Cristo y para gozar de la vista de Cristo y de la conversacion de Cristo mientras vivia entre ellos, fuera tanta su alegría y su contentamiento que no pudieran sufrir tanta felicidad por ser como era su carne pasible y mortal. Y aquí entiendo una de las causas porque ordenó Dios que Cristo no fuese enteramente conocido hasta que fué subido al cielo. Adonde dice «una ciento y otra sesenta» etc., entiende que una parte de la simiente dió cien tanto y otra sesenta tanto. Por lo que aquí dice: «porque viendo no ven» etc, en San Márco dice: «porque viendo no vean» etc., y viene mejor con las palabras de Esaías, como si dijera Cristo: hábloles en parábolas porque no quiero que me entiendan.

    Parece extraña esta razon á la prudencia humana, y dice á Cristo: si no quieres que te entiendan ¿para qué les hablas? Y Cristo podria responder: Para justificar como hijo de Dios la sabiduría de Dios, como la justifican todos los que son hijos de Dios, para que no les quede desculpa á los hombres del mundo. Y porque seria dura empresa querer dar razon de esta obra de Dios, me remito á aquella exclamacion de San Pablo: «O altitudo divitiarum» etc. Rom. 12 (112). Diciendo, «la palabra del reino,» entiendo lo que él decia: «cercano está el reino de los cielos.» Diciendo, «mas es movible,» entiende: es inconstante, anda con el tiempo, y esto significa la palabra griega. Diciendo: «luego se escandaliza,» entiende: luego que es perseguido duda y dudando se aparta de la fé, tropezando en la persecucion. Y aquí diré esto que no me aseguro del todo de ninguno de los que aceptan la gracia del evangelio, creyendo la reconciliacion con Dios, hasta que veo que están saldos, firmes y constantes en las persecuciones. Adonde dice: «el engaño,» puede decir el desvío, que las riquezas desvian y apartan al hombre del camino derecho.

         Otra parábola les propuso, diciendo: Semejante es el reino de los cielos á un hombre que siembra buena simiente en su campo, y durmiéndose los hombres vino su enemigo y sembró cizañas entre el trigo y fuése; y como creció la hierba, y hizo fruto, entónces fueron tambien vistas las cizañas. Y viniendo los criados del señor de casa, le dijeron: Señor, veamos ¿no sembraste buena simiente en tu campo? pues ¿de dónde tiene las cizañas? Y él les dijo: El hombre enemigo ha hecho esto. Y los criados le dijeron: ¿Quieres pues que vamos y las cojamos? Y él dijo: No, porque no entrevenga que, cogiendo las cizañas, arranqueis tambien el trigo con ellas. Dejad que todas dos crezcan hasta el segar, y al tiempo del segar diré á los segadores: Coged primero las cizañas y atadlas en haces para quemarlas, y el trigo juntadlo en mi troj.

    Estando esta parábola declarada por el mismo Cristo, como veremos luego es mejor atenernos á su declaracion y venir á estotras parábolas.

         Otra parábola les propuso, diciendo: Semejante es el reino de los cielos al grano de mostaza, al cual tomó el hombre y lo sembró en su campo; el cual es cierto menor que todas las simientes, pero despues que ha crecido es mayor que las legumbres y hácese árbol tanto que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas.

    Entiende Cristo que, así como el grano de mostaza, que es el más pequeño de todos los que son sembrados, siendo sembrado va creciendo hasta hacerse un árbol grande, así el reino de los cielos, siendo en la presente vida la cosa más abatida y más despreciada de todas cuantas son enseñadas, siendo predicado va creciendo en cantidad, abrazando más personas, y en calidad, dando más perfeccion á las abrazadas, hasta que, en la vida eterna mostrando su grandeza, se verá que sobrepuja á todos los reinos del mundo que son en la vida presente grandes é ilustres. Esta es la propia aplicacion de la parábola, adonde no hay necesidad de aplicar el anidar de las aves, pues consta que no lo dice Cristo sino para mostrar la grandeza del árbol, y (como he dicho) en las parábolas no se ha de mirar sino al intento principal que Cristo tiene en ellas.

         Otra parábola les dijo: Semejante es el reino de los cielos á la levadura que toma la mujer y la esconde en tres medidas de harina hasta que sea leudado todo.

    Entiende Cristo en esta parábola que entreviene en el reino de los cielos lo que entreviene en la levadura y la masa, en cuanto, así como un poco de levadura es de tanta eficacia que basta á leudar una grande cantidad de masa, así la predicacion del reino de los cielos, que en los ojos del mundo es pequeña y vil, es de tanta eficacia que basta á justificar, mortificar, vivificar y glorificar á todo el número de los que son pueblo de Dios, predestinados para la vida eterna; de manera que el intento de Cristo en esta parábola sea mostrar la eficacia de la predicacion del reino de los cielos, la virtud del mismo reino. Diciendo «tres medidas», entiende una grande cantidad de masa.

         Todas estas cosas habló Jesus en parábolas á las gentes, y sin parábola no les habló, porque fuese cumplido lo que está dicho por el profeta que dice: Abriré en parábolas mi boca, alcanzaré lo escondido desde la fundacion del mundo.

    Entiende San Mateo que, hablando Cristo en parábolas, venia á ser cumplido lo que está escrito en el salmo 77. Y cuanto á la inteligencia del verso, me remito á lo que he dicho sobre el salmo.

         Entónces, dejando las gentes, vino Jesus á casa, y vinieron á él sus discípulos diciendo: Dínos la parábola de las cizañas del campo. Y él respondiendo les dijo: El que siembra buena simiente es el hijo del hombre, y el campo es el mundo, y la buena simiente estos son los hijos del reino, y las cizañas son los hijos del malo, y el enemigo que las siembra es el diablo, y el tiempo del segar es la fin del mundo, y los segadores son los ángeles; y es así que, como las cizañas son cogidas y son quemadas con fuego, así será en la fin de este mundo: enviará el hijo del hombre sus ángeles y cogerán de su reino todos los escándalos y á los que obran iniquidad y echaránlos en el horno de fuego, allí habrá planto y batimiento de dientes. Entónces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre. El que tiene orejas para oir, oiga.

    Sola esta declaracion de la parábola de las cizañas nos deberia bastar harto para resolvernos en no trabajar por hacer que las otras parábolas cuadren en todo y por todo con aquello que es entendido por ellas, pues vemos que, declarando Cristo la parábola que él propio habia dicho, dejó algunas cosas de ella que no aplicó en la declaracion, como el dormir los hombres y el querer arrancar las cizañas, etc.

    El intento de Cristo en la parábola de las cizañas, como consta por esta su declaracion, es mostrar que, si bien en la presente vida entre los verdaderos cristianos, que son los hijos del reino porque á ellos pertenece, hay falsos cristianos que son hijos del demonio, en el dia del juicio los falsos cristianos serán echados en el infierno y los verdaderos serán glorificados, de manera que sea esta parábola como una amenaza contra los falsos cristianos y como un consuelo para los verdaderos cristianos que en la presente vida son murmurados, perseguidos y maltratados de los falsos cristianos.

    Aquello, «la buena simiente» etc., está dicho al trocado como en las otras parábolas, queriendo decir que el fruto de la simiente, que ha sembrado y siembra Cristo en el mundo, son los verdaderos cristianos, así como el fruto de la simiente, que ha sembrado y siembra el diablo en el mundo, son los falsos cristianos, de manera que sea Cristo el sembrador que siembra por medio de sus apóstoles y sean el campo todos los hombres, y sea la simiente la intimacion del evangelio de la reconciliacion de los hombres con Dios y que el fruto de esta simiente sean los verdaderos cristianos y que el hombre enemigo sea el diablo, y que las cizañas que siembra sean las falsas opiniones que son contrarias á la fé cristiana y las falsas doctrinas que son contrarias á la doctrina del vivir cristiano, y que el fruto de las cizañas sean los falsos cristianos los cuales en el dia del juicio, cuando vendrá Cristo, que es el sembrador, con sus ángeles á coger el fruto de su predicacion, serán echados en el fuego del infierno.

    «Adonde habrá planto», etc., quiere decir que allí estarán en suma miseria, siendo tambien entónces los verdaderos cristianos glorificados y puestos en un grado muy semejante á aquel en que fué visto Cristo despues de su resurreccion y á aquel en que los tres discípulos vieron á Cristo en el monte Tabor; esto lo entiendo así porque tambien dice aquí que los justos resplandecerán como el sol, como dice allí que la presencia de Cristo resplandeció como el sol. Lo mismo es «todos los escándalos» que todos los tropiezos, estorbos é impedimentos; así llama Cristo á los falsos cristianos, porque estos son los que molestan y afligen á los verdaderos cristianos, y muestra que estos son entre los hijos de Dios lo que son las cizañas entre el trigo.

    Aquí se podria añadir que los criados del sembrador, que durmiéndose dan lugar al enemigo que siembre las cizañas, son los que tienen cargo de predicar el evangelio y de enseñar el vivir cristiano, y que el dormirse es el estar descuidados, y que entónces son vistas las cizañas entre el trigo cuando los, que reciben las falsas opiniones y las falsas doctrinas, comienzan á contrastar con los que tienen la verdadera fé y la verdadera doctrina. Y podríase tambien añadir que los criados muestran su indiscrecion y aún su imperfeccion y poca caridad, queriendo remediar á su descuido con coger las cizañas, con apartar á los que tienen las falsas opiniones y las falsas doctrinas, de entre los que tienen la verdadera fé y la verdadera doctrina; y que el Señor muestra su prudencia, su bondad y su caridad, no consintiéndoselo, por el inconveniente que de allí se podria seguir, y que, diciendo «dejad que todas dos crezcan» etc., pretenda Cristo quitar la jurisdiccion de juzgar entre el trigo y las cizañas, ántes es esto certísimo que, si Cristo no hubiera declarado su parábola, pensáramos que su intento en toda ella era este.

    Y considerando esto me avergüenzo de mí mismo, pensando, en cuántas cosas me debo haber engañado en estas declaraciones; en efecto es grandísima nuestra ignorancia y es muy mayor nuestra temeridad, cuando presumimos dar razon de todo y pretendemos acertar en todo. Digo pues, que se podría bien decir todo esto, pero no pienso que Cristo pretendiese esto, tanto porque no veo que lo declaró, declarando lo otro, cuanto porque veo en el cap. 18 que quiere Cristo que el que corregido no se enmienda sea tenido por fruto de la cizaña, y porque veo tambien que San Pablo apartaba las cizañas de entre el trigo, descomulgando á unos y publicando las tachas de otros porque no gastasen la buena simiente que el como apóstol de Cristo sembraba, quiero decir el buen fruto que de lo que él sembraba nacia.

         Otra vez, semejante es el reino de los cielos al tesoro escondido en el campo, el cual, habiéndolo hallado un hombre, lo escondió y, por el gozo que tiene de él, va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

    Entiende Cristo que á los, que, aceptando la gracia del evangelio, se hallan en el reino de los cielos, acontece lo que acontece á un hombre que á caso halla un tesoro enterrado en un campo, en una posesion, en cuanto, así como este hombre, luego que halla el tesoro en el campo, todo gozoso vende lo que tiene y compra aquella posesion por gozar de aquel tesoro, así el que, aceptando la gracia del evangelio, se halla en el reino de Dios, todo gozoso vende lo que tiene, despojándose de todo lo que tiene como hijo de Adam, aborreciéndolo todo y renunciándolo todo por poder bien gozar de la felicidad del reino de Dios, del regimiento y del gobierno del espíritu santo, con que son regidos y gobernados los que, siendo hijos de Dios, están en el reino de Dios por mantenerse en la posesion del reino que han tomado aceptando la gracia del evangelio. La experiencia de esta parábola la tienen con efecto los verdaderos cristianos, y con ella somos avisados que, para gozar del reino de Dios y para mantenernos en la posesion, conviene que vendamos todo lo que tenemos, renunciando toda nuestra prudencia humana, nuestra lumbre natural y nuestra ciencia del bien y del mal y mortificando todos nuestros afectos y todos nuestros apetitos á que somos inclinados como hijos de Adam.

    Y aquí se ha de advertir que, así como no cuadra esta comparacion en el esconder el tesoro hasta comprar la posesion, porque nosotros no escondemos el reino hasta haberlo comprado, así tampoco cuadra en el comprar, porque, como habemos visto en el cap. 11, el reino no se compra, porque no se vende, ántes es saqueado, y, si se hubiese de comprar, ninguno gozaría de él, porque no sería precio equivalente, aunque un solo hombre tuviese todo lo que tienen todos los hombres del mundo, y pudiese hacerse á sí mismo toda la violencia que se pueden hacer todos los hombres del mundo; de manera que la parábola cuadre en que así es el uno tesoro como el otro y así halla el hombre sin buscarlo el uno como el otro y así se goza el uno como el otro y así da todo lo que tiene por gozar del tesoro el uno como el otro.

    Y la cosa que aquí es más notable es esta que, así como el que halla el tesoro en la posesion, lo halla, como sería decir, á caso, no buscándolo él, así el que halla el tesoro del reino de Dios, lo halla, como sería decir, á caso, no buscándolo él; y es así con efecto, que todas las personas que han hallado el tesoro del reino de Dios, dicen y confiesan no haber jamás pensado hallar tal cosa, ni aún imaginádose una tal cosa, de manera que es verificado en ellas lo que alega San Pablo, tomado de Esaías: «inventus sum á non quaerentibus me» etc., Rom. 10. Esaías 65 (113), y de manera tambien que conocen ellas por experiencia ser verdad lo que el mismo San Pablo alega del mismo Esaías: «quod oculos non vedti» etc., 1ª Cor. 2. Esaías 64 (114).

         Otra vez semejante es el reino de los cielos al hombre mercader que busca hermosas piedras preciosas: el cual hallando una piedra preciosa de gran valor, va y vende todo lo que tiene y cómprala.

    Aquí se ha de advertir la manera de comparar que usa Cristo, en cuanto, queriendo decir que la piedra preciosa de gran valor es semejante al reino de los cielos y que cada uno de los que aceptando la gracia del evangelio entran en el reino de los cielos es semejante al mercader, dice que el reino es semejante al mercader. Esta advertencia importa mucho para la inteligencia de estas comparaciones. Y en esta el intento de Cristo entiendo que es el mismo que el de la pasada, mostrar cuánto es cosa preciosa el reino de los cielos y en cuánto es estimado de los que lo hallan, de aquellos á los cuales Dios favorablemente mete en él, á fin que nosotros todos nos enamoremos de él, lo deseemos y deseándolo roguemos á Dios nos ponga en él. De manera que cuadre esta parábola en esto que el que halla el reino de Dios, no se cura de otra cosa ninguna, ántes todas las renuncia y las pospone por gozar á su placer del reino, así como el mercader, que halla la piedra preciosa, no cura de buscar otras, contentándose con sola aquella y dando por ella todo lo que tiene.

         Otra vez semejante es el reino de los cielos á la red echada en la mar y que coge de todo género de pescado, la cual despues de llena y sacándola á la ribera y asentados escogen lo bueno en vasos y lo malo echan fuera. Así será en la fin del mundo: vendrán los ángeles y apartarán á los malos de enmedio de los justos y echaránlos en el horno de fuego, allí habrá planto y batimiento de dientes.


    La mar es la presente vida; los pescadores son los apóstoles, como habemos visto en el cap. 4; la red que echan es el evangelio que predican, que es lo mismo que el reino de los cielos; los pescados que entran en esta red son los hombres que aceptan la gracia del evangelio, quedando los que no la aceptan, fuera de la red, fuera del reino y así de la iglesia cristiana. Y entre los que la aceptan, porque no todos la aceptan por don de Dios, por espíritu santo, habiendo unos que la aceptan por persuasion de hombres, otros por temor y otros por ingenio, entiende Cristo que, si bien en la presente vida estarán dentro de la red, estarán dentro del reino, gozando, con los que por don de Dios y por espíritu santo aceptan la gracia del evangelio, de aquello que pueden gozar en la presente vida, que en el dia del juicio, cuando los unos y los otros resucitarán, los buenos entrarán en la vida eterna y los malos irán al fuego eterno, de la cual cosa dice que los ángeles serán ejecutores. El intento de esta parábola entiendo que es casi el mismo que el de la parábola de las cizañas.           Díceles Jesus: ¿Habeis entendido todo esto? Dícenle: Sí, señor. Y él les dijo: Por tanto todo escriba enseñado en el reino de los cielos es semejante al hombre señor de casa, el cual saca de su tesoro nuevo y viejo.


    Parece que, queriendo Cristo que sus discípulos imprimiesen bien en sus ánimos todo esto que les decia, les demandó si lo habian entendido todo, y entiendo que, respondiendo ellos que lo habian entendido, él les quiso mostrar que de ser el reino de los cielos tal cual él se lo habia pintado, comparándolo al grano de mostaza, á la levadura, al tesoro, al mercader etc., resulta esto que el hombre que es letrado, habiendo aprendido las cosas del reino de los cielos, es tan liberal en comunicar lo que ha aprendido como un señor de su casa que pone delante á sus amigos todo lo que tiene en casa sin encubrirles cosa ninguna.

    Adonde considero la diferencia entre los letrados del reino del mundo y los letrados del reino de los cielos en que estos, como dice aquí Cristo, son liberalísimos, y los otros son escasísimos; estos comunican todo lo que tienen y, si más tuviesen, más comunicarian, y los otros encubren lo que tienen y les pesa comunicarlo si no es con propio interes. Esto entiendo que procede de que los del reino de los cielos, habiendo aprendido sin su industria y sin su trabajo, son liberales de lo que les cuesta poco, y los del reino del mundo, habiendo aprendido con industria y con trabajo, venden caro lo que les cuesta caro; procede tambien de que los del reino de los cielos, como aprenden de un maestro que siempre tiene cosas nuevas que enseñar, no teniendo miedo que les ha de faltar, sacan todo lo que tienen, y los del reino del mundo, como aprenden de hombres y de libros que no pueden enseñar sino tanto cuanto ellos alcanzan, han miedo que se les acabará el caudal y así ellos no tendrán más que enseñar; y más, que los del reino de los cielos, aprendiendo de Dios que es liberalísimo, entre las otras cosas aprenden la liberalidad, y los del reino del mundo, aprendiendo de hombres del mundo que son avarísimos, entre las otras cosas aprenden la avaricia.

    Aquello que dice Cristo: «por tanto todo escriba» etc., refieren á lo que precede inmediatamente y quieren que entienda: porque entendeis todo esto, el escriba enseñado etc.; yo lo refiero á todo lo dicho arriba y entiendo que dice Cristo: porque el reino de los cielos es tal cual os lo he pintado, es así que los que, habiendo sido díscipulos en él, son ya enseñados en él, son semejantes en la liberalidad al señor de casa etc «Escriba enseñado» es lo mismo que letrado que ha aprendido, y esto significan los vocablos griegos. Por «nuevo y viejo» entiendo: toda cosa.

         Y aconteció que, como acabó Jesus estas parábolas, se partió de allí y, viniendo á su tierra, les enseñaba en su sinagoga, tanto que ellos se espantaban y decian: ¿De dónde á este esta sabiduría y milagros? ¿Cómo, no es este el hijo del carpintero? cómo, su madre no se llama María? y sus hermanos Jacobo, José y Simon y Judas? y sus hermanos cómo no están todos con nosotros? Pues ¿de dónde viene á este todo esto? Y escandalizábanse en él. Pero Jesus les dijo: No es despreciado el profeta sino en su tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros por la incredulidad de ellos.


    Aquí es digna de consideracion la perversidad del ánimo humano, el cual, no pudiendo calumniar las palabras ni tachar el vivir de Cristo, calumnia y tacha la bajeza de su persona y de su linaje. Eran estos hombres convencidos por las palabras y por las obras de Cristo á tener grandísima opinion de él, y por no tenerla tropezaban y caian en la bajeza de sus padres y de sus parientes, como con efecto tropiezan siempre todos los que son como eran estos, en las cosas que los que son miembros de Cristo tienen como los hombres que son menospreciados y viles entre los otros hombres, y es así que, cuando ven en ellos más de lo que ven en los otros, por no conocer que hay en ellos cosa sobrenatural y divina, se van luego á lo que en ellos es bajo y vil. Adonde se deben gozar y alegrar los miembros de Cristo, considerando que los pasa el mundo por donde pasó á Cristo, y débense entristecer los hombres del mundo cuando tropiezan y se escandalizan por la bajeza y por la ignorancia en letras de los que son miembros de Cristo, considerando que hacen el oficio de los judíos. Adonde dice «les enseñaba,» se ha de entender: á los de su tierra. Por milagros el griego dice potencias. En aquello «¿cómo, no es este el hijo del carpintero?» se ha de considerar que siempre Cristo fué tenido por hijo de Josef.

    Cuanto á los hermanos y hermanas, ya está dicho que los hebreos llaman así á los parientes y parientas. Lo mismo es «escandalizábanse en él» que: tropezaban en él, en la bajeza que conocian segun la carne, no conociendo la grandeza segun el espíritu. Aquello que decia Cristo: «no es despreciado el profeta» etc., es así siempre, y así se ve por experiencia como que los hombres tengan en poco á aquellas personas que les son más conjuntas. Diciendo que no hizo muchos milagros en su tierra por la incredulidad de los naturales de ella, muestra San Mateo que la fé de aquellos entre los cuales son hechos los milagros es gran parte para que sean hechos por confirmacion de la fé de los que creen. Adonde se podria decir que no hace Cristo el dia de hoy muchos milagros por nuestra incredulidad.