¿cómo se explica el bautismo de niños según el antiguo testamento?

Pues, para ser más exacto, la Biblia no enseña el bautismo de niños en sí, sino los hijos de los creyentes, como Abraham en el Antiguo Testamento, y “sus hijos” en Hechos 2 y 1 Corintios 7.

Pero, para contestar en sí, la primera cosa que debemos reconocer es que Dios hizo su pacto de salvación no solamente con los creyentes, sino también con sus hijos. En Génesis 17:7, Dios dice a Abraham que la promesa y para él y para sus hijos, como leemos, “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.” Esto es importante, porque unos dicen que Dios no tiene “nietos espirituales”, como si fuera al contrario de la naturaleza de Dios de tratar con familias, y no solo con individuos. Mas aquí vemos que no es así, porque el pacto fue establecido no solo con Abraham, sino con él, y por eso, también, sus descendientes. Y por eso, en el Nuevo Testamento, cuando fue derramado el Espíritu Santa y Dios declaró por medio del Apóstol Pedro que debemos hacer para ser salvo, él repite en la misma manera: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:38, 39) Cuando dice que debemos arrepentirnos y estar bautizados, nos dice que una de la razones es porque la promesa es para nuestros hijos.

Y por eso, en la misma manera, cuando una persona fue adulto en el Antiguo Testamento, o si fue niño, recibió el signo del pacto, que en el Antiguo Testamento es la circuncisión, y en el Nuevo, el bautismo. Leemos en Génesis 17:23-25 que Abraham circuncidó a Ismael y todos de su casa, cuando Ismael tenía trece años, y según versículo 12, los niños de ocho días debería ser circuncidos, porque ellos, también con sus padres, eran miembros del pueblo de Dios, según versículos 2 y 14. Y, los que no recibieron el signo del pacto, aunque sus padres eran miembros del pueblo de Dios, no fueron considerados miembros del pueblo de Dios. Así también nosotros hoy en día debemos considerar a una persona que no tiene padres creyentes de ser inmundo, más una persona que tiene padre o madre creyente es santo en los ojos del Señor, según 1 Cor. 7:14.

Y, por supuesto, los santos del Antiguo Testamento obedecieron la voz de Dios, y circuncidaron a sus hijos, como leemos en Génesis 17:27. En la misma manera, cuando los creyentes del Nuevo Testamento creyeron, no solamente ellos, más toda su casa fue bautizado, como leemos en Hechos 16:15, “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos,” y en Hechos 16:33, “Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.” Y eso es porque en la misma manera que Abraham fue salvo por la fe y la promesa así es para sus hijos, así también leemos en el Nuevo Testamento que la promesa es para nosotros y para nuestros hijos, como leemos en Hechos 16:31, “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”

Pero, la circuncisión en sí nunca salvó a la gente, sino la fe, porque fue posible de recibir el signo del pacto, y no creer en Dios. Por eso, Dios dice varias veces en el Antiguo Testamento, “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deuteronomio 30:6, véase Romanos 2:29) Por eso, también dice lo mismo sobre el bautismo en el Nuevo Testamento, que no es el bautismo en sí que nos salva, sino que es un símbolo de la obra de Dios en nuestros corazones, como leemos 1 Pedro 3:21, “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.”

Y por eso, Dios en el Antiguo Testamento mandó a su gente de enseñar su palabra a los hijos, como leemos en Deuteronomio 6:7, “y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” Y eso es lo que hicieron los Apóstoles en el Nuevo Testamento, como leemos otra vez en Hechos 16:32, “Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.” Y es como Timoteo, quien sabía las Escrituras desde la infancia, como leemos en 2 Timoteo 3:15, “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” Y por eso, leemos en Hechos 16:34, “Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”

Y esto es porque, como miembros del pacto de Dios, aun los bebés pueden confiar en Dios, como leemos de David en Salmo 22:9, “El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.” Es al contrario de la mentalidad moderna, que piensa que los niños no son parte de la iglesia. Vemos esto cuando trajeron sus niños para ser bendita por el Señor Jesucristo, los discípulos les regañaron, como leemos en Marcos 10:13, “Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.” Pero, nuestro Señor Jesucristo no tenía la actitud de rechazar a los niños, porque leemos en versículo 14, “Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.”

Y hermano, si quiere más, pues, como siempre, estoy a sus pies en Cristo Jesús, y espero que nuestro Dios de gracia les bendiga en toda manera.

Muy atte.

Su hermano en Cristo,
Esteban Larsón Macías, de www.iglesiareformada.com
Misionero a Uruguay de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa,
Artigas 1779, Pueblo Nuevo
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