El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano. 
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Capítulo XII

         En aquel tiempo iba Jesus los sábados por los sembrados, y sus discípulos habian hambre y comenzaron á arrancar espigas y comer. Y viendo esto los Fariséos, le dijeron: Cata, que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. Y él les dijo: ¿No habeis leido lo que hizo David cuando hubo hambre él y los que estaban con él? como entró en la casa de Dios y comió con los panes de la ofrenda, los cuales no era lícito comer á él ni á los que estaban con él, sino á solos los sacerdotes. ¿O no habeis leido en la ley que los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado y son sin culpa? Pues dígoos que aquí está cosa mayor que el templo. Pero, si supiéseis qué cosa es: misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais á los sin culpa. Porque el hijo del hombre es tambien señor del sábado.

    Aquí se ha de considerar que, conociendo Cristo que sus discípulos habian hambre, los llevaba por los sembrados o por los panes ya granados, á fin que la necesidad les hiciese hacer lo que no hicieran sin ella, y que, haciéndolo diesen ocasion á la calumnia de los Fariseos y á la defension con que Cristo los defendió, en la cual ellos aprendieron que no habia de ser entendida la observacion del sábalo así supersticiosamente como la entendian los Fariseos y la daban á entender al pueblo.

    Y así se considera aquí la divina sabiduría de Cristo, la sinceridad de los discípulos de Cristo, la supersticion de los Fariséos. Disculpando Cristo á sus discípulos con el caso de David, les mostró lo que comunmente se dice que la necesidad no tiene ley, quiero decir, que no ofendia á Dios el que constreñido de la necesidad iba contra alguna de las observaciones de la ley, y así compara el caso de los discípulos al caso de David, como si dijese: pues David no hizo mal, entrando en la casa de Dios, (así llama al lugar donde estaba el arca del testamento,) y comiendo por necesidad los panes que no le era lícito comer, tampoco hacen mal mis discípulos en arrancar espigas y comer en sábado, siendo constreñidos de la necesidad.

    En el caso de los sacerdotes descubrió Cristo mucho su divinidad, entendiendo que, pues era lícito á los sacerdotes trabajar el sábado en el templo, tambien era lícito á sus discípulos trabajar el sábado, estando adonde él estaba que era más que estar en el templo. Y añadiendo «pero si supiéseis» etc., muestra que, de tener los Fariseos por cosa más agradable á Dios el sacrificar que el socorrer al prójimo, procedia que no culpaban á los sacerdotes porque sacrificando trabajaban en sábado, y culpaban á sus discípulos porque en sábado arrancaban las espigas por no morir de hambre. Aquello «misericordia quiero,» etc., está declarado en el cap. 9. Diciendo «porque el hijo del hombre» etc., concluye Cristo que, aunque fuera propio quebrantar el sábado, sus discípulos lo podian hacer con dispensacion suya de él como señor del sábado. Esto es lo que entiendo en estas palabras, las cuales á mi ver pertenecen más para el tiempo que fueron dichas, que para este tiempo.

         Y pasando de allí, vino á la sinagoga de ellos, y hé aquí que estaba allí un hombre que tenia la mano seca, y preguntábanle diciendo: ¿Si es lícito curar en sábados? por acusarlo. Y él les dijo: ¿Qué hombre hay de vosotros que tenga una oveja y, si esta cairá en sábados en alguna hoya, veamos no la tomará y levantará? ¡Pues cuánto es de mayor excelencia el hombre que la oveja! De manera que es lícito en sábados hacer bien. Entónces dice al hombre: Extiende tu mano y extendióla y fué restituida sana como la otra. Y los Fariseos salidos tomaron consejo contra él como lo matarian. Y Jesus sabiéndolo se partió de allí y siguiéronlo muchas gentes y sanólos á todos y amenazólos que no lo publicasen, á fin que fuese cumplido lo que estaba dicho por el profeta Esaías, diciendo: Hé aquí mi siervo el que he escogido, mi amado, en el cual se ha contentado mi ánima; pondré mi espíritu sobre él y anunciará juicio á las gentes; no contenderá ni voceará ni oirá ninguno en las plazas su voz; no quebrará la caña cascada ni apagará el lino que humea; hasta que saque á victoria el juicio, y las gentes esperarán en su nombre.

    El caso del hombre que tenia la mano seca sirve contra la supersticiosa observacion del sábado, á que estaban asidos los judíos por la natural condicion de los hombres que se estrechan en lo que se podrian alargar y se alargan en lo que se debrian estrechar; así hacen todos los que tienen ánimos hebreos, estréchanse en observaciones exteriores y alárganse en el vivir licencioso y vicioso y en satisfacer sus ánimos en vanidades y curiosidades.

    Por lo que aquí dice Cristo de la oveja, parece que en aquel tiempo era tenida por cosa lícita aquella, y, no siendo ahora tenida por cosa lícita entre los judíos, parece que aún son más supersticiosos los judíos de ahora que los de entónces; esto pienso que procede de que deben ser más viciosos, porque es así siempre que los que son más viciosos, aquellos son más supersticiosos. Diciendo el evangelista que los Fariséos hicieron consejo, consultando y buscando manera como matar á Cristo, muestra cuanto eran malignos y perversos; no podian convencer á Cristo ni con razon ni con escrituras y, por quitárselo delante, iban pensando cómo hacerle morir.

    Casi siempre son tales como estos los que se muestran celosos de las observaciones supersticiosas. Aquello «á fin que fuese cumplido» etc., para que cuadre bien, no se ha de referir, como lo refieren algunos, á las palabras que preceden inmediatamente sino á las que poco ántes han precedido: «y Jesus sabiéndolo se partió de allí,» de manera que quiera decir San Mateo que se partió de allí Cristo por no estar á contender ni á contrastar con los Fariséos, y que alegue las palabras de Esaías para mostrar que estaba profetizada esta modestia y mansedumbre de Cristo.

    Las palabras de Esaías son dignas de mucha consideracion, porque asientan tan bien en Cristo que, si ahora fueran escritas, no pudieran asentar mejor. Primero hablando Esaías en persona de Dios, llama á Cristo siervo, por la forma de siervo que tomó; y cuanto á esto me remito á lo que he dicho Efes. 2. Segundo dice: «el que he escogido,» para mostrar su perfeccion. Tercero dice: «mi amado,» para mostrar su dignidad. Cuarto dice: «en el cual se ha contentado,» satisfecho y agradado, «mi ánima,» que responde bien á la voz del padre que fué oida en el Jordan. Quinto dice: «pondré mi espíritu sobre él,» entendiendo para que él lo comunique á los otros. Sexto dice: «y anunciará juicio á las gentes;» esto pienso que pertenece al dia del juicio. Séptimo celebra la mansedumbre de Cristo, diciendo: «no contenderá» etc., ó no será contencioso ni vocinglero.

    Octavo celebra la modestia é inocencia de Cristo, diciendo: «no quebrará la caña» etc., entendiendo que sería tan ajeno de hacer mal ni daño á ninguno, que ni aún una caña cascada, la cual no es buena para cosa de esta vida, no la quebraría, ni apagaría ó mataría un poco de lino que viese humear. Nono dice que sería tal Cristo hasta el dia del juicio, así entiendo aquello: «hasta que saque á victoria el juicio,» que es lo mismo que si dijese: hasta que venga victorioso al juicio; y son estas palabras de mucha consideracion para que se vea que Esaías nota en estas palabras dos estados de Cristo: uno humilísimo, mansuetísimo y modestísimo, en el cual hasta el dia de hoy está en sus miembros, en los que por fé están incorporados en él, y otro altísimo, gloriosísimo y triunfantísimo; de los cuales habemos visto y vemos el uno y esperamos ver el otro, del cual los que creemos tenemos muchas evidentes señales.

    Décimo dice: «y las gentes esperarán en su nombre,» profetizando la vocacion de la gentilidad á la gracia del evangelio. Y así en estas diez cosas encierra Esaías la divina union entre Dios y Cristo, el estado humilde y el estado glorioso de Cristo con la vocacion de la gentilidad al evangelio, pero ya he dicho que el intento para que las alega San Mateo, es para mostrar que estaba profetizada la mansedumbre y modestia de Cristo.

    Segun la letra hebrea dice Esaías así: «Hé aquí á mi siervo, arrimaréme á él, mi escogido, en él se ha contentado mi ánima. He dado mi espíritu sobre él, sacaría juicio á gentes; no voceará y no alzará voz, y no hará que sea oida en plaza su voz; no quebrará la caña cascada, y el lino que humea no lo apagará, á verdad sacará el juicio; no se entristecerá ni faltará de ánimo hasta que ponga en la tierra el juicio, y las islas esperarán su ley.» Esaías 42. Adonde, aunque hay alguna variacion con lo que alega el evangelista, en la sustancia no hay ninguna. En aquello «arrimaréme á él,» ó haré mi fundamento en él, entiendo que, queriendo Dios reconciliarse consigo á los hombres, se arrimó, se atuvo y estribó en Cristo para castigarlo á él por asegurarlos á ellos y, por satisfacer á su justicia. Diciendo: «sacará juicio á gentes,» y despues: «á verdad sacará el juicio,» muestra que hasta que venga Cristo al juicio, está encubierta la igualdad con que Dios juzga, y que entónces vendrá á ser descubierta.

    Aquello «no se entristecerá» etc., no es contrario á lo que veremos adelante, que Cristo en el huerto se entristeció, porque allí se entristeció por nosotros y no por sí; si se entristeciera por sí, quiero decir, por conocer en sí algun defecto, faltara de ánimo, pero, porque se entristeció por nosotros, quiero decir, por nuestras iniquidades y pecados que veía sobre sí, no faltó de ánimo, no dejó de ofrecerse á la muerte. Diciendo: «y las islas esperarán su ley,» entiende la conversion de los de la gentilidad, como la entiende San Mateo, diciendo: «y las gentes esperarán en su nombre,» que es lo mismo que: confiadas en él, esperarán gloria, inmortalidad y vida eterna.

         Entónces le fué traido un endemoniado ciego y mudo, y sanólo, de manera que el ciego y mudo y hablaba y veia. Y espantáronse todas las gentes y decian: ¿Por ventura es este el hijo de David? Y los Fariséos oyendo esto dijeron: Este no echa los demonios sino en virtud de Beelzebul, príncipe de demonios. Y viendo Jesus sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido entre sí es destruido, y toda ciudad ó casa dividida entre sí no permanecerá, y si Satanás echa á Satanás, entre sí está dividido, pues ¿cómo permanecerá su reino? Y si yo en virtud de Beelzebul echo los demonios, vuestros hijos ¿en cuya virtud los echan? Por tanto ellos serán vuestros jueces. Pero, si yo en virtud del espíritu de Dios echo los demonios, bien se sigue que es venido á vosotros el reino de Dios. O ¿cómo puede uno entrar en la casa de un esforzado y saquearle su ajuar, si primero no ata al esforzado? y entónces le saqueará la casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que no granjea conmigo, desperdicia.

    De sanar Cristo al endemoniado ciego y mudo resultaron estas tres cosas. La primera, que las gentes, que vieron el milagro, comenzaron á pensar que Cristo era el Mesía prometido en la ley; y así es siempre que los que ven alguna cosa eficaz de la palabra de Dios, si están sin pasion, luego comienzan á pensar bien de ella, y esto entiendo que es el primer movimiento que hay en el hombre, y entiéndolo porque en mí lo he experimentado.

    La segunda, que los Fariseos descubrieron la malignidad que tenían dentro de sus ánimos, persuadiendo á las gentes que Cristo no era el Mesía, con decir que obraba por espíritu diabólico, adonde no entiendo que los Fariseos conocian verdaderamente que Cristo era el Mesía, pero entiendo que habian comenzado tambien ellos como las otras gentes á pensar si era él y que tenian por cierto que lo que obraba, no lo obraba con espíritu malo, pero, porque no querian que fuese él, aunque pensaban que era, persuadian á las gentes que no era, diciendo que obraba por espíritu diabólico; y en esto entiendo que consistia su malignidad.

    La tercera, que confirmó Cristo que el reino de los cielos, que él predicaba, era ya venido, pues se veían tan grandes efectos de él; y para confirmar esta verdad que su obrar era por virtud divina y no por virtud diabólica, como calumniaban los Fariseos, hace Cristo tres argumentos.

    En el primero dice así: el reino, la ciudad ó la casa, adonde hay division, siempre viene en perdicion, pues, si en el reino de Satanás hay division, como vosotros entendeis, pues decís que en virtud de un demonio echo yo á otros demonios, su reino vendrá en perdicion; y entiende Cristo que no es cosa razonable que Satanás quiera destruir su reino. Y aquí se ha de entender que Beel-zebul no era príncipe de todos los demonios sino de una parte de ellos.

    En el segundo argumento, dice Cristo así: si es así, como vosotros decís, que yo echo los demonios en virtud de Beel-zebul, tambien será así que mis discípulos, que son vuestros hijos, echan los demonios en virtud de Beel-zebul, pues es así que yo les he dado autoridad para echarlos; y háse de presuponer que los Fariseos aprobaban por cosa divina el echar los discípulos de Cristo á los demonios, porque de otra manera el argumento no valdría. Aquello, «por tanto ellos serán vuestros jueces,» lo entiendo así que en el dia del juicio condenará Cristo la impiedad de los Fariseos con la piedad de los discípulos, la malignidad con la sinceridad etc.

    En el tercer argumento, dice Cristo así: pues es así que no puede uno entrar en la casa de un hombre que sea valiente y esforzado para robársela y saqueársela, si primero no lo ata y prende, tambien es así que no podria yo echar á los demonios de los cuerpos humanos, adonde se han hecho señores, si primero no hubiese vencido y prendido al príncipe de todos los demonios; y resolviendo Cristo este argumento, dice: «el que no es conmigo» etc., entendiendo: pues yo no favorezco á los demonios ni los ayudo á granjear, ganar y coger hombres en su reino, ántes por el contrario los desfavorezco echándolos de los cuerpos humanos, abajándoles y quitándoles su tiranía, claro está que les soy contrario y que les destruyo. Y no es contraria á esta sentencia la que está Marc. 9, adonde dice Cristo: «el que no es contra nosotros, de nuestra parte es,» porque allí entiende que, siendo naturalmente los hombres enemigos de Dios, se puede decir que él, que no le es contrario, es de su parte; en San Marcos habló Cristo de sí propio, y aquí dijo una sentencia general al propósito que está declarado.

    De esta manera muestra Cristo cuánto eran depravados los ánimos de los Fariseos, juzgando ó mostrando que juzgaban de él que obraba por virtud diabólica, por espíritu malo, y juntamente confirmó lo que las gentes comenzaban á pensar de él, si era el Mesía, si era el hijo de David, prometido rey perpétuo en el pueblo de Israel, no en el carnal y exterior, sino en el espiritual é interior, en el cual reina Cristo, hijo de David, y en el cual reinará hasta que, como dice San Pablo, entregue el reino á su eterno padre (100).

         Por tanto os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado á los hombres, pero la blasfemia del espíritu no será perdonada á los hombres; y al que dirá palabra contra el hijo del hombre le será perdonada, pero al que dirá contra el espíritu santo, no le será perdonada ni en el siglo presente ni en el futuro. Ó haced el árbol bueno, y su fruto será bueno, ó haced el árbol malo, y su fruto será malo; porque por el fruto es conocido el árbol. ¡Generacion de víboras! ¿cómo podeis hablar bien, siendo malos? Porque de lo que abunda en el corazon, habla la boca. El buen hombre del buen tesoro de su corazon saca bienes, y el mal hombre del mal tesoro de su corazon saca males. Y dígoos que de toda palabra ociosa, que hablarán los hombres, darán razon en el dia del juicio, porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.

    Prosiguiendo Cristo contra los Fariseos que persuadian al pueblo que echaba á los demonios por arte diabólica, atribuyendo al espíritu malo lo que era de espíritu santo, sintiendo ellos de otra manera que hablaban, dice: «todo pecado» etc., entendiendo que solo aquel pecado que hacian los Fariseos, siendo como era contra el espíritu santo, es irremisible; como lo es en todos los que, siendo Fariseos, son contra los hijos de Dios lo que eran estos contra Cristo. Adonde, considerando que el pecado de estos Fariseos consistia en que atribuian al espíritu malo lo que Cristo hacia por espíritu santo, no porque ellos lo creyesen así, sino porque quisieran que fuera así, y querian que el pueblo creyese que era así, vengo á entender que entonces un hombre peca contra el espíritu santo, cuando con malignidad de ánimo persuade á los hombres que son obras de espíritu malo las obras del espíritu santo, sintiendo él su ánimo de otra manera.

    Este pecado entiendo que es irremisible, porque nunca está sino en hombres depravadísimos y obstinados en la depravacion, cuales eran los Fariséos que estaban armados contra Cristo. En este pecado nunca caen los que son predestinados para la vida eterna, porque Dios los tiene con su mano; y á los que caen en este pecado, pertenecen puramente aquellas rigurosas palabras que están en Esaías 6 (101), las cuales están alegadas contra estos tales en todos cuatro evangelistas, (102) y á este pecado entiendo que llama San Juan «peccatum ad mortem» (103), por el cual no quiere que roguemos, porque á los que caen en él, pertenece aquello que dice San Pablo: «tradidit illos Deus in reprobum sensum.» Rom. 1 (104). De estos fué Faraon y de estos fué Saul y fueron los Fariséos y son todos los que siguen aquella vía.

    Lo mismo es «la blasfemia del espíritu» que el pecado de blasfemia dicha contra el espíritu santo. Añadiendo Cristo: «y al que dirá palabra» etc., entiendo que se declara en lo que ha dicho, como si dijese: y sabed que este pecado contra el espíritu santo es tan grave que, si bien perdonará Dios á los hombres lo que pecarán contra mí, no les perdonará lo que pecaran contra el espíritu santo que obra en mí.

    Adonde entiendo que pecaban contra Cristo los que decian de él que era comedor y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores, y que pecaban contra el espíritu santo, que obraba en Cristo, los que decian de él que echaba los demonios en virtud de Beelzebul, príncipe de demonios. Y entiendo que el pecado contra la persona de Cristo era excusable, porque podía nacer de ignorancia sin malicia; veian los hombres á Cristo andar en aquellas conversaciones y, conociendo ellos de sí que no podian hacer aquello mismo sin depravarse, juzgaban mal de Cristo, como juzgan mal de los miembros de Cristo cuando ven que hacen lo que hacia Cristo, porque es propio de los hombres juzgar de los otros lo que juzgan de sí, quiero decir, juzgar á los otros por lo que conocen en sí.

    Y entiendo tambien que el pecado contra el espíritu santo, que obraba en Cristo, era inexcusable, porque no podia nacer sino de ánimos depravadísimos y obstinados en la depravacion, cuales son los de aquellos hombres que, imitando á los Fariséos, persuaden á las gentes que son obras de espíritu malo las que obra el espíritu santo en los que son verdaderos miembros de Cristo, en los que, habiendo tomado sobre sí el yugo de Cristo, van imitando en Cristo la mansedumbre y la humildad interior, sintiendo ellos de otra manera que hablan. Lo mismo entiendo que es «ni en el siglo presente ni en el futuro» que: en ningun tiempo.

    Añadiendo Cristo: «ó haced el árbol bueno» etc., entiendo que pretende mostrar lo que habemos dicho, que lo que pecaban los Fariséos contra el espíritu santo procedia de la depravacion que tenian en sus ánimos, y así entiendo que es un hablar general, como si dijese Cristo: ¿quereis ver que estos Fariséos tienen malos ánimos? mirad las palabras que dicen, pues es así que, así como el buen árbol da buen fruto y el mal árbol da mal fruto, así tambien el buen hombre habla bien y el mal hombre habla mal, de manera que, así como el árbol es conocido por su fruto, así el hombre es conocido por sus palabras. Entiende Cristo por las que habla, siendo suyas propias; esto digo porque acontece muchas veces que un mal hombre habla buenas palabras, pero aquellas no son suyas sino de aquellos de quien las ha aprendido, y como estas le faltan, habiendo de dar del suyo, no puede dar sino mal.

    No entiendo aquí que, diciendo Cristo: «mal hombre,» comprehende á todos los que no son renovados por espíritu santo, ni entiendo que, diciendo: «buen hombre,» comprehende solamente á los renovados por espíritu santo, pero entiendo que habla humanamente, llamando mal hombre al depravado, al que, obstinado en malignidad diabólica, interpreta á mal todo lo bueno que ve, cuales eran los Fariséos, y llamando buen hombre al que tiene una bondad natural, con que aún lo malo interpreta á bien.

    Esta inteligencia me place, y, aunque no seria malo entender que llama Cristo malos hombres á todos los que están sin espíritu santo, y que llama buenos hombres á solos los que tienen espíritu santo, todavía me contenta más la otra inteligencia, pareciéndome que toca más á los Fariséos, diciéndoles que aun entre los hombres, que naturalmente son inclinados á mal, conforme á aquello que hemos visto en el capítulo 7: «si vosotros, siendo malos» etc., ellos eran malísimos y descubrian su maldad, persuadiendo al pueblo que lo que obraba Cristo con espíritu santo eran obras de espíritu malo, no sintiéndolo ellos así.

    Aquello «generacion de víboras» etc., va contra los Fariséos; en efecto, parece haberse resentido Cristo por la blasfemia dicha contra el espíritu santo, del cual resentimiento sienten su parte los que son miembros de Cristo, cuando ven que es blasfemada la verdad del evangelio y la verdad del vivir cristiano, no resintiéndose cuando ellos propios son murmurados ó calumniados por lo que no pertenece á la verdad cristiana. Añadiendo Cristo: «y dígoos que de toda palabra» etc., pretende encarecer lo que ha dicho, como si dijese: y mirad si importa que el corazon sea bueno, para que las palabras sean buenas, que á los hombres en el dia del juicio les será tomada cuenta, no solamente de las palabras blasfemas y de las perjudiciales que habrán dicho, pero aún de las ociosas, de las que habrán dicho sin haber para qué, por pasatiempo.

    Adonde entiendo que por todo este rigor han de pasar el dia de juicio los hombres que pretenderán justificarse por sus obras. Y cuanto más considero este, tanto me conozco más obligado á mi Cristo, el cual, habiéndome tomado en sí, me mató muriendo y me resucitó resucitando, y así me eximió y libró de pasar por este rigor, siendo así que no me considera ni me considerará Dios por lo que soy por mí sino por lo que soy, incorporado en Cristo, por la cual incorporacion no me es imputado á condenacion lo que á los hombres que están sin Cristo, segun que lo escribe San Pablo, Rom. 8.

    Concluyendo Cristo sus palabras contra los Fariseos y contra los que son como ellos, dice: «porque por tus palabras» etc., entendiendo que el impío será condenado en el dia del juicio por las malas palabras, con que habrá dado testimonio de su impiedad, malignidad y depravacion, y que el pío será justificado en el dia del juicio por las buenas palabras, con que habrá dado testimonio de su piedad, justicia y santidad, quiero decir que, habiendo de ser las sentencias exteriores, serán alegadas en ellas las causas exteriores, las malas palabras que salen del ánimo impío y las buenas palabras que salen del ánimo pío. Sobre esto he hablado en una consideracion (105).

         Entónces respondieron algunos de los escribas y Fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver que hagas alguna señal. Y él respondiendo, les dijo: Generacion mala y adúltera señal busca, yseñal no le será dada sino la señal de Jonás profeta, y porque, así como Jonás estuvo en el vientre de la ballena tres dias y tres noches, así estará el hijo del hombre en el corazon de la tierra tres dias y tres noches. Los hombres de Ninivé se levantarán en el juicio con esta generacion y la condenarán, porque se reconocieron á la predicacion de Jonás, y veis más que Jonás está aquí. La reina de Austro se levantará en el juicio con esta generacion y la condenará, porque vino de los fines de la tierra á oír la sabiduría de Salomon, y veis más que Salomon está aquí.

    Habiendo hablado Cristo así rigurosamente contra los Fariseos, parece que ellos con los escribas perseverando en su malignidad, le dijeron: «Maestro, queremos ver que hagas alguna señal,» entendiendo que no se contentaban con las que hacia, y querian ver otras mayores; y conociendo Cristo que no demandaban la señal ó milagro porque deseasen creer sino porque no creian que la podria hacer, les dice: «Generacion mala y adúltera» etc., entendiendo que no les daría la señal que demandaban, pero que les daria una señal que viéndola no la entenderian, esta es su muerte y su resurreccion.

    Adonde se ha de entender que de estar los judíos acostumbrados á esto que, siempre que Dios les prometia alguna cosa, les daba alguna señal, con que se certificasen de ella, procedió que estos demandaban á Cristo alguna señal muy evidente por confirmacion que era espíritu santo el que obraba en él, y es conforme á esto lo que dice San Pablo: «Judaei signa petunt». 1ª Cor. 1 (106), y es así siempre que todos los que tienen ánimos hebreos, demandan señales y milagros por confirmacion de la verdad del evangelio, así como los, que tienen ánimos de gentiles, para la misma confirmacion buscan ciencia; querian entender para creer, y Dios quiere que crean para que entiendan.

    La señal ó el milagro, que estos demandaban á Cristo, entiendo que era alguna cosa muy prodigiosa, la cual entiendo que calumniaran así como calumniaban todo lo demás, porque su intento, demandando señal, no era deseando creer sino buscar que calumniar, así como el intento de los, que al tiempo que Cristo estaba en la cruz, decian: si es hijo de Dios, baje ahora de la cruz, y creerémoslo, no era creer en Cristo sino burlarse de Cristo. Y tales entiendo que son los intentos de todos los que demandan milagros por confirmacion de la verdad evangélica, los cuales todos pueden tomar por suya esta respuesta que Cristo dió á los escribas y Fariseos, diciendo: «generacion mala y adúltera,» etc.

    Adonde considero que entrevino á estos con Cristo casi lo mismo que entrevino al rey Achaz con Esaías, en cuanto, así como á Achaz impío que no queria creer en el prometimiento de Dios, dió Esaías por señal la encarnacion y el nacimiento de Cristo, la cual señal ni él la entendió ni la han entendido sus sucesores, así Cristo á estos, que le demandaban señal, les dió por señal su muerte y su resurreccion, la cual señal ni ellos la entendieron ni la han entendido sus sucesores, de manera que á Achaz impío fué dada por señal la encarnacion y el nacimiento de Cristo, pero él no la entendió, y á los escribas y Fariseos impíos fué dada por señal la muerte y la resurreccion de Cristo, pero ellos no la entendieron.

    Y así no sirven estas dos señales sino á los que aceptan la gracia del evangelio, á los cuales es señal eficaz la encarnacion y el nacimiento de Cristo, como está dicho en el cap. primero, y es señal eficacísima la muerte y la resurreccion de Cristo, en la cual se declaró ser hijo de Dios; y porque la señal de la resurreccion de Cristo entiendo que es la más eficaz, entiendo tambien que es la que más nos pone delante San Pablo en todas sus epístolas juntamente con la señal de la muerte, las cuales van siempre en compañía como las juntó aquí Cristo, alegando el caso de Jonas que fué como un morir y resucitar por la salud de los de la ciudad de Ninivé.

    Y háse de entender que la señal de la muerte de Cristo nos certifica de nuestra justificacion, conforme á lo que muchas veces decimos, y castigando Dios en Cristo nuestros pecados, no tuvo menor intento asegurarnos á nosotros que á satisfacer á su justicia, y que la señal de la resurreccion de Cristo nos certifica de nuestra glorificacion; pero despues que habemos aceptado el indulto y perdon general y por él nos tenemos por reconciliados con Dios, porque ántes tanto no son á nosotros estas señales cuanto fueron á los escribas y Fariseos y son á los que son tales como ellos.

    Cuanto á los tres dias y tres noches, teniendo yo por cierto que los de Cristo fueron propiamente como los de Jonas, digo que, si yo supiese de qué manera fueron los de Jonas, sabria de qué manera fueron los de Cristo, y, no sabiendo los unos, no me quiero poner á averiguar los otros, contentándome con saber que los unos fueron como los otros. A propósito de la señal de Jonas viene á decir Cristo que en el dia del juicio los de la ciudad de Ninivé condenarán á los judíos, entendiendo que la conversion de los de Ninivé á la predicacion de Jonas condenará la obstinacion de los judíos, los cuales, teniendo presente á Cristo que era mucho más excelente que Jonas, no hicieron lo que los de Ninivé.

    La misma inteligencia es en lo que dice de la reina de Austro ó de Saba, y aquí se entienden dos cosas: la una en qué manera los santos de Dios han de juzgar y condenar á los santos del mundo y á los hombres del mundo en el dia del juicio, y la otra, que la resurreccion ha de ser universal de malos y buenos. Adonde, si parecerá extraño á uno, que hayan de resucitar con Cristo los que no han conocido á Cristo ni creido en Cristo, le diré que considera en la obediencia de Cristo lo que considera en la desobediencia de Adam, y que piense que, así como en la desobediencia de Adam todos fuimos desobedientes y por tanto todos fuimos condenados á muerte eterna como rebeldes y enemigos de Dios, de la cual condenacion somos libres los que creemos en Cristo, porque, aunque morimos, á tiempo resucitamos para vivir para siempre: así en la obediencia de Cristo todos fuimos obedientes y por tanto habilitados á vida eterna como reconciliados con Dios y amigos de Dios, de la cual habilitacion son excluidos los que no creen en Cristo, porque, aunque resucitarán á tiempo, no vivirán para siempre, de manera que no gozarán de la habilitacion á vida eterna sino los que, abrazando la gracia del evangelio, tendrán por cierto y firme que, así como desobedecieron en Adam, así obedecieron en Cristo, y así son obedientes en Cristo, justos en Cristo y santos en Cristo; los otros todos resucitarán bien pero no á vida eterna sino á muerte eterna. Y el que querrá hacerse bien capaz de esta consideracion, que es importantisima, lea en San Pablo Rom. 5, rogando á Dios, le dé la verdadera inteligencia de lo que leerá. Y sobre esto he escrito una consideracion (107).

         Pues cuando el espíritu sucio sale del hombre, camina por lugares sin agua, buscando reposo y no lo halla; entónces dice: Tornaréme á mi casa, de donde salí, y viniendo hállala en ociosidad, barrida y aderezada; entónces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él y entrando mora allí, y viene á ser lo postrero de aquel hombre peor que lo primero. Así acontecerá á esta generacion mala.

    Si yo supiese la natural condicion de estos espíritus sucios de quien habla aquí Cristo, sabria decir por qué causa el que sale del hombre va por lugares sin agua, y sabria decir en qué manera halla al hombre, de donde sale, en ociosidad, barrido y aderezado, y qué espíritus son los que toma peores que él, y así todo lo demas que se desea entender aquí, pero, como no la sé, no sé tampoco decir nada de estotro, no entendiendo lo uno ni lo otro. Entiendo bien que el intento de Cristo es decir que á los judíos habia de acontecer como acontece al hombre del cual sale el sucio espíritu, en cuanto, así como á tal hombre le fuera menos mal que el espíritu no saliera de él, pues torna á él con otros siete espíritus peores que él, así á ellos les fuera ménos mal que Cristo no hubiera venido entre ellos ni hecho los milagros que hacia, ni predicado lo que predicaba, ni enseñado lo que enseñaba, pues, estándose en su incredulidad ántes endureciéndose en ella, venian cada dia de mal en peor; á esto llama ser lo postrero peor que lo primero. En aquello «siete espíritus» entiendo número finito por infinito. Y aquello «así acontecerá» se ha de entender no como al espíritu sino como al hombre. Importa considerar estas maneras de hablar en todas estas comparaciones que pone Cristo.

         Y hablando él aún á las gentes, hé aquí que su madre y hermanos estaban fuera, buscando hablarle, y díjole uno: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera buscando hablarte. Y él respondiendo dijo al que se lo decia: ¿Quién es mi madre? ¿Y quién son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: ¡Hé aquí mi madre y mis hermanos! Porque el que hará la voluntad de mi padre el que está en los cielos, este es mi hermano, hermana y madre.

    En estas palabras de Cristo aprendemos que el verdadero cristiano que regenerado en Cristo ha dejado de ser hijo de Adam y es hijo de Dios, convierte y posa, todo su amor y toda su aficion que ántes de la regeneracion tenia á sus padres, hermanos y parientes, en los que conoce que están en la misma regeneracion, á los cuales ama y quiere aún más que á padres, que á hermanos y que á parientes, porque es más fuerte vínculo el de la regeneracion cristiana que el de la generacion humana. Adonde entiendo que es bonísimo contraseño al hombre para certificarse de su regeneracion cristiana el hallarse más aficionado á los que por la regeneracion cristiana le son padre, madre, hermanos é hijos, que á los que por la generacion humana le son padre, madre, hermanos é hijos. Los que no gustan de esta aficion, estándose siempre en la aficion que es de la generacion humana, tengan por cierto que no son entrados en la regeneracion cristiana, y, si desearán entrar en ella, rueguen á Dios con mucha fé y con mucha importunidad que los meta en ella.

    Aquí se entiende que lo que al cristiano pertenece en la presente vida es guardar el decoro y el deber de la regeneracion cristiana, no por ser cristiano sino porque es cristiano; y este deber consiste en aceptar la fé cristiana y en aplicarse al vivir cristiano, porque hacer esto es hacer la voluntad de Dios, porque esto es lo que Dios quiere de nosotros.

    Saber qué es lo que querian hablar á Cristo su madre y sus hermanos, importa poco; importa bien, considerar que aquellas palabras de Cristo: «¿quién es mi madre?» etc., muestran algun resentimiento, como que se resintiese Cristo que fuese llamado al deber de la generacion humana, estando ocupado, como seria decir, en el deber de la regeneracion cristiana. Adonde no se ha de entender que por estas palabras entienda Cristo que su madre ni aún que sus hermanos no hacian la voluntad de Dios, como la hacian los discípulos, sino que habló Cristo segun el intento de el que le hizo la embajada, quiero decir que, porque conoció que aquello queria tirar, como seria decir, del deber de la regeneracion cristiana al deber de la generacion humana, él le respondió conforme á aquel su intento, entendiendo: no tengo yo por madre ni por hermanos sino á los que hacen la voluntad de mi Padre.

    Los hebreos llaman hermanos á los primos, hijos de hermanos, y á los parientes comunmente. Diciendo «buscando,» entiende: procurando. Y diciendo «fuera,» entiende: fuera de la casa adonde Cristo estaba.