Comentario sobre la Epístola San Pablo a Tito
por Martín Lutero

Capítulo Tres

3:1 Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.

Recuérdales. Aquí, finalmente, les recuerda las buenas obras. Hasta ahora ha descrito el resumen de la vida cristiana, en especial cómo han de vivir los cristianos entre sí y en oposición a los falsos profetas que se la pasan sembrando cizaña, pero nunca se presentan en lugares no su-ceptibles de recibirla. De forma parecida, nuestra gente ha de atacar al Papa y a su poder. Les instruye en las buenas obras que deben llevar a cabo, no las domésticas o del interior de la casa, sino las de fuera, en especial las de los magistrados. Los cristianos deben vivir de modo que la gente de fuera se vea forzada a dar testimonio de nosotros y, de ahí, a ser impulsados hacia la fe, tal como dice Pedro al hablar de las esposas cristianas (1 P. 3:1). Hay que someterse al magistrado a fin de demostrar la bondad de su doctrina. Este es un notable pasaje que deberían aplicarse los clérigos desobedientes no sujetos a la jurisdicción externa de los magistrados cristianos1 a pesar de que Pablo se somete, él mismo y todos los cristianos, al poder de los magistrados profanos. Cuando opinaron que no estaban sujetos a las leyes del emperador, una buena parte de la vida cristiana desapareció. Es una gran conquista saber que lo que hace uno, por sencillo que sea, complace a Dios. Incluso en el caso de que los magistrados fueran mezquinos y crueles, si no les obedeciera, yo cometería un pecado. Debería obedecerles como si el mandato viniera de un ángel. Ellos eligen para sí mismos sus propias formas de obediencia que nada tienen que ver con ninguna Palabra. Hay que enseñar a todos los hombres a obedecer con diligencia. El motivo es porque deben estar seguros de que no obedecen a los hombres sino a Dios. Incluso cuando un amo malvado ordena algo a su campesino, la leña que éste le lleva con alegría le hace mejor que a un monje con todas sus obras, porque lo único que ha de preocuparle es la voluntad de Dios al cual debe complacer. Entre los clérigos, este tipo de forma de hacer no existe. En lugar de ello, desprecian a Dios, hacen su voluntad y obedecen al diablo. Los conceptos señalados han de inculcarse a campesinos y criados enseñándoles que se trata de buenas obras. De otro modo, estarán convencidos que están a la misma altura que el rebaño o los burros de carga y se irritarán, protestarán y no servirán con un corazón puro. La culpa es de los maestros porque si un siervo supiera que en realidad está sirviendo a Dios, habría muchos que se alistarían voluntariamente. Uno arrastraría a otros y les enseñaría. Se trata, por tanto, de un trabajo digno de alabanza, que place a los cielos y está bajo la vista de los ángeles. Antes de la aparición de esta doctrina, conocí a muchos príncipes que pensaban que estaban gobernando una oficina profana. Cuando se enteraron de que el gobierno es una ordenanza divina, adquirieron una buena conciencia y gobernaron como es debido. De otro modo, uno se carga de presunciones y se comporta como un tirano o se desespera y no hace nada. Federico tenía un monje que huía de todo cuanto tenía que ver con el oficio del príncipe, en especial de los juicios, hasta el punto que no hacía otra cosa que asistir a misas y vigilias2. Pero si se le enseña: «Tu trabajo es sumamente complaciente a los ojos de Dios, en especial para proteger a las viudas y huérfanos, tal como se dice en Romanos 13:3 para saber y entender (Sal. 82:5)», puede desarrollar una buena conciencia y convertirse en un rey piadoso o firme, según la necesidad. Si la conciencia de uno es buena, administrará bien, o al menos se mostrará clemente en su gobierno, lo cual beneficiará al pueblo. Insisto en que deberían inculcarse todas estas cosas. Sería sumamente valioso. La Palabra rige el gobierno y, por tanto, todas las obras que se llevan a cabo son sagradas y aceptables a Dios. Un monje no puede decir: «Es una regla instituida por Dios», con ello, arruina su vida.
A los gobernantes significa a todos los poderes de cualquier clase como por ejemplo, los magistrados de las ciudades sujetos a los gobernantes. En esto tenéis una señal divina: cuando estás sujeto a un gobernante, estás sujeto a Cristo, tu Señor y Dios quien, por ti, fue obediente hasta la muerte, como se dice en Filipenses 2:8. ¿No deberíamos aceptarlo agradecidos? Estás seguro que él es un príncipe, que su tarea ha sido ordenada por Dios y que tu obediencia ha sido ordenada por Dios. Por tanto, te sujetas a él libremente. Hay que enseñarlo. El Señor debe convertir a los clérigos que han elevado sus propias obras al sumo sitial y desprecian las otras. Que se sometan, es decir, permanezcamos siempre en nuestro lugar de sujeción, no provoquemos sectas. Que obedezcan a cualquier orden. Cuando una orden emana de un magistrado o de un gobernante, he de ir diligente al trabajo, en paz o en guerra. Si me manda allanar un terraplén, lo haré. ¡A ver si los clérigos también lo hacen! Se solía decir: «mientras tú plantas, cavas y labras, nosotros oramos a Dios por ti. Tú no puedes hacerlo porque tienes otros deberes». Sin embargo, cuando te dedicas a tu oficio3 llevas a cabo un trabajo mejor que el mío a menos que me halle enseñando y orando con fe. Los trabajos son distintos y numerosos, pero el trabajo es otra cosa. Así es como se instruye a los asesinos de mala conciencia. Un monje debería instruir a un ciudadano bueno y honesto en hacer todo aquello que favorece una buena conciencia. Diría: «Príncipe, vuestra Gracia, me habéis confiado un trabajo honorable, un trabajo real». Antaño los estudiantes, incluso los menores, caían en la fornicación y la truhanería4. Si mato en la guerra es obra de Dios. Y cuando un juez sentado en su sillón dicta sentencia ¿no está bien matar con la autorización del príncipe? Hemos estado impartiendo enseñanzas vanas, fábulas y estupideces. Todas las tareas de un gobierno deberían ser realizadas por personas honorables de buena conciencia siendo adecuado que acepten una recompensa por ello. Un verdugo o un carcelero es un hombre mejor que un prior o un abate ya que su función le ha sido encomendada por Dios.
Preparado para una buena obra. Explica lo que significa ser obediente: atender a lo que ordena el gobierno en la medida en que sean órdenes correctas, porque puede suceder que algunos hombres administren injustamente las tareas del gobierno. Un cristiano distingue entre una orden del príncipe buena o mala, como el caso de la legión que comandaba Aureliano para matar a los cristianos. Ellos replicaron: «Lucharemos siempre que sea contra los enemigos de tu reino, pero no iremos más lejos»15. Estaban dispuestos sólo a llevar a cabo una buena obra porque significaba obedecer a Dios (Herí 5:29). Con esta condición, todas las obras son buenas.

3:2 Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.

Que a nadie difamen. Este es el vicio del pueblo ignorante. ¿Acaso no sabéis que las obras pertenecen al gobierno? ¡Ojalá truenos y relámpagos incendien su casa porque son la peste! Son como las bestias ignorantes del campo. Imaginan que servir a Dios significa hablar maldades del gobierno. No es esto lo que Pablo quiere. Desea que se den gracias a Dios y se le alabe por habernos puesto en estos trabajos. Así sería si así se enseñara. Una característica del pueblo bajo es hablar mal del gobierno.
Que no sean pendencieros; es decir, que no peleen, ni sean rebeldes ni sediciosos; que obedezcan a los magistrados. Que se convenzan de que todo cuando ordena el príncipe debe ser obedecido, de lo contrario, lo ponen contra el gobierno. Y debe prohibirse todo cuanto facilite que los campesinos se armen y maten a nadie6. Los dos vicios principales son jurar y alzarse en rebeldía. Esta es una palabra que en griego suele tener un papel predominante. Erasmo asegura que se refiere a la amabilidad o equidad7. En su propio lenguaje y de acuerdo con sus usos, los abogados la definen como equidad8. Sin embargo, para ser aplicada en otros campos, no suele ser suficiente. Como ejemplos podríamos tomar lo que Pablo comenta en 2 Corintios 10:1, «la mansedumbre y la clemencia» (de Cristo); y Tértulo (Hch. 24:4) menciona «por tu prudencia», es decir, amabilidad, humanidad, gentileza9.
Empezamos hablando de esta palabra, amable, un término muy famoso entre los griegos pero muy poco entre los romanos. Ya he hablado de ello en el ejemplo de los Hechos cuando Tértulo dice «que nos oigas». Los juristas definen como equidad aquello que, con ocasión de un caso controvertido, suaviza el rigor de la ley. Aristóteles lo menciona en el quinto libro de su Ética en que dice que cuando un legislador elabora una ley hace una distinción: la ley es imposible porque las cuestiones morales conciernen a la persona como tal10. Por tanto, la ley sólo puede versar sobre situaciones generales. Un padre decide que su familia ha de levantarse a las tres de la madrugada. Esta es la ley general. Pero el caso especial surge cuando alguien de la familia tiene dolor de cabeza y no puede levantarse. Si es un intolerante le obliga a hacerlo y no observa la equidad, no suaviza el rigor de la ley. Esto es lo que se entiende por equidad, la ley moral. La regla de los cartujos les ordena no comer carne. Aquí un sabio moderador diría: La regla no debe aplicarse. La regla sólo es para los fuertes, no para los débiles. Otro ejemplo (Fil. 4:4-5): «Regocijaos en el Señor», es decir, «sé indulgente». Hallamos el significado de la palabra si comparamos varios pasajes, por ejemplo 2 Corintios 10:1 y, anteriormente, en el capítulo 2, versículo 2, habla de sabiduría cuya virtud es que un cristiano sea apacible, flexible, amable y tierno con los malvados, los débiles y los desafortunados. En suma, mientras nosotros los cristianos hayamos de morar en el mundo, en el reino del diablo, es necesario tomar ciertas decisiones, pero cuando éstas resulten inadecuadas, uno debe apelar al coraje y cantar: «¡Qué remedio!» Yo no pienso lamentarme todos los días de mi vida tal como hacen a veces algunos nuevos gobernantes. Hay que disimular, ignorar y no ver, virtud ésta muy necearía. Quien no sabe disimular, no sabe gobernar ni sabe vivir con el pueblo. El emperador Federico III no tenía moderación". Esta virtud va ligada con la gentileza y la amabilidad, aunque esta última no depende de nuestra capacidad de disimular si nuestro hermano ha injuriado a otro, en cuyo caso sufrimos, pero hacemos lo mejor para solucionarlo. Esta es la virtud más apreciada, es el tesoro con el que el Señor nos premia y cuya consecuencia es la moderación. Una persona apacible no se enfurece, es decir, disimula. ¿Qué pasaría si Dios se propusiera tratarnos de acuerdo con la aplicación estricta de la ley? No importa cuánto disimule, no retira su mano. ¿Acaso hace ver que no ve las cosas y las deja tal cual?
Mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres, esto es, amabilidad y disimulo. Todo el Eclesiastés no enseña otra cosa que la moderación12. Deberíamos sentirnos felices de poder brindar nuestro consejo y nuestra ayuda. Disimular o pasar por alto, también significa hacer lo máximo para componer algo como si no se hubiera visto. Se aplica en especial a los inconvenientes que uno sufre, a la paciencia o moderación que se precisa para soportar las malignidades que ocurren diario. Es decir, paciencia para las malignidades públicas y paciencia y tolerancia para las privadas. El que, en este caso, es capaz de mostrarse apacible y suavizar el rigor de la ley y de la justicia, es decir, prudente. Por tanto, cuando aquellos que están bajo las órdenes de los magistrados y advierten aspectos de la cosa pública que nos ofenden y que deben cambiarse, si queréis ser un buen ejemplo para los paganos, soportadlos y dejadlos, aunque os molesten y os ocasionen problemas. Siempre habrá cosas que no funcionan como deben. Es por esto que se trata de una virtud necesaria para los que viven en medio de los asuntos públicos o entre los que los administran.
Cortesía. Se trata de una virtud superior. Para con todos los hombres. Debo mostrar cortesía, es la más noble de las virtudes opuesta a la ira. Él nos la presenta como absoluta y perfecta, fuera de tiempo y del lugar y adecuada en todo tiempo y para todos los hombres. No tiene nada de extraordinario mostrarse cortés con los amigos, pero es virtud sobresaliente practicarla con un pagano o con alguien hostil a uno, o en el caso que te enfades conmigo o con un amigo. Es la virtud típica de los administradores porque quien trata con el público es inevitable que se vea sometido a ofensas e insultos. Además, somos desconfiados y débiles. Sufrimos y repartimos insultos. No podría evitarse aunque se colocara un policía en cada esquina. Dado que Satán insulta de continuo, no intentéis reprimirlos por la fuerza o acudiendo a la ley. Ni Salomón lo logró. Sólo habrá paz si sois emeixrig es decir, prudentes y corteses, si no os tomáis las cosas como ofensa personal, si no perdéis la mesura incluso cuando os ocurre algo malo o si la ira no consigue atenazaros. La gente comida por la envidia, vive consumida por los pensamientos más malignos que son a la vez su propia y peor cruz. Los clérigos gozan de la ventaja de no mezclarse con los asuntos públicos.

3:3 Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.

Porque nosotros también éramos. Aquí hace la lista de algunos vicios a los que se contraponen las virtudes en base de lo cual comprenderéis lo que significan la moderación y la cortesía. Debemos soportar, dice, la malicia de los actos de los demás. ¿Por qué? Mirad a vuestro alrededor. Si veis en qué medida se tolera vuestra envidia y la forma en que los demás soportan las consecuencias de ella, os sentiréis impulsados a actuar del mismo modo con ellos.
En otro tiempo, antes de Cristo. Insensatos. Encontraréis muchos de éstos en el gobierno. No os ofendáis. Tened moderación y decíos: «El príncipe está descarriado. Recuerdo cuando yo también lo estaba». En el sector público así como en el privado, veréis algunos que no obedecen al gobierno, o a sus padres o maestros. Os irritaréis, pero hubo un tiempo en que vosotros tampoco obedecíais e ignorabais que las ordenanzas del gobierno son de carácter divino. Si ahora os tropezarais con gente semejante, los toleraríais. Mirad vuestro propio libro de récords, y veréis que también vosotros habéis sido desobedientes a vuestros padres y a los magistrados. Bajo Maximiliano los príncipes tampoco obedecieron13 aunque no fue pecado hasta la llegada de los campesinos; no hicieron caso del anuncio del lobo hasta que éste llegó. Ahora los nobles han olvidado su nobleza y no hacen penitencia.
Extraviados, ignorantes de las cosas concernientes a la fe, desencaminados por las diversas opiniones circundantes. Adoraban a Júpiter. No hay ninguno de nosotros que no haya errado en la fe, porque fuera de Cristo reina el error. «Todos nosotros nos descamamos como ovejas» como dice Isaías (Is. 53:6).
Esclavos de concupiscencias y deleites diversos. Nosotros también fuimos aquellos «hijos buenos» y nosotros mismos nos consideramos santos y sabios. Para servir al placer y caer en los placeres y la concupiscencia no es preciso odiarlos, basta con ser esclavizados por ellos. Sin embargo, es meritorio luchar contra ellos.
Viviendo en malicia y envidia, al dedicar todo nuestro tiempo a la malicia. Aquel que persigue los placeres y el cumplimiento de todos los deseos, cae en la malicia y la envidia porque Satán no le permite gozar de los primeros sin provocar rivalidades. Son como dos perros que luchan por el mismo hueso. Es el momento de ¡manos arriba! La malicia implica mi deseo de hacer daño a alguien y desearlo, incluso sin intervención de la malicia, es envidia, una actitud despreciable que persigue hacer daño aunque no pueda, en cuyo caso surge la ira que revierte en daño a uno mismo. A ella le siguen los frutos que Salomón denomina la carcoma de los huesos (Pr. 14:30). A la envidia le sigue el odio que provoca el afán de hacer daño al prójimo. Esto se aplica especialmente contra los magistrados que cuando pueden hacer daño, lo hacen. Dios dice (Ex. 23:9): «Y no angustiarás al extranjero porque vosotros fuisteis extranjeros en Egipto». Así nosotros decimos: «Recuerda». El ejemplo de Cristo y de nosotros mismos tiene un gran poder.
Aborreciéndonos unos a otros: «Tiene un agravio en contra nuestra, se lo vamos a devolver». Si él dice una palabra, el otro le responde con diez. Una vez más expone el ejemplo de Cristo porque el nuestro no tiene valor.

3:4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador. Un texto precioso. Pablo es «el instrumento elegido» (Hch. 9:15) en preferencia a los demás apóstoles. Le hace feliz explicar la doctrina del don de Cristo, la forma como nos fue dado y la manera con que nos fue impartida su justicia. Nadie explicó su doctrina tan extensamente. Cuando yo era un joven teólogo, la primera parte de las epístolas de Pablo me parecían una charla insatisfactoria y vacía; no sabía que aquellos eran los principios de la doctrina cristiana a la que nos introducía a través de sus exhortaciones. No percibía que la doctrina acerca de cómo se nos había dado Cristo, era lo más importante de la epístola, se dice en Filipenses 4:4-5, es la dulzura aplicada a la vida, y no sólo la bondad, sino también la gentileza. Un hombre es gentil o amable cuando es amigable y bien dispuesto, fácilmente asequible, no arisco, sino agradable y alegre. Se esfuerza en que la gente que lo rodea sea feliz. Oírle hablar provoca la felicidad de los que le escuchan. Es un compañero afable y abierto para los que se le acercan. Es el hermano de todo hombre. Sus modales son suaves. Este texto asevera que Cristo era uno de los que tenían la dulzura de la dorada virtud y de la deidad. Dios moraba en Cristo. Estaba en Cristo. Las «palabras de vida» (Jn. 6:68), esto es, «tú tienes palabras de vida eterna». Cuando Pedro recordaba la dulzura de Cristo, lloraba de tal forma que el rostro se le desfiguraba14.
Bondad, el tratamiento más precioso dado a Cristo por parte nuestra. Quienquiera que estaba con Él, prefería su compañía a la de los fariseos. No ha de entenderse como referente a la sustancia de la naturaleza humana, tal como ellos explican al aplicarlo a la encarnación15. Aquí habla de la actividad de Cristo. Significa el amor hacia los seres humanos; esto es, Él vivía entre nosotros de la forma más amorosa, sin ofender a nadie y tolerando a todos. Su dulzura no era para su propio servicio, sino para demostrar su amor y los efectos de éste para con los ciegos otorgándoles la vista, como relata Mateo 11:5; éste fue el objetivo y los resultados, es decir, servir a los hombres con generosidad y afecto. Son virtudes que vemos en Cristo y en Dios. La gentileza no está muerta, sino que sigue evidente y revelada en las Sagradas Escrituras y es a través de sus efectos que Cristo es y que Dios se halla tan entregado en Cristo. Él, quien nos trata con tanta dulzura, que hace todo para ayudarnos, quien nos regala sus dones, quien facilita maestros para enseñar a los hermanos y para ayudarnos a resistir al maligno, siempre presente en el momento de la muerte para recibir nuestras almas, en resumen, quien nos ama.
De Dios nuestro Salvador. No sólo hemos de referirnos a la humanidad de Cristo sino a Dios que mora en Cristo.

3:5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,

Nos salvó ¿Qué diremos de este texto?
Decimos: «Dios, que es misericordioso y amoroso, no nos salva; nuestras obras lo hacen». Como hace con los filipenses (Fil. 3:9), aquí señala las obras de la Ley que son las de la justicia. Estas son cualidades de Pablo y, sin embargo, las rechaza de plano. Practicábamos obras justas pero no fuimos salvados por ellas, sino por su propia misericordia. Este ejemplo nos conduce a la moderación. Deseáis que el gobierno tenga todo ordenado y adecuado a fin de que nada os moleste. Limitaos a recordar y a mirar a vuestro alrededor y recordad lo que fuisteis. Establece una oposición entre misericordia por una parte y justicia y todo el mérito por la otra. Se trata de la gracia, no justicia ni mérito nuestro16.
Lo que hemos dicho anteriormente tiene que ver con la redención o la justicia. Pablo la explica detenidamente y suele inculcarla porque esta doctrina es la única y la necesaria. Lo hace para edificación de santos despectivos y frívolos, atrapados en sus propias especulaciones que persiguen algún elevado sentido espiritual pero que, entretanto, pierden aquella confianza en la que deberían perseverar. Si leéis a Jerónimo, Orígenes y Crisóstomo y os fijáis en ciertos juegos y alegorías, vuestra conciencia, que no está preparada para ellos, queda sin instrucción ni defensas. Así cuando caigo en prisión y veo acercarse al carcelero, ignoro el porqué. Referente a las alegorías, no hay un solo verso en Jerónimo que ayude a nadie a luchar contra ello. Pero si alguien se siente turbado, debe saber que Jesucristo es el Rey que perdona los pecados; entonces aguanta firme. John Hus desestimó cualquier figura alegórica excepto la de Jesucristo, la Palabra viva de Dios. Extrajo la doctrina principal del Nuevo Testamento. Incluso entre nuestros hermanos, son escasos los que observan la doctrina de la redención; se decantan por nuestras especulaciones. Pablo se dedica en especial a este tema. Por ello, debéis leer y meditar sobre estos pasajes. No os canséis de hacerlo porque llegará un día en que sabréis que hicisteis bien en estudiarlos y que nadie puede presumir de comprender enteramente estos pasajes. Si Dios no me hubiera protegido contra las especulaciones que tanto placer me ocasionaban, me hubiera convertido en el campeón del mundo. Es necesario enseñar a los jóvenes e ignorantes teólogos a desprenderse de las alegorías que llenan e impresionan en las obras de Jerónimo y de Orígenes. Nuestros teólogos solían considerarlos los mejores pero ahora somos capaces de establecer la diferencia. No importa cuan triviales u ordinarias parezcan las cosas que se narran en las Sagradas Escrituras, nunca fueron fáciles para nadie, incluso cuando parecen más corrientes, tienen un significado completamente oculto al reflejar una profunda experiencia de la vida, no tratan de ninguna especulación. «Santificado sea tu nombre» (Mt. 6:9) es una frase muy común y es posible explicarla de forma erudita, pero nadie es capaz exponerla con el suficiente ardor y significado, y menos expresar lo que siente en su interior. Otros son meros charlatanes como más tarde nos previene Pablo (vv. 9-11). Nuestro corazón se inflama y construye su conocimiento y fe en Dios el Salvador sobre una sólida roca que se sostiene firme en la hora de la angustia y la muerte, en prisión o ante un tribunal. Entonces, uno puede decir: «Jesús es mi Salvador y Él es amor» de manera que el corazón no teme ni se siente confundido en Su presencia. Por eso Esteban se mantuvo ante el Sanedrín con un rostro «como la cara de un ángel» (Hch. 6:15), pero habrá quien no pueda hacerlo. Son cosas sólidas pero si no insistimos en practicarlas, nuestro recitado será como el de los loros. El don de Dios no es el mérito por el cual nos salvaremos, sino que nos salvaremos gracias a su misericordia firme ante nosotros, desapareciendo los ejemplos de la rabia y la ira de Dios. En mi corazón no debería albergar otra cosa que el sentido de la misericordia de Dios; si la seguridad de esta misericordia llena nuestro corazón, nos bastará para luchar contra el pecado, el infierno, la ira de Dios y la amenaza del Diluvio17. Satán y el poder del pecado. La debilidad del pecado lucha contra el espíritu. Dardos incontables (Ef. 6:16) son lanzados contra este sentimiento. Por tanto, no seáis negligente y abandonad la especulación.
No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. Aquí tenemos una condena del bautismo18 tan enérgica como no se encuentra otra en el Nuevo Testamento. Los enemigos de la gracia de Dios, bajo el pretexto del amor, nos han precedido y han distorsionado los otros pasajes19. Por la misericordia, dice, nos salvamos. Pero ¿cómo viene la misericordia a nosotros? Por el lavamiento. Dicen: «El lavamiento puede referirse a la Palabra, al Evangelio, principalmente al Espíritu Santo, puesto que somos bautizados en el Espíritu, Si Él se nos otorga, entonces el lavamiento es una regeneración, es decir, un signo de los que son regenerados a través del Espíritu Santo». Si nosotros decimos: «¿Bajo qué autoridad afirmáis todo esto?», nadie responde. Sin embargo, dicen que nada exterior justifica o beneficia a una persona. El Bautismo con agua es parecido, y, sin embargo, donde se dice que el Bautismo justifica, ellos añaden un sentido ficticio, como por ejemplo en el pasaje de Pedro del que dicen que significa (1 Pedro 3:21): «Adquirís un sello que queda impreso en vosotros indicando que habéis sido bautizados a través del Espíritu Santo». Yo también puedo practicar este arte, mejor que ellos, pero les pido que lo demuestren. Yo podría decir: «La sangre de Cristo no nos beneficia porque es una cosa externa. Tal como se dice en nuestras oraciones, Cristo fue concebido por obra del Espíritu Santo, por tanto, no nos beneficia». Exactamente esta es la estupidez que ellos predican. Nosotros también decimos que lo externo no es válido pero nos referimos a la cosa en sí, que como tal no tiene provecho. Pero si es producto de la voluntad divina, aprovecha gracias a esta voluntad. Es imposible convencer a los sectarios que no responden, permanecen en silencio, excepto para repetir la frase acerca de «lo externo». ¿Por qué lo enseñan? Lo sabemos perfectamente. Si Dios une su Palabra a un árbol, éste deja de ser una cosa externa para, a través de la Palabra, convertirse en la presencia, voluntad y misericordia. Así en el Bautismo no se trata sólo de agua, sino que está presente el nombre, o el poder divino unido al Bautismo a través de la Palabra, siendo Dios mismo el que bautiza. Tomad nota de esto. Pero ellos no escuchan, se limitan a repetir tozudamente lo mismo: «Una cosa externa no lo hace». Cuidado con su locura. Cuando una cosa externa se une a la Palabra de Dios, sirve de salvación. Si la humanidad de Cristo estuviera desprovista de la Palabra, sería vana. Nos hemos salvado a través de su sangre y de su cuerpo porque la Palabra va unida a ello. El Bautismo trae consigo la Palabra de Dios por la cual el agua se santifica y con ella, nosotros también somos santificados.
Si demostráis que una cosa externa no es beneficiosa por ella misma, sino que ha de ir acompañada con la Palabra y la voluntad de Dios, habréis destruido a la vez sus argumentos y sus interpretaciones ficticias. Es el mismo espíritu de Münzer20. Pensaba que uno debe recluirse en uno mismo, no leer las Escrituras ni escuchar la palabra externa, sino mirar a los cielos y recibir de allí al Espíritu Santo. Después, puede mirar al libro y puede escuchar. Desean recibir directamente al Espíritu Santo sin intermediación, es decir, que Dios hable con ellos aparte de la Palabra y del Bautismo. Esta es la fuente donde beben estas sectas, los seguidores de Münzer, los que quieren recibir al Espíritu Santo en medio de la soledad del corazón. No esperan nada externo. Por eso os pongo en guardia contra ellos. Se obliga a esos miserables a admitir que nunca han oído nada acerca de Cristo o de los sacramentos, excepto la Palabra y que nunca deben prestar atención a nada, excepto a la Palabra. Sin embargo, está claro lo que han recibido en su espíritu: la negación de la humanidad de Cristo21. Pero nosotros únicamente llegamos a Dios a través de Cristo como medio. Él es a quien Dios envió al mundo para nuestra salvación, como dice Isaías en 62:11. Si hubiéramos podido entrar en los cielos sin la ayuda de nada externo, no hubiera habido necesidad de que Dios mandara a su Hijo. Sin embargo, lo mandó en carne humana al pesebre y cuando hubo abolido el pecado y a la muerte, le presentó a través de su Palabra en el Bautismo y en el Sacramento. Así obtuvimos la certeza de la venida del Espíritu Santo a través de su Palabra. No busquéis al Espíritu a través de la soledad o de la plegaria, leed las Escrituras. Demos gracias cuando un hombre descubre que le complace lo que lee porque recibe los primeros frutos del Espíritu. No os puede complacer si el Espíritu Santo no lo ha hecho posible. Es diferente la persona que le gusta oír; es así gracias al Espíritu Santo. Entonces es el momento de orar: «Señor Jesús, me has dado el conocimiento y la alegría de Ti. Auméntalo, consérvalo y fortalécelo». De momento ignoramos que hemos sido salvados por la misericordia, pero sale a la luz con el lavamiento, un baño que regenera y renueva, aunque a causa de la104 flaqueza de nuestra carne, no lo sintamos como mínimo perfectamente. No importa. En la fe, siento que mi actitud hacia el Señor Jesús ha cambiado y que amo la Palabra. Si me impone alguna cruz, la soporto con agradecimiento y orgullo, incluso aunque la carne se queje. Por tanto, el agua de la regeneración es buena porque trae consigo un nuevo nacimiento un nuevo sentido, en especial el que dice: «Aunque antiguamente odiaba la Ley, a Dios y a Cristo, ahora empiezo a amarlos. Antes consideraba una cosa mala creer en un solo Dios, pero ahora creo que los mandamientos de Dios son buenos, justos y sagrados, y desprecio la malignidad, la lujuria, el robo y el adulterio». De ahí que se crea una nueva conciencia perfecta a través de la consideración de la bondad de todas estas cosas y de la resistencia a la carne, como se dice en Romanos 7.
Por ello nos gloriamos en las tribulaciones como se lee en Romanos 5:3. Solíamos temerlas y buscar nuestro propio interés (1 Co. 13:5). Pero ahora suma una cosa a la otra y se crea un hombre nuevo de camino hacia la renovación. Palabras que se dirigen contra la justicia de las obras. Si entráis en un monasterio encontráis la novedad del traje, del hábito y de la forma de conducirse, os ponen una corona, cambiáis de alimentos y de obras externa, pero nada de esto toca a nuestra esencia, no hay regeneración del espíritu. Con nosotros no se producen este tipo de novedades. Hay una regeneración del ser, nuestra naturaleza cambia y nos convertimos en una criatura nueva. Antiguamente os dominaba la lujuria y erais incapaces de mantener la continencia durante cinco días, pero ahora ni os dais cuenta. No podíais perdonar una ofensa a un hermano, pero ahora si os sentís agraviados, le perdonáis de inmediato y de buen corazón. Antes considerabais a Cristo como un juez e invocabais a María, pero ahora albergáis un sentimiento dulce por Cristo, vuestro Mediador, Obispo y Abogado, que ofrece su bondad y su sangre por vosotros. Este sentimiento transformado y ese corazón renovado no pueden conseguirlo las obras de ningún tipo. Ninguna capucha monástica puede lograrlo. Puede que os hayan imbuido con la idea de que sois más perfecto que aquellos que se casan. Sin embargo, en vosotros no se produce ningún cambio en relación con Dios ni con vuestro prójimo, más bien al revés. Con el lavamiento, uno se limpia, no como se limpia una mesa, sino de tal manera que se convierte en un hombre nuevo. Este es el lavado del Espíritu Santo, el que te lava lavándote con Él. Es una gloriosa creencia saber que se halla presente en el Bautismo, pero también se produce la calidez que transforma el corazón, lo inflama, lo consagra, lo renueva completamente. Son palabras sencillas. Nuestros enemigos lo llaman «un baño de perro»22 y blasfeman al negar la renovación con la presencia del Espíritu Santo. Según ellos la regeneración por el Espíritu Santo es un símbolo, pero el texto es claro, se refiere a la posibilidad de renovación de todo el mundo. No conseguiréis probar la certeza de vuestros argumentos ficticios hasta no haber probado que «son cosas externas sin provecho». El Espíritu Santo se llama así porque convierte a la gente en espiritual y santa, porque a través de su acción hace que las cosas mundanas que antiguamente les atraían, ahora se conviertan en desagradables y dignas de rechazo, despreciando a la carne y a sus obras23.

3:6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,

El cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador. ¡Con qué certeza y excelencia habla Pablo! Añade la palabra abundantemente. ¿Qué significa? ¿Por qué hizo hincapié en que el Espíritu Santo no sólo derrama, sino que lo hace con abundancia aunque no lo sintamos así? Es la fe. El Espíritu Santo se da sin mesura; sus dones no se sienten cuando Él mismo lo hace con tanta abundancia si no es a través de la misericordia, la gracia, la gracia eterna y todo cuanto es sustancia en el Espíritu Santo. Todo sin medida y más allá de cualquier estimación, algo increíble si no contamos con el Espíritu Santo. Lo aceptas a través de la fe, como se dice en Romanos 8:32: «El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?» En todo momento y en todo caso, sus dones son evidentes. Cuando el Espíritu Santo se da, lo hace sin mesura, es decir, se da todo aquello que es innumerable y estimable con lo que queda abolida toda la justificación de las obras, cuanto a la ley, no es más que un formulismo porque apenas logra impedir que la gente cometa adulterio. Aquí tenemos una fuente de riquezas inefables y eternas, pero sólo por la fe, sólo por ella, todo será verdad. No lo logramos a través de ninguna obra, porque dice que lo ha dado abundantemente. ¿A través de quién? De Jesús que se halla en presencia del Padre e intercede por nosotros y la bondad sale de su boca. Si le escuchamos y creemos en Él, los dones se nos darán abundantemente. Estos pasajes niegan la justicia de las obras del hombre. Han de unirse en Cristo y demostrar que todo lo tenemos a través de Él.

3:7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Con cada una de estas palabras se le bendice. Herederos. Significa la riqueza y la plenitud de todo bienestar, en primer lugar porque somos justificados sin la necesidad de las obras y, en segundo lugar porque, habiendo sido así redimidos del pecado, finalmente nos libramos de la muerte ya que somos herederos. ¿Herederos de qué? De la vida eterna. Esto es lo que somos. Los que creen en Cristo están vivos pero en la esperanza, como se dice en Romanos 8:24. La riqueza por la cual nos salvamos y justificamos no es visible, ha de ser creída. Debo creer que, como hijo de la misericordia, estoy sin pecado aunque albergue pensamientos contrarios, la muerte y el pecado. Para combatirlos la Palabra anida en vuestro corazón y gracias a ella, en la oscura noche de la fe, me siento feliz. Sin embargo, esta riqueza se halla oculta bajo una apariencia contradictoria: al parecer estoy destinado a tener la salvación y la vida eterna y lo único que veo ante mí es muerte y condena. Por tanto únicamente puedo aprenderlo por la Palabra y la fe. Si se preserva, permanece en la Palabra y se tiene a través de las palabras; al poseerla seréis preservados. La Palabra dice: «Estoy aquí». La Palabra acabará con todos los pecados y ficciones del mismo modo que el sol aparta las nubes. Es imposible exponer e inculcar todo esto con claridad, se ha de experimentar. Entonces lo comprenderéis mejor que cuando lo intentáis en base a la fábula de Orígenes y los árboles del Paraíso24. Quien está imbuido de estas cosas, hasta en prisión se siente mejor y soporta la inminencia de la muerte. Este tipo de hombres son los victoriosos de la Palabra, incluso antes de la muerte.

3:8 Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.

Palabra fiel es esta. Completamente cierto. Es la confirmación y el testimonio de la fe de Pablo, como si él mismo estuviera diciendo' «¿Quién ha de temer armado con estas seguridades?» Son ciertas y firmes. Uno puede confiar en ellas, puede asumirlas, porque le preservarán en la angustia y la tribulación». Nos han salvado.
Quiero que insistas con firmeza. Así debería predicarse, y quiero que os preocupe, tanto que insistáis en ellas. Pablo habla seriamente: «Y en estas cosas quiero que insistas con firmeza para que los que han creído en Dios, procuren ocuparse en buenas obras». No dice: «Quiero que lo digas y lo hagas». No. Dice: «Insiste, como uno clava un poste firmemente en el suelo, habla constantemente de ello para que quede grabado en el corazón». Nosotros también nos esforzamos en enseñarlo, pero apenas logramos rozar la superficie. «Que instes a tiempo y fuera de tiempo» (2 Ti. 4:2) porque no basta con haberlo enseñado o leído sólo una vez. No se ha grabado, no ha entrado con la suficiente profundidad. Si hay quien se harta de oíros, dejadlos. Los que desean la salvación, escuchan con alegría y el hecho de habérselo repetido cada día, les crea una fe más firme para cuando llega el momento de la prueba.
Para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Del mismo modo que quien es superior a los demás les excede en todo, así yo quisiera que fueran superiores en la doctrina de Cristo. Y si los primeros destacan por sus obras, así yo quisiera que destacaran por sus buenas obras cuando, alegremente, se proponen o deben hacer alguna cosa. Así, los que destacan son los que llevan a cabo obras buenas. Cuanto más sólida es su fe, mejores son sus obras25. Y a la inversa, los que se cansan y no soportan la carga, producen obras malas. Por eso, insiste en los dos aspectos: que crean firmemente y que se apliquen en destacar por sus buenas obras.
Son útiles, es decir buenas y excelentes. Son buenas y agradables a la vista de Dios y útiles a los hombres. En el reino del papado, nadie lo sabe ni lo hace. En lugar de ello, se supone que hay que leer los escritos de las Sentencias que, como abejas, han succionado los mejores aspectos de la Biblia26. El diablo se lo inspiró para impedirles leer las Sagradas Escrituras27.

3:10 Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,

Acabamos de oír al apóstol completar su instrucción a los verdaderos cristianos en especial en aquello que se refiere a los heréticos. Es imposible evitar que Satán organice sectas en el interior de la Iglesia de Dios porque nunca deja de estar presente entre los hijos de Dios (Job 1:6); por tanto, un cristiano debe amonestar una vez o dos. Si comprueba que tiene éxito, demos gracias a Dios, si no lo logra, hay que desecharlo. Siguen recomendaciones particulares sobre temas privados. Encarga Zenas a Tito, de forma parecida cuando habla a Timoteo sobre unos objetos (2 Ti. 4:13). Se trata de temas internos que nada tienen que ver con el común bienestar de la iglesia, pero agradezcamos al Espíritu Santo que lo hiciera porque así quedaron registrados en las Escrituras. Son de utilidad en el sentido de que se refieren a las obligaciones que se deben entre ellos. Los monjes y los sacerdotes creen que las únicas buenas obras que han de llevar a cabo son la oración, etc. En este ejemplo, vemos que Pablo se encarga de las cosas corrientes, como cuando yo me dedico a encender la estufa. Parecen cosas sin valor, pero independientemente de lo domésticas o particulares que sean, son valiosas si se hacen guiadas por la fe. Un religioso no se la pasa hablando de los pergaminos, sin embargo, el Espíritu Santo considera preciosas estas obras de cada día. Toda la vida humana y las obras humanas se hacen en nombre del Señor. Un niño puede estar sucio, comido por la roña o los piojos, pero sigue siendo una cosa preciosa. Así, cuando un cristiano lleva a cabo acciones buenas, morales y teológicas, es tan bueno como los pergaminos. Según los teólogos de París28, ir a Necópolis es una obra neutral, pero según los cristianos es positiva. Y sin embargo, son menos apreciadas que las comunes obras del amor.

3:12 Cuando envíe a ti a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno.

Cuando envíe a ti a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque he determinado pasar el invierno. Le avisa con tiempo para que pueda estar preparado cuando le llame. Tíquico estaba en Corinto. Nicópolis está en Ambracia, Iliria, donde Augusto derrotó a Antonio29.

3:13 A Zenas, intérprete de la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte.

A Zenas, intérprete de la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte. Es el empobrecido apóstol que no tiene nada que dice en 1 Corintios (4:11) «tenemos sed», el que se preocupa del cuidado de los otros. Si un hermano conversa con otro hermano o lleva a cabo alguna obra, se trata de un valioso acto de amor a los ojos de Dios.110

3:14 Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.

Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras. Se lo recuerda. Pablo dice a Timoteo: «Me preocupan las necesidades de aquellos a los que te envío. ¿De dónde puedo sacar dinero? Mi bolsa está vacía». La generosidad de los cristianos es poca. Replica: los nuestros, es decir los de casa, los hermanos, no sólo los que asisten a la iglesia. Excederse significa ir más allá de lo habitual.
Atender a una necesidad urgente. Una necesidad urgente que reclama un acto de generosidad es el motivo de enviar a Artemas, aunque estos sean temas domésticos, también para mí son urgentes. No me gusta molestar a los hermanos si no es necesario, pero cuando lo es, ha de ser urgente. Urgente, es decir, que lo que se entregue ha de ser íntegramente utilizado, nada superfino. Se trata una necesidad urgente.
Para que no sean sin fruto. Si no ayudan cuando hay necesidades urgentes, se trata de gente sin fruto. Entonces el diablo no tardará en aparecer y se verán obligados a darle en abundancia. Si rehusamos dar por caridad, no tardará el Papa en pedirnos para la iglesia de San Pedro. Así ha sido desde los tiempos de Hus, hace 115 años30. El Papa y los pontífices, impulsados por propósitos malignos, se sirvieron de excusas para desencadenar una guerra contra los turcos. Aquello que se niega a Dios, es devorado por el diablo; lo que se le quita al honor, cae en la vergüenza.

3:15 Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén.

En la fe. Aquí se oculta una pulla. Dado que la entera epístola está dedicada a preservar a los píos31 cristianos contra los lobos rapaces (Mt. 7:15), hace cierta distinción. Todos nos aman, dice, pero algunos sólo de palabra. No queremos se amados por los que desprecian a Jesús, en quien y por quien deseamos ser amados, independientemente de los halagos y del falso amor32 de los fanáticos. No quiero su amor. En realidad, no aman, sólo odian ardientemente. Por ello no nos han de preocupar porque tratan a nuestro Señor con desprecio. Debería ser amado por encima de todo y luego nosotros en Cristo y por El. Disponemos de esta epístola que aunque breve, rebosa de instrucciones y admoniciones excelentes hasta el extremo de que casi no hay nada de la iglesia que no se trate en ella. Procuremos que todos adviertan el mensaje33 que Cristo nos ha dado y sus extraordinarias obras de amor. Pedro dice (2 P. 1:15, 13): «También yo procuraré con diligencia que después de mi partida, vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosa. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el estimularlos con este recuerdo». Y Cristo cuando instituyó la Santa Cena dijo (1 Co. 11:24): «Haced esto en memoria de mí» para que pueda ser conocido y proclamado hasta que Él venga. En Calatas (4:19): «vuelvo a sufrir dolores de parto». Por el sufrimiento de esta prueba de la cual habla 1 Pedro 5:8, con una carne y una razón inclinados por naturaleza a la vanidad y tentados para apartarnos de Cristo, estamos más que dispuestos a dejamos dominar por nuestras propias ideas. Es a través de nuestra razón que Satán batalla en contra nuestra. En suma, los tiranos sólo consiguen sus propósitos con ayuda de la fuerza; no pueden dañar a un cristiano porque, aun cuando tenga que negar la fe, lo hace insinceramente. No veréis a un solo apóstol escribir contra los tiranos, sino contra los falsos maestros. Ocurre lo mismo con las advertencias de Cristo. En el caso de los tiranos, se limita a la exhortación, pero cuando se trata de los falsos maestros, indica la necesidad de la instrucción además de las advertencias pertinentes. Satán, nuestra razón y sus fanáticos. Quien desee ser un buen cristiano debe exigir que se predique a Cristo en toda su pureza. Después la fiesta34 y al final, una epístola de amor.

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NOTAS
Capítulo 3

1.Lulero se refiere a la exención legal conocida como «beneficios de la clerecía», Obras de Lulero, 30, p. 183, n.
2.No está claro si se refiere a la corte de Federico anterior a la reforma de Lulero, porque después de 1517 siguieron subsistiendo muchas de las prácticas anteriores.
3.En el texto se lee incerte, «vacilante», que no tiene sentido, por eso hemos seguido la sugerencia de los editores de Weimar para dejarlo en in arte.
4.El original, en una mezcla de latín y alemán dice: «Olim fecit sludenls die sie haben verhurt und verbubl el pueros».
5.Lulero se refiere a una leyenda que se dice ocurrida bajo Maximino, no Aureliano, la llamada de la «legión tebana» conlada por Euquerios de Lyons, Passio Agaunensium martyrum, Patrología, Series Latina, L, 827-832.
6.Una referencia a la Guerra de los Campesinos de 1525.
7.Las palabras lalinas sugeridas por Erasmo fueron mansuetudo y equitas.
8.Cicerón, De Oratore, I, 56, 240.
9.Este es el final del décimo sermón del 9 de diciembre de 1527 y el comienzo del
undécimo, del 10 de diciembre.
10.Aristóteles, Nicomaquea Etica, Libro V, cap. 10.
11.Federico III fue emperador del Sacro Imperio Romano, 1440-1493; la evaluación de Lulero la confirma un cronista contemporáneo que escribe: «Fue un emperador inútil y durante su largo reinado el pueblo olvidó que tenía un rey».
12.Sólo un año antes, del 30 de julio al 7 de noviembre de 1526. (Ver Obras de Lulero, 15.) Lulero había hecho varios sermones acerca del Eclesiastés.
13.Ver Obras de Lulero, 12. pgs. 214-215.
14.Alusión a la historia de Pedro en la Legenda áurea de Jacobus de Vorágine, Obras de Lulero, 24, pgs. 178-179.
15.Ver, por ejemplo, Pseudo-Primasius (Casiodoro), In epistolam ad Titum com-mentaria, Patrología, Series Latina, LXVIII, 683.
16.Aquí acaba el sermón undécimo del 10 de diciembre de 1527 y comienza el duodécimo del 11 de diciembre.
17.De los pasajes de las Obras de Lulero, 26, pgs. 42-43, queda claro que el Diluvio era un elemento frecuente en el Anfechtungen de Lulero.
18.Dice "bautismo", pero conlradice y confunde el resto del argumento. Quizá debería decir "rebautismo", para referirse al practicado por los Anabaptistas. Lulero, según parece, se refería al bautismo sacramental con inicial mayúscula: Bautismo, p. ej., p. 103).
19.Ver el Iratado Relativo al bautismo (Obras de Lulero, 40, pgs. 229-262) que escribió contra la interpretación anabautista de algunos pasajes del Nuevo Testamento sobre el bautismo.
20.A Tomás Münzer lo habían ejecutado en mayo de 1525 durante la «Guerra de los Campesinos», ver Obras de Lulero, 40, pgs. 49-59.
21.Al parecer es un ataque a Gaspar Schwenckfeld cuyo tratado sobre la Eucaristía recibió Lutero a principios de 1527; ver Obras de Lulero, 37, pgs. 288 en adl.
22.Ver Obras de Lulero, 30, pg. 315, n. 11.
23.Con Lulero aparece en primer plano de la teología cristiana la doctrina del Espíritu Santo como agente de la nueva vida y de la santificación activa del creyente. Calvino será el reformador que mayor importancia conceda al estudio del Espíritu Santo, hasta el punió de ser reconocido como "teólogo del Espíritu". Con el énfasis en la obra activa del Espíritu reproduciendo en el alma el carácter de Cristo, los reformadores evitan caer en el hipotético formalismo externo al que parece conducir la doctrina central reformada de la justicia extranjera, imputada por gracia. En todo se mostraron respetuosos con la enseñanza bíblica y fieles a su dictado repleto de dinamismo. "Mientras que Cristo está lejos de nosotros y nosotros permanecemos apartados de Él, lodo cuanto padeció e hizo por la redención del humano linaje no nos sirve de nada, ni nos aprovecha lo más mínimo. Por tanto, para que pueda comunicarnos los bienes que recibió del Padre, es preciso que Él se haga nuestro y habite en nosotros. Por esta razón es llamado «nuestra Cabeza» y «primogénito entre muchos hermanos»; y de nosotros se afirma que somos «injertados en Él» (Ro. 8:29; 11:17; Gá. 3:27); porque, según he dicho, ninguna de cuantas cosas posee nos pertenecen ni tenemos que ver con ellas, mientras no somos hechos una sola cosa con Él... Por eso Pablo, hablando de nuestra purificación y justificación, dice que gozamos de ambas en nombre de Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Co. 6:11), pues el Espíritu Santo es el nudo con el cual Cristo nos liga firmemente consigo" (Calvino, Institución, III, cap. I, 1).
24.Ver Obras de Latero, 1, pg. 90, n. 16.
25."Cuanto más sólida es la fe, mejores son las obras", magnífica expresión, que excluye cualquier interpretación de la fe sola como concesión al pecado del justificado. "Donde hay fe, se seguirán indefectiblemente las obras de amor" (Sermón de abril-mayo 1522. Obras de Lutero, 10/III,pp. 104-111). Las buenas obras del creyentes son "don" o "fruto" de la justicia, no causa de ella. Lutero defiende la unidad inmediata de fe y amor, porque ambos son obra del Espíritu Santo que obra en el creyente.
26.Las Sentencias de Pedro Lombardo era el libro de texto para profesores y estudiantes de teología, incluido Lutero entre 1510 y 1511.
27.Este es el final del duodécimo sermón del 11 de diciembre de 1527 y el comienzo del decimotercero del 13 de diciembre.
28.Sobre las «obras neutrales», Obras de Lutero, 26, p. 267. n. 70.
29.Augusto derrotó a Antonio en el golfo de Actium; se daba el nombre de Nicópolis a las ciudades que estaban cerca del lugar donde se había conseguido una victoria guerrera.
30.Los editores de Weimar sugieren sustituir este 115 por la fecha de 1415 (año de la ejecución de Hus) de manera que la redacción sería: «Así ha sido desde los tiempos de Hus, desde el 1415 hasta ahora». Es evidente que el sentido es el mismo.
31.En el texto se lee impiis, pero del contexto se desprende que ha de ser piis y corno tal se ha traducido.
32.En el original se dice fugant que algunos manuscritos han substituido porfugiant. Hemos supuesto que se trata de fingunt puesto que concuerda con el sentido del texto.
33.La frase latina es in summa cristiana.
34.Al parecer «la fiesta» es el domingo 15 de diciembre.

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