¿Es Dios para nosotros o para si mismo?

por John Piper

Hace algunos años fui a la cruzada de Billy Graham en Anaheim, California. Creo que había alrededor de 50,000 personas ahí esa noche, yo me senté en el graderío alto a la izquierda y desde ahí podía ver a la multitud cubriendo la pista interior. Cuando cantamos "Cuan Grande es tu obra," logré cantar las primeras notas y luego casi no pude seguir cantando. Nunca había oído algo así. ¡Cincuenta mil voces cantando alabanzas a Dios! Impactó tanto mi corazón que no he podido olvidar ese momento. Nunca nada me ha parecido mejor o más hermoso o más profundamente gozoso que 50,000 criaturas cantando juntas con todo su corazón a Dios.
De verdad pienso que logré ver un pedacito de cielo esa noche, el libro del Apocalipsis 5:11–13 describe el cielo así:

Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares y millones de millones. Cantaban con todas sus fuerzas: “¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!”
Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: “¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!”
La visión del cielo es la visión de innumerables millones de criaturas alabando al Padre y al Hijo con toda su fuerza. Y aquellos que han probado la gloria del Cordero no se lo perderían por nada del mundo.

Dios busca su propia alabanza

El Cordero es digno. Dios Padre es digno. Y por tanto debemos alabarlos, y eso es lo que haremos. La mayoría de los creyentes no tienen problemas con esta verdad. Pero durante dos semanas hemos visto en las Escrituras que Dios no solamente ha actuado de esa manera para ser digno de alabanza, sino que tiene el propósito de lograr alabanza para si. Dios no solamente espera ser exaltado por su poder, justicia y misericordia, El ha tomado la iniciativa de, en toda la eternidad, exaltar su propio nombre en la Tierra y demostrar su gloria. Todo lo que El hace está motivado por su deseo de ser glorificado. Isaías 48:11 llama la atención sobre todo acto divino:

        Y lo he hecho por mí, por mí mismo. ¿Cómo puedo permitir que se me profane? ¡No cederé mi gloria a ningún otro!

Jeremías 13:11 lo dice de esta manera:

      Porque así como el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así procuré que todo el pueblo de Israel y toda la tribu de Judá se ajustaran a mí —afirma el SEÑOR— para que

      fueran mi pueblo y mi renombre, mi honor y mi gloria. ¡Pero no obedecieron!"

El objetivo de todo lo que Dios hace es recibir alabanza por la gloria de su nombre.

Y antes de que pensemos que esto es algo que solo se enfatiza en el Antiguo Testamento, leamos con cuidado el texto de Efesios 1. ¡Qué gran libro!—tiene oraciones que no solo llegan a tener 11 versos en longitud, sino que también llegan al cielo en altura. Hay una frase que se repite tres veces en los versos 6, 12, y 14 que deja bien claro lo que Pablo piensa que es el objetivo de Dios al salvarnos del pecado y para Si mismo. Lea los versos 5 y 6:

     El nos predestinó en su amor para ser sus hijos a través de Jesús Cristo, de acuerdo con el propósito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia.

Luego el verso 12:

     A fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.


Finalmente, el verso 14:


     El Espíritu Santo garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.

Desde los decretos eternos de Dios en el pasado en predestinación al futuro gozo eterno de nuestra herencia en los años venideros, el propósito y la meta de Dios ha sido que su gloria sea alabada, especialmente la gloria de su gracia.

Que Dios es digno de alabanza, que debemos alabarlo, que lo alabaremos— son verdades comunes entre los Cristianos, y las afirmamos con alegría. Con menos frecuencia escuchamos la verdad de que la alabanza de la gloria de Dios no es meramente el resultado de su acción sino también la meta y propósito de esa acción. El gobierna el mundo precisamente hasta el punto de poder ser admirado, exaltado, alabado y de que nos maravillemos de El. Cristo viene, Pablo dice en 2ª Tesalonicenses 1:10, al final de los tiempos, "el día en que venga para ser glorificado por medio de sus santos y admirado por todos los que hayan creído, entre los cuales están ustedes porque creyeron el testimonio que les dimos." Sin embargo, ha sido mi experiencia que la gente recibe esta verdad con cierta incomodidad. Está bien que Dios sea alabado, pero no parece muy correcto que El busque su propia alabanza. ¿No dijo Jesús, "Quien se enaltece será humillado y el que se humille será enaltecido?" sin embargo, es claro que el propósito de Dios en las Escrituras es enaltecerse ante los ojos del hombre.

El propósito de este mensaje es demostrar, de la mejor manera posible, que la meta y el esfuerzo de Dios para glorificarse es totalmente bueno, sin ningún tipo de falla y es muy diferente del auto enaltecimiento humano porque es una expresión de amor. Espero que podamos afirmar entonces esta verdad con alegría y unirnos a Dios en su gran meta.

Dos formas en que se puede confundir el Dios-centrismo de Dios

Pienso que hay dos razones por las que podríamos dudar del amor de Dios por su propia gloria y su ahínco para que los hombres lo alaben por ella. Una de ellas es que no nos gustan las personas que actúan de esa manera, y la otra es que la Biblia parece enseñar que las personas no deberían buscar su propia gloria. De manera que la gente se ofende ante la auto exaltación de Dios- tanto por su propia experiencia diaria como por lo que se dice en las Escrituras.

No nos gusta la gente que parece estar enamorada de su propia capacidad o poder o apariencia. No nos gustan los académicos que tratan de alardear sobre su conocimiento especializado o que nos recitan sus publicaciones y conferencias recientes. No nos gustan los hombres de negocios que solo hablan sobre cuan acertadamente invirtieron sus enormes cantidades de dinero y cómo se han mantenido en la cumbre del mercado para luego caer muy bajo y volver a subir cada vez. No nos gusta que los niños jueguen a ser superiores a los demás. Y, a menos que seamos uno de ellos, desaprobamos a las personas que no se visten de manera funcional, simple e inofensiva, sino que tratan de estar a la última moda para parecer geniales, o punks, o despreocupados, o lo que sea que el mundo dice esta semana que debes parecer.

¿Porque no nos gusta todo eso? Creo que porque todas esas personas no son auténticas. Son lo que Ayn Rand llama "de segunda mano." No viven con la alegría que viene de lograr lo que valoran en si, más bien viven de segunda mano, es decir a través de la alabanza y cumplidos de los otros, y no admiramos a los de segunda mano. Admiramos a la gente que es suficientemente segura y serena como para no necesitar apuntalar sus debilidades y compensar sus deficiencias reales tratando de lograr tantos cumplidos como le sea posible.

Entonces es comprensible que cualquier enseñanza que coloque a Dios en la categoría de alguien de segunda mano, resulte sospechosa para los cristianos, y para muchos, la enseñanza de que Dios está buscando alabanza y quiere ser admirado y está haciendo cosas para su propio bien, en realidad pareciera poner a Dios en tal categoría. ¿Pero debería ser así? Una cosa sí es cierta: Dios no es débil y no tiene deficiencias: "Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre Amén." (Romanos 11:36). El siempre fue, y cualquier otro que es, debe su existencia a El y por tanto no puede añadir nada que no esté ya viniendo de El. Esto es en forma simple lo que significa ser Dios eterno y no una criatura. Así, el ahínco de Dios de buscar su propia gloria y ser alabado por los hombres no puede deberse a su necesidad de apuntalar alguna debilidad o compensar alguna deficiencia. Podría parecer, superficialmente, que El está dentro de la categoría de los de segunda mano, pero El no es como ellos y la similitud superficial debe ser explicada de otra forma. Debe haber otro motivo para que El busque la alabanza de su gloria.

Según nuestra experiencia existe otra razón por la que no nos gustan aquellos que buscan su propia gloria. La razón no es solamente que no son auténticos, y tratan de ocultar sus debilidades y deficiencias, sino que también son faltos de amor. Están tan preocupados por su propia imagen y alabanza que no se preocupan mucho por lo que suceda con los demás. Esta observación nos lleva a la razón bíblica por la que parece ofensivo que Dios busque su propia gloria. 1ª Corintios 13:5 dice, "El amor no busca lo suyo." Ahora bien, esto puede conducir a una crisis, dado que, según las Escrituras, el principal objetivo de Dios es ser glorificado y alabado, ¿cómo puede El ser Amoroso? Si el "amor no busca lo suyo." Durante tres semanas hemos visto que las Escrituras enseñan que Dios es para si mismo. “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea profanado mi nombre, y mi honra no la daré a otro" (Isaías 48:11). Pero si Dios es un Dios de amor, debería ser para nosotros. Entonces, ¿es Dios para si mismo o para nosotros?

El Infinito amor de Dios en la búsqueda de su propia alabanza

La respuesta de la cual trato de persuadir es la siguiente: dado que Dios es el único y el más glorioso de todos los seres y absolutamente auto suficiente, debe ser para sí mismo, para que pueda ser para nosotros. Si El abandonara el objetivo de su propia exaltación, nosotros perderíamos. Su objetivo de lograr alabanza para si mismo y su objetivo de brindar gozo a su gente son uno solo y no pueden dividirse. Creo que entenderíamos esto si nos hiciéramos la siguiente pregunta:

En vista de la belleza infinita y admirable de Dios y su sabiduría, ¿que involucraría su amor hacia una criatura? Por decirlo de otra forma: ¿qué podría darnos Dios para disfrutar que demuestre mejor su amor? Solo hay una respuesta posible, ¿no es verdad? ¡EL MISMO! Si Dios nos va a dar lo mejor, lo que más nos satisfaga, es decir, si nos ama perfectamente, nos ofrecerá nada menos que a El mismo para contemplación y camaradería con nosotros.

Esta era exactamente la intención de Dios al enviarnos a su Hijo. Efesios 2:18 dice que Cristo vino "porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre". y 1ª de Pedro 3:18 dice, " Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu". Dios concibió todo el plan de redención por amor para atraer a los hombres de nuevo hacia El, como dice el salmista, "A tu diestra, en el lugar de honor designado para los fieles" (16:11). Dios está pendiente de nosotros para darnos lo mejor —no prestigio, riqueza, ni salud en esta vida, sino una visión total de El y camaradería con El.

Pero ahora estamos en el borde de lo que para mi fue un gran descubrimiento y creo que también, la solución a nuestro problema. Para ser supremamente amoroso, Dios debe darnos lo que es mejor para nosotros y nos deleitará más; debe darnos a El mismo. ¿Pero qué hacemos cuando se nos da o se nos enseña algo excelente, algo que disfrutamos? Lo alabamos. Alabamos a los recién nacidos y sus formas perfectas; "O, mira esa hermosa cabecita redonda; y todo ese cabello; y esas manitas, qué grandes!" alabamos el rostro de un ser querido luego de una larga ausencia: "Tus ojos son como el cielo, tu cabello es como la seda, eres tan hermosa para mi." Alabamos los árboles a lo largo del río durante un viaje en bote en el otoño.

Pero mi gran descubrimiento, con la ayuda de C.S. Lewis, no solo fue que alabamos lo que disfrutamos sino que la alabanza es el clímax del disfrute en si mismo. No se añade más adelante sino que es parte del gozo. Escuchen la manera en que Lewis describe este punto de vista de su libro en salmos:

Pero lo más obvio sobre la alabanza—ya sea a Dios o a cualquier otra cosa —extrañamente se me escapó. Lo vi en función de cumplimiento, aprobación, o de dar honor. No me había dado cuenta de que todo disfrute espontáneamente reboza en alabanza a menos que (a veces incluso si) la timidez o el miedo de aburrir a otros sea deliberadamente traído a colación. El mundo gira en torno a la alabanza—los enamorados alaban a sus parejas, los lectores alaban a su poeta favorito, los caminantes alaban el paisaje, los jugadores alaban su juego favorito—se alaba el clima, vinos, comida, actores, caballos, escuelas, países, personajes históricos, niños, flores, montañas, estampillas no comunes, escarabajos extraños, incluso a veces políticos y eruditos. La dificultad que yo considero más general acerca de la alabanza de Dios depende de negarnos absurdamente lo que es supremamente Valioso, lo que disfrutamos hacer, lo que no podemos evitar hacer, sobre todo lo demás que valoramos.
Creo que disfrutamos alabar lo que nos gusta porque la alabanza no solamente expresa sino que completa el gozo. Es su consumación total. Cuando los enamorados se dicen uno a otro lo hermosos que son, no se trata solo de cumplidos, el gozo no es completo hasta que se expresa. (Reflexiones sobre salmos, pp. 93–95)
Esa es la clave: alabamos lo que disfrutamos porque el gozo es incompleto hasta que no se haya expresado como alabanza. Si no se nos permitiera hablar de lo que valoramos, y celebrar lo que amamos y alabar lo que admiramos, nuestro gozo no estaría completo. Entonces, si Dios es realmente para nosotros, si nos da lo mejor y hace que nuestro gozo sea completo, debe hacer que su propósito sea lograr nuestra alabanza para si mismo. No porque necesite apuntalar alguna debilidad en El, o compensar alguna deficiencia, sino porque nos ama y busca nuestro gozo total, que únicamente puede hallarse al conocerlo y alabarlo a El, el más hermoso de todos los seres.

Dios es el único Ser en todo el universo para quien el buscar su propia alabanza es el máximo acto de amor. Para El, la auto exaltación es la mayor virtud. Cuando hace todas las cosas "para alabanza de su gloria" como dice Efesios 1, se preserva para nosotros y nos ofrece lo único en el mundo que puede satisfacer nuestros anhelos. Dios es para nosotros, y por tanto ha sido, es y será para si mismo. Alabado sea el Señor! Que todos los seres alaben al Señor.


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