Análisis Exegético de Génesis 18:1 – 15



Presentado por:
Priscila Osorio Padilla



Presentado a:
Eder Ibáñez Moreno



En el Módulo de Teología del Antiguo Testamento
Seminario Teológico San Agustín
Seminario Internacional de Miami



Barranquilla – Colombia
Marzo de 2012



Análisis Exegético de Génesis 18:1 – 15

1 Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día.

2 Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra,

3 y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.

4 Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol,

5 y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.

6 Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo.

7 Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo.

8 Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron.

9 Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda.

10 Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él.

11 Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres.

12 Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?

13 Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?

14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.

15 Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.


El libro de Génesis en aspectos generales señala lo que su nombre indica: “Comienzos”. Es en este libro donde se exponen de manera clara y concluyente los principios que han de regir nuestra vida y conducta. Sin desmeritar el resto de los libros que constituyen la Palabra de Dios revelada, todo acontecimiento expuesto aquí muestra la revelación progresiva de Dios y los bases de lo que creemos. Por eso resulta importante recordar las promesas que Dios ha hecho en la vida de los patriarcas del Antiguo Testamento, en especial a Abraham, el padre de Israel, al considerado amigo de Dios.

Aunque Adán y Eva habían pecado, aunque Caín había matado a su hermano Abel, aunque la humanidad había desobedecido a Dios, mediante Noé, Dios salvó a un remanente. Y en Abraham ese remanente llegó a ser el pueblo electo, el Israel de Dios, y se prolonga hoy día en quienes verdaderamente se identifican con la iglesia. Por medio de Abraham y los elegidos de los tiempos bíblicos, Dios había de proveer el gran Libertador Jesús. Por ello, este pasaje es de gran importancia porque renueva una vez más la Promesa de la simiente, de Aquel que nos había de libertar del pecado y lo hace bajo unas circunstancias impensables, pues Sara no podía dar a luz. Precisamente porque para Dios todo es posible se nos revela bajo otra de sus características: el Shaddai.

Para adentrarnos en la historia de este pasaje es necesario recordar los eventos anteriores. En el capítulo 15, Dios le había hecho una promesa a Abram, una promesa concerniente en una generación tan grande como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Una descendencia de la cual vendría el Salvador. Sin embargo, al ver que no había ningún cambio, pues ya habían pasado algunos años, Sara, su mujer le da a Agar para que por medio de ésta última tuviera hijos, pues esa era una costumbre muy común y muy practicada de la época y de la cultura. No obstante, Dios es claro en el capítulo 16 al establecer el pacto —ya después de nacido Ismael, pues él no era el hijo de la promesa— y la circuncisión como la señal del mismo.

Ahora procederemos a analizar este pasaje versículo por versículo para mayor explicación y para proporcionar más comentarios al respecto.

1 Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día.

La expresión de tiempo “Después” está escrita inmediatamente posterior al acontecimiento anterior. En otras palabras, Abraham había circuncidado a todos los varones de su casa ese día (el día que fue establecido el Pacto con Dios) y aparece seguidamente la expresión “después” para referirse a la nueva aparición de Dios en un día normal de su vida. Este conector nos ubica en un tiempo y lugar diferentes al ya descritos ya que ahora se encontraba en el encinar de Mamre. Es importante hacer hincapié en esto, pues, para tener la plena certeza de que, aun cuando Dios se manifestara de diferentes maneras en la historia patriarcal, sea audiblemente o en teofanía como es el caso, no se evidencia que dichas manifestaciones fueran tan continuas como si fuesen todos los días.

En nuestros días es común encontrar personas cristianas, incluso pastores y líderes religiosos que aseguran tener conversaciones con Dios o escucharlo todos los días. Sin embargo, este versículo deja entrever que pudieron pasar algunos días antes que Jehová se le manifestará otra vez a Abraham. Si en aquellos tiempos Dios se presentaba todos los días ¿acaso la Biblia no hablaría de ello? ¿Acaso no es importante toda manifestación proveniente de la Deidad? Toda revelación de Dios conlleva un mensaje específico, un propósito definido. Si la Biblia no muestra que en esos días Dios se manifestó verbalmente, sencillamente es porque así sucedió.

Además, otro dato que me llama la atención es el hecho de que Dios se presenta a Abraham en el calor del día. Era un día caluroso por eso Abraham estaba sentado en la puerta de su tienda. Abraham contemplaba las cosas que lo rodeaban y se podía pensar que esperaba que Dios se revelara en su vida. Quizás. Y así fue. Dios se presenta en el momento justo que lo necesitamos para refrescar nuestra alma y volver a Él. En momentos de angustia, de calor, de estupor, de cansancio, de fatiga, Él estará allí para reconfortarnos y para darnos nuevo aliento y continuar el camino. Asimismo, también hemos de estar vigilantes y esperando como lo estaba haciendo Abraham.

Ahora bien, ésta no era una visita más, había un propósito tras dicha visita. De hecho, parece ser que Dios tenía un doble propósito en este encuentro. Primero y como veremos más adelante en este pasaje, Dios deseaba recordarle la promesa de que él tendría un hijo; y por primera vez, incluía a Sara en esta promesa. El segundo propósito de este encuentro fue decirle a Abraham acerca del juicio de Sodoma y Gomorra, que se muestra más adelante en los versículos 16-33. Siendo un hombre piadoso, Abraham inmediatamente intercedió ante Dios para salvar la ciudad y la gente de Sodoma.

   2 Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra,

Cuando levanta su mirada, Abraham ve tres hombres y reconoce la presencia de Dios. Era Dios quien se le presentó en forma de teofanía a Abraham. Como dije anteriormente, en nuestros días este tipo de manifestaciones ya no son vigentes pues a nosotros se nos presenta con su Palabra revelada.

En efecto, Abraham vio a los hombres y vio que quien estaba delante de él era Dios. Su actitud fue la de ir hacia Él y adorarle. ¿Qué haríamos si Dios se nos presentara de esa forma? Antes de responder, es válido señalar lo siguiente. Adán y Eva también podían ver a Dios cara a cara antes de la caída y su actitud era parecida a la de Abraham en estos momentos. Sin embargo, después que trasgredieron el mandato divino lo que les quedaba era esconderse, era huir, era correr de y no hacia Dios. Su pecado, su conciencia no los dejaba presentarse de la forma agradable como habían sido creados. Su naturaleza ya había sido corrompida.

Ahora bien, en este pasaje se muestra que Dios buscó primero a Abraham. Y Abraham no tenía la naturaleza perfecta por señalar la comparación con Adán y Eva, pero podía correr a buscar a Dios porque su corazón ya había sido cambiado. Ahora era consecuente con lo que él era: un hijo de Dios y, por tanto, entendía sus responsabilidades como tal.

3 y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.

Dios tiene soberanía absoluta sobre todo pero es completa responsabilidad del hombre mantener su comunión con el Señor. Abraham reconoció a Dios por lo que es y, por tanto, de sus labios salió la palabra adecuada y lo llamó Señor. Y no sólo eso, sino que hizo todo cuanto estaba a su alcance para glorificarlo.

De igual manera, también reconoce que su salvación, su aceptación como siervo del Señor no se debe a mérito alguno por parte de él, sino que se debe a la gracia exclusiva de Dios. En el lenguaje teológico, al favor inmerecido de Dios se le denomina “gracia”, la cual es, en cierto sentido, el verdadero mensaje de la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis. Podemos afirmar que Abraham, por tanto, conoce la doctrina que Dios le ha revelado: vive en función de Dios y recuerda que es nada sin Él.

Hasta este punto y teniendo en cuenta las faltas en que ha incurrido este patriarca es notable que su formación es cada vez más consagrada hacia el Señor. Cada vez que Abraham se acerca más y más a la presencia de Dios, más reverencia, más humillación y más palabras de adoración se hacen evidentes.

4 Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol,
5 y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.

En estos dos versículos se muestra a Abraham teniendo una atención muy especial para con los tres hombres. Insiste en lavar sus pies, en darles de comer y beber y en proporcionarles un lugar de reposo. En otras palabras, en satisfacer sus necesidades físicas humanas, comunes en viajeros que llevan largos trayectos.

Cuando Cristo incursionó en la historia, lo hizo encarnado como hombre y en Él estaba presente su doble naturaleza. Era verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. ¿Cómo podemos racionalizar esto? Es un misterio pero así es y la Palabra nos lo muestra de esta manera. El hecho de que Jesús era verdaderamente Dios no lo margina de tener hambre, de sentir cansancio o de necesitar descansar porque naturalmente tenía la condición de ser hombre. En este sentido, aunque Abraham reconocía la presencia del Señor delante de él, no olvidó su condición divina y ofreció sus servicios para satisfacer su condición humana. No lo hizo creyendo que realmente serían saciadas, sino por el mismo hecho de servir al Señor. Recordemos que la revelación de Dios es progresiva, y quien se presenta a Abraham es la Segunda Persona de la Trinidad.

Volviendo al punto central, bajo estas circunstancias Dios está formando el carácter de Abraham para el servicio: “Todas las cosas que hagáis hacedlas como para el Señor” Colosenses 3:17. Este patriarca en especial, que viene a ser el padre de multitudes, viene a ser también el ejemplo para nosotros como Iglesia. La función de la Iglesia está para servir y servir a los más necesitados porque allí se manifiesta Dios.

6 Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo.

7 Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo.

A medida que continuamos con los versículos se evidencian más características presentes en el carácter de Abraham. Incluso, ese cambio también ha de dejar una marca especial en quienes lo rodean.

En primer lugar, se observa en estos dos versículos el empleo de una figura retórica llamada polisíndeton. Ésta consiste en la repetición  constante de conjunciones para enfatizar ideas. En este caso, la conjunción “y” es utilizada  siete veces —nótese que uno de esos empleos no corresponde al que a continuación explicaremos— para enfocarse en las acciones que Abraham ejecutaba con total prontitud y diligencia. Abraham no sólo tenía la intención en su corazón de servir, sino que también actúo y de manera diligente. Él exteriorizó lo que había en su corazón. Ésta es una de las características que un buen cristiano ha de tener: estar dispuestos a servir, ser diligentes y hacer la voluntad de Dios.

Por otra parte, como cristianos también estamos llamados a hacer impacto en los demás. Nuestras obras han de notarse por la fe que profesamos, han de reflejarse pues somos luz y como luz delante de los hombres estamos llamados a cambiar paradigmas. (Stg. 2:14, Mt 5:16). La actitud que irradiaba Abraham correspondía a la sumisión y la obediencia de Sara y del criado conforme a sus órdenes como esposo y como amo. Quizás, en el caso del criado resulte más lógico pues es su amo quien le da la orden y es de esperarse que actúe de tal manera. Sin embargo, se puede apreciar un trato justo y respetuoso en la relación amo-siervo dado que éste último también respondió con total prontitud.

En el caso de Sara llama más la atención. Como esposa del Patriarca, como esposa de la cabeza del hogar, como mujer en sí, pudiendo hacerlo, no se rehúsa a seguir los mandatos de su esposo. Quizás podía estar ocupada haciendo otras cosas en la tienda, quizás estaba descansando por ser un día caluroso, pero no se negó a obedecer. Ella entiende su función y su posición como esposa y accede a la petición.

9 Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda.

10 Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él.
11 Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres.

Los visitantes no sólo ratifican la promesa de la descendencia de Abraham, que será tan extensa como las estrellas del cielo y la arena del mar, sino que también le recuerdan el pacto que Dios había establecido con él (Gn. 17:19). Y aún más específicamente, que el hijo nacería de Sara.

Dios expresó claramente las palabras “Volveré a ti” a manera de promesa y cumplió (Gn 21:1). Es deber del cristiano tener presente que las promesas que Dios hace se cumplen porque no está en su naturaleza el mentir o el arrepentirse de ellas (Num. 23:19). De hecho, es un consuelo para el cristiano confiar plenamente en la inmutabilidad de Dios (Mal. 3:6) porque nos hace ser pacientes. Las cosas de Dios se cumplen no temprano no tarde sino en el momento designado por Él. He ahí la importancia de las palabras “y según el tiempo de la vida”. Abraham y Sara en su desespero e impaciencia tomaron su propia iniciativa para tener un hijo según la costumbre de la época, y tuvieron, por medio de Agar, a Ismael, a quien se le conoce como el padre del pueblo árabe. Pueblo que, sin duda, ha causado tropiezos para el pueblo de Israel.

Por otra parte, Sara tenía todo para dudar. La condición física tanto de él como de ella no era la más apropiada para concebir hijos, pues ya eran entrados en años. Abraham, siendo tan viejo, no tendría las mismas habilidades sexuales que un hombre más joven y vigoroso. Y ella, según las leyes naturales que había establecido el Señor, ya no procreaba óvulos que fueran fecundados. El tiempo jugaba un papel muy especial. A medida que transcurrían los días, ellos se envejecían aún más. Y se haría más increíble la promesa para ella. No habría problema si, en cambio, trascurriera el tiempo, y ellos se rejuvenecieran.

12 Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?

Aparentemente, la risa de Abraham (Gn. 17:17) fue de gozo, o de fe por eso no fue reprendido cuando Dios le dio la promesa. En cambio, la de Sara fue una risa motivada por el escepticismo, era una expresión de su corazón incrédulo. El contexto de sus pensamientos describe su vacilación: Sara no veía más allá de lo que sus ojos podían ver. Lo único que concebía racionalmente eran las circunstancias. Se dejaba llevar por las adversidades presentes y desconfiaba del poder de Dios. De hecho, Sara creyendo que hablaba para sí, ni su risa ni sus palabras eran ocultas para Dios. Sara tenía que entender que de ella vendría el hijo: su fe, por tanto, tenía que ser fortalecida para que viviera y muriera creyendo en lo que Dios establecía.

Algunos, quizás, nos hemos reído de Dios, o por lo menos motivados por la incredulidad, y Dios nos ha dejado solos. Nunca nos imaginaremos que nos hayamos perdido un encuentro con Dios a causa de esa incredulidad (Mt. 13:58). Por momentos, olvidamos que Dios conoce exactamente lo que hemos dicho y las razones por las que lo hemos dicho. Sara estaba escondida en la tienda y pensó que nadie había oído su risa. Simplemente ignoró que Dios, siendo omnipresente, conoce nuestra incredulidad, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras antes de ser pronunciadas (Sal 139:4-7). Y Dios, quien está en todas partes, y en el presente, conoce nuestras dudas cuando no confiamos en Él.

13 Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?

Dios inmediatamente reconoció la dureza del corazón de Sara y preguntó: “¿Por qué se ha reído Sara?”. Dios hubiese podido llamar a Sara para reprenderle por su actitud negativa e incrédula pero no lo hizo. Se dirigió a Abraham porque el pacto lo hizo con él y no con Sara. Porque él era el cabeza de familia y quien tenía que gobernar espiritualmente a su esposa. Nuevamente se esclarecen los papeles esenciales que el Señor dispuso tanto para el hombre como para la mujer. Sobre el hombre recae la responsabilidad de la formación espiritual de su familia, y por ende, de su esposa; él es el sacerdote del hogar.

14 ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.

Hasta el momento, los apelativos hebreos utilizados mostraban que Dios se había revelado como Creador (Elohim, Gn. 1) inicialmente, y posteriormente como Señor o Dueño (Adonai, Gn. 15:2). Ahora, y frente a tantas circunstancias adversas, Dios les recordaba que Él es El Shaddai,  el Dios Todopoderoso, el que para Él todo es posible, el Dios de Poder y Autoridad, capaz de cumplir sus promesas y preceptos. Ahora, la revelación del carácter de Dios es más progresiva.

15 Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.

Sara oyó la reprensión que Dios le hacía, y ahora movida por su temor y vergüenza niega lo ocurrido. Algunas veces le mentimos a Dios, olvidando que hay dos personas a las que nunca les podemos mentir: a Dios y a nosotros mismos. Cuando el Señor confrontó a Sara por su risa, ella lo negó diciendo “No me reí”, a causa de su temor. La Biblia enseña que todos nosotros mentimos por alguna u otra razón (Sal. 12:1-2). Sin embargo, resulta irónico que intentemos mentir, sabiendo que la persona a la que no puede mentírsele es a uno mismo, porque uno sabe verdaderamente lo que está diciendo a los otros. Incluso Satanás, el llamado padre de la mentira, cree que con sus acciones engañosas algún día entorpecerá por completo la obra de Dios.

La otra persona a quien no se le puede mentir es a Dios. Porque Él es la verdad. Él confrontó a Sara con su mentira. La cosa más graciosa que Dios puede hacer por nosotros es usar nuestra propia conciencia para ayudarnos a corregir nuestro problema (Sal. 119:29). Con todo, Sara no puede enfrentarse al Señor y Dueño de la Verdad, al que es en Sí mismo La Verdad. No hay nada más vergonzoso que ser descubierto públicamente en un engaño. Aun más si viene de parte de Dios porque sus declaraciones son ciertas.

Finalmente, este pasaje confirma que la Palabra de Dios es nuestra regla de fe y conducta. Pues todas las cosas que allí están escritas tienen la finalidad de conocer y acercarnos al Señor, según lo que Él quiere en nuestras vidas y según lo que es agradable delante de sus ojos. Que privilegio, tener a un Dios cognoscib

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