www.iglesiareformada.com
Sermones
PRIMER SERMON SOBRE PENTECOSTÉS
Por Juan Calvino

Sobre el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Pronunciado el día de Pentecostés, en el cual se celebra la cena del Señor.

"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:14).

Por naturaleza estamos tan inclinados a la incredulidad que la verdad de Dios tiene que ser auténticamente sellada sobre nuestros corazones, de manera que podamos recibirla y estar totalmente convencidos de ello. Es cierto que Dios la estampa sobre el corazón de cada creyente por medio de su Espíritu Santo, y es por eso también que se lo llama el sello del Evangelio. Pero aquellos que fueron designados a proclamar esta enseñanza a través de todo el mundo, en primer lugar tienen que ser sellados ellos mismos, y Dios tiene que haberlos gobernado de tal manera que ahora estemos seguros, en plena certeza de la enseñanza que nos han publicado, sabiendo que no la recibimos de ellos como de criaturas mortales, que su autor realmente es Dios. Porque sabemos que el fundamento de nuestra sería demasiado débil si tuviéramos únicamente la autoridad de los hombres. Entonces, siempre seríamos endebles si nuestros espíritus no fuesen elevados por encima del mundo, y fundamentados en Dios, sabiendo que es de él de quien procede esta palabra de salvación que nos es predicada todos los días. Y es eso que este relato ha sido registrado en forma escrita para nosotros, para que cada vez que leamos o escuchemos la palabra de Dios, tengamos presente esto, que el contenido del Antiguo y del Nuevo Testamento no fue inventado por los hombres, sino que Dios mediante una señal visible ha testificado conforme a la necesidad de que los hombres eran únicamente instrumentos de su Santo Espíritu En cuanto a Moisés y a todos los profetas, tuvieron la aprobación de ser enviados por Dios, de manera que si su enseñanza es puesta en duda por nosotros ello debe sernos imputado y a nuestra ingratitud y malicia.
Ahora se nos dice que los apóstoles, antes de haber publicado el evangelio a todo el mundo Dios hizo descender sobre ellos su Espíritu Santo, para que pudiéramos saber que ellos no presentaron nada por si mismo, sino que entregaron fielmente aquello que les fue ordenado por Dios. Vemos entonces cómo debería servirnos este relato. Porque si no tuviéramos la seguridad de que los apóstoles eran como nuevas criaturas, y si Dios no les hubiera dado cierta marca para demostrar que estaban aprobados y autorizados por él, ¿qué sería de nuestra fe? No sería más que una opinión fluctuante. Podríamos decir: "Pienso así; me parece que es así," pero sería imposible que tuviésemos una persuasión total, una firmeza y constancia propia. Porque, ¿qué es el hombre? Puesto que aquí abajo no hay sino vanidad, tenemos que poner nuestra anda tan alta como el cielo, lo que el apóstol también dice en la Epístola a los Hebreos. Entonces podremos soportar todos los torbellinos y tempestades, y el mundo y el diablo por mucho que se esfuercen no puede asirnos. Al contrario, nuestra fe siempre estará firme y no cederá si nos atenemos al siguiente principio básico: que es Dios quien nos guía hacia adelante, quien nos llama a su presencia, y que la enseñanza que nos es predicada es su pura infalible verdad. Así entonces tenemos que resumir lo que hemos leído, que cuando se produjo un gran disturbio como de un viento recio, Dios quiso mostrar mediante una señal visible que él habla escogido a los doce apóstoles para que llevasen a una y otra parte el mensaje de salvación. Es cierto que en ese entonces solamente había once, aunque el número de doce no podía quedar mucho tiempo incompleto, puesto que en lugar de Judas fue enviado Matías. Y es así como fue reparado el número de doce no podía quedar mucho tiempo incompleto, puesto que en lugar de Judas fue enviado Matías. Y es así como fue reparado el número que anteriormente había sido destruido, de modo que esta interrupción fue solamente por poco tiempo tal como luego lo registra San Lucas.
Allí están, entonces los doce embajadores de nuestro Señor Jesucristo, que ya habían sido escogidos y marcados por éL Sin embargo tenían que ser equipados con dones necesarios para cumplir una misión tan difícil y tan elevada. Entonces tenían que ser investidos desde lo alto, y Dios tenía que obrar en ellos de una manera extraña y admirable, sobrepasando toda capacidad humana. Ahora, en cuanto a un viento y a un recio torbellino que hubo allí, el propósito era mostrar que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles no únicamente para hacerlos partícipes en su dones, sino para que también todo el mundo pudiera ser turbado por ello. Porque había sido dicho por el profeta Hageo,  "'Todavía un poco y he aquí yo sacudiré cielos y tierra, dice el Señor." Ahora eso fue cumplido con la predicación del evangelio. Entonces vemos que cuando el Espíritu Santo descendió, no fue únicamente para un pequeño puñado de personas, sino para que el Evangelio pudiera llegar a todos los confines y extremos del mundo. Porque de otra manera esta narración sería muy fría para nosotros, si no estuviésemos totalmente persuadidos de que sea para nosotros y para la edificación de nuestra fe el hecho de que Dios enviara una vez para siempre su Espíritu Santo. Además, es cierto que Dios podía haber enviado a su Santo Espíritu de una manera más gentil. Pero notemos que esta impetuosidad era para abatir todo orgullo de la carne, y por otra parte, para despertarnos porque somos demasiado soñolientos y lerdos. Hay dos pecados muy grandes en nosotros que nos impiden sentir el poder del Espíritu de Dios, para andar con el evangelio. Uno es que somos soberbios y llenos de presunción. Ahora bien, todo eso tiene que ser depuesto, y en humildad tenemos que aprender tanto grandes como chicos a rendir tal homenaje a Dios que seamos vaciados de todo, y que consideremos nuestra vida como proveniente de él y de su pura gracia. Es necesario entonces que este orgullo arraigado en nuestra naturaleza sea rechazado, incluso violentamente, porque estamos demasiado endurecidos en él. Por otra parte, cada uno siente en su interior una pereza terrenal, de manera que estamos preocupados por y envueltos en este mundo. En resumen, casi somos estúpidos de manera que ni podemos gustar la palabra de Dios ni el poder de su Santo Espíritu, a menos que seamos despertados realmente por la fuerza. Eso es, entonces, el significado de lo aquí narrado, de que se levantó un torbellino semejante a un viento recio. Ahora bien, en primer lugar vemos que el descenso del Santo Espíritu fue para conmover al mundo entero, para hacer temblar a toda la humanidad, de manera que Dios pudiese ser adorado en común acuerdo y para que los hombres pudieran sujetarse a él. Sin embargo, es preciso que seamos despertados, puesto que somos demasiado estúpidos, y también tenemos que ser conducidos a obedecer a Dios, siendo despojados de toda presunción, sabiendo que solamente hay toda clase de miseria en nosotros, que no somos sino cieno y descomposición, en efecto, que incluso sólo hay corrupción en nuestras almas hasta que hayamos sido renovados por Dios.
Además, cuando el Espíritu Santo descendió en esa forma, es decir, en lenguas repartidas como de fuego era para expresar mejor cómo quería obrar Dios mediante la predicación del evangelio. Si habla una persona, su voz es dispersada en el aire y es algo muerto. Ahora bien, está escrito que el evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.  ¿De qué manera? ¿Acaso pueda un sonido que vuela por el aire y que es dispersado conducirnos al reino dcl cielo?  Nadie sabe cómo crear por sí mismo ni siquiera una pequeña mosca. Es necesario que la imagen de Dios sea reparada en nosotros, que recibamos esta simiente incorruptible para alcanzar la gloria celestial, para ser compañeros de los ángeles, para ser transfigurados incluso a la gloriosa inmortalidad de nuestro Señor Jesucristo, y para ser partícipes de su naturaleza divina, como lo mencionó San Pedro.  ¿Y acaso puede ser efectuado esto por la voz de un hombre? Ciertamente que no, pero luego dice de modo especial que el Espíritu Santo, unido en el mismo lugar a la palabra que es predicada. Porque, ¿por qué tomó esta figura de lenguas? Es cierto que siempre hay alguna semejanza entre las señales visibles y la verdad  que es representada por ellas. Consecuentemente tenemos que ver por qué el Espíritu Santo apareció en forma de lenguas. Es para mostrar que él estaría en la boca de los apóstoles, y que él les daría lo necesario para ejecutar el oficio y la misión recibida y, en efecto, de que él haría provechoso su trabajo a efectos de que éste no fuera inútil. Porque, en primer lugar, sabemos que aun el hombre más hábil que se encuentre, no sabría cómo pronunciar una sola palabra hasta ser gobernado por el Espíritu Santo. Con esto Dios nos muestra nuestra condición, ya que no podríamos abrir nuestras bocas ni decir una sola palabra para gloria suya que fuese adecuada a menos que él nos la hubiera dado. Entonces, fue muy necesario que los apóstoles fuesen gobernados por el Espíritu de Dios, de lo contrario habrían enmudecido. También vemos la crudeza que había en ellos, porque su espíritu podría haber sido mucho más activo y agudo, pero por la crudeza de ellos Dios quería mostrarnos, como en un espejo, nuestra condición hasta tanto fuésemos iluminados por su gracia. Es cierto, cuando los apóstoles andaban con nuestro Señor Jesucristo, lo consideraban su Maestro y con toda modestia se sujetaban a su doctrina. Sin embargo, ¿qué sabían de ella? Vemos que eran unas pobres bestias, de manera que, teniendo en cuenta lo poco que aprendieron en tan buena escuela, tenemos que avergonzamos de su lentitud. Pero ello nos es provechoso. Porque, ¡allí están! Transformados en un minuto, de manera que la gracia de Dios resplandece tanto más, porque hablan en voz tan alta de los secretos de Dios que los mismos parecieran ser prodigios; y todo el mundo está asombrado puesto que previamente no hubo nada. Además, consideremos cuál fue su virtud y constancia. Todos ellos habían sido debilitados. Su fe parecía haber muerte y estar extinguida. Allí estaba Pedro que realmente habla sido el líder y que negó tan vergonzosamente a su Maestro, rindiéndose como un esclavo de Satanás. Era imprescindible entonces, que Dios interviniera con su mano, puesto que de parte del hombre no había remedio posible. Entonces notemos que no fue sin causa que el Espíritu de Dios apareciera en forma de lenguas para mostrar por este medio que la doctrina del evangelio tenía la aprobación y sello de Dios, a efectos de que nosotros pudiéramos recibirla con toda reverencia y humildad, y para que no hubiese ninguna disputa en cuanto a su origen, puesto que Dios exhibió su brazo declarando ser el autor de ella.
Además, no es sin causa que las lenguas estuviesen partidas y fuesen de fuego. Porque sabemos cuán dividida estaba la raza humana en si misma, y también cuán separada de Dios. Y el proyecto que se hizo para construir la torre de Babel  fue la causa de que los hombres se volvieran bárbaros entre sí, de modo que ya no hubo comunicación alguna entre ellos. Por el contrario, aparentemente Dios los dispersó. ¿Cómo sería posible entonces que los apóstoles, habiendo estado siempre aislados, como personas necias e ignorantes, en aquel rincón de Judea, pudieran publicar el evangelio a todo el mundo a menos que Dios cumpliera lo que había prometido antes, es decir, que él sería conocido por todas las lenguas y por todas las naciones? Ciertamente, está escrito que todos hablarán la lengua hebrea a efectos de unirse en una auténtica fe, pero la verdad nos es declarada mejor cuando dice que todos los creyentes, cualquiera sea la región de la cual vengan, clamarán: "Abba, Padre," invocando a Dios a una voz aunque haya diversidad de lenguajes. Es así, entonces, cómo el Espíritu de Dios quiso exhibir su poder en estas lenguas, a efectos de que el nombre de Dios pudiera ser invocado por todos, y para que juntos pudiéramos ser hechos partícipes de este pacto de salvación, que pertenecía exclusivamente a los judíos hasta que el muro fue derrumbado. De esta manera vemos la maravillosa bondad de nuestro Dios al transformar el mal en bien. Porque cuando buscamos el por qué de la existencia de diferentes lenguajes en el mundo, tenemos que llegar a la conclusión de que se debe a una maldición de Dios. No obstante, aquí apareció su bondad y su paternal misericordia, cuando el mensaje de vida fue traído en todos los idiomas. Es así cómo Dios transformó el mal en bien. Tanto más debemos magnificar y bendecir su Santo Nombre, sabiendo que la diferencia de lenguajes no le impidió declarar en el mundo entero que él quería recibir a todos los que antes se habían apartado de él, y de reunirlos a todos, realmente en su seno, hasta que fuesen recibidos en la herencia del cielo.
Suficiente con esto. Pero no bastaría con que el evangelio fuese predicado, y que por este medio Dios fuese conocido por todo el mundo; además era necesario que esta doctrina tuviese más y más poder para tocar los corazones en lo más íntimo, y para llevar los hombres a la obediencia. Es por eso también que las lenguas aparecieron semejantes a fuego. Porque en primer lugar necesitamos ser purgados, puesto que solamente hay corrupción e inmundicia en nosotros. Si alguien escudriña todas nuestras emociones y deseos hallará que hay hediondez por doquier. Tenemos que ser hechos de nuevo,  y es preciso que Dios nos purgue de una manera extraña. Luego, por otra parte, somos extremadamente fríos. Consecuentemente necesitamos ser encendidos con el poder de Dios. En vez de estar totalmente envueltos en las cosas de la tierra, es necesario que él nos eleve, algo que él hace por medio de su palabra.
Ahora vemos, en resumen, cómo este relato nos sirve en el día de hoy. En primer lugar, a efectos de que podamos recibir la doctrina del evangelio como verdad cierta e infalible, ella es la marca de Dios y es sellada por su Espíritu Santo y es un excelente testigo de nuestra adopción. Es así, entonces, cómo somos conducidos a la obediencia, viendo cómo Dios ha aprobado su evangelio, tanto para tener la seguridad de que nuestra fe ya no vana, y que no estemos siempre dados a cambiar nuestras palabras y opiniones, sino que siempre andemos sin apartamos del buen camino hasta que hayamos terminado nuestra carrera. Es así cómo en el poder del Espíritu de Dios nuestra fe tendrá victoria sobre el mundo. Porque si fuera un asunto de limitarnos a la sabiduría de los hombres, ¿adónde pararíamos? Pero si por fundamento tenemos al Espíritu de Dios, esa es la forma en que nunca seremos sacudidos. No obstante, tenemos que pensar en nosotros mismos, a efectos de que Dios pueda hacernos hoy partícipes de lo que acabamos de declarar, es decir que le invoquemos a una voz (digo, aunque estemos separados por lenguas) y que luego seamos renovados por la doctrina que nos es predicada, de tal manera que sepamos que hace falta fuego para cambiamos, y para limpiar tanto nuestros sentidos, como nuestros espíritus y nuestros corazones de todas las corrupciones de este mundo. Porque si bien los elegidos de Dios son subyugados por medio del evangelio, no obstante, por otra parte vemos que los enemigos de la verdad se vuelven más orgullosos y más rebeldes, de manera que el mundo es puesto en combate, tal como la experiencia nos lo muestra hoy. Porque mientras no fue predicado el evangelio, el mundo entero estuvo sin cuidado y tranquilo. No había ni argumentos ni disputas. ¿Y por qué no? El diablo reinaba sin contradicción. Pero cuando nuestro Señor Jesucristo apareció con la pura doctrina del evangelio la guerra se acercó cada vez más. Y en el día de hoy vemos los combates entre los que son llamados cristianos. Tanto más debiéramos orar a Dios que nos haga experimentar por qué el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, y para que nos conceda la gracia de que con toda obediencia le rindamos testimonio de que fue con el propósito de reunirnos, donde anteriormente estábamos esparcidos, y para que podamos ser reunidos bajo nuestro Señor Jesucristo, a efectos de ser miembros de su cuerpo, y que él realmente sea nuestra cabeza.
Además, para triunfar en esto tenemos que orar a él para que nos dé una firmeza tal que ya haya solamente fuego, en lugar de la frialdad de nuestros corazones, que además, él pueda rehacemos de manera que nos despojemos de todas las corrupciones de nuestra naturaleza, para ser renovados de tal manera que seamos separados del mundo. Con frecuencia veremos cómo es que la palabra de Dios es un fuego; ciertamente, pero de otra clase, a efectos de consumir a todos los que contradicen; como lo expresa también el profeta Jeremías, mostrando que incluso para el pueblo de Israel vino de esa manera, que totalmente ellos eran como paja y rastrojo para ser quemados por la palabra de Dios, debido a su malicia y rebelión. Y en el día de hoy, ¿cuántos existen que son inexcusables puesto que combaten a Dios, como bestias enloquecidas, echando espumarajos por la boca, y quizá otras cosas, gente burlona y profana que desafía a Dios, que no atribuye ni autoridad ni honor a su Santa Palabra? Ahora es cierto que esa gente no declarará inútil o carente de poder la palabra de Dios, sino que tendrá que experimentarla como un fuego consumidor, para ser reducidos a cenizas y molidos completamente. Aprendamos entonces, por qué quiso Dios que su Espíritu Santo apareciera en lenguas de fuego. Fue así para que los creyentes pudieran saber que necesitaban ser tocados en lo más íntimo, en efecto, de tal manera que fuesen cambiados por Dios y renovados. Eso es, entonces, en resumen, lo que tenemos que recordar para aplicar adecuadamente este relato a nuestro uso.
Además notemos las dos partes principales de la fe, y luego reflexionemos en nosotros mismos para saber lo que seríamos si no fuera que Dios cuida de nosotros. La fe consiste primeramente en conocimiento o certeza, y luego de firmeza y constancia. Ahora bien, cuando Dios habla, nosotros somos sordos a lo que dice, porque ya estamos preocupados con este mundo, y toda la sabiduría contenida en el evangelio será necedad para nosotros hasta que Dios nos haya iluminado. En primer lugar entonces, Dios tiene que abrirnos el camino para que le conozcamos y para aferrarnos a esta verdad, de otra manera seremos sordos a su palabra, seremos estúpidos y sin entendimiento alguno. Suficiente con este primer punto. En cuanto al segundo, es necesario que perseveremos contra los ataques que Satanás origina contra nosotros, y contra tantos peleadores; por causa de ellos tenemos que estar armados y equipados. Ahora bien, ¿cómo hemos de estar bien armados en tanto Dios no nos extiende su mano? Para eso sólo el poder del Santo Espíritu puede ser suficiente. Entonces, cuando hayamos sido enseñados cien veces por el evangelio, puesto que somos volubles e inconstantes, pronto seremos apartados de ello, a menos que Dios nos confirme. Incluso en el día de hoy, habiendo tantos peligros y amenazas, los pobres creyentes no pueden abrir sus bocas para invocar a Dios, a menos que la muerte esté junto a ellos; no pueden hacer confesión de su fe a menos que se encienda un fuego para abolir toda memoria de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, habiendo semejante resistencia, y si aquellos que deberían mantener la fe cristiana están inflamados por Satanás para arruinarlo todo si les fuera posible, ¿acaso no es preciso entonces que Dios esté obrando aquí? Por eso hoy somos invitados por la experiencia y advertidos de nuestra necesidad de practicar lo que dice este relato; además, a invocar a Dios y a orar que, en vista de que él quiso dar testimonio cuando el evangelio vino al mundo, de que así como él estaba obrando allí por el poder de su Espíritu Santo así también lo experimentemos nosotros, cada uno en su lugar. Así como tenemos que estar persuadidos y convencidos de que la palabra que nos es predicada no procede de los hombres, así también es preciso que no sea interpretada por el talento de nadie, como lo demuestra San Pedro. Porque él conecta estos dos puntos: (1) Puesto que el Espíritu Santo de Dios ha hablado por medio de sus santos profetas y (2) también nosotros, por nuestra parte, queriendo entender lo que es declarado por su doctrina, debe apartar sus sentidos naturales, y abstenerse de traer aquí sus especulaciones diciendo: "Así me parece a mí; presumo que es así"; debemos, en cambio, venir con sobriedad y modestia pidiendo que Dios nos gobierne y que por su Espíritu Santo nos introduzca en el entendimiento de su palabra, cuyo autor es él. Suficiente entonces en cuanto a un punto.
Puesto que en el día de hoy vemos que el diablo ha rellenado al mundo con tantas sectas que ahora existen muchos herejes que no cesan de trastornar toda la pureza del evangelio y que incluso hay tantos que desprecian a Dios, y perros cebados que ya no tienen ni fe ni religión en ellos; tanto más necesitarnos presentarnos siempre a nuestro Dios para que él pueda iluminarnos por su verdad, y para que siempre podamos estar tan unidos a nuestro Señor Jesucristo que nada pueda separamos de él. Por otra parte que él nos dé un Espíritu de poder y de constancia hasta el fin; para que por muy animados que estén los enemigos de la verdad, no obstante, podamos persistir y que de esta manera Satanás pueda ser conquistado. Y no deberíamos preocuparnos solamente por nosotros, sino pensar también en otros. Actualmente es muy fácil para nosotros aquí hacer confesión de nuestra fe; nosotros no vemos los fuegos encendidos como los ven nuestros pobres hermanos, nosotros no experimentamos las tormentas que caen sobre sus cabezas;  pero ciertamente tenemos que estar unidos en un cuerpo. Porque, ¿por qué estamos reunidos sino es para tener verdadera hermandad juntos, puesto que Dios mediante su infinita bondad nos ha adoptado como hijos suyos, y diariamente testifica que quiere ser nuestro Padre? Entonces, es totalmente adecuado que nuestra solicitud se extienda a aquellos que realmente están en la trampa de lobos; que todos los días experimentan nuevos problemas; que nuestro sentimiento de piedad por ellos sea tal que oremos que Dios les ayude y que los fortalezca para las batallas, conforme a su necesidad; que Dios nunca permita que sigan turbados y aunque Satanás intente de todas partes arruinar su fe, que no obstante, ellos puedan persistir hasta el fin.  Incluso necesitamos ser amonestados de cómo son las cosas en el día de hoy; porque si alguna vez se preparó una persecución, es ahora;  existe especialmente un lugar donde la furia de los enemigos de Dios se encendió durante toda una semana, de manera que hubo más ocasión que nunca para que ejecuten sus crueldades contra pobres creyentes.  También se ve como estos tiranos miserables están poseídos por Satanás, y que la locura en ellos es tal que ya no hay ninguna esperanza de doblarlos de manera alguna. Ahora nuestros pobres hermanos están expuestos como presas, se los observa y se les escupe; y es evidente que los mayores preparativos se están haciendo con furia inimaginable, y crueldad, y que la obstinación de los hombres malvados contra Dios es mayor que nunca. Entonces hacemos bien nosotros, mientras Dios nos da tranquilidad, que pensemos cuidadosamente en esto, y que practiquemos este relato que estamos viendo, es decir, puesto que el Espíritu Santo descendió sobre aquellos que estaban unánimes, aprendamos nosotros a reunirnos, y aunque estemos lejos de las líneas de batalla, no obstante, estemos unidos a aquellos que luchan, y ayudémosles en el combate con nuestras oraciones, con la boca y el corazón; de manera que el Espíritu de Dios pueda estar a cargo de todo, y que él nos encienda con tal celo que seamos ardientes para invocar a nuestro Dios, en vez de ser demasiado fríos. En cuanto a nuestros hermanos que necesitan ser confirmados en semejantes ataques como los que tienen que soportar, quiera el buen Dios mostrarles que es él quien ha obrado en ellos y que él los guía y los gobierna.
Además todavía tenemos que considerar la palabra "consentimiento"  o unanimidad," para que nos guíen a la Cabeza, que es nuestro Señor Jesucristo. Porque se verá cómo es predicado hoy el evangelio; pero si se levanta un censo de los creyentes se hallará que el número de ellos es muy pequeño y que obviamente están esparcidos; porque escasamente hay algunos lugares donde es predicada la pura doctrina, e incluso, donde está la iglesia existen muchos que desprecian a Dios, gente disoluta y profana, que están allí para infectar a los que quedan si no fuera que Dios los preserva mediante su poder. Otros siempre seguirán siendo brutos. Actualmente hay tantos que en veinte o veinticinco años no han avanzado un solo paso en el conocimiento de Dios; su idea de la fe y su reverencia no es mayor que la de las bestias. Otros, a pesar de tener suficiente inteligencia, no obstante se desaniman y están totalmente dormidos, y ya no hace caso ni de Dios ni de su palabra, de manera que el número de ovejas y verdaderos coherederos es muy pequeño. Sin embargo, vemos cómo en toda Europa el diablo es muy popular, se reciben mentiras, trampas y engaños, y el mundo entero está tan embrujado que no hay forma de reducir el embrujo. Se ha visto que los hombres no solamente provocan a Dios y que blasfeman conscientemente contra él, sino que están tan encendidos por la locura, que aparentemente debieran bajar al sol del cielo para despojarlo de su resplandor. Entonces, vemos esto, que necesitamos consagrarnos a nuestra Cabeza, a nuestro Señor Jesucristo. ¿Con qué motivo se ve en todas partes del mundo semejante desprecio e impiedad, y tantas rebeliones y burlas, sino es para indicar que no a todos es dada la gracia de ser llevados debajo del soberano Pastor que nos fue dado por Dios su Padre? Sabemos que los que son guardados por él no perecerán jamás, tal como él lo ha dicho. De manera entonces, pongámonos de parte de nuestro Señor Jesucristo si para nuestra salvación queremos experimentar el beneficio y el cumplimiento de lo que aquí es narrado por San Lucas, es decir, que Dios no solamente pueda hablar a nuestros oídos, sino que su doctrina penetre nuestros corazones, que seamos encendidos, que seamos rehechos y renovados de tal manera que puedan ser dejadas las corrupciones de este mundo, y que, a medida que deseamos ser poseídos y reconocidos como pueblo suyo, seamos capaces de invocar en verdad a nuestro Dios en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a quien somos unidos a efectos de que él nos una en perfección a Dios su Padre.
Es por eso también que ahora está preparada esta santa mesa para nosotros. Porque, como ya lo he dicho, no podemos comunicar ninguna gracia del Espíritu Santo si no somos miembros de nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo podemos llegar a esa condición a menos que él mismo se presente a nosotros, viviendo con nosotros de tal manera que todo lo suyo nos pertenezca a nosotros, y disfrutemos los beneficios que le han sido dados en nombre nuestro? En el capítulo once de Isaías  dice que el Espíritu de Dios reposó sobre él, pero no porque tuviera necesidad alguna de él, ni para su uso privado; fue para provecho de todo su cuerpo, es decir, de toda la iglesia. De modo entonces, cuando ahora nos es ofrecida la cena, reconozcamos que nuestro Señor Jesús quiere que podamos hallar todo nuestro bien en él, por medio de su bondad él se acerca a nosotros. Es cierto que él no deja su gloria celestial, no necesita descender aquí abajo (como creen los papistas) para comunicarnos su cuerpo y su sangre, sino que, a pesar de estar lejos de él, no por eso deja de alimentarnos con su cuerpo y su sangre. Además, no dejaremos de estar unidos a él, en plena perfección, en efecto, tanto como sea necesario. Es por eso que lo llamo "perfección," aunque él venga poco a poco a nosotros. Porque si bien sea así, no dejaremos de ser unidos a él. En efecto, reconozcamos que él no quiso desilusionarnos declarando que él es nuestra Cabeza, y que nosotros somos sus miembros, y que, si nos dejamos gobernar por él experimentaremos que él será nuestro bien y nuestro guía seguro, y que el poder de su Espíritu Santo es infinito para sustentarnos. Entonces, en primer lugar, cuando vengamos a esta santa mesa reconozcamos que ella es un secreto que sobrepasa todos nuestros sentidos, y sin embargo, debemos dar lugar aquí a la fe. Sepamos que lo que no puede ser concebido por los hombres; es, no obstante, efectuado por la secreta e invisible gracia del Espíritu Santo; porque es así cómo somos hechos partícipes del cuerpo y de la sangre de Jesucristo.
Además, cuando él habita en nosotros y nosotros somos verdaderamente su cuerpo, no dudemos de que todo lo dicho en Isaías de los dones del Espíritu pertenecen y es apropiado por nosotros. Es cierto que no recibimos al Espíritu Santo en completa perfección, porque existe la medida del don como lo expresa San Pablo, y es preciso que creamos más y más. Y no es sin causa que nuestro Señor los distribuya así, en determinada porciones y grados; porque su fortaleza tiene que ser perfeccionada en nuestra debilidad, a efectos de que siempre dependamos de él, para que seamos solícitos en invocarle; y para que también seamos humillados reconociendo que aun se pueden hallar muchas faltas en nosotros. Así es entonces cómo hemos de saber que no es en vano que Jesucristo habita en nosotros, porque él nos dará testimonio por el hecho de que su Espíritu Santo exhibirá su poder para fortalecernos en él, para acercarnos a él, y para alejamos del mundo. En este pasaje de Isaías dice que el Espíritu de sabiduría reposó sobre él, para mostrar que solamente hay tinieblas en nosotros, que somos unos pobres ciegos, y que en la medida en que presumimos ser inteligentes y adiestrados, siempre pervertiremos y falsificaremos la verdad de Dios, hasta que él nos haya iluminado, y nos haya dado resplandor celestial, el cual no obtenemos ni por nacimiento ni por herencia. Luego dice que él también tiene el Espíritu del temor de Dios, porque nuestros deseos son otras tantas rebeliones contra la voluntad de Dios, hasta tanto sean reformados, incluso totalmente cambiados. Luego dice que de igual modo posee el Espíritu de poder, a efectos de que podamos reconocer nuestra debilidad, y que no podemos sino fracasar, a menos que seamos fortalecidos desde lo alto.  Entonces, experimentaremos todas estas cosas cuando vengamos para recibir el testimonio que nos es dado acá, y cuando estemos persuadidos de que así como los hombres mortales distribuyen el pan y el vino, así también obrará nuestro Señor Jesucristo, puesto que es hecho por medio de su autoridad y en su nombre, y que no es algo que los hombres hayan ideado en sus mentes, sino que Jesucristo es el autor. Ese es entonces, el propósito al cual debe ser aplicado este relato.
Además unámonos de tal manera debajo de nuestra cabeza, que adoremos a Dios con un corazón y con una boca, y que así seamos unidos. Porque no dice que los apóstoles hayan estado unidos unánimes con todo el mundo. Tenían a toda la ciudad de Jerusalén como enemigo, y sin embargo, no cesaron, aunque eran un número pequeño, aunque eran personas despreciadas, de persistir y dc estar allí unidos y reunidos bajo el signo de Dios en el Nombre de Jesucristo. Entonces, viendo que tantos perros cebados ladran contra nosotros, viendo que el diablo causa tantos problemas y en formas tan diversas, unámonos tanto más y en mayor firmeza, y que el lazo de nuestro cuerda sea irrompible, de manera que desafiemos a Satanás y a todos los suyos por este medio. Es cierto que en general debiéramos buscar la paz con todos sin excepción; deberíamos amar a aquellos que nos odian y persiguen, deberíamos desear su salvación, aunque no sean dignos de ella; pero de igual modo tenemos que ser sus enemigos, porque de lo contrario nos separaríamos de Jesucristo. Entonces, despreciemos al mundo entero, y reconozcamos incluso que tenemos que dejar nuestro yo para ser unido al Hijo de Dios, y que no somos malvados porque la furia de los incrédulos se levanta contra nosotros, si tratamos de estar de acuerdo entre nosotros y unidos en el nombre de Jesucristo. Seamos conscientes de que él reconoce nuestra unanimidad, aunque solamente seamos un puñado de personas, desafiemos osadamente a todo el mundo y a todos aquellos que son gobernados por Satanás y que se ha rebelado completamente contra Dios. Entonces, aunque en comparación con ellos no seamos nada, no dudemos que Dios nos reconoce, y que El habita en nuestro medio. En el tiempo descrito aquí por San Lucas, se ofrecían sacrificios en el templo, como lo hacían antes, y el sacerdote  investía gran dignidad; estaba allí en su pontificado. También existía el "orden común"  tan sofisticado que aparentemente Dios estaba comprometido con esa gente. Ahora bien, el Espíritu Santo estuvo solamente sobre una casa, en efecto, sobre una habitación donde estaban reunidos los discípulos, como pobre gente atemorizada temblorosos como pobres corderos, viéndose rodeados por lobos. Ciertamente, parecía que la condición de esa gente era miserable; sin embargo allí el Espíritu Santo apareció a esta pequeña compañía. Así es entonces, en E día de hoy, aunque seamos despreciados por el mundo, y si bien no somos un gran multitud, no dudemos de que el Hijo de Dios exhibe el poder de su Espíritu Santo sobre nosotros, que él nos hace experimentar sus dones conforme a nuestra necesidad; y contentémonos con este inestimable beneficio, para que de ninguna manera tengamos envidia de la prosperidad de hombres malvados y enemigos di Dios; que no nos hará daño el ser rechazados por el mundo, y ser considerados miembros contaminados; que todo ello nos dé lo mismo, por medio de esto seguimos unidos, en efecto, en esta unión que tenemos por medio del evangelio, y por medio de Jesucristo, quien es la fuente de todo beneficio, y de la vida y que tiene en sí mismo toda perfección de gozo.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.

***