“NO ME AVERGÜENZO DEL EVANGELIO”

Por: Silvio Palacios Baca

Y si Dios dice en su Palabra  que por creer en El yo me he convertido en un Hijo suyo... Y si esto es parte del Evangelio que Cristo predico y que nos dejo para que nosotros siguiéramos predicando después de El...¿puedo yo entonces avergonzarme de una cosa tan hermosa? Definitivamente no.

Por el contrario, el Evangelio me hace levantar la frente, no en una actitud de prepotencia frente a los demás, ni de sentirme merecedor mas que otro de las bendiciones de Dios. Sino que levanto la frente en esperanza y en alabanza a Dios por tan magnifica misericordia para conmigo.

Así como no me avergüenzo, mas bien me siento orgulloso de portar con dignidad las insignias en mi uniforme militar que me identifican como un miembro del Ejercito de Nicaragua y como un soldado de mi patria Nicaragua.

No me avergüenzo tampoco del Evangelio. El Evangelio es una fuerza poderosísima. Una fuerza espiritual que transforma el interior del ser humano que lo recibe y cree en El. La Biblia dice que el Evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Los que quieran experimentar ese poder lo que tienen que hacer es creer que Jesucristo es el hijo de Dios y entregarse a El de todo corazón.

Usted que ha leído estas líneas, a lo mejor ha tenido del Evangelio un concepto peyorativo o, por lo menos, lo ha tenido como algo de segunda importancia en su propia vida. Si así es, le ruego en el nombre del Señor Jesucristo, que vaya a El a preguntarle la realidad de su Evangelio, en la plena seguridad de que una vez que lo encuentre se sentirá ampliamente satisfecho de estar viviendo y proclamando el mas hermoso y grandioso de todos los mensajes.

Que Dios le bendiga.   

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Hermano Silvio Palacios Baca.

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Managua Nicaragua


Por: Silvio Palacios Baca

“NO ME AVERGUENZO DEL EVANGELIO”

“No me avergüenzo del Evangelio”. Estas palabras del Apóstol San Pablo han sido siempre de gran bendición para mi, Pablo era un hombre extraordinario. De grandes dotes intelectuales. Educado en las mejores escuelas de su tiempo. Conocedor  profundo de las culturas griega, romana y hebrea. Capaz de discutir con los mas prominentes filósofos de su época. Frente  a todos ; pequeños, grandes, príncipes y esclavos, letrados e iletrados, proclamo este Mensaje del Evangelio diciendo abiertamente, que no se avergonzaba de el.

Yo, que en nada puedo compararme con tan eminente persona, ¿por qué he de avergonzarme de este mismo evangelio? Yo no puedo sentir vergüenza de ser cristiano ni de ser llamado hijo de Dios, ni de estar día a día proclamando las verdades de que Jesucristo es el hijo de Dios, que es el Señor de todos y de todas las cosas, que murió en la Cruz del Calvario para redimir a toda la humanidad de sus pecados y que viene muy pronto de nuevo a esta tierra para implantar un reino de justicia, de verdad y de amor.

No me avergüenzo del evangelio.  Pues seria avergonzarme de Dios mismo. Seria avergonzarme de Jesucristo, quien como dice la  Sagrada Escritura,”sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza”, con el sublime propósito de obtener para mi, de manera personal y especifica, la oportunidad de que se abriera un camino para tener contacto y comunión con el Dios vivo y verdadero.

Recuerdo perfectamente que cuando hice publica mi profesión de fe en Jesucristo hace siete años, muchos de mis amigos y compañeros de trabajo se burlaban de mi pensando que había entrado a una situación que solo era concebible para ancianos, mujeres, personas ignorantes y frustradas, y yo siendo un Teniente Coronel del Ejercito de Nicaragua, un Oficial preparado académicamente y con una gran experiencia combativa, ellos no podían entender mi conversión y mi  nueva vida en Cristo, así  que el termino evangélico para muchos de mis amigos  parecía ser sinónimo de atrasado, obsoleto etc. Sin embargo, por la gracia de Dios, me ha sido posible siempre expresar a esos mismos amigos que yo no podía avergonzarme de algo que había traído a mi vida un nuevo sentido. Un verdadero sentido de orientación y de paz interna.
El encuentro personal que tuve con Jesucristo en aquella época produjo en mi una transformación tan radical  que yo, con toda sinceridad creo que Dios me salvo de convertirme en un verdadero problema para la sociedad. Mi vida en ese tiempo, había tomado un rumbo muy peligroso estaba cayendo en un estado de depresión muy fuerte y eso me arrastro al consumo de licor diario en cantidades excesivas para cualquier persona,  yo toda la década de los años 80  la pase en las montañas de Nicaragua al frente de una Unidad de Combate del Ejercito, el BLI “Sócrates Sandino”.Cuando la guerra finalizo y la mayoría de mis  compañeros que estuvieron en las montañas, al frente de otras Unidades de combate se retiraron del Ejercito, yo recordaba muchos  pasajes de esa guerra cruel y me preguntaba ¿Qué nos dejo la guerra a los Nicaragüenses?¿Cuantos murieron?, ¿cuantos quedaron mutilados?, ¿cuantos niños huérfanos?, ¿cuantas viudas?, ¿cuantas madres perdieron a sus hijos? Encontraba tanta injusticia a mi alrededor, viendo como prosperan los malvados sin que nadie los moleste, bullían en mis adentros unas ansias tremendas de hacer justicia por mis propias manos. Encontraba que la historia no tenia sentido y que no valía la pena vivir, lo que me llevo  en dos ocasiones a tomar la decisión de suicidarme recuerdo que las dos veces que lo intente, la pistola martillaba el proyectil y cuando probaba el mismo cartucho al aire, se efectuaba el disparo, me hice la pregunta, ¿qué porque no funcionaba cuando lo hacia apuntando mi sien?.En ese momento yo no entendía el porque, pero la respuesta la tuve años después cuando recibí a Jesús en mi corazón y me llamo para servirle. A través del testimonio de conversión de mi esposa, de las oraciones de mi madre y el estudio de la Palabra de Dios, la Biblia, desperté a la realidad de la existencia de Dios, de la vigencia actual y viva de Jesucristo, y de mi responsabilidad frente a un Dios que es omnisciente y que conocía aun mis mas escondidos pensamientos. Tras exponer a Dios ruegos y tras descubrir en Su presencia la enormidad de mis pecados, me encontré de repente con cambios interiores en mi vida que no fueron producto de decisiones que tome, ni de planes de reforma que mi mente hubiera trazado. La misma Biblia me dio la respuesta: yo había nacido de nuevo. Había recibido de Dios una nueva naturaleza. “De modo que si alguno esta en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2 Corintios 5:17.

Al progresar en el estudio de las Escrituras, me he encontrado con tantas promesas de Dios y con tantos privilegios que Dios otorga a los que creen en El que a veces me da un poco de temor expresarlo a mis amigos, porque pensarían que es mucha pretensión. Por ejemplo, la Biblia dice que Cristo “ a lo suyo vino y los suyos no le recibieron pero que a todos los que le recibieron y creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, lea bien, a los que creen en Su nombre” usted podrá decir en este momento, yo también creo en Dios. Pero yo le pregunto, esta obedeciéndole, esta haciendo lo que a Dios le agrada? Ahí esta la diferencia entre los que hemos recibido a Cristo en nuestros. corazones y los que aun no la han hecho Esto de ser uno llamado por Dios mismo”Hijo de Dios”, es realmente un privilegio de una magnitud tal que escapa aun a nuestra imaginación.

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