Una Harmonía  Sobre los Evangelios
de Mateo, Marcos, y Lucas

Por Juan Calvino

Índice
LA EPÍSTOLA DEDICATORIA DEL AUTOR
EL ARGUMENTO
LUCAS 1:1-4
LUCAS 1:5-13
LUCAS 1:14-17
LUCAS 1:18-20
LUCAS 1:21-25
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La

EPÍSTOLA DEDICATORIA DEL AUTOR

a

Los muy nobles e ilustres Señores,

LOS ALCALDES Y EL CONCEJO

DE LA NOBLE CIUDAD DE FRÁNCFORT

JUAN CALVINO


Si ejemplos virtuosos tuvieran que alguna vez ser necesarios para ser imitados, en orden de estimular a las personas perezosas, lentas e inactivas, la pereza y – lo que es más – la indiferencia  de esta muy corrupta era lo hacen necesario para que la mayor parte de los hombres que no avanzan por su propia cuenta sino que retroceden, deban al menos ser obligados por su vergüenza a cumplir con su responsabilidad. Todos, ciertamente, son vistos para ser influenciados, tanto en público como en privado por una vergonzosa emulación. No hay rey que no trabaje para mostrar que es igual a sus vecinos en la dirección, perseverancia, energía o coraje necesario, para extender por cualquier método posible los límites de su dominio. No hay estado o unión de pueblos que no ceda la preferencia a otros por astucia y por todas las artes del engaño, ni existe un individuo entre las filas de los ambiciosos que no agradecezca su inferioridad a otros en perversas estratagemas. En resumen, casi diríamos que ellos han entrado en una silenciosa pero mutua conspiración para desafiarse uno al otro a un concurso de vicios y cada hombre que carga maldad hasta el extremo fácilmente arruina a una vasta multitud con su ejemplo, de modo que, en medio de una general prevalencia de crímenes, muy pocas personas son encontradas para exhibir un patrón de rectitud.

Por estas razones, creo que es más ventajoso que aquellas inusuales excelencias, por quienes eminentes personas son distinguidas, deberían recibir los elogios que merecen y ser levantadas a una elevada posición de tal forma que sean vistas a una gran distancia que despierte en muchos corazones el deseo de imitarlas. Y esto reconozco, muy honorables Señores, es la principal razón del por qué estoy deseoso de que este trabajo mío, deba ser dado al mundo bajo la sanción de vuestro nombre. Para que mi empresa sea considerada por mí como la obtención de un distinguido premio, si vuestra disposición a hacer el bien derivaran de ella un aumento, aunque no he tenido nada más particular en mi ojo que el otro objetivo que he mencionado anteriormente, a saber, que otros  puedan igualar vuestro progreso o al menos puedan seguir el mismo curso.

No tengo ninguna intención, sin embargo, para enmarcar un catálogo de todas las excelencias por las cuales vosotros sois distinguidos, satisfará a mi por el presente con mencionar, en términos de elogios, una excelencia que ha unido a vosotros a mí mismo y a un gran número de siervos de Cristo por lo que puede llamarse un vínculo más sagrado. Fue un gran asunto que, más de cinco años atrás, cuando todos fueron sorprendidos por una horrorosa alarma, cuando una espantosa devastación de las iglesias de Alemania y casi una destrucción del Evangelio, fue amenazado por la calamidad que había ocurrido, vosotros, en quienes la primera lluvia de dardos cayó, permanecisteis firmen en una abierta profesión  a la fe que era en aquel tiempo extremadamente odiosa y constantemente mantuvisteis la doctrina pura del evangelio que vosotros habíais abrazado, hasta hacer evidente que en medio de los más grandes peligros y de las más grandes ansiedades, no hay nada que  vosotros valoréis más alto que batallar bajo el estandarte de Cristo. No obstante, es aún más notable y más digno de ser puesto en la historia que vosotros no solo mantuvisteis la pura adoración a Dios entre vosotros mismos y fielmente os esforzasteis para mantener a vuestros conciudadanos dentro del redil de Cristo, sino que recogisteis como miembros desgarrados aquellos fragmentos de una iglesia dispersada que había sido expulsada hacia otros países.

En el presente estado melancólico de los asuntos, me ha dado no pequeña consolación saber que devotos adoradores de Dios, quienes habían venido a vosotros como exiliados de Inglaterra y de otras partes, fueron recibidos por vosotros con calurosa hospitalidad y que no solo vosotros les abristeis vuestras puertas en su desgraciado exilio sino que rendisteis merecido honor al Hijo de Dios haciendo que su Evangelio sea claramente oído en vuestra ciudad en idiomas extranjeros. Un caso similar de distinguida amabilidad fue recientemente mostrado a los infelices nativos de Locarno por el Concejo de Zúrich, quienes no solo abrieron la ciudad para ellos (Cuando a ellos no se les permitió adorar a Cristo en casa de acuerdo con sus conciencias) sino que asignándoles una iglesia para llevar a cabo sus servicios religiosos no fueron prevenidos por la diversidad de idiomas del deseo de oír a Cristo hablar en italiano en su propia ciudad.

Regresando a vosotros: Tan pronto como oí que habías tenido la amabilidad de permitir a las personas quienes hablan nuestro idioma encontrar una iglesia entre vosotros, consideré que me habías puesto bajo obligaciones privadas y resolví tomar esta oportunidad para testificar mi gratitud. Por lo tanto, existe una buena razón para deplorar el estado de nuestra nación a ser tal que la sacrílega tiranía del Papismo ha hecho residencia en nuestro propio país para ser poco más que un destierro del reino de Dios, por lo que de otra manera, es un distinguido favor tener una vivienda garantizada para nosotros en un suelo extranjero, donde la legal adoración a Dios puede ser practicada. Esta verdadera hospitalidad sagrada – que fue rendida no a hombre sino totalmente a Cristo mismo – será, confío, añadida a vuestra ya próspera condición de nuevos actos de la divina amabilidad, asegurando a vosotros en ininterrumpida sucesión.

Por mi propia parte, al menos como recién he declarado ahora, tales fueron mis estímulos para dedicar a vosotros este trabajo mío. Se trata de una Armonía organizada de los Tres Evangelistas y que ha sido bien preparada por mí con la más grande fidelidad y diligencia. Qué esfuerzo he dedicado a esta obra no serviría de propósito detallar, y qué tal lejos he sido exitoso debe ser dejado a otros para decidir. Los lectores a quienes me refiero son aquellas personas honestas, instruidas y bien dispuestas, cuyo deseo de hacer progreso no es retrasado por una vergüenza bárbara de recibir instrucción y que sienten un interés por la ventaja pública. No me preocupo de los  malos y perversos canallas, a los que llamo no solamente monjes encapuchados, que en defensa de la tiranía del Papa, continúan una guerra abierta con nosotros, sino esos zánganos inútiles quienes mezclándose con nosotros hacen mano de cada pretensión para ocultar su ignorancia y desearían tener toda la luz de la doctrina completamente apagada. Permítanles ladrarme impúdicamente tanto como a ellos les plazca: mi respuesta estará siempre lista. Ni obligación divina ni humana me somete al juicio de aquellos que merecen el azote por su más desgraciada ignorancia, tanto como ellos merecen el látigo por su obstinada y endurecida malicia e insolencia.

Se me permite decir al menos, sin la imputación de la jactancia, que he intentado fielmente estar al servicio de la Iglesia de Dios.  Hace dos años, Juan fue publicado junto con mi Comentario, que, confío no fue sin ventaja. Y así como uno de los heraldos, me he esforzado hasta el límite de lo que mi habilidad me permite  para hacer honor a Cristo montando magníficamente en su carroza real tirada por cuatro caballos y sentir asegurado que los sinceros lectores que han encontrado ventaja de mis labores, no estarán avergonzados de agradecer que el éxito que tiene, en cierta medida, correspondió a mi deseo. La historia evangélica relacionada por cuatro testigos divinamente nombrados es justamente comparada por mí a una carroza jalonada por cuatro caballos: por la adecuada y sola armonía Dios parece haber expresamente preparado para su Hijo una carroza triunfal desde la cual el pueda hacer un magnífico despliegue a todo el cuerpo de creyentes y que con rápido progreso, él pueda revisar el mundo. Agustín también hace una conveniente comparación de los Cuatro Evangelistas con trompetas, el sonido de la que llena todas las regiones del mundo, para que la Iglesia, reunida desde el Este al Oeste y del Sur al Norte, desemboque en una unión santa de la fe. Tanto  más intolerable es la curiosidad de aquellos que, no satisfechos con los heraldos celestiales, imponen sobre nosotros, bajo el nombre de un evangelio, cuentos repugnantes, que no sirven a ningún otro propósito más que contaminar la pureza de la fe, y exponer el nombre de Cristo a la burla y el desprecio de los impíos.

Con respecto a vosotros, más nobles Señores, así como detestáis cada clase de levadura por la cual la pureza nativa del evangelio es corrompida y muestra que no tenéis nada más en el corazón sino defender y mantener la doctrina pura como fuera entregada por Cristo, yo siento asegurado que esta producción, que abre el tesoro del Evangelio, recibirá la más calurosa aprobación y confianza a mi dedicación de ella a vosotros será aceptada como marca de mi regalo. Despedida más ilustres Señores. Pueda Cristo siempre dirigiros por su Espíritu, apoyándoos por su poder y defendiéndoos por su protección y enriqueciendo vuestra ciudad y comunidad de pueblos con toda la abundancia de sus bendiciones.

Ginebra, Agosto 1. MDLV.



EL ARGUMENTO

DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO
DE ACUERDO CON MATEO, MARCOS Y LUCAS

Con el objeto de leer con provecho la historia Evangélica, es de gran importancia entender el significado de la palabra Evangelio. De esta manera, estaremos habilitados para conocer el diseño que aquellos divinos testigos tuvieron al escribir y a qué se refería el objeto de los eventos relatados por ellos. Que sus historias no recibieron el nombre de evangelio de otras personas, sino que éste fue determinado por los autores se desprende de Marcos, quien expresamente dice (1:1) que él relata el principio del Evangelio de Jesucristo.

Hay un pasaje en los escritos de Pablo del que sobre todos los demás puede ser obtenida una clara y cierta definición de la palabra Evangelio. En este pasaje él nos dice que...
Fue prometido por Dios en las Escrituras por medio de los profetas, concerniente a su Hijo Jesucristo nuestro Señor, quien fue hecho de la simiente de David según la carne y declarado ser el Hijo de Dios con poder, de acuerdo con el Espíritu de santificación por la resurrección de los muertos. (Romanos 1: 2-4).

Primero este pasaje muestra que el Evangelio es un testimonio de la salvación revelada que había antiguamente sido prometida a los Padres en una ininterrumpida sucesión de eras. Señala al mismo tiempo una distinción entre las promesas que mantuvieron la esperanza de las personas en suspenso y la alegría del mensaje por el cual Dios declara que él ha cumplido aquellas cosas que había anteriormente pedido a ellos esperar1 . De la misma manera, el apóstol afirma un poco después que en el Evangelio la justicia de Dios es abiertamente manifestada y que fue atestiguada por la Ley y los Profetas. (Romanos 3:21). El mismo apóstol lo llama en otro pasaje, una Embajada por la cual la reconciliación del mundo a Dios es ofrecida diariamente a los hombres, una vez lograda por la muerte de Cristo. (2 Corintios 5:20).

Segundo, Pablo no quiere decir solamente que Cristo es la promesa de las bendiciones que Dios había alguna vez prometido, sino que en él tenemos una completa y plena exhibición de las promesas, como él mismo declara en otra parte: Que las promesas de Dios en él son en el sí y en el amén. (2 Corintios 1:20). Y en efecto, la libre adopción otorgada, por la cual somos hechos hijos de Dios, que procede del buen beneplácito que el Padre tuvo desde la eternidad, ha sido revelada a nosotros en este sentido, que Cristo (quien es el único hijo de Dios por naturaleza) se ha vestido a sí mismo con nuestra carne y nos ha convertido en sus hermanos. Esa satisfacción por la que los pecados son borrados para que no estemos más bajo la condenación de la muerte no es encontrada en ningún otro lugar sino en el sacrificio de su muerte. La Justicia, salvación y perfecta felicidad son encontradas en su resurrección.

Por lo tanto, el Evangelio es una exhibición pública del Hijo de Dios manifestado en la carne (1 Timoteo 3:16) para entregar a un mundo arruinado y restaurar a los hombre de la muerte a la vida. Es justamente llamado un mensaje bueno y alegre, que contiene perfecta felicidad. Su objetivo es comenzar el reinado de Dios y por lo tanto de nuestra liberación de la corrupción de la carne y de nuestra renovación por el Espíritu para conducirnos a la gloria celestial. Por esta razón es comúnmente llamado el reino de los cielos, y la restauración a una vida bendita que es traída a nosotros por Cristo es algunas veces llamada el reino de Dios, como cuando Marcos dice que José esperaba por el reino de Dios (Marcos 15:43) sin lugar a dudas, él se refiere a la llegada del Mesías.

En consecuencia, es evidente que la palabra Evangelio se aplica apropiadamente al Nuevo Testamento y que aquellos escritores que dicen que era común a todas las épocas y que suponen que los Profetas igualmente con los Apóstoles fueron ministros del Evangelio son imputables con una falta de precisión. Completamente diferente es la cuenta que Cristo nos da, cuando nos dice que la ley y los profetas fueron hasta Juan y que desde entonces el reino de Dios comenzó a ser predicado. (Lucas 16:16).

Marcos también como mencionamos en un renglón atrás, declara que la predicación de Juan fue el principio del Evangelio (Juan 1:1) Otra vez las cuatro historias que relatan cómo Cristo descargó su oficio de Mediador, tienen con gran recibida propiedad esta designación. Como el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo contienen el todo de nuestra salvación y son por lo tanto la materia peculiar del Evangelio, el nombre de Evangelistas es justamente y apropiadamente aplicado a aquellos que  ubican ante nuestros ojos a Cristo quien ha sido enviado por el Padre, que nuestra fe puede aceptar ser el Autor de una vida bendita.

El poder y resultados de su venida son aún más expresados en otros libros del Nuevo Testamento. Incluso en este asunto Juan difiere ampliamente de los otros tres Evangelistas: él está casi completamente ocupado en explicar el poder de Cristo y las ventajas que derivamos de él; mientras que los otros evangelistas insisten más en el punto que nuestro Cristo es ese Hijo de Dios que había sido prometido para ser el Redentor del mundo. Ellos entrelazan, sin duda, la doctrina que relata el oficio de Cristo y nos informan lo que es la naturaleza de su gracia y para cual propósito él ha sido dado a nosotros, no obstante ellos se esfuerzan principalmente, como ya lo he dicho, en demostrar que en la persona de Jesucristo ha sido cumplido lo que Dios había prometido desde el principio. Los evangelistas no tenían la intención o interés en abolir por sus escritos la ley y los profetas, como algunos fanáticos sueñan, que el Antiguo Testamento es superfluo, ahora que la verdad de la sabiduría celestial ha sido revelada a nosotros por Cristo y sus apóstoles. Por el contrario, los evangelistas señalan con el dedo a Cristo y nos exhortan a buscar todo lo que se le atribuye a él por la ley y los profetas. El completo beneficio y provecho por lo tanto, a ser derivado de la lectura del Evangelio será solamente obtenido cuando aprendamos a conectarlo con las promesas antiguas.

Con respecto a los tres escritores de la historia Evangélica, a los que me comprometo exponer, Mateo es suficientemente conocido, Marcos es generalmente supuesto haber sido el discípulo y amigo privado de Pedro. Es incluso creído que él escribió el Evangelio  como si Pedro se lo hubiera dictado y que meramente Marcos se desempeñó como un amanuense o escriba. Pero en este asunto no necesitamos darnos mucho problema porque es de poca importancia para nosotros, siempre y cuando creamos que él estaba  adecuadamente preparado y divinamente designado como testigo, que no tenía dedicación a escribir pero que el Espíritu Santo le dirigió y guió su pluma. No hay campo cualquiera que sea la declaración de Jerónimo a que su Evangelio es un resumen del Evangelio de Mateo. Marcos no se adhiere en todas sus partes a la orden de que Mateo observó y desde el principio maneja los temas en una forma diferente. Algunas cosas también son relatadas por él que el otro había omitido y su narración del mismo evento es algunas veces más detallada. Es más probable en mi opinión – y la naturaleza del caso respalda la conjetura – que Marcos no había visto el libro de Mateo cuando escribió su propio libro; hasta el momento desde él haber pretendido expresamente hacer un compendio.

Tengo la misma observación para hacer respecto a Lucas: no diremos que la diversidad que percibimos en los tres Evangelistas fue el objeto de expresar un acuerdo, sino que ellos intentaron dar una narración honesta de lo que ellos sabían era cierto e indubitable, cada uno siguió el método que cada uno estipuló mejor. Ahora, como esto no pasó por azar sino por la dirección de la Divina Providencia, bajo esta diversidad en la manera de escribir el Espíritu Santo sugirió a ellos una armonía asombrosa que sería casi suficiente para asegurarles el crédito, si no hubiere alguna otra o más fuerte evidencia para respaldar su autoridad.

Lucas acierta con suficiente claridad que él es la persona que asistió a Pablo. Por  eso es una declaración infantil la que Eusebio hace, que Pablo es el Autor del Evangelio que tiene el nombre de Lucas porque en un pasaje él menciona su evangelio (2 Timoteo 2:8) como si lo que sigue no hiciera claro que Pablo está hablando de su predicación y no de un libro en particular: por lo cual añade: por lo cual sufro penalidades, incluso cadenas (2 Timoteo 2:9)  Ahora es cierto que él no había sido sindicado de haber escrito un libro sino de haber administrado y predicado con viva voz la doctrina de Cristo. Eusebio cuya industria fue grande, descubre aquí una falta singular de juicio en coleccionar sin discriminación tales absurdos. Sobre este asunto he considerado necesario advertir a mis lectores que ellos no deberían estar escandalizados por tantas idioteces de la misma descripción que ocurre en cada parta de su historia.

Del método de interpretación que he escogido y que muchas personas a primera vista podrían no aprobar, será apropiado dar alguna información para la satisfacción de los lectores píos y honestos. Primero, es lejos de toda disputa, que es imposible exponer en una manera satisfactoria y adecuada cualquiera de los Evangelistas sin comparar los con los otros dos y por consiguiente, los fieles y estudiosos comentaristas dedican una gran porción de su labor en la reconciliación de la narración de los tres Evangelistas. Pero como frecuentemente ocurre que las personas de habilidades comunes no encuentran la comparación como un asunto fácil cuando es necesario dar cada giro del uno al otro, pensé que podría probar un conveniente y útil resumen de sus trabajos, si tuviera que organizar las tres historias en una cadena ininterrumpida o en un dibujo sencillo, en que el lector pueda percibir a simple vista la semejanza y la diversidad que existe. De esta forma no dejaré nada que haya sido escrito por cualquiera de los tres Evangelistas; y cualquier cosa que se pueda encontrar de ellos será recogida dentro de un solo lugar.

Sea o no, he tenido éxito de acuerdo con mis expectativas, el lector deberá decidir por su propia experiencia.  Hasta el momento de reclamar alabanza por haber traído algo nuevo, reconozco de buena gana, como llega a ser de un hombre honesto, que he adoptado este método en imitación de otros. Bucero, un hombre de respetada memoria y un eminente profesor de la Iglesia de Dios quien sobre todos los otros, me parece a mí  han trabajado satisfactoriamente en este campo, ha sido especialmente mi modelo. Así como él se valió del trabajo de los antiguos que habían recorrido este camino antes que él, mis esfuerzos han sido no un pequeño alivio por su industria y aplicación. Donde usé la libertad de diferir de él (que he hecho libremente cada vez que fue necesario) El mismo Bucero, si fuera aún un habitante de la tierra, no estaría decepcionado.




COMENTARIO EN

ARMONÍA DE LOS EVANGELIOS


Lucas 1:1-4
1.  Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, 2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, 3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

Lucas es el único de los evangelistas que hace un prefacio al Evangelio con el propósito de explicar brevemente el motivo por el cual él se ha motivado a escribir.

Al dirigirse a una sola persona, Lucas parece haber actuado estúpidamente ya que pudo haber hecho sonar la trompeta fuertemente como era su deber al invitar a todos los hombres a creer. Parece por tanto inútil que una doctrina que no pertenece peculiarmente a una persona u otra, pero que es común a todos, haya sido enviada en privado a su amigo Teófilo. Por esta razón algunos han pensado que Teófilo (Theophilus) es un nombre apelativo y que es aplicado a todas las personas piadosas en razón de su amor a Dios, pero el epíteto que está unido es inconsistente con esa opinión. Ahora bien, no existe razón para temer por la irracionalidad que los condujo a adoptar tal postura, ya que no es menos cierto que la doctrina de Pablo aunque pertenece a todos, sus epístolas fueron dirigidas a ciertas ciudades y otras a ciertos hombres. No obstante, si hacemos una pausa para examinar los tiempos en los que vivió Lucas, deberemos reconocer que la decisión que él tomó fue sabia y prudente. Habían tiranos por todas partes que por terror y opresión fueron preparados para obstruir el progreso de la enseñanza de la verdad. Esto dio ocasión a Satanás y sus ministros para que extendieran  por doquier las nubes del error mediante las cuales, la verdadera luz sería oscurecida. Ahora, como la gran mayoría de los hombres no cuidaban mucho la preservación de la pureza del Evangelio y pocos consideraban atentamente las maquinaciones de Satán o la cantidad de peligros que acechaban bajo disfraces, cada uno de los que excedió a los otros por una fe excepcional o por dones extraordinarios del Espíritu era el más ampliamente destinado para hacer su más grandioso esfuerzo, con cuidado y empeño, para preservar la doctrina de la santidad, pura e incontaminada de la corrupción. Tales personas fueron escogidas por Dios para ser sagrados guardianes de la ley, por quienes la divina doctrina encomendada a ellos debería ser entregada a su posteridad. Con este punto de vista entonces, Lucas dedica su Evangelio a Teófilo (Theophilus) para que fielmente llevara la preservación del evangelio, con la misma confianza que Pablo deposita y encomienda a Timoteo. (2 Timoteo 1:14)

1 – 2. Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas. Lucas asigna una razón para escribir, uno podría pensar, que debió más bien haber sido lo que le disuadió a escribir. Componer una historia que ya había sido empleada por muchos autores era una labor innecesaria, al menos si ellos hubieran cumplido fielmente su responsabilidad. Sin embargo Lucas no presenta ninguna insinuación de acusación, de decepción, o descuido o alguna otra falta en el más leve de los grados. Parece más bien como si Lucas estuviera expresando una resolución de hacer lo que ya realmente había sido hecho. A esto respondo que aunque el trata gentilmente a aquellos que previamente habían escrito, él no aprueba completamente sus labores. Lucas no dice expresamente que ellos habían escrito sobre asuntos de los cuales ellos no tenían el suficiente conocimiento sino que al poner la demanda de certeza sobre los hechos, el modestamente  les niega su título a la completa e inamovible confiabilidad. Puede ser objetado que, si ellos hicieron falsas declaraciones, debieron haber sido censurados severamente ante lo cual respondo que quizás sus faltas fueron leves mas debido a su precipitado entusiasmo que a su malicia y consecuentemente, no era necesario atacarlos ferozmente. Ciertamente hay razones para creer que estos fueron más que embriones históricos que aunque no eran peligrosos comparativamente en ese tiempo, más tarde si hubieran sido causantes de serios daños a la fe si no hubieran sido contrarrestados. Pero es digno de resaltar los admirables propósitos de Dios al llamar a Lucas para que aplicara un remedio a los escritos superfluos, en vista de obtener por consentimiento universal el rechazo de los demás y así asegurar el crédito indiviso a aquellos textos que reflejarían la resplandeciente luz de Su santidad y Su majestad. No hay excusa para los hombres andar distribuyendo como buhoneros por todo el mundo fábulas podridas apodadas trabajos “de Nicodemo” o similares.

...que entre nosotros han sido ciertísimas. El participio πεπληροφορημένα que Lucas emplea denota cosas completamente acertadas y que no admiten dudas. El antiguo traductor ha caído repetidamente en errores sobre esta palabra y por la ignorancia nos ha dado un sentido corrupto a algunos pasajes muy hermosos. Uno de estos ocurre en los escritos de Pablo, donde el encarga a cada hombre estar plenamente persuadido en su propia mente (Romanos 14:5) para que la conciencia no dude ni vacile, ni divague de un lado a otro (Efesios 4:14) por una dudosa opinión. De aquí tenemos la palabra derivada πληροφορία, que erróneamente ha sido traducida plenitud, ya que es esa firme garantía o convicción de fe en la que piadosas mentes pueden descansar con seguridad. Hay aún, como he indicado, un implícito contraste: cuando Lucas clama para sí mismo la autoridad de un testigo fiel, destruye el crédito de otros que dieron declaraciones contrarias.

Entre nosotros  tiene el mismo significado que con nosotros . Puede parecer que la confianza en las historias humanas no está bien fundada a no ser que descanse en la Palabra de Dios mismo. Ciertamente la plena seguridad πληροφορία de la fe es otorgada por el sello del Espíritu. (1 Tesalonicenses 1:5, Hebreos 10:22). A esto digo que si la Palabra de Dios no se mantiene en primer lugar, la fe no estará satisfecha con ningún testimonio humano, pero donde la confirmación interior del Espíritu ya ha tomado lugar, permite cierto conocimiento histórico de los hechos. Por conocimiento histórico quiero decir el conocimiento que obtenemos respecto a los eventos, ya sea por nuestra propia observación o por la declaración de otros. Con el manifiesto trabajo de Dios, es ecuánime escuchar a testigos presenciales como descansar en nuestra experiencia. Además, Lucas no está lidiando con autores privados, sino con ministros de la Palabra. A éstos Lucas les da una distinción que los ubica sobre todo rango de autoridad humana, el indica que todos aquellos que le dieron testimonio del Evangelio habían sido divinamente encomendados con el rol de predicarlo. De ahí que la seguridad a la cual Lucas hace referencia más tarde, a menos que provenga de Dios, será disturbada.  Es de gran peso el que Lucas denomine a aquellos de los que recibió el evangelio, ministros de la Palabra. Los fieles puede inferir de esto que ellos son, como los abogados dicen, testigos más allá de toda excepción, cuyo testimonio no puede ser abrogado.

Erasmo, quien prestó de Virgilio una frase que usó en su versión y que reconoció que tenía algo que ver, no consideró suficientemente la estimación del peso del llamado de Dios. Lucas no habla en un estilo profano sino que nos ordena en la persona de su amigo Teófilo a mantener en vista el mandamiento de Cristo y a oír con reverencia al Hijo de Dios hablando por medio de sus apóstoles. Es impresionante que aunque les confirma el haber sido testigos presenciales, al llamarlos ministros los toma de entre los hombres ordinarios y los pone en una posición superior, para que nuestra fe pueda tener su suporte en los cielos y no en la tierra. Considerándolo todo, lo que Lucas nos quiere decir es que ya que ahora habían conocido oralmente, se debía hacer una transcripción cuidadosa de todo y descansar aseguradamente en la doctrina que se había recibido.     Es evidente que Dios ha usado cada método para prevenir por todos los medios que nuestra fe sea movida o suspendida en la duda por las ideas vagantes de los hombres. No hay espacio para excusar la ingratitud de este mundo que deliberadamente busca aquellos reportes vagos y sin fundamento: Este plan insulta la divinidad de Dios. Pero sostengamos el brillante criterio  que el Señor ha puesto en nuestro medio, que la imbécil credibilidad no puede ser insinuada bajo el nombre de la fe. Mientras tanto, permitamos que el mundo sea seducido, como se lo merece, por la carnada engañosa de la estúpida curiosidad e incluso que se rinda voluntariamente a las ilusiones de Satán.

3 – 4.  Después de haber investigado con diligencia todas las cosas. La antigua traducción es como sigue: “Después de haber seguido todas las cosas en su curso.” El verbo griego  παρακολουθεῖν es tomado metafóricamente de aquellos que siguen las huellas o pisadas de otros y que nada se les escapa. Por tanto lo que Lucas intenta expresar es que su trabajo investigativo fue tan meticuloso en la misma medida que Demóstenes emplea la misma palabra al referirse a la examinación de una embajada, que él acusa. El alardea de su diligencia al haber sido tal que logró percibir cada elemento como si el mismo hubiera sido un espectador.
1 “Ce qu’il avoit auparavant commande a tous fideles d’attendre et esperer;”

Lucas 1:5-13
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. 7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. 8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, 9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. 10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. 11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. 12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. 13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.

Tal como una persona que va a hablar sobre la luz del día comenzaría con el alba, Lucas comienza apropiadamente su Evangelio con Juan el Bautista, pues, como el alba, Juan el Bautista fue antes del Sol de Justicia que estaba por aparecer pronto. Los otros evangelios también mencionan a Juan el Bautista, pero ellos solo brindan información que se ubica en el tiempo en que Juan está fungiendo en su ministerio. Lucas asegura nuestro respeto hacia Juan, al anunciar los milagros del poder divino que habían tomado lugar desde mucho tiempo antes de su natividad y al mostrar que Juan había recibido una comisión desde el cielo para ser un profeta, mucho antes que fuera posible para los hombres conocer lo que llegaría a ser. Con esto, Lucas tenía como objetivo que Juan pudiera ser oído más adelante con una profunda veneración, cuando saliera a desarrollar su profesión pública de exhibir la gloria de Cristo.

5.En los días de Herodes.  Este fue el hijo de Antípatro, quien fue traído al trono por su padre y a quién, mucho tiempo después, por haber trabajado con asiduidad y empeño por avanzar, le fue atribuido el nombre de Herodes el grande. Algunos piensan que él es mencionado por Lucas porque Herodes fue el primer rey extranjero que los judíos tuvieron, lo cual indicaba que el tiempo de redención había llegado pues el trono había pasado a otra diferente nación. Pero los que hablan de esta manera no entienden la profecía de Jacob (Génesis 49:10) en la cual el advenimiento del Mesías estaba prometido no meramente después de que la autoridad real hubiese sido tomada de entre los Judíos sino después que hubiese sido removida de la tribu de Judá. El santo patriarca ni siquiera pensó que Judá tuviera que perder su liderazgo antes que Cristo apareciera, sino que estimó que el gobierno del pueblo se encontraría estable en la tribu hasta Cristo y finalmente en Su persona para siempre. Incluso, cuando los Macabeos florecieron, la tribu de Judá se redujo casi a un rango privado, y poco después, Juan, el último líder de esa línea, fue asesinado. Pero aún en ese momento, su poder no fue aniquilado por completo, porque todavía quedaba el Sanedrín o Consejo seleccionado de la familia y descendientes de David, que poseía una gran autoridad la cual duró hasta el tiempo de Herodes, quien por una masacre terrible de los jueces, vengó el castigo anteriormente infligido a sí mismo, cuando fue condenado por asesinato, y obligado a someterse a un exilio voluntario, con el fin de escapar de la pena capital. No es entonces por el hecho de que Herodes reinara como extranjero que él hubiera roto el cetro de la tribu de Judá (Génesis 49:10) sino que más bien fue por el acto de arrebatar en robo a plena luz del día la poca dignidad que le quedaba a la tribu de Judá. Esta ruptura no es inconsistente con la profecía de Jacob aun cuando la dignidad del trono había colapsado muchos años atrás y su prestigio se había derrumbado lentamente. Porque Dios había prometido dos cosas aparentemente contradictorias: Que el trono de David sería eterno (Salmo 89:29,36) y que después que el imperio hubiera sido destruido Él lo levantaría de las ruinas (Amós 9:11) y que la influencia de su poder real sería eternal y aún, que una rama del tronco de Isaí retoñaría. (Isaías 11:1). Ambas cosas deben ser cumplidas.

Esa supremacía, por consiguiente, de la que Dios había otorgado a la tribu de Judá fue destruida por un tiempo, para que la atención de la gente pudiera estar con mucha más fuerza en dirección a la expectación del reino de Cristo. Luego, cuando la destrucción del Sanedrín parecía haber cortado la esperanza de los creyentes, el Señor de repente resplandeció sobre ellos. Ahora bien, es parte de la historia denotar el nombre del rey, pues esto pertenece a la secuencia histórica de señalar los tiempos, sin embargo, esto se hizo no solo para satisfacer los hechos históricos sino para recordar el miserable estado de aquellos tiempos para que así los judíos pudieran darse cuenta que ahora ellos debían poner sus ojos en dirección del Mesías, si en verdad ellos esperaban con buena fe el pacto de Dios.

Un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Nosotros aprendemos de la historia sagrada (1 Crónicas 24:3,31) que las familias de los sacerdotes fueron organizadas por David en ciertas clases. En este asunto David no intentó algo contrario a lo que la ley ordenaba. Dios había conferido el sacerdocio a Aarón y sus hijos (Éxodo 28:1) y a los otros levitas les fueron asignados oficios inferiores. (Números 3:9). David no cambió nada respecto a este tema, no obstante, David hizo un plan en parte para prevenir el apiñamiento y que nada se hiciera en tumulto y desorden y en parte para anticiparse a la ambición y al mismo tiempo arreglar que el poder no estuviera en pocas personas al tomar todo el servicio en sus manos y dejar a muchos desempleados en sus casas.

Ahora, en esta distribución, Abías, hijo de Eleazar tenía la octava posición. (1 Crónicas 24:10) luego entonces, Zacarías pertenecía a la familia sacerdotal y ciertamente era descendiente de Eleazar, quien había sucedido a su padre en el oficio de sumo sacerdote. (Números 20:28) Cómo o en qué manera Elisabet, quien era una de las hijas de Aarón pudo ser prima de María (v.36) lo explicaré en el lugar adecuado. Es ciertamente por respeto que Lucas menciona la genealogía de Elisabet como una marca de distinción: Para Zacarías era obligación por la ley tomar como esposa a una hija de cualquier levita. De la igualdad en el matrimonio es evidente que él era respetado dentro de su propio clan.

6. Ambos eran justos delante de Dios. Lucas les concede a Zacarías y Elisabet un testimonio brillante. No solamente ellos tuvieron unas vidas santas e inmaculadas entre los hombres, sino que fueron justos delante de Dios. Esta justicia Lucas la define brevemente al decir que ellos andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Ambos merecen nuestra cuidadosa atención, pues aunque el objeto de la alabanza a ellos es mostrarnos que la lámpara cuya luz fue antes que el Hijo de Dios, fue tomada no de una oscura casa sino de un ilustrísimo santuario, al mismo tiempo tal declaración tiene como fundamento mostrarnos el modo de ser de una vida justa y devota. Esta es la primera cosa de nuestro estudio (Salmo 37:23) que debemos tener en cuenta al ordenar nuestras vidas para ser aprobados ante Dios. Y sabemos que lo que él requiere en primer lugar es un corazón sincero y una conciencia pura. El que deja de lado la rectitud de corazón, y regula su vida hacia el exterior sólo por la obediencia a la ley, deja de lado este orden. Para ello debe tenerse en cuenta que el corazón, y no la máscara externa de las obras, es sobre todo considerado por Dios, a quien se nos manda a buscar. La obediencia se encuentra en el segundo lugar. Esto es, que ningún hombre debe formular por sí mismo en su propio placer, una nueva forma de justicia que no esté avalada por la Palabra de Dios, sino que debemos obligarnos a ser gobernados por la divina autoridad. Tampoco debemos descuidar esta definición, que justos son todos aquellos que regulan sus vidas de acuerdo con los preceptos de la Ley, de lo cual se deduce que, a la vista de Dios, todos los actos de culto son falsos y el curso de la vida humana erróneo e inestable, tan pronto como se apartan de su  ley.

Ahora bien, mandamientos y ordenanzas difieren entre sí. La diferencia está en que las ordenanzas se refieren estrictamente a los ejercicios de la piedad y a la adoración divina. Los mandamientos son más generales y se aplican tanto a la adoración de Dios como a las obras de caridad. La palabra hebrea הקים que significa estatutos o decretos es traducida al griego como ordenanzas δικαιώματα,  y en la Sagrada Escritura, הקים  usualmente denota aquellos ritos que la gente estaba acostumbrada a realizar en adoración a Dios y en la profesión de su fe. En este aspecto, hay algunos hipócritas que son muy cuidadosos y exactos, pero ni siquiera son la semblanza de Zacarías y Elisabet, porque los verdaderos adoradores de Dios son como ellos lo fueron y no echan mano de ceremonias huecas y vanas sino que ávidamente se empeñan en la verdad y observan la adoración interna en sus espíritus. Los hombres blasfemos e hipócritas a pesar de que se dedican a trabajar en ceremonias externas, están aún lejos de practicar las ordenanzas tal como el Señor las estableció, por consiguiente, todos sus esfuerzos están perdidos. En resumen, bajo estas dos palabras Lucas abarca toda la ley.

Bueno, entonces, si Zacarías y Elisabet fueron sin reproche en su obediencia a la Ley, ¿no necesitaban la gracia de Cristo? Pues la pura observancia de la ley trae vida y donde no hay transgresión no hay culpables. La respuesta es que los mandamientos que Dios ha otorgado a sus siervos deben ser tomados con algunas excepciones. Debemos considerar cómo o en qué manera es que Dios trata con ellos. Esto es de acuerdo con el pacto que Él ha establecido con ellos, cuya   primera cláusula es la reconciliación gratuita y el perdón diario por el cual Él perdona sus pecados. Los hombres son declarados justos e inocentes porque todas sus vidas testifican que son devotos a la justicia, que el temor de Dios habita en ellos, siempre y cuando exhiban una vida santa, pero tan pronto como sus piadosos esfuerzos se distancian de la perfección, ellos no puede agradar a Dios a menos que obtengan su perdón. La justicia que les es atribuida depende de la misericordiosa tolerancia de Dios, el cual, no reconoce en ellos sus injusticias. Es de esta manera que debemos explicar cada vez que en la Escritura aparece imputada la justicia a cualquier hombre, a fin de no estropear el perdón de pecados sobre la cual descansa como una casa lo hace sobre su fundamento.

Aquellos que explican que Zacarías y Elisabet fueron justos por fe simplemente porque ellos obtuvieron gratuitamente el favor de Dios mediante el Mediador, torturan y no aplican correctamente las palabras de Lucas. Con respecto a la materia en sí misma, ellos declaran parte de la verdad, pero no toda la verdad. Estoy de acuerdo con que la justicia que se les atribuye a ellos debe ser tomada no como un mérito propio por sus obras sino que debe ser acreditada a la gracia de Cristo. Sin embargo hay aún más, esto se dio porque el Señor no les imputó sus pecados. Como resultado es que Él les concedió a sus santas aunque imperfectas vidas, la distinción de justicia.

Uno puede refutar la locura de los papistas fácilmente cuando ellos contrastan la justicia de la fe con la que es atribuida a Zacarías. Esta última ciertamente proviene de la primera pero debe ser independiente y secundaria a ella – subordinada como ellos suelen decir - para que no exista conflicto con la otra. La cortina de humo que ellos crean sobre una palabra es ridícula. Ordenanzas,  dicen ellos, son llamadas mandamientos y significan los preceptos de la Ley: por lo tanto, ellas nos justifican. Como si nosotros negáramos que la justicia es traída a nosotros en la Ley o como si nos quejáramos de que su doctrina está en falta por no justificarnos y no mas bien, porque realmente es por la debilidad de nuestra carne. (Romanos 8:3). Como lo hemos afirmado un centenar de veces: La vida (Levíticos 18:5; Mateo 19:17;) está incluida dentro de los preceptos de la ley pero esto no será de ninguna utilidad a hombres, quienes por naturaleza son opuestos a la Ley y ahora que ellos son regenerados por el Espíritu de Dios, aún están lejos de observarla completamente.

7.Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Por un extraordinario propósito de Dios, estaba establecido que Juan debía nacer fuera del ordinario y uso propio de la naturaleza. Esto mismo ocurrió con Isaac (Génesis 17:17; 21:1-3) en quien Dios había determinado dar una inolvidable y extraña demostración de su favor. Elisabet había sido estéril en la flor de la vida y ahora era estaba en una edad avanzada, la cual de por sí misma, cierra el vientre de toda mujer incluso de las fructíferas. A pesar de estos dos impedimentos, el Señor da una doble exhibición sorprendente de su poder, en orden de testificar, al extender su mano desde los cielos, que el profeta había sido enviado por el mismo (Malaquías 3:1; Juan 1:6). Juan es de hecho un hombre mortal, nacido de padres terrenales, pero un método sobrenatural, por así decirlo, le recomienda fuertemente como si hubiera caído del cielo.

9.Conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. La ley ordenaba que el incienso debía ser ofrecido dos veces al día, es decir, cada mañana y tarde (Éxodo 30:7, 8.) El orden de los turnos entre los sacerdotes había sido nombrado por David, como ya hemos explicado y consecuentemente, lo que es señalado aquí como incienso, está estrictamente ordenado bajo la instrucción de la Ley de Dios. El otro asunto había sido organizado por David (1 Crónicas 24:3), que cada familia debía tener su propio turno, aunque David no había ordenado nada de lo que no fue prescrito por la ley: él solo señaló un plan por el cual se pudiera realizar de forma individual el servicio que Dios había mandado. La palabra templo (νὰος) es usada aquí por Santo lugar, lo cual merece nuestra atención, pues en otros tiempos también incluía el patio exterior. Luego entonces es dicho que Zacarías entró al templo, donde solo los sacerdotes estaban autorizados a entrar. Es así como Lucas dice que el pueblo permaneció de pie afuera haciendo entre ellos y el altar del incienso una gran distancia para que el altar en donde los sacrificios eran ofrecidos permaneciera en el medio. 
Se debe señalar también que Lucas dice delante de Dios: Cada vez que el sacerdote entraba en el lugar santo, iba, por así decirlo, a la presencia de Dios, para ser un mediador entre él y el pueblo. Porque era la voluntad del Señor dejar esta impresión en su pueblo, que a ningún mortal se le permite tener acceso al cielo, sin que un sacerdote vaya antes, más aún, que mientras los hombres vivan en la tierra, que no se acerquen al trono celestial, a menos de que encuentren la persona de un Mediador a fin de encontrar allí favor. Ahora, ya que habían muchos sacerdotes, no había dos de ellos que pudieran entrar al mismo tiempo a la solemne oficina de intercesión para el pueblo, no obstante, los sacerdotes estaban distribuidos en clases por eso, sólo uno entraba en el Lugar Santo y permanecía allí, pero siempre un sacerdote a la vez. El diseño del incienso era para recordar a los creyentes que el dulce sabor de sus oraciones no asciende al cielo a menos que sea por el sacrificio del Mediador. De qué manera estos símbolos se aplican a nosotros se debe aprender de la Epístola a los Hebreos.

12. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Aunque Dios no aparece a sus siervos con el fin de aterrorizarlos, sin embargo, es conveniente e incluso necesario para ellos permanecer con temor, (Salmo 33:8), para que, en medio de su agitación, puedan aprender a dar a Dios la gloria debida a su nombre (Salmo 29:2.). Tampoco Lucas se refieren únicamente a que Zacarías se asustó, sino que añade que el miedo se apoderó de él, dando a entender que él estaba tan alarmado como para dar paso al terror. La presencia de Dios llena a los hombres con alarma que no solo los hace reverenciar sino humillar el orgullo de la carne que por naturaleza es tan insolente que nunca se somete a Dios hasta que no es vencida por la violencia. Por lo tanto, también inferimos que sólo cuando Dios está ausente, - o, en otras palabras, cuando  los hombres se retiran de su presencia, - es que se entregan al orgullo y la adulación-, porque si  tuvieran a Dios como un juez ante sus ojos, inevitablemente caerían postrados al instante. Y si a la vista de un ángel, que no es más que una chispa de la luz divina, esto ocurrió a Zacarías, a quien el elogio de la justicia se otorga, ¿en qué nos convertiríamos nosotros criaturas miserables, si la majestad de Dios nos abrumara con su brillo? Se nos enseña con el ejemplo de los santos padres que una impresión verdadera y viva de la divina presencia de Dios es solamente experimentada por aquellos que tiemblan y temen ante su presencia, en tanto que son estúpidos e insensibles los que escuchan su voz sin alarma.

13.Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas.  La gloria de Dios, que debe ser observada, no es tan terrible a los santos como para tragarse todo con temor, tan solo es para que desechen toda estúpida autoconfianza y así mirarle con humildad. Por ende, tan pronto  como Dios ha humillado el orgullo de la carne de los que creen en él, extiende su mano para levantarlos. Él actúa de forma diferente hacia los réprobos, los cuales cuando en cualquier momento son arrastrados ante el tribunal de Dios, están abrumados por la desesperación absoluta. Es así que Dios recompensa con justicia sus vanos placeres, a los que se entregan con sus intoxicantes copas del pecado. Debemos, por tanto, aceptar este consuelo con el que el ángel calma a Zacarías, pues no tenemos razón alguna para temer cuando Dios nos muestra su favor. Muy equivocados están entonces, los que, con el fin de disfrutar de la paz, se esconden de la faz de Dios, ya que nuestra paz es ser atrapados por él y así permanecer cerca de él. (Job 22:21).

Porque tu oración ha sido oída. Zacarías ha actuado de una manera incorrecta e incompatible con la naturaleza de su cargo, si, al entrar en el Lugar Santo en nombre de todo el pueblo, oró por si mismo como único hombre al pedir poder obtener descendencia. Cuando un sacerdote asumía su oficio público debía olvidarse de sí mismo, para ofrecer oraciones por el bienestar general de la congregación. Es una buena solución a este problema pensar que Zacarías realizó su oración personal luego de que cumplió con la parte más importante de su intercesión.  Pero es poco probable que Zacarías estuviera orando en ese momento para obtener un hijo, pues él mismo había perdido la esperanza a causa de la avanzada edad de su esposa. Tampoco puede un momento preciso ser extraído de las palabras del ángel. Lo que yo interpreto, por lo tanto, es simplemente que al menos una oración fue oída luego de que Zacarías se hubiera derramado ante Dios por un largo período. El anhelo de tener hijos, si no es excesivo, es coherente con la piedad y santidad que se desprende de la Escritura, la cual asigna que tal petición no es una súplica por algo que esté  fuera de las bendiciones de Dios.

Tú llamarás su nombre Juan. Creo que el nombre fue dado al Bautista con el fin de aumentar la autoridad de su cargo. יהוהנן  (I Crónicas 3:15) es la palabra para la cual los griegos emplean Ιωάννης “Juan”, que en hebreo es “gracia del Señor”.  Muchos suponen que el hijo de Zacarías fue  llamado así porque él era el amado de Dios. En mi caso prefiero pensar que fue para testificar no solo la gracia derramada sobre Juan como individuo sino para hablar de la gracia de la que su misión  traería a todos.  La fuerza y peso de su nombre son incrementadas por su fecha, ya que su nombre fue asignado antes de su nacimiento, exhibiendo así que Dios había derramado sobre  él su favor.

Lucas 1:14-17
14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento. 15 Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el seno de su madre. 16 Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. 17 Porque él irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes á la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo apercibido.

14. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento. La alegría y gozo que el ángel describe, es una alegría mucho mayor de la que Zacarías había imaginado como resultado de tener el nacimiento de un niño, pues el informe del ángel de que él tendría un hijo, era algo que Zacarías jamás se aventuró a esperar. Incluso, el ángel añade que la alegría no sería doméstica ni disfrutada por los padres del niño solamente, ni confinada a las paredes privadas, sino que sería compartida por extraños a quienes la noticia del nacimiento les sería dada a conocer. Con esto, el ángel quería dar a entender que el niño no sería nacido para Zacarías solamente, sino para ser Maestro y Profeta de todo el pueblo. Los papistas han abusado de este pasaje con el propósito de introducir una costumbre pagana al celebrar el cumpleaños de Juan. No necesito decir sobre la desordenada escena de una procesión acompañada de bailes y saltos y de un libertinaje sin descripción, curiosamente practicados en un día al cual ellos pretenden hacer santo. Incluso, las diversiones autorizadas en este día se toman de las artes mágicas y los diabólicos trucos, lo cuales tienen estrecha relación con los místicos ritos a la diosa Ceres. Es por lo tanto suficiente para mi tan solo indicar brevemente que ellos absurdamente han violado las palabras del ángel y las han aplicado erróneamente al celebrar tal cumpleaños. Lo que el ángel quiso decir fue que la alegría que vendría a todas las almas piadosas sería por su enseñanza. El pueblo se regocijaría al ver que un Profeta había nacido y que por medio de éste, ellos recibirían la esperanza de salvación.

15. Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el seno de su madre. El ángel confirma lo que dijo acerca de la alegría. Juan había sido escogido para un gran y extraordinario propósito. Estas palabras no tienen la intención de exaltar las eminentes virtudes de Juan sino que proclaman la grandeza y gloria de su ministerio, como cuando Cristo declara que entre los nacidos de mujer, no existe uno más grande que Juan el Bautista (Mateo 11:11), refiriéndose más a su ministerio que a la santidad de su vida. Lo que sigue inmediatamente después: y no beberá vino ni sidra, no debe ser entendido en el sentido de que la abstinencia de Juan era una virtud excepcional, sino que Dios se complace en distinguir a su siervo por esta señal visible, en la que el mundo le reconoce como un Nazareo de por vida. Los sacerdotes también eran abstemios del vino y las bebidas fuertes mientras ellos fungían en sus responsabilidades en el templo (Levítico 10:9). Esta misma abstinencia fue ordenada a los Nazarenos (Números 6:3) hasta que cumplieran sus votos a cabalidad. Dios mostró que Juan fue dedicado para ser Nazareno para toda su vida. Como aprendimos, este mismo caso le pasó a Sansón (Jueces 13:4). Ahora, no debemos imaginar nosotros que para adorar a Dios debemos abstenernos de vino, o que la adoración a Dios consiste en no beber vino tal como los bufones imitadores hacen para emular a sus padres. Practiquemos solamente la templanza. Dejemos que aquellos que conciben que el vino es dañoso que se abstengan por su propia voluntad y que los que no pueden soportar la falta de vino que puedan tomar con contentamiento. En cuanto a la palabra σίκερα, estoy completamente de acuerdo con aquellos que piensan que así como la palabra hebrea שכר, denota cualquier clase de vino manufacturado.
Y será lleno del Espíritu Santo. Creo que estas palabras sencillamente transmiten que Juan iba a manifestar un carácter que revelaría la esperanza de la grandeza futura. Por carácter no me refiero a como se encuentra en los hombres impíos, sino al carácter que le corresponde a la excelencia de su oficio. Lo que esto significa es que el poder y la gracia del Espíritu aparecerían en él no sólo cuando entrara en su ministerio público, sino que desde el vientre, los dones del Espíritu se manifestarían y esto sería una señal y promesa de su carácter futuro. Aún desde el seno de su madre: Significa desde su más temprana infancia. Reconozco que el poder del Espíritu no operó en Juan cuando estaba en el vientre de su madre, sino que, en mi opinión, lo que el ángel quiso decir fue algo diferente, esto es, que Juan aún desde niño sería traído a la arena pública, acompañado por una extraordinaria aprobación de la gracia de Dios. En cuanto a la palabra lleno, no hay motivo para entrar en las disputas sutiles, o más bien insignificantes, de los sofistas. La Escritura solo usa esta palabra para indicar la notabilidad y la preeminencia de la abundancia de los dones del Espíritu. Nosotros sabemos que solamente a Cristo le fue dado el Espíritu sin medida, (Juan 3:34) de tal manera que podamos tomar de su llenura, (Juan 1:16) mientras a otros la distribución es dentro de cierto límite (1 Corintios 12:11; Efesios 4:7). Pero de los que están más abundantemente dotados con la gracia que sobrepasa toda capacidad ordinaria, se dice que están llenos del Espíritu Santo. Ahora, como la influencia más abundante del Espíritu fue en Juan un don extraordinario de Dios, se debe observar que el Espíritu no se concede a todos desde la infancia, sino sólo cuando Dios quiere. Juan dio desde el vientre una señal de rango futuro. Saúl, mientras cuidaba el rebaño, se mantuvo por mucho tiempo sin ninguna marca de realeza. Solamente cuando al fin fue elegido para ser rey, se convirtió de repente en otro hombre (1 Samuel 10:06.) De este ejemplo aprendemos que desde la más tierna infancia hasta la última vejez, la operación del Espíritu en los hombres es libre.

16. Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. Estas palabras muestran la conducta vergonzosamente miserable que entonces prevalecía en la Iglesia. Ellos debían estar completamente apartados de Dios para que pudiera existir la ocasión de regresar al Señor. Y ciertamente, estaba tan corrompida la doctrina, tan depravada la moral y tan desordenado el gobierno, que era un milagro encontrar a alguien que anduviera en santidad. Pero si la decadencia de la Iglesia antigua era tan terriblemente disoluta, es un frívolo pretexto por el cual los papistas defienden sus propias supersticiones de que es imposible para la Iglesia estar en el error, asumiendo que no se incluyen bajo esta denominación los genuinos y elegidos hijos de Dios, sino a la multitud de los hacedores de maldad.

En este pasaje Juan parece tener más atribuciones de las que un humano puede tener. (Se le atribuye el poder de convertir a la gente). Cuando la conversión a Dios restaura a los hombres en su vida espiritual, esto no es solo trabajo de la actividad de Dios, es de hecho, un mayor trabajo que el de la creación del hombre. En este sentido, los ministros parecen ser hechos iguales o incluso superiores a Dios, visto como Creador, ya que hacer nacer otra vez a una persona a la vida celestial es un trabajo mucho más grande que el hacer nacer a alguien como un mortal en la tierra. La solución a este problema es simple. Cuando el Señor concede tal alabanza en la enseñanza de la doctrina, el no la separa de su secreta influencia de su Espíritu. Cuando Dios escoge a los hombres para ser sus ministros, cuyo servicio él emplea para la edificación de su Iglesia, el Señor al mismo tiempo opera a través de ellos, por la influencia secreta de su Espíritu, para que la labor de los hombres sea eficaz y fructífera. Cada vez que la Escritura aplaude la eficacia en el ministerio de los hombres, debemos aprender a atribuir esta eficacia a la gracia del Espíritu, sin la cual, la voz humana se gastaría inútilmente en el aire. Es de este modo que Pablo se jacta de ser un ministro del Espíritu. (2 Corintios 3:6). Él no reclama algo para sí mismo, como si por su voz, él pudiese penetrar los corazones de los hombres. Mas bien Pablo reconoce que es el poder y la gracia del Espíritu en su ministerio la que produce tales efectos. Estas expresiones son dignas de analizar, ya que Satán trabaja con un artificio asombroso para disminuir el efecto de la doctrina, en orden de que la gracia del Espíritu conectada con ella, sea debilitada. Reconozco que la predicación superficial no puede hacer nada separadamente por si misma sino que ella es un instrumento del poder divino para nuestra salvación y por la gracia del Espíritu un eficaz instrumento. Que lo que Dios ha unido, que nosotros no lo separemos. (Mateo 19:6). Además, la gloria de la conversión y la fe, deben permanecer indivisibles y solamente con Dios. La Escritura frecuentemente nos recuerda que los ministros no son nada por sí mismos, pero en tales casos los compara con Dios, en ningún caso alguien puede robar el crédito a Dios y otorgárselo a los hombres. En resumen, aquellos a quienes Dios con la ayuda del ministro, convierte a sí mismo, se dice que son convertidos por el ministro, porque él no es más que la mano de Dios, y ambos están expresamente afirmados en este pasaje. De la eficacia de la doctrina hemos dicho lo suficiente. Que no se encuentra en la voluntad y el poder del ministro de llevar a los hombres a Dios, llegamos a la conclusión de esto porque Juan no trajo indiscriminadamente a todos de vuelta, (que sin duda lo habría hecho, si todo lo había cedido a su deseo,) pero sólo trajo de vuelta a los que al Señor la plació eficazmente llamar. En una palabra, lo que es enseñado aquí por el ángel, es establecido por Pablo en su Epístola a los Romanos, que la fe viene por el oír, (Romanos 10:17), pero que la iluminación de la fe solo viene a todos aquellos a quienes el Señor revela su brazo hacia él (Isaías 53:1, Juan 12:38) para creer.

17. Porque él irá delante de él con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo apercibido. Con estas palabras Lucas señala lo que sería el oficio de Juan y lo distingue con esta marca de los otros profetas quienes recibieron una cierta y peculiar comisión, que en el caso de Juan, era ser antes de Cristo como alguien que prepara el camino para el rey. Así el Señor habla por Malaquías: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”. (Malaquías 3:1). En palabras concretas, el llamado de Juan había sido diseñado para asegurar una audiencia para Cristo así como prepararle discípulos. En este pasaje no hay ninguna mención de Cristo, no obstante el ángel declara que Juan será el ujier o el abanderado del Dios eterno de lo cual podemos aprender la divinidad de Cristo.

Con el espíritu y poder de Elías. Entiendo por espíritu y poder el poder y excelencia del Espíritu, con el que Elías fue dotado. No debemos caer en la estúpida idea de Pitágoras al pretender que el alma del profeta Elías había pasado al cuerpo de Juan, sino que debemos entender que es el Espíritu de Dios, el cual había actuado eficazmente en Elías y después ejerció una eficacia y un poder similar en el Bautista. Este último término, el poder, se añade, a modo de exposición, para indicar el tipo de gracia que fue la más alta distinción de Elías, el cual, equipado con poder celestial, restauró de manera maravillosa el culto decaído a Dios. Tal restauración fue más allá de la capacidad humana. Lo que Juan empezaba no era menos sorprendente y por lo tanto, no debemos preguntarnos si era necesario que Juan fuera dotado con el mismo don.

Para convertir los corazones de los padres a los hijos. Aquí el ángel muestra la gran semejanza que Juan tenía con Elías. Él declara que el objeto de su misión era recoger a la gente dispersada y llevarlos a la unidad de la fe: para traer de vuelta el corazón de los padres consiste en restaurar a partir de la discordia con la reconciliación, de lo que se desprende, que se había producido una división que rompió y separó a la gente. Sabemos lo terrible que fue la rebelión del pueblo en el tiempo de Elías, cómo vilmente se habían degenerado de los padres, por lo que difícilmente merecen ser contados como los hijos de Abraham. Por lo tanto, todos los que estaban desunidos por fueron puestos por Elías en santa armonía. Tal fue la reunión de padres con hijos, que fue iniciado por Juan y que al final fue perfeccionada por Cristo. Por consiguiente, cuando Malaquías habla de "volver el corazón de los padres hacia los hijos," (Malaquías 4:5) da a entender que la Iglesia estaba en tal estado de confusión que era necesario que otro Elías apareciera. Sobre el estado de esos días estamos suficientemente informados por la historia, como veremos claramente en los lugares indicados. La doctrina de la Escritura se había degenerado a través de un sinnúmero de inventos, la adoración a Dios estaba corrompida por la asquerosa superstición, la religión estaba dividida en varias sectas, los sacerdotes eran abiertamente malvados y epicúreos, el pueblo estaba entregado a toda clase de maldad, en fin, no había nada bueno en ellos. La expresión, traer de vuelta el corazón de los padres hacia los hijos, no es literalmente cierta, pues era más bien los hijos los que habían roto el pacto y se habían apartado de la verdadera fe de sus padres, por lo que eran ellos los que debían ser devueltos. Pero aunque el evangelista no expresa literalmente el modo en que operaría la conversión, el significado es muy evidente: Dios, por medio de Juan, volvería a unir en armonía a los santos que habían sido previamente desunidos. En el profeta Malaquías, se leen ambas formas, pero su única intensión fue la de enfatizar y expresar el mutuo acuerdo.

Al considerar como es que los hombres frecuentemente se meten en mutuas conspiraciones que los conducen a estar lejos de Dios, es que el ángel define al mismo tiempo la naturaleza de la prometida conversión como el “llamado” de los rebeldes a la sabiduría de los justos. Esto merece nuestra especial atención ya que no debemos permitir ser contados con los impíos bajo el pretexto de estar en una falsa armonía. La palabra paz tiene un atractivo sonido para esto. Los papistas la usan y cada vez que se encuentran con ella en la escritura, se apoderan de ella con entusiasmo con el fin de aumentar la aversión en contra de nosotros, como si nosotros, que con nuestros esfuerzos estamos trayendo de nuevo al mundo de su pérfido lapso a Cristo, fuéramos los culpables de la división que ellos mismos han ocasionado. Pero este pasaje ofrece una exposición muy buena de su locura, cuando el ángel explica que la forma de una conversión genuina y verdadera es cuando se obtiene la sabiduría o prudencia de los justos. Maldita sea entonces la paz y la unidad que une a los hombres pero deja lejos a Dios. Por la sabiduría de los justos debemos entender incuestionablemente que significa fe y por contraste los rebeldes son los incrédulos. Este es un notable elogio a la fe, el cual nos enseña que solamente somos verdaderamente sabios en la justicia cuando obedecemos la palabra del Señor. El mundo tiene su propia sabiduría, pero esta sabiduría es perversa y por consiguiente, destructiva, que siempre está destinada a ser vanidad, así, el ángel indirectamente acierta que la oscura sabiduría en la cual los hijos de este mundo se deleitan, es depravada y maldita ante Dios. Estamos convencidos de que la conciliación entre los hombres empieza cuando ellos primero regresan en paz ante Dios.

Lo que sigue inmediatamente para aparejar al Señor un pueblo apercibido, está de acuerdo con la oración que dice que Juan, como heraldo de Cristo, iría delante de su rostro (Malaquías 3:1) ya que el diseño de su predicación era hacer que el pueblo estuviera atento para escuchar la instrucción de Cristo. El participio griego κατεσκευασμένον, correctamente no significa perfección sino composición y armonía por las cuales las cosas cumplen con su propósito. Este significado encaja muy bien con el pasaje: Juan era enviado para adaptar y armonizar la forma de las personas a Cristo, las cuales eran ignorantes, sin educación y nunca habían tenido el deseo de aprender.

Lucas 1:18-20
18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. 19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. 20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.

18. Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. Lo que sigue es la duda de Zacarías y el castigo que el Señor impuso sobre su incredulidad. Zacarías había orado para que él pudiera tener descendencia y ahora que recibe la promesa, desconfía como si se le hubiera olvidado su propia oración y su misma fe. A primera vista, podría parecer duro que Dios hubiera estado ofendido por la respuesta de Zacarías. Él (Zacarías) protesta por su avanzada edad. Abraham hizo lo mismo pero su fe es grandemente alabada que Pablo dice (Romanos 4:19) “Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara”, sino que puso su confianza en la verdad y el poder de Dios. Zacarías indaga sobre el cómo o de qué manera el podría estar seguro. Pero Gedeón (Jueces 6:17) no es culpado por haber pedido una señal dos veces. Es más, en breve veremos que María toma similar objeción. “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón”, (Lucas 1:34) a lo cual el ángel no presta atención como si no hubiera algo errado. Entonces ¿Cómo es que Dios castiga a Zacarías tan severamente como si hubiera sido culpable de un pecado muy atroz? Yo reconozco que, si solo miramos las palabras, o bien todos eran igualmente culpables, o Zacarías no hizo nada malo. Sin embargo, si miramos las acciones y palabras de los hombres desde el estado del corazón, tenemos que acatar la sentencia de Dios, a quien los secretos ocultos del corazón están desnudos y abiertos (Hebreos 4:13). Sin lugar a duda, el Señor vio en Zacarías algo peor que sus palabras y por lo tanto su ira se encendió contra él por rechazar con desconfianza el favor prometido. No es nuestro derecho establecerle a Dios una ley que no lo deje libre para castigar en uno de los fallos que perdona en otros. Pero es evidente que el caso de Zacarías fue ampliamente diferente de los de Abraham, Gedeón o María. Al menos esto no aparece en sus palabras y por lo tanto, el conocimiento de ellos debe ser dejado a Dios, cuyos ojos penetran las profundidades del corazón. Así, Dios establece una distinción entre la risa de Sara (Génesis 18:12) y la de Abraham (Génesis 17:17), aunque no hay diferencia en la clase de risa. La razón por la que Zacarías dudó fue porque, limitado por su natural existencia, atribuyó menos al poder de Dios de lo que debería haber hecho. Los hombres piensan muy estrechamente y con mezquindad de las obras de Dios cuando creen que Él no puede hacer más de lo que ellos creen en términos humanos, como si la mano de Dios estuviera restringida por nuestros sentidos o fuera limitada por las mediciones carnales. Pero pertenece a la fe creer que mucho más puede ser hecho de lo que los límites humanos admiten. Zacarías no tenía duda en relación al ser de la voz de Dios, pero tan pronto como miró exclusivamente al mundo, una pequeña duda se levantó en su mente sobre si lo que acababa de oír realmente iba a pasar. Esta acción le causó a Dios una gran herida, ya que Zacarías fue tan lejos como para razonar con Dios, como si Dios, quien había hablado con él, debiera ser considerado o no como digno de crédito. Al mismo tiempo, debemos reconocer que Zacarías no era tan incrédulo como para desviarse por completo de la fe, porque hay una fe general que abarca la promesa de la salvación eterna y el testimonio de una libre adopción. Por otro lado, cuando Dios nos ha recibido en su favor, nos da muchas promesas especiales, - que nos dará de comer, que nos librará de los peligros, que reivindicará nuestra reputación, que nos protegerá la vida, - y así, hay una fe especial que responde en particular a cada una de estas promesas. De esta manera, algunas veces sucederá que el que creyó en Dios para perdón de sus pecados y para salvación, flaqueará en algún momento o estará muy temeroso de la muerte, o quizás estará angustiado por la comida, o ansioso por sus planes. Tal fue la incredulidad de Zacarías. Él se sostuvo en la raíz y fundamento de la fe, solo dudó en un punto, si Dios le daría a él un hijo. Debemos recordar por lo tanto, que aquellos que están perplejos o perturbados por la debilidad en alguna situación particular, no deben caer de la fe. Aunque las ramas de la fe se agiten por múltiples tempestades, no se deben separar de la raíz. Además, Zacarías no tenía ni la más mínima intención de poner en duda la verdad de la promesa divina. No obstante, mientras él estaba convencido de lo general, esto es, que Dios es fiel, se sintió atraído por la astucia de las mañas y engaños de Satanás para establecer un malvado punto de diferencia. Por tal motivo, es más necesario para nosotros estar en alerta y en vigilancia: porque ¿quién de nosotros será protegido contra las asechanzas del demonio, cuando aprendemos que un hombre tan eminentemente santo, que había tenido toda su vida bajo estricta vigilancia sobre sí mismo, fue superado por ellos?

19. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Con estas palabras el ángel da entender que su desconfianza no era hacia él sino hacia Dios, pues era Dios quien le enviaba y por tanto, era al mensaje de Dios el que había sido puesto en duda, y por ende, Zacarías era culpable de haber insultado a Dios. De pie ante Dios. Significa estar dispuesto a rendir obediencia. Esto implica que no es un hombre mortal, sino un espíritu celestial - que no vuela hacia la tierra al azar, sino que al ser siervo de Dios, había realizado fielmente su deber, y por lo tanto, se sigue que Dios, el autor de la promesa, había sido tratado con indignidad y desprecio en la persona de su embajador. De similar importancia es la declaración de Cristo, "El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió". (Lucas 10:16). A pesar que la predicación del evangelio no nos es traída del cielo por los ángeles, no obstante, Dios ha testificado frecuentemente por medio de señales maravillosas que él es su autor, y que Cristo, el Príncipe y Señor de los ángeles, proclamó para todos el evangelio de su misma boca (Hebreos 1:02), para que sea por siempre establecido, por tanto, esto debe hacer una impresión muy profunda en nosotros, como si todos los ángeles se oyeran a gritos proclamando su certificación desde el cielo. Comparemos cómo el apóstol, en la epístola a los Hebreos no se conforma con igualar la voz del Evangelio, que se habla por medio de la voz de los hombres, con la Ley traída por los ángeles, sino que va más allá para hacer su argumento más fuerte: “Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución”, “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 2:2-10:29). “La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo”. (Hebreos 12:26). Aprendamos a rendirnos a Dios en obediencia de fe, la cual él valora mucho más que todos los sacrificios.

Gabriel. Significa la fuerza, o poder, o la preeminencia de Dios, y este nombre se le da al ángel por nuestro bien, para enseñarnos que no debemos atribuir a los ángeles cualquier cosa que ellos poseen como propia sino para que veamos que todo lo que tienen es por la excelencia de Dios que hay en ellos. El participio griego, παρεστηκὼς, (de pie), está en tiempo pasado, pero todo el mundo sabe que el tiempo pasado de los verbos a menudo se toma como tiempo presente, sobre todo cuando un acto continuo se expresa. Lo cual indica, por las palabras del ángel, que él es un continuo servidor de Dios. La palabra εὐαγγελίσασθαι (para transmitir buenas noticias) agrava el delito de Zacarías, ya que mientras Dios por medio de su ángel había prometido un evento lleno de alegría y esperanza, Zacarías muestra ingratitud.

20. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar. Fue adecuado que Zacarías recibiera este tipo de castigo. Esperar el cumplimiento de la promesa sin poder hablar, lo cual le haría recordar que el debió haber guardado silencio y no haber objetado la voz de Dios con sus murmullos. La fe tiene su silencio para prestar atención a la voz de Dios. El chance para la fe viene después de la palabra y solo para decir Amén, como concuerda el siguiente pasaje: “Yo les diré a ellos: Tú eres pueblo mío, y ellos dirán: Dios mío” (Oseas 2:23). Ahora, como Zacarías había interrumpido precipitadamente la Palabra de Dios, no se le permitió el favor de irrumpir de inmediato en acción de gracias. En consecuencia, se le niega por un tiempo el uso de su lengua, la cual había sido demasiado precoz. Sin embargo, Dios se complace en gracia para mitigar el castigo, en primer lugar, al limitar su duración a diez meses, junto al no retener el favor de Zacarías, que no era digno de disfrutar. Con esta misma gentileza Dios nos trata cada día. Nuestra fe es estrecha, lanzamos muchos obstáculos a nuestro camino y la verdad de Dios tiene que encontrar algunos medios para forzarnos a permanecer en ella y que ella continúe su flujo hacia nosotros. Ese era el propósito del ángel cuando reprocha a Zacarías por su incredulidad, y sin embargo, declara que las cosas que Zacarías no creía, se llevarían a cabo a su debido tiempo. Y así Zacarías es muy bien aliviado al enterarse de que su error no ha invalidado la promesa de Dios, la que después se mostraría de una manera más notable. Lo que a veces sucede es que, a pesar de la oposición hecha por los incrédulos, el Señor concede y cumple lo que había prometido a ellos. Tenemos un ejemplo notable de esto en el rey Acaz, quien aunque rechazó la promesa de salvación para todos, el pueblo fue liberado de sus enemigos (Isaías 07:12), aunque sin ventaja o beneficio personal de este cumplimiento. Fue otro el caso con Zacarías, en el que el Señor castigó e indultó al mismo tiempo la debilidad de la fe.

Lucas 1:21-25
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario. 22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo.  23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.  24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: 25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.

21. Y el pueblo estaba esperando. Ahora Lucas relata que el pueblo fue testigo de esta visión. Zacarías había tardado en el templo más de lo usual. Esto conducía a la suposición de que algo extraño le había ocurrido a él. Cuando Zacarías salió, les hizo saber con gestos y miradas que había quedado mudo. Había además razón para creer que existían rastros de temor en su apariencia por lo cual ellos concluyeron que Dios se le había aparecido. Verdad era que en esos tiempos las visiones eran escasas, pero el pueblo tenía memoria de que en los tiempos de sus padres las visiones ocurrían con mayor frecuencia. Es por lo tanto razonable que ellos hubieron llegado a esta conclusión de los obvios síntomas de Zacarías, pues no era ningún acto ordinario (no era un accidente normal sino un acto extraordinario de Dios) el que Zacarías se hubiera convertido en un mudo de repente sin ninguna enfermedad y luego de que hubiera salido del templo con mucho tiempo de demora y en un estado de asombro. La palabra templo, como ya lo he indicado, es puesta en vez del santuario, lugar en donde el altar del incienso permanecía. (Éxodo 30:1). Desde este lugar los sacerdotes luego de realizar sus funciones sagradas, solían salir de su propia corte con el propósito de bendecir al pueblo.

23. Y cumplidos los días de su ministerio. Λειτουργία es empleado por Lucas para referirse al cargo u oficio, que pasaba, como hemos dicho, a cada uno de ellos en orden regular, (1 Crónicas 24:3.) Se nos dice que, cuando el momento de su trabajo sacerdotal había expirado, Zacarías regresó a su casa. Por lo tanto llegamos a la conclusión de que, siempre que los sacerdotes fungían en su turno, no entraban en sus propias casas, sino que permanecían dedicados por completo a la adoración de Dios. Para este propósito se construyeron galerías alrededor de las paredes del templo, en el que habían "cámaras" (1 Reyes 6:05.) La ley en ningún momento prohibió al sacerdote entrar en su casa, no obstante, no permitía a los que comían el pan sagrado acercarse a sus esposas (1 Samuel 21:04), y como muchas personas estaban dispuestas a tratar las cosas sagradas de una manera irreverente, este fue el remedio que se descubrió para eliminar todas las tentaciones que el sacerdote pudiera tener y así pudiera conservarse puro y limpio de toda mancha. Y no solo se les limitó el tener relaciones sexuales con sus esposas, sino que también se les limitó la utilización del vino y todo tipo de bebidas embriagantes, (Levítico 10:09). Si bien se les mandó a cambiar su modo de vida, era ventajoso para ellos no apartarse del templo, pues la mera visión del lugar les hacía recordar el cultivar la pureza como el Señor les había ordenado. Era también apropiado retirar todos los medios de gratificación, para que se dedicaran sin reservas a su cargo.

Los papistas de la actualidad emplean esto como un pretexto para defender la ley tiránica del celibato. Argumentan así: A los sacerdotes se les ordenó dejar a sus esposas mientras ellos se dedicaban a los servicios religiosos. Por lo tanto la continencia perpetua se debe exigir ahora que los sacerdotes, no solo una vez, sino diariamente ofrecen sacrificios, los cuales son especialmente más importantes que aquellos servicios religiosos que se ofrecieron bajo la ley. No obstante, me gustaría saber por qué no abstenerse también de vino y bebidas fuertes. Porque nosotros no contamos con la libertad de separar los mandamientos que Dios ha unido con el fin de retener la mitad y despreciar la otra mitad. Las relaciones sexuales con mujeres no es tan expresamente prohibida como el consumo de vino, (Ezequiel 44:21). Si, con el pretexto de la ley, el Papa impone el celibato a sus sacerdotes, ¿por qué les permiten beber vino? Por eso, de acuerdo con este principio, todos los sacerdotes deberían ser arrojados en algunos apartamentos retirados de las iglesias, para que pasen toda su vida encerrados en las cárceles y excluidos de la sociedad de las mujeres y del pueblo. Ahora, es ampliamente claro que de forma perversa se han refugiado bajo la ley de Dios, a la que no se adhieren. Pero la solución completa a este problema depende de la distinción entre la ley y el evangelio. Un sacerdote estaba en la presencia de Dios, para expiar los pecados del pueblo, para ser, por así decirlo, un mediador entre Dios y los hombres. Aquel que tuviera tal carácter debía tener algo peculiar que lo distinguiera dentro del común de los hombres y así le permitiera ser reconocido como una figura del verdadero mediador. En tal sentido también, fue el diseño de las vestiduras sagradas y de la unción. En nuestros días los ministros públicos y los pastores de la iglesia no tienen nada de esta descripción. Hablo de los ministros a quienes Cristo ha designado para alimentar a su rebaño, no de aquellos a quienes el Papa comisiona, como verdugos en lugar de sacerdotes, para asesinar a Cristo. Descansemos pues en la decisión del Espíritu, quien proclama que "el matrimonio es honorable en todos". (Hebreos 13:4).

24. Y se recluyó en casa. Esto parece muy extraño. La esposa de Zacarías actúa como si hubiera tenido vergüenza de la bendición de Dios. Algunos piensan que ella no se aventuró a aparecer en público porque la cuestión era incierta y tenía temor de exponerse al ridículo si sus expectativas se veían defraudadas. En mi opinión, ella estaba tan convencida de la promesa hecha a ella, que ella no tenía ninguna duda de su cumplimiento. ¿Tendría ella alguna duda en su mente durante esos cinco meses consecutivos sobre la promesa, cuando ella había visto el severo castigo infligido a su marido por "hablar imprudentemente con sus labios"? (Salmo 106:33). Sus palabras muestran claramente que su expectativa no era dudosa o incierta. Al decir, por lo que el Señor ha hecho a mí, expresa con audacia que se comprobó el favor de Dios en ella. Pueden existir dos razones para la demora. Hasta esta extraordinaria obra de Dios era manifiesto que ella tuviera dudas en exponerse a la opinión diversificada de los hombres, pues el mundo con frecuencia se entrega a la luz, explota e irreverentemente habla de las obras de Dios. Otra razón podría ser que, cuando todos a la vez descubrieran que estaba embarazada, los hombres podrían estar más fuertemente emocionados para alabar a Dios. [Ya que, cuando las obras de Dios se manifiestan poco a poco, en el transcurso del tiempo no nos damos cuenta de ellas lo cual es contrario a cuando se cumplen de una vez sin que hayamos oído hablar de ellas.] No fue, por lo tanto, por su propia cuenta, sino más bien con miras a los demás, que Elisabet se escondió.

25 Así ha hecho conmigo el Señor. Ella exalta en privado la bondad de Dios, hasta que el momento del cumplimiento es de conocimiento general. Hay razones para creer que su marido le había informado por escrito de la descendencia prometida, en consecuencia de la cual ella afirma con mayor seguridad y libertad que Dios era el autor de este favor. Esto se ve confirmado por las siguientes palabras, cuando él vio, que podría quitar mi afrenta. Ella sabía que la causa de su esterilidad estaba en la ausencia del favor de Dios. Entre los bienes terrenales, la Escritura habla en los mejores términos del don de los hijos. Y con razón: pues, si la productividad de los animales inferiores es la bendición de Dios hacia ellos, el aumento y la fecundidad de la raza humana debe tener en cuenta un favor mucho mayor. No es ningún honor pequeño o medio, que Dios, el único que tiene derecho a ser considerado Padre, permita que los humanos (Lit. niños del polvo o hijos de la tierra) compartan con él este título. Mantengamos por lo tanto esta doctrina, que dice que:

“herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre”.
Salmo 127:3

Elisabet miró más lejos, porque aunque era estéril y anciana, ella pudo concebir gracias a un extraordinario milagro que se produjo en contra del curso de la naturaleza.

Se digno a quitar mi afrenta entre los hombres. La esterilidad siempre se ha tenido como afrenta, pues el fruto del vientre figura dentro de las más altas bendiciones de Dios. Algunos piensan que esto era propio de los antiguos: porque Cristo había de venir de la descendencia de Abraham. Pero esto no tuvo referencia, a excepción de la tribu de Judá. Otros piensan más bien que la multiplicación del pueblo santo fue alegre y bendita, como se dijo a Abraham:

"Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra" (Génesis 13:16;) y otra vez, "Mira ahora a los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia", (Génesis 15:5).

Tenemos que conectar la bendición universal, que se extiende a toda la raza humana, por la promesa hecha a Abraham, que es peculiar a la iglesia de Dios, (Génesis 13:15). Que los padres aprendan a dar gracias a Dios por los hijos que él les ha dado y que aquellos que no tienen hijos reconozcan que Dios los ha humillado en esta materia. Elisabet habla de la afrenta como algo exclusivamente entre los hombres, pues es un castigo temporal, del que no sufriremos ninguna pérdida en el reino de los cielos.



Traducido por Abiel Sneyder Acero Sierra, abielsneyder@gmail.com
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