Una Harmonía  Sobre los Evangelios
de Mateo, Marcos, y Lucas

Por Juan Calvino
Traducida por Abiel Sneyder

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Lucas 1:26-33
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Lucas 1:39-45
Lucas 1:46-50
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Lucas 1: 26-33
26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. 29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. 30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

26. Al sexto mes. Fue una maravillosa dispensación del propósito divino, alejada de la norma ordinaria de los hombres, que Dios determinara para Juan, el heraldo, un comienzo más ilustre que el de su propio Hijo. La profecía respecto al nacimiento de Juan se publicó en el templo y fue conocida por todo el pueblo mientras que la noticia del nacimiento de Cristo fue dada a una virgen en una oscura ciudad de Judea y solo permaneció en el corazón de una joven mujer. Claramente desde el nacimiento de Cristo existe un cumplimiento de las palabras de Pablo: "Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". (1 Corintios 1:21).

El tesoro de este misterio fue encomendado por Dios a una virgen, de tal manera, que al fin, cuando llegara el momento adecuado, pudiera ser comunicado a todos los fieles. Considero que aunque esto fue una clase de tutela, lo que se buscaba era probar la humildad de la fe y así resistir el orgullo del petulante. De esto aprendemos a someternos a Dios con toda modestia aún cuando a nuestra razón no parezca obvio, además aprendemos a no tener vergüenza de recibir instrucción de aquella que llevó en su vientre a Cristo, la eterna "sabiduría de Dios". (1 Corintios 1:24.) Lo más que debemos evitar con sumo cuidado es el desdén orgulloso que nos priva del conocimiento del secreto inestimable, que Dios a propósito "ocultó a los sabios y prudentes, y reveló" a los humildes y "a los pequeños, "(Lucas 10:21). Es por esta misma razón que creo que Dios escogió a una mujer comprometida con un hombre. No hay fundamento para la opinión de Orígenes, la cual sostiene que Dios lo hizo con el propósito de ocultar de Satanás la salvación que se disponía a conceder a los hombres. El matrimonio se ha utilizado aquí para cubrir los ojos del mundo para que, cumplido el tiempo, aquel que era considerado como el hijo de José, fuera reconocido por los fieles como el Hijo de Dios. (Lucas 3:23). No obstante, la entrada de Cristo en el mundo no estaba desprovista de gloria, ya que el esplendor de su divinidad fue manifestado desde el comienzo por su Padre celestial. Ángeles anunciaron que "un Salvador había nacido," (Lucas 2:11), aunque su voz no viajó lejos sino que solo fue escuchada por los pastores. El otro milagro fue más famoso, tal como lo publicaron los sabios que vinieron de Oriente (Mateo 2:1), una estrella se había aparecido, advirtiéndoles del nacimiento del rey soberano. Con todo esto, vemos como Dios mantuvo a su Hijo prácticamente oculto y desconocido hasta que el tiempo de la plena revelación llegó y Dios lo puso sobre una plataforma para que Cristo fuera visto por todos.

El participio μεμνηστευμένην, que es empleado por el evangelista, significa que la Virgen estaba comprometida con su novio, pero que aún no había sido dada como esposa a su marido. Ya que era costumbre entre los judíos que los padres mantuvieran a sus hijas algún tiempo en casa, después de que había sido prometida a los hombres, de lo contrario, la ley relativa a la seducción de un "joven desposada" (Deuteronomio 22:23) habría sido innecesaria. Lucas dice que José era de la casa de David, porque las familias suelen ser contados por los nombres de los hombres, pero sobre este punto hablaremos con más detalle en otro lugar.

28. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. La misión del ángel era muy asombrosa, de hecho tan increíble, que el comienza con la alabanza de la gracia de Dios. Ciertamente el pequeño grado de inteligencia que poseemos nos impide comprender la vasta grandeza de las obras de Dios. Nuestro mejor remedio es elevarla a la meditación de su ilimitada gracia. Así, desde el sentimiento y el conocimiento de la bondad de Dios hacia nosotros, es que se da la entrada de la fe y en este sentido el ángel guardó el orden establecido. Luego de preparar el corazón de la virgen mediante la meditación de la gracia de Dios, el se extiende en recibir un incomprensible misterio que sobrepasa todo entendimiento. El participio que Lucas emplea, κεχαριτωμένη, denota el inmerecido favor de Dios. Esto aparece claramente en la epístola a los Efesios (1:6) donde Pablo al hablar de nuestra reconciliación con Dios, el dice: “nos hizo aceptos (ἐχαρίτωσεν) en el Amado”, esto es, que Dios ha tomado de la gracia de Cristo para abrazarnos con su favor a nosotros, los cuales, tiempo atrás, éramos sus enemigos. El ángel añade: El Señor esté contigo. A todos aquellos a los que Dios les ha otorgado su amor, el se les muestra bondadoso y amable y reciben la riqueza y la prolongación de sus beneficios. El ángel añade una tercera frase, que ella (María) es bendita entre las mujeres. Bendición es escrito aquí como el resultado de la aprobación de la divina bondad de Dios. La palabra bendita no significa en mi opinión, digna de alabanza sino que significa feliz. Por esto, era propio de Pablo suplicar a menudo para los creyentes, en primer lugar la "gracia" y luego la "paz" (Romanos 1:07, Efesios 1:2), es decir, todo tipo de bendiciones, lo que implica que entonces llegamos a ser verdaderamente felices y ricos, cuando que somos amados por Dios, de quien procede toda bendición. Pero si la felicidad de María, la justicia y la vida, fluyeron del amor inmerecido de Dios, si sus virtudes y todos su excelencia no son más que la bondad divina, es el colmo de lo absurdo lo que nos dicen, que debemos buscar de ella, lo que ella deriva de otra parte de la misma manera como a nosotros mismos. Con ignorancia extraordinaria los papistas, mediante truco de mago, han cambiado este saludo en una oración, y han llevado su locura hasta tal punto que a sus predicadores no se les permite implorar la gracia del Espíritu en el púlpito, a menos que usen su "Dios te salve María". Pero aparte de que usan estas palabras que simplemente son una felicitación sencilla, ellos injustificadamente asumen un cargo que no les pertenece ya que Dios delegó para tal función a nadie más que a un ángel. Su ambición tonta los conduce a otro error en segundo lugar, esto es que ellos saludan a una persona que está ausente.

29. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Lucas no dice que María se turbó por la presencia del ángel, sino por su discurso. ¿Por qué entonces se mencionan también su presencia? La razón, creo yo, es esta. Al percibir algo en el ángel de la gloria celestial, ella fue presa del miedo repentino que surge del temor a Dios. Ella se agita, porque sentía que había recibido un saludo, no de un hombre mortal, sino de un ángel de Dios. Pero Lucas no dice que ella estaba tan turbada como para haber perdido la razón. Por el contrario, da una indicación de una mente atenta y equilibrada, porque después, agrega: y pensaba qué salutación sería esta, es decir, cuál era su objeto, y cuál es su significado. María supo al instante que el ángel no había sido enviado con un propósito sin importancia. Este ejemplo nos recuerda, en primer lugar, que no debemos ser observadores descuidados de las obras de Dios y en segundo lugar, que nuestro examen de las mismas debería ser regulado por el temor y reverencia.

30. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. El ángel manda a un lado el miedo de María, el cual siempre nos recuerda la fragilidad de nuestra carne, pues no podemos evitar estar alarmados cada vez que el más débil de los estallidos de los rayos de la gloria divina cae sobre nosotros. Cuando nos damos cuenta, de veras, de la presencia de Dios, no podemos pensar en él, aparte de sus efectos. En consecuencia, ya que todos somos susceptibles de su tribunal, el miedo da lugar al temblor, hasta que Dios se manifiesta como un Padre. La santa virgen vio en su propia nación una gran cantidad de delitos, que tenía buenas razones para temer más pesados castigos. Para eliminar este miedo, el ángel declara que él había venido a certificar y anunciar una bendición inestimable. La expresión hebrea, has encontrado favor, es utilizado por Lucas en lugar de "Dios ha sido misericordioso a ti". Esto no significa que ella encontró favor en la búsqueda de él, sino que el favor le llegó como ofrecimiento. Ejemplos de esto son tan bien conocidos, que no sería de ninguna utilidad citarlos.

31. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo. El ángel adapta sus palabras en lugar a la profecía de Isaías (Isaías 7:14) y en segundo lugar a los pasajes de los demás profetas, con el propósito de afectar poderosamente la mente de la virgen, pues aquellas profecías era totalmente conocidas y altamente apreciadas entre los santos. Al mismo tiempo, debe ser observado que el ángel no se limitó a hablar en privado al oído de la virgen, sino que trajo buenas nuevas, (εὐαγγέλιον), que brevemente después fueron publicadas en todo el mundo. No fue sin el propósito de Dios, que el acuerdo entre las antiguas profecías y el mensaje actual respecto de la manifestación de Cristo, fue tan claramente señalado. La palabra concebir es suficiente para poner a un lado el sueño de Marción y Maniqueo, porque es fácil de obtener de él, que María no trajo en su cuerpo un etéreo o fantasma, sino el fruto que ella había concebido previamente en su seno.

Y llamarás su nombre JESÚS. La razón del nombre es dada por Mateo: porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). Luego entonces, el nombre contiene una promesa de salvación y señala además el objeto por el cual Cristo había sido enviado a la tierra por el Padre, como El mismo nos dice: “No he venido a juzgar el mundo sino a salvarlo”. (Juan 12:47). Recordemos que no fue por voluntad humana sino por mandato de Dios que este nombre le fue dado al el por el ángel, para que así nuestra fe esté fundada no en la tierra sino en el cielo. El nombre se deriva de la palabra hebrea ישע, salvación, de la que viene הושיע, la que significa salvar. Es un derroche de ingenio sostener que éste es distinto del nombre hebreo יהושוע (Jehoshua o Joshua), los rabinos en todas partes escriben la palabra Jesu, y lo hacen con malicia evidente, para no otorgar a Cristo un nombre honorable, sino, por el contrario, para insinuar que es uno que pretende ser Judío. Su manera de escribir, en consecuencia, no tiene ninguna importancia más que el ladrido de un perro. La objeción de que es muy por debajo de la dignidad del Hijo de Dios tener un nombre en común con otros, también podría aplicarse al nombre de Cristo o Ungido, pero la solución de los dos es fácil. Lo que se exhibió en la sombra bajo la ley se aplica plenamente y de hecho se manifiesta en el Hijo de Dios, o, lo que en ese entonces era una figura ahora toma sustancia en el. Existe otra excepción que es igualmente insignificante. Ellos afirman que el nombre de Jesús no es digno de veneración y temor, ante el cual toda rodilla se doble (Filipenses 2:9-10), si no pertenece exclusivamente al Hijo de Dios. Pero Pablo no le atribuyen un nombre mágico, como si en sus sílabas residiera la majestad, sino que su lenguaje simplemente significa que Cristo ha recibido del Padre la máxima autoridad, a la que todo el mundo debe someterse. Digamos adiós a tales nociones como esta y aprendamos que el nombre de Jesús se le dio a Cristo, a fin de que los creyentes pueden ser instruidos para buscar en el lo que había estado bajo la sombra en el marco de la ley.

32. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El ángel había dicho lo mismo acerca de Juan el Bautista y sin embargo no tenía la intención de igualarlo con Cristo. No obstante, el Bautista es grande en su propia clase, mientras que la grandeza de Cristo se explica inmediatamente a ser tal que le eleva por encima de todas las criaturas. Porque sólo a él pertenece como su prerrogativa peculiar ser llamado el Hijo de Dios. Tal como el apóstol afirma: ¿A cuál de los ángeles dijo Dios en cualquier momento, Tú eres mi Hijo, el día de hoy yo te he engendrado? (Hebreos 1:5.). Admito que en algunas ocasiones a los ángeles y a los reyes se les atribuye este título en las Escrituras, pero ellos están denominados en común como los hijos de Dios a causa de su alto rango. Pero es perfectamente claro y cierto que Dios distingue a su propio Hijo de todos los demás, cuando se dirige a él en particular: Tú eres mi Hijo (Salmo 2:07). Cristo no es confundido ni con los ángeles ni con los hombres como para que sea uno de la multitud de los hijos de Dios, sino que lo que se le da a él, ningún otro tiene derecho a reclamar. Los hijos de Dios son los reyes, y ciertamente no por derecho natural, sino porque Dios ha concedido a ellos tan gran honor. Incluso los ángeles no tienen derecho a esta distinción, salvo por causa de su alto rango entre las criaturas, en la subordinación al Jefe Grande, (Efesios 1:21.) Nosotros también somos hijos, por adopción, la cual se obtiene por la fe, porque no la obtenemos por naturaleza: Cristo es el Hijo único, el unigénito del Padre, (Juan 1:14).

El tiempo futuro del verbo, “el será llamado Hijo del Altísimo”, es torturado por aquel asqueroso perro Servet para probar que Cristo no es el Hijo eterno de Dios, sino que comenzó a ser reconocido como tal cuando tomó sobre sí nuestra carne. Se trata de una calumnia intolerable. El sostiene que Cristo no era el Hijo de Dios antes de su aparición en el mundo vestido de carne, porque el ángel dice que el “será llamado”. En mi caso sostengo algo contrario. Las palabras del ángel no significan nada más que el, que había sido el Hijo de Dios desde la eternidad, se manifestaría como tal en la carne, (1 Timoteo 3:16;) ya que “será llamado” denota un claro conocimiento. Hay una gran diferencia entre las dos posiciones, la una que Cristo comenzó a ser el Hijo de Dios, lo cual no era antes, y la otra que se ha Cristo fue revelado entre los hombres para que tuvieran conocimiento de que él era la persona que había sido prometida. Ciertamente, en cada época Dios se ha dirigido a su pueblo como un Padre, y por lo tanto se deduce, que tenía un hijo en el cielo, de quien y por quien los hombres obtienen la filiación. Pero los hombres se jactan demasiado de si, si se aventuran a presumir de ser los hijos de Dios en cualquier otro aspecto a menos que lo hagan como miembros del unigénito Hijo, (Juan 1:18). Por ello es que los santos padres nunca tuvieron la audacia de ser llamados con un título tan honroso invocando a Dios, a menos que tuvieran en mente al Hijo mediador. Un conocimiento más completo de que estamos hablando está en otra parte explicado por Pablo cuando dice que ahora estamos en libertad no sólo de llamar a Dios por su nombre sino de gritarle Padre. (Romanos 8:15, Gálatas 4:6).

Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre. Hemos dicho que el ángel toma prestado de los profetas los títulos que le atribuye a Cristo en orden de que la santa virgen pudiera reconocerlo como el Redentor que había sido prometido a sus padres. Cada vez que los profetas hablaron de la restauración de la iglesia, ellos dirigieron la esperanza de todos los creyentes hacia el reino de David, por lo cual se convirtió en un adagio popular entre los judíos que la seguridad de la iglesia dependería de la próspera condición del reino y que nada más apropiado y adecuado al oficio del Mesías que levantar de nuevo el Reino de David. En consecuencia, el nombre de David se aplica a veces a El Mesías. "Ellos servirán al Señor su Dios y a David su rey" (Jeremías 30:9). Una vez más, "Mi siervo David será un príncipe en medio de ellos" (Ezequiel 34:24, 37:24.) "Ellos " buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey" (Oseas 3:5). Los pasajes en que es llamado "El Hijo de David" son suficientemente conocidos. En una palabra, el ángel declaró que en la persona de Cristo se cumpliría la predicción de Amos: "En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David" (Amos 9:11).

33. Y reinará sobre la casa de Jacob. Como la salvación se había prometido a los judíos de una forma peculiar (el pacto que han hecho con su padre Abraham, Génesis 17:7) y Cristo, como Pablo nos informa "fue un ministro de la circuncisión", (Romanos 15:08), el ángel adecuadamente fija su reinado en esa nación como su sede y residencia particular. Esto está en perfecto acuerdo con las otras predicciones de que el reino de Cristo se extendería y crecería hasta los últimos límites de la tierra. Mediante la nueva y maravillosa adopción, Dios ha admitido en la familia de Jacob a los gentiles que antes eran desconocidos, aunque los judíos considerados como los primeros hijos, tendrán un lugar de privilegio como se indica: "El Señor enviará desde Sion la vara de tu poder" (Salmo 110:2). Por lo tanto, el trono de Cristo fue erigido en el pueblo de Israel, para que desde allí pudiera someter a todo el mundo. Todos aquellos quienes se han unido por la fe a los hijos de Abraham son tenidos en cuenta como el verdadero Israel. Aunque los Judíos por su rebelión se han separado de la iglesia de Dios, el Señor siempre conservará hasta el final algunos "remanentes" (Romanos 11:5;) pues "irrevocable es el llamado de Dios" (Romanos 11:29.) Ciertamente el cuerpo de las personas es cortado hasta cierta medida, pero debemos recordar el misterio del que habla Pablo (Romanos 11:25) que Dios al fin reunirá algunos de los Judíos de la dispersión. Mientras tanto, la iglesia, que está dispersa por todo el mundo, es la casa espiritual de Jacob, pues tiene su origen en Sion.

Para siempre. El ángel señala el sentido en que debemos tomar lo que fue frecuentemente predicho por los profetas sobre que el reino de David no tendría fin. Fue solamente durante su reinado y el de Salomón que el reino permaneció poderoso y rico. Con Roboam, el tercer sucesor difícilmente se logró retener a una tribu y media. Después de él, se sucedieron una serie de desastres hasta que el reino colapsó. El ángel ahora declara que cuando haya sido establecido el reino en la persona de Cristo, no estaría propenso a la destrucción y para probar esto, el ángel emplea las palabras de Daniel (7:14) y su reino no tendrá fin. Aún cuando el significado de estas palabras es que Dios defenderá y protegerá por siempre el reino de Cristo y la iglesia de tal manera que no perezca en la tierra “mientras dure el sol” (Salmos 72: 5,7) su verdadera perpetuidad se refiere a la gloria venidera. Entonces, los creyentes se siguen unos a otros en esta vida por una sucesión ininterrumpida hasta que al fin sean juntados en el cielo, donde reinará por los siglos.

Lucas 1:34-38

34. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. 36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; 37 porque nada hay imposible para Dios. 38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.

34. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? La santa virgen parece limitar el poder de Dios dentro de los estrechos límites que Zacarías había hecho anteriormente, ya que lo dicho por el ángel estaba por fuera del orden común de la naturaleza, por lo tanto María concluye que era imposible. Ella razona de la siguiente manera: Yo no conozco ningún varón ¿Cómo entonces puedo creer que lo me dice es verdad? A pesar de esto, no debemos atormentarnos buscando una manera de absolver a María de toda culpa. Por fe, ella debió haberse levantado de inmediato, con el poder infinito de Dios, quien no está en absoluto enmarcado dentro de los medios naturales, sino que se remonta sobre el mundo. Pero en lugar de hacerlo, ella (María) se detiene en el camino común y natural de engendrar. Sin embargo, debemos darnos cuenta que no hubo ningún pensamiento en la duda o pregunta de María de rebajar el poder de Dios o igualarlo a su inteligencia sino que su duda es producida por su repentino impulso de asombro. Que María abrazó la promesa puede ser confirmado de esto, que aunque muchas cosas pudieron ser objetadas por ella, ella solo dudó en un solo punto. María pudo instantáneamente haber objetado sobre el lugar en donde se encontraba el trono de David ya que todo su poder real había sido destruido desde hacía mucho tiempo y todo el brillo de la descendencia real se había extinguido. Incuestionablemente, si ella hubiera actuado de acuerdo con los estándares de la carne, ella hubiera considerado como una fábula lo que el ángel le había informado.

No debe existir duda de que María estaba convencida de la restauración de la iglesia y por eso, le dio credibilidad a lo que la carne hubiera certificado como imposible. Para ese tiempo era probable que fuera de conocimiento general la profecía de Isaías, en la cual se menciona que Dios restauraría la raíz de Isaí, (Isaías 11:1). La fe en la gracia de Dios trabajó en la mente de la virgen por lo que ella aceptó sin ningún debate, el mensaje traído a ella concerniente al levantamiento del trono de David. Alguien podría alegar que había otra profecía la cual indicaba que una virgen daría a luz un hijo (Isaías 7:14). A esto yo respondo que la comprensión de tal misterio no era cierto en aquellos días. Los Padres esperaban que un Rey naciera para que el pueblo de Dios fuera bendecido y próspero, sin embargo, el sentido de este texto estaba oculto como si un velo les impidiera ver. Por consiguiente, no es de sorprenderse si la santa virgen pregunta sobre este tema que hasta la fecha ella no entendía.

La conjetura que algunos han extraído de las palabras de María, de que había hecho un voto de virginidad perpetua, es infundado y absurdo por completo. Ella, en ese caso, hubiera cometido traición al permitirse estar unida a un esposo y hubiera hecho desprecio de la alianza santa del matrimonio, lo cual no se podría haber hecho sin burlarse de Dios. A pesar de que los papistas han ejercido una tiranía bárbara sobre este tema, nunca han llegado tan lejos como para permitir que la esposa haga votos de continencia en su propio placer. Además, es una suposición ociosa y sin fundamento que una vida monástica existía entre los Judíos.

Tenemos que responder, sin embargo, otra objeción, esta es que la virgen se refiere al futuro, por tanto declara que no tendrá relaciones sexuales con un hombre.  La explicación probable y simple es, que la grandeza o mejor la majestad del tema deja una poderosa impresión en la virgen, que todos sus sentidos fueron atados y encerrados en asombro. Cuando ella es informada que el Hijo de Dios va a nacer, se imagina algo inusual y por tanto, una razón para poner de lado las relaciones conyugales. Es así como se echa en el asombro: ¿Cómo será esto? Y así Dios en su gracia la perdona y le responde con amabilidad y cuidado por medio del ángel, porque de una manera devota y seria, y con la admiración de una obra divina, ella se había preguntado cómo sería, pues estaba convencida que eso iba más allá del curso común y ordinario de la naturaleza. En una palabra, esta pregunta no era tan contraria a la fe, sino que surgió de la admiración en vez de la desconfianza.

35. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. El ángel no explica la forma con el fin de satisfacer la curiosidad, ya que no había necesidad de hacerlo. Sólo lleva a la virgen a contemplar el poder del Espíritu Santo y a rendirse en silencio y con calma a su dirección. La palabra ἐπελεύσεται, vendrá sobre, denota que esta sería una obra extraordinaria en la que los medios naturales no tendrían lugar. La cláusula siguiente se añade a modo de exposición, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra: el Espíritu puede ser considerado como la fuerza esencial de Dios, cuya energía se manifiesta y se ejerce en todo el gobierno del mundo, así como en acontecimientos milagrosos. Hay una elegante metáfora en la expresión ἐπισκιάσει, cubrirá con su sombra. El poder de Dios, en el que él guarda y protege a su propio pueblo, es frecuentemente comparado en la Escritura a una sombra, (Salmos 17:8; 57:1, 91:1.) Pero parece tener otro significado peculiar en este pasaje. La operación del Espíritu sería secreta, como si una nube de intervención no permitiera que fuera visto por los ojos de los hombres. Ahora bien, como Dios en milagros oculta de nosotros la manera de su procedimiento, nuestra parte será adorar con seriedad lo que él elige para ocultar de nosotros.

Por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Esta es una confirmación de la última oración. El ángel le enseña a la virgen que Cristo debía nacer sin el coito entre el hombre y la mujer, para que pudiera ser santo e Hijo de Dios, es decir, para que en santidad y gloria pueda estar por encima de todas las criaturas y no tenga ninguna característica común entre los hombres. Los herejes que se imaginan que se convirtió en el Hijo de Dios solo después de su nacimiento humano, se apoderan de la partícula por lo cual será llamado Hijo de Dios, porque sería concebido milagrosamente por el poder del Espíritu Santo. Pero esta es una conclusión falsa, pues, aunque el Hijo de Dios se manifestó en la carne, no se sigue que no era el Verbo engendrado del Padre antes de los siglos. Por el contrario, el que había sido el Hijo de Dios en su divinidad eterna, aparecía también como el Hijo de Dios en carne humana.

Este pasaje no sólo expresa la unidad de la persona en Cristo, sino que al mismo tiempo indica que Cristo es el Hijo de Dios que se vistió a sí mismo de la naturaleza humana. Como su propio nombre: Hijo de Dios, indica que pertenece a la esencia divina de Cristo que tuvo desde el principio, aunque ahora se aplica en forma unida a las dos naturalezas, porque la forma secreta y celestial de la generación le ha separado del rango normal de los hombres. En otros pasajes, de hecho, con el propósito de afirmar que él es verdaderamente hombre, él mismo se llama el Hijo del hombre, (Juan 5:27), no obstante, la verdad de su naturaleza humana es compatible con su origen divino que le dota de peculiar dignidad por encima de todos los demás, habiendo sido concebido fuera del camino ordinario de la naturaleza por el Espíritu Santo. Esto nos da una buena razón para que nuestra confianza crezca con más libertad cada vez que nos atrevemos a llamar a Dios, nuestro Padre, porque su único Hijo, optó por ser nuestro hermano, en orden de que podamos tener un padre en común con él. Se debe señalar también que Cristo, al haber sido concebido por un poder espiritual, es llamado la semilla santa, pues era necesario que él tuviera que ser un hombre de verdad, para que pudiera expiar nuestros pecados, vencer a la muerte y a Satanás en nuestra carne, de modo que se necesitó que fuera libre de toda mancha y pecado para la limpieza de otros, (1 Pedro 1:19). Aunque Cristo fue formado de la simiente de Abraham, no se contagió de la naturaleza pecaminosa, porque el Espíritu de Dios lo mantuvo puro desde el mismo comienzo, y esto se hizo no sólo para que pudiera abundar en santidad personal, sino sobre todo para santificar a su propio pueblo. La forma de concepción, por lo tanto, nos asegura que tenemos un Mediador apartado de los pecadores, (Hebreos 7:26).

36. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril. Mediante el ejemplo tomado de su propia parienta, el ángel alienta la fe de María a esperar un milagro. Si ni la esterilidad, ni la edad de Elisabet pudieron impedir a Dios hacer de ella una madre, no había ninguna mejor razón para que María restringiera su visión dentro de los límites normales de la naturaleza, cuando ella viera tal manifestación del poder divino en su prima. El ángel le menciona expresamente el sexto mes, porque aunque en el quinto mes la mujer por lo general siente la palpitación del niño en el vientre, es en el sexto mes que se elimina toda duda. Es cierto que María debió haber permanecido firme en la sola palabra de Dios en cuanto a que no requería apoyo para su fe de cualquier otra fuente, pero, para evitar más dudas, el Señor se digna en fortalecer su promesa a través de esta nueva ayuda. Con igual indulgencia Dios nos sostiene y apoyan cada día, más aún, con mayor cuidado porque nuestra fe es más débil. Que no dudemos de su verdad, pues para corroborarla, Dios mismo nos trae testimonios desde todas las direcciones.
Una pregunta surge, ¿cómo Elisabet, que era de las hijas de Aarón, (ver. 5) y María, que era descendiente de la población de David, podrían ser primas? Esto parece estar en desacuerdo con la ley que prohibía a las mujeres casarse en una tribu distinta a la suya, (Números 36:6). Con respecto a la ley, si nos fijamos en su objeto, este era el de prohibir los matrimonios que pudieran traspasar las herencias de tribu en tribu. (Números 36:7). No existía tal peligro, si una mujer de la tribu de Judá, se casaba con un sacerdote, al que una herencia no pudiera ser transmitida. El mismo argumento se sostendría si una mujer de la tribu de Leví se pasaba a otra tribu. Es posible que la madre de la santa virgen pudiera haber sido descendiente de la familia de Aarón, y así su hija pudiera ser la prima de Isabel.

37. Porque nada hay imposible para Dios1. Si tomamos la palabra ῥη̑μα (palabra) en su propio y natural sentido, el significado será que Dios va a cumplir su promesa pues no existe obstáculo que pueda bloquear su poderío; y el argumento será, Dios ha prometido, y por lo tanto lo va a lograr, porque no debemos de alegar una imposibilidad en oposición a su palabra. Sin embargo, porque palabra se toma a menudo como la misma cosa2 de acuerdo con la manera de hablar en el idioma hebreo, (el cual los evangelistas siguieron, a pesar de que escribieron en griego) podríamos decir que nada es imposible para Dios. Pero debemos establecer una máxima: Que vagan por mal camino los que imaginan su satisfacción en el poder de Dios para ser algo más allá de su palabra. Nosotros debemos considerar su infinidad para fortalecer nuestra esperanza y seguridad. Pero es inútil, poco productivo, e incluso peligroso, discutir acerca de lo que Dios puede hacer a menos que también tengamos en cuenta lo que él decide hacer.

El ángel hace aquí lo que Dios hace con frecuencia en las Escrituras, emplea una doctrina general para confirmar una especie de promesa. Este es el uso verdadero y propio de una doctrina general. Aplicar sus diversas promesas al tema que nos ocupa a cada momento de angustia y perplejidad, pues siempre que se conserva su forma general, hace poca impresión en nosotros. No es necesario preguntarse si el ángel le recuerda a María el poder de Dios, porque nuestra desconfianza de eso, disminuye en gran manera nuestra confianza en las promesas. Todos reconocen de palabras que Dios es Todopoderoso, pero, si él promete algo más allá de lo que somos capaces de comprender, nosotros permanecemos en la duda. ¿De dónde viene esto sino de nuestra forma de atribuirle a su poder nada más de lo que nuestros sentidos perciben? Así Pablo, elogiando la fe de Abraham, dice, que él “dio gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20, 21.) En otro pasaje, hablando de la esperanza de vida eterna, Pablo pone delante de él la promesa de Dios. “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. (2 Timoteo 1:12.) Esto puede parecer una pequeña porción de fe para los impíos que niegan abiertamente la afirmación de Dios de ser todopoderoso. Pero el que tiene el poder de Dios con firmeza y bien fijo en su corazón, fácilmente superará los obstáculos de otro tipo que se presentan a la fe. Debe ser observado, sin embargo, que el poder de Dios es visto por la verdadera fe, si se me permite la expresión, como eficaz. Porque Dios es y quiere ser reconocido como poderoso, que por el cumplimiento a si mismo, él prueba su fidelidad.

38. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor. La santa virgen no se permite más cuestionamientos. Indiscutiblemente, muchas cosas pudieron haberse colado en su mente para reprimir la fe, e incluso para extraer su atención de lo que le dijo el ángel. Pero ella detiene la entrada de argumentos opuestos y se compele a si misma a obedecer. Esta es una prueba real de fe, cuando reprimimos nuestras mentes y las tenemos cautivas para que no intenten alegar una cosa u otra a Dios. Dar rienda suelta a la disputa, fomentará para siempre la infidelidad. Estas son expresiones de peso: he aquí la sierva del Señor, pues María se da y se dedica a Dios sin reservas, para que él pueda disponer libremente de ella según su voluntad. Los incrédulos retiran de su mano y tanto como encuentran en el poder de Dios, obstruyen su trabajo; pero la fe nos presenta delante de Dios para que podamos estar listos para rendir obediencia. Ahora, si la santa virgen era la sierva del Señor, porque ella dio su vida sumisa a su autoridad, no puede existir peor obstinación que la de huir de él y rechazar que la obediencia es lo que él se merece y requiere. En una palabra, así como la fe nos convierte en siervos obedientes a Dios y nos ubica bajo su poder, así la incredulidad nos hace rebeldes y desertores.

Hágase conmigo conforme a tu palabra. Esta frase puede interpretarse de dos maneras. La una que la virgen al dejar atrás su tema, se torna en una oración repentina, y la otra que al continuar el hilo de su argumento, ella procede a ceder y rendirse así misma al Señor3. Mi simple interpretación es que ella está convencida del poder de Dios y por tanto sigue alegremente lo que él le pide y que ella además, confía en sus promesas, y no sólo espera, sino que ansiosamente desea su realización. También debemos observar que ella está convencida en la palabra del ángel porque sabía que procedía de Dios. La valoración de su crédito no es con referencia a quien era su mensajero, sino con referencia a quien era el autor.

1. Le grec porte: Toute parole ne sera point impossible envers Dieu. El texto en la versión griega usa el término palabra. Es decir: “Porque ninguna palabra es imposible para Dios”.
2. En francés el comentario dice: Toutefois parce que ce mot parole se prend souvent pour la chose même. En inglés: But as a word often means a thing in the idiom of the Hebrew language.
3, En francés: Car nous pouvons entendre ou que la vierge laissant son premier propos entre soudain en prière, ou bien qu'en continuant le fil de son propos elle continue à se remettre entièrement à Dieu. En inglés: Either the holy virgin, leaving her former subject, betakes herself suddenly to prayers and supplications; or, she proceeds in the same strain to yield and surrender herself to God.

Lucas 1:39-45

39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá 40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. 41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. 43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.

39. Levantándose María. Esta salida mencionada por Lucas prueba que la fe de María no era de una naturaleza transitoria, pues la promesa de Dios no se desvaneció con la ausencia del ángel sino que fue grabada en su mente. La prisa indica un afecto sincero y fuerte. Podemos deducir de ello que la Virgen hizo caso omiso a todo lo demás y formó una estimación justa de la gracia de Dios. Pero uno podría preguntarse, ¿cuál era su objetivo en la realización de este viaje? Ciertamente, no fue para indagar si lo que el ángel le había dicho era verdad. Porque así como ella había concebido el Hijo de Dios en su vientre, ella también estaba segura en su corazón por la fe. Tampoco estoy de acuerdo con quienes piensan que ella fue con el fin de felicitar a Elisabet. Creo que es más probable que su objeto era, en parte para aumentar y fortalecer su fe, y en parte para celebrar la gracia de Dios que tanto había recibido. No hay nada de absurdo al suponer que ella buscaba confirmar su fe al ver el milagro, que había sido aducido a ella con no pequeño efecto por el Ángel. Porque, aunque los creyentes están satisfechos con la simple palabra de Dios, sin embargo, no prescinden de ninguna de sus obras, las cuales, ellos encuentran propicias para fortalecer su fe. María estaba obligada a recibir todo el apoyo que se le había ofrecido, a menos que ella escogiera rechazar lo que el Señor le había dado libremente a ella. A la par de esto, el encuentro mutuo podría despertar superior gratitud, tanto en Elisabet, como en sí misma, tal como se desprende de lo que sigue. El poder de Dios se hizo notable y más deslumbrante al ver una doble gracia en una sola vista, pues la comparación añadió mucho más esplendor. Lucas no menciona la ciudad en la cual habitó Zacarías, solamente menciona que pertenecía a la tribu de Judá y que estaba situada en una zona montañosa. Por lo tanto se deduce que estaba más remota del pueblo de Nazaret que de Jerusalén.

41. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Es completamente natural para un niño moverse ante una agradable sorpresa, en el vientre de una mujer embarazada, no obstante, Lucas quiere indicar algo que va mucho más allá de lo casual. Ningún buen propósito nos serviría para involucrarnos en cuestiones complejas, tales como, si el niño era consciente de la presencia de Cristo, o si tenía un sentimiento de reverencia, es suficiente para nosotros que el niño se movió por un impulso secreto del Espíritu. Lucas no dice que la sensación pertenecía al niño, sino más bien da a entender que como parte de la operación Divina que tuvo lugar en la propia madre, el infante se regocija en el vientre. La expresión: fue llena del Espíritu Santo, significa que fue dotada de repente con el espíritu profético, más allá de la forma habitual y acostumbrada, porque yo no creo que antes estaba totalmente desprovista de los dones del Espíritu, sino que se demostró un poder mucho más abundante y extraordinario.

42. Y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres. Elisabet parece poner a María y a Cristo en un rango igualitario, que pareciera estar fuera de toda razón. No obstante, soy de la opinión de aquellos que piensan que la segunda cláusula asigna la razón a la primera parte. En la Escritura es común el uso de y en vez de porque. En consecuencia, Elisabet afirma que su prima fue bendecida con motivo de la bendición de su hijo. De hecho, llevar a Cristo en su vientre no era la primera razón de la felicidad de María, pues había algo superior, esto es, la distinción de ser nacida de nuevo por el Espíritu de Dios a una nueva vida. Sin embargo, ella es justamente llamada bendita, por ser a quien Dios otorgó el distinguido honor de traer al mundo a su propio Hijo, por quien había sido espiritualmente renovada. Y en este día, la bendición que nos trajo por Cristo no puede ser objeto de nuestra alabanza, sin que nos recuerde al mismo tiempo, del distinguido honor que Dios se complació en otorgar a María, haciendo de ella la madre de su único Hijo Unigénito.

43. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? La buena actitud de Elisabet es digna de notar. Ella piensa muy bien de los favores otorgados por Dios a María y les da solo el elogio adecuado y no los alaba más allá de lo que era correcto, lo que habría sido una deshonra para Dios. Porque tal es la nativa depravación del mundo, que hay pocas personas que no son imputadas con una de estas dos fallas: Algunos, encantados más allá de toda medida de sí mismos y deseosos de brillar solos, envidiosamente desprecian los dones de Dios en sus hermanos, mientras que otros los elogian en tal grado de superstición, que los convierten en ídolos. La consecuencia ha sido que la primera fila se asigna a María, y Cristo es bajado por así decirlo a la banqueta. Totalmente opuesto es el caso de Elisabet, la cual al cantar sus alabanzas está tan lejos de obscurecer la gloria de Dios, que trae todas las cosas de regreso a Dios. Y aún, a pesar de que reconoce la superioridad de María sobre sí misma y sobre los demás, no envidia su más alta distinción, sino modestamente declara que ha obtenido más de lo que merecía. Elisabet llama a María la madre de mi Señor. Esto denota una unidad de la persona en las dos naturalezas de Cristo, como si ella hubiera dicho, que el que fue hecho un hombre mortal en el vientre de María, era al mismo tiempo, el Dios eterno. Debemos tener en cuenta, que no ella habla como una mujer común y corriente de su propia sugestión, sino que simplemente emite lo que fue dictado por el Espíritu Santo.

Este nombre de Señor estrictamente pertenece al Hijo de Dios "manifestado en la carne" (1 Timoteo 3:16), que ha recibido del Padre todo poder y ha sido nombrado el máximo gobernador de los cielos y la tierra, al cual por su intervención, Dios puede gobernar todas las cosas. Aún así, es de una manera peculiar el Señor de los creyentes, que se someten de buena gana y alegremente ante su autoridad, porque de "su cuerpo" es "la cabeza" (Efesios 1:22, 23.) Y así, Pablo dice, "aunque haya muchos señores, para nosotros", es decir, a los servidores de la fe, "hay un solo Señor" (1 Corintios 8:5,6). Ahora bien, cuando Elisabet amplifica esta gracia de Dios, diciendo que la criatura saltó de alegría en mi vientre, no hay duda de que quiere sugerir que se sentía algo sobrenatural y divino.

45. Y bienaventurada la que creyó. Elisabet habló por un movimiento oculto del Espíritu, como es evidente de una declaración anterior de Lucas. El mismo Espíritu declara que María es bienaventurada porque ha creído, y al elogiar la fe de María nos enseña en general en qué consiste la verdadera felicidad del hombre. María fue bienaventurada porque, abrazando en su corazón la promesa de Dios, ella concibió y dio a luz al Salvador para sí misma y para el mundo entero. Esto fue peculiar a ella, pero como no tenemos una gota de justicia, de vida, o cualquier otro beneficio, salvo en la medida en que el Señor nos los presenta en su Palabra, es la fe la que nos libra de la más baja pobreza y miseria y nos hace partícipes de la verdadera felicidad.

Hay un gran peso en esta afirmación porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. El significado es, la fe le da paso a las promesas divinas para que puedan obtener sus logros en nosotros. La verdad de Dios ciertamente no depende de la voluntad de los hombres, pues Dios sigue siendo siempre verdad, (Romanos 3:4), aunque el mundo entero, creyentes y mentirosos, traten de arruinar su veracidad. Como los incrédulos no son dignos de obtener el fruto de las promesas, la Escritura nos enseña que sólo por la fe las promesas son poderosas para nuestra salvación. Dios ofrece sus beneficios indiscriminadamente a todos y la fe abre su seno para recibirlos, mientras que la incredulidad los deja caer, a fin de que los beneficios no lleguen a nosotros.

Si hubiera existido alguna falta de fe en María, eso no habría sido impedimento para que Dios no hubiera podido llevar a cabo su trabajo en cualquier otra forma que él hubiera elegido. Pero María se llama bienaventurada, porque recibió por la fe la bendición que se le ofreció a ella y abrió el camino para que Dios pudiera llevar a cabo su trabajo. Por contraste, la incredulidad le cierra la puerta a Dios y le estrecha las manos en su trabajo, para que todos aquellos que despojan a María de su virtud no la reconozcan como la portadora de la salvación para ellos.1 Hay que observar también la relación entre palabra y fe, de la que nos enteramos de que, en el acto de creer le damos nuestro asentimiento a Dios que nos habla, y tenemos por cierto que lo que él nos ha prometido lo hará. La frase, por el Señor, es de la misma clase de una expresión de uso común, de parte de Dios, porque aunque la promesa había sido traída por el ángel, esta provenía directamente de Dios. Por lo tanto se infiere que, sea que Dios use la ministración de los ángeles o de los hombres, él desea que Su Palabra reciba tanto honor como si él mismo estuviera descendiendo visiblemente del cielo.

1 Esto es, como la mujer que llevó a Cristo en su vientre. Cristo es la salvación.

Lucas 1:46-50
46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; 47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. 48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. 49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, 50 Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.

Ahora sigue un notable e interesante cántico de la santa virgen, que muestra claramente cuan eminentes fueron sus logros en la gracia del Espíritu. Hay tres cláusulas en esta canción. En primer lugar, María ofrece solemne acción de gracias por la misericordia de Dios que había experimentado en su propia persona. Luego, ella celebra en términos generales, el poder de Dios y juicios. Por último, ella misma trae las cosas al presente y describe la redención que se había prometido y que ahora era concedida a la iglesia.

46. Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor. Aquí María da testimonio de su gratitud, como ya hemos dicho. Pero como los hipócritas en su mayor parte, cantan las alabanzas de Dios con la boca abierta, sin la compañía de algún afecto del corazón, María dice que alaba a Dios desde un profundo sentimiento de su alma. Ciertamente no es nada más que una profanación del nombre de Dios el declarar Su gloria meramente con la boca y no con el corazón. Las palabras alma y el espíritu se utilizan en las Escrituras en varios sentidos, pero, cuando son empleadas en conjunto, denotan principalmente dos facultades del alma (anima); Espíritu (spiritus) que se toma por el entendimiento y el alma (anima) por la sede de la afectos y deseos. Para comprender el significado de la santa virgen, se debe observar que lo que aquí se colocó en segundo lugar es el primero en orden, ya que para que la voluntad del hombre se levante para alabar a Dios, esta debe ir precedida de una regocijo del espíritu, como dice Santiago: "¿Está alguno alegre? Cante alabanzas" (Santiago 5:13). La tristeza y la ansiedad bloquean el alma y frenan a la lengua de celebrar la bondad de Dios. Cuando el alma de María exulta de alegría, su corazón explota en alabanzas a Dios. Es con gran propiedad, al hablar de la alegría de su corazón, que ella da a Dios la denominación de Salvador. Hasta que Dios no haya sido reconocido como Salvador, las mentes de los hombres no serán libres de disfrutar de la verdadera y plena alegría, sino que permanecerán en la duda y la ansiedad. Es solamente la paternal bondad de Dios y la salvación que fluye de ella, la que puede llenar nuestros corazones de alegría. En una palabra, la primera cosa necesaria para los creyentes es, que sean capaces de alegrarse de que tienen su salvación en Dios. El siguiente deber a seguir, luego de haber experimentado que Dios es un Padre bondadoso, es sacrificar a Dios alabanza. (Salmo 50:14). La palabra griega σωτὴρ Soter, Salvador, tiene una significación más amplia que la palabra latina Servator, porque se aplica no solamente a un rescate realizado una sola vez, sino que habla del "Autor de la salvación eterna." (Hebreos 5:9).

48. Porque ha mirado la bajeza de su sierva. María explica la razón por la cual la alegría de su corazón se fundó en Dios, pues Él la había mirado en su libre gracia. Al llamarse a sí misma baja, se exime de todo mérito y le atribuye a la bondad inmerecida de Dios todo el reconocimiento por su triunfo. Por ταπείνωσις, bajeza, no se denotan aquí sumisión, modestia, o cualquier estado de la mente, (como hombres ignorantes y sin educación han imaginado tontamente), sino que significa una condición abyecta y despreciable. El significado es: "Yo era desconocida y despreciada, pero eso no impidió que Dios dignase fijar sus ojos sobre mí." Pero si lo bajo de María está en contraste con la excelencia (como el propio asunto y el texto griego dejan muy claro) vemos cómo María se hace nada para exaltar a Dios solamente. Y éste no era el grito de una pretendida humildad, sino la afirmación clara y honesta de una convicción que fue grabada en su mente, pues ella no había sido tenida en cuenta por los ojos del mundo y su misma estimación no era mucho más.

Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada. María anuncia que esa bendición de Dios sería recordada por todas las generaciones. Si iba ser tan notable, que debía de ser proclamada en todas partes por los labios de todos los hombres, entonces María como persona que recibió la bendición, no podía permanecer en silencio al respecto. Ahora observemos que María hace que su felicidad consista solamente en lo que ella reconoce que le ha sido otorgado por Dios y señala la aceptación de Su gracia. "Voy a ser bienaventurada", dice ella, “por todas las generaciones." ¿Esto ocurrió porque ella buscó este renombre por su propia virtud o esfuerzo? Por el contrario, es solamente la obra de Dios la que María exalta. Esto nos muestra como los papistas no concuerdan con ella, al engalanarla con sus alabanzas nacidas en sus cerebros, sin tener en cuenta todos los beneficios que ella recibió de Dios. Ellos amontonan una gran cantidad de títulos magníficos y muy presuntuosos, tales como, "Reina del Cielo, Estrella de la Salvación, Puerta de la Vida, Dulzura, Esperanza y salvación". Y lo que es más, Satanás los ha arrastrado a tal aberrante frenesí que no tuvieron en absoluto vergüenza de atribuirle la autoridad a ella sobre Cristo. Porque he aquí su bella canción: Roga patrem, jube natum, es decir: “Ruega el Padre, manda al Hijo.” Como es evidente, ninguno de estos modos de expresión, procede del Señor. Todos son negados por la santa virgen en una sola palabra, cuando hace que toda su gloria sea atribuida a los actos de la bondad divina. Si solamente era su deber de alabar el nombre de Dios por las maravillas que Él había hecho con ella, no queda espacio alguno para los pretendidos títulos que vienen de otra parte. Además, nada podría ser más falta de respeto a ella, que robar al Hijo de Dios de lo que es suyo, para vestirla con el sacrílego botín. Ahora por esto vienen los papistas a decir que nosotros hablamos mal de la madre de Cristo, porque al rechazar las mentiras de los hombres magnificamos solamente los beneficios de Dios en la vida de ella. Nosotros somos los que le damos el más grande honor de todos en contraposición a lo que esos perversos devotos toman de ella. Nosotros gustosamente recibimos de María su instrucción y la reconocemos como nuestra maestra y obedecemos sus órdenes. Ciertamente no existe doble sentido en las palabras que la virgen expresa aquí, sin embargo los papistas tergiversan el texto y lo tiran al piso y no hacen nada menos que de desmentir a la Virgen. En cuanto a nosotros, recordemos que aquí se nos da una regla común para tener en cuenta respecto a la alabanza de los hombres y los ángeles, esta es que lo que debemos magnificar es la gracia de Dios en ellos y que nada es digno de alabanza si no procede de Él. Cuando María dice: Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso, ella quiere decir que la razón por la qué Dios no usó la ayuda de otros fue, para hacer su propio poder más notorio. Aquí debemos recordar lo que ella anteriormente dijo, que Dios la había mirado a ella, aunque ella se consideraba pobre y despreciable. Por lo tanto se deduce que las alabanzas a María son absurdas y falsas porque no tienden a magnificar el poder y la libertad de la gracia de Dios.

49. Santo es su nombre. Esta es la segunda parte de la canción, en la que la santa virgen celebra en términos generales el poder, los juicios, y la misericordia de Dios. Esta oración no debe ser vista como una parte de la anterior, sino que deben entenderse por separado. María había ensalzado la gracia de Dios, la cual había experimentado en su propia persona. De ahí toma ocasión para exclamar, que su nombre es santo y que su misericordia permanece a lo largo de todas las generaciones. El nombre de Dios es llamado Santo, porque tiene derecho al más alto respeto y siempre que el nombre de Dios es mencionado, inmediatamente nos debe recordar su adorable majestad. La siguiente frase que celebra la perpetuidad de la Divina misericordia, es tomada de la solemne forma del pacto: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo.” (Génesis 17:7) y otra vez, “Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”. (Deuteronomio 7:9.) Con estas palabras, Dios no sólo declara que siempre será semejante a Él mismo, sino que también expresa la continuación de su gracia hacia su propio pueblo, la que aún después de su muerte, extenderá a sus hijos y a los hijos de sus hijos y de toda su descendencia. Así vemos que Dios continuó su amor hacia la posteridad de Abraham, porque al recibir una vez en gracia a su padre Abraham, hizo una alianza perpetua con él. Pero como no todos los que son descendientes de Abraham según la carne son los verdaderos hijos de Abraham, María limita la realización de la promesa a los verdaderos adoradores de Dios, a los que le temen, como David también lo hace:

“Mas la misericordia del Señor es desde la eternidad
y hasta la eternidad sobre los que le temen,
Y su justicia sobre los hijos de los hijos;
Sobre los que guardan su pacto,
Y los que se acuerdan de sus mandamientos
para ponerlos por obra.
  (Salmo  103:17-18)

Mientras Dios promete que va a ser misericordioso con los hijos de los santos a través de todas las generaciones, esto no da apoyo a la vana confianza de los hipócritas: pues falsamente y sin razones suficientes, ellos se vanaglorian de tener a Dios como su Padre. Ellos son hijos bastardos de los santos pues apartaron la vista de su fe y de su santidad.

La excepción que la Virgen pone aquí es suficiente para rechazar el embuste y las mentiras de los que falsamente apelan a la gracia de Dios, sin tener fe. Es verdad que Dios hizo una alianza universal de salvación con la raza de Abraham, pero, así como las piedras humedecidas por la lluvia no se vuelven blandas, la justicia y la salvación prometidas no pueden llegarle a los no creyentes debido a la propia dureza de sus corazones. No obstante, para mantener la verdad y la firmeza de su promesa, Dios ha conservado un remanente.

Por el temor del Señor se expresa la totalidad de la piedad y la religión, las cuales no pueden existir sin la fe. Pero he aquí una objeción puede ser creada. ¿De qué sirve que Dios se llame misericordia, si el hombre no encuentra provecho de Él a menos que se merezca su favor? Porque, si la misericordia de Dios está sobre los que le temen, la piedad y la posesión de una buena conciencia ganan el favor de Dios entre los hombres, lo que hace que ellos ganen anticipadamente la gracia de Dios por sus propios méritos. Yo respondo que esta es una parte de Su misericordia, la cual Dios otorga a los hijos de los piadosos para que teman y reverencien su majestad. Esto no señala el comienzo de su gracia, como si Dios estuviera de brazos cruzados mirando desde el cielo, para ver quiénes son dignos de ella, sino que todo lo que se pretende es sacudir la confianza perversa de los hipócritas, que imaginan que Dios está obligado a cumplirles porque son los hijos de los santos conforme a la carne. La alianza divina es completamente diferente a eso. Sus términos no son los mismos, pues Dios siempre tuvo el propósito de tener un pueblo en el mundo que le rindiera verdadera adoración.

Lucas 1:51-55
51 Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. 52 Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. 54 Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia 55 De la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre.

51. Hizo proezas con su brazo. Esto significa, "que ha obrado poderosamente". El brazo de Dios se contrasta con otros tipo de ayuda: como en Isaías, "Miré, y no había nadie para ayudar", (Isaías 63:5) "por lo tanto", dice en otra parte: “y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia.” (Isaías 59:16). María, por lo tanto quiere decir: Dios descansó satisfecho de su propio poder, no empleó compañeros en el trabajo, ni llamó a alguien para que le ayudara. Lo que sigue inmediatamente sobre la soberbia se puede suponer que fue añadido por una de dos razones: ya sea porque los soberbios no ganan nada esforzándose como los gigantes de la antigüedad, al oponerse a Dios, o bien, porque Dios no muestra el poder de su brazo para salvación, salvo en el caso de los humildes, mientras que los soberbios que se exaltan demasiado a sí mismos, son derribados. Esto se relaciona con la exhortación de Pedro: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios.” (1 Pedro 5:6).

Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Esta expresión es digna de notar: Porque como los soberbios tienen un orgullo y una ambición escandalosa, tal como su codicia es insaciable, cuando hacen sus deliberaciones y negocios levantan entre sí un gran montón, dicho en una palabra, edifican una torre de Babel. Porque no satisfechos con haber hecho uno u otro estúpido intento más allá de su fuerza, remueven cada día cielo y tierra y encuentran nuevos medios para practicar su audaz soberbia. Sin embargo, cuando Dios luego de un tiempo de silencio mira hacia abajo desde el cielo, se mofa de sus espléndidas edificaciones e instantáneamente arruina toda la construcción: como cuando se destruye un edificio, que anteriormente era sólido y firme con todas sus uniones y es dispersado a lo largo y ancho de la tierra.

52. Quitó de los tronos a los poderosos. La palabra griega viene de poder como si dijera “Los poderosos” mas su significado es: los gobernantes y los grandes señores. María declara que ellos son tomados de sus tronos para poner en sus puestos a los desconocidos y sin privilegios y por eso ella atribuye a la providencia y a los juicios de Dios, lo que los hombres impíos llaman los giros de la fortuna. No obstante, debemos entender que María no atribuye a Dios un poder despótico, como si los hombres fueran sacudidos y lanzados hacia arriba y abajo como pelotas por una autoridad tiránica, sino que al contrario, ella sugiere que en todas las cosas toma lugar un gobierno justo, basado en las mejores razones, a pesar de que con frecuencia se escapan de nuestra atención. Dios no se deleita en los cambios, o en elevar en son de burla a los hombres para simplemente tirarlos al piso. Es más bien la depravación de los hombres la que anula el estado de las cosas, porque nadie reconoce que la eliminación de cada uno se coloca en la voluntad y poder de Dios. Aquellos que ocupan algún cargo más alto que los demás no son solamente acusados de desdeñar e insultar cruelmente a sus vecinos, sino de actuar atrevidamente hacia Dios, a quien le deben su elevación. Que podamos tomar instrucción de los hechos: Que todo lo que es noble y elevado en el mundo está sujeto a Dios y que todo el mundo se rige por su dominio, algunos son exaltados a un honor sublime, mientras otros o descienden en forma gradual, o bien caen precipitados de sus tronos. Tal es la causa y el objeto de los cambios que se asigna por David "El esparce menosprecio sobre los príncipes" (Salmo 107:40) y por Daniel: "Él muda los tiempos y las estaciones: quita reyes y pone reyes "(Daniel 2:21). Vemos, en efecto, cómo los príncipes del mundo crecen insolentes de manera extravagante, consienten el lujo, se hinchan de orgullo y están intoxicados con dulces de prosperidad. Si el Señor no puede tolerar tanta ingratitud, no debe sorprendernos. La consecuencia habitual es que aquellos a quienes Dios ha elevado a una posición alta no la ocupan por mucho tiempo. Una vez más, el brillo deslumbrante de los reyes y príncipes domina a la multitud, que son pocos los que consideran que hay un Dios arriba. Pero si los príncipes hubieran traído un cetro con ellos desde el seno materno y si la estabilidad de sus tronos fuera a perpetuidad, todo el reconocimiento de Dios y de su providencia inmediatamente desaparecería. Cuando el Señor suscita personas promedio a un rango elevado, Él triunfa sobre el orgullo del mundo y al mismo tiempo, alienta la sencillez y la modestia en su propio pueblo.

Lo que oímos ahora es María diciendo que Dios es el que echa abajo a los nobles de sus tronos y ensalza a las personas de abajo, con esto ella nos enseña, que el mundo no se mueve y gira por un impulso ciego de la fortuna, sino que todas las revoluciones observadas en él, son producidas por la Providencia de Dios, y que dichos juicios, que nos parecen que perturban y derrumban toda la estructura de la sociedad, están regulados por Dios con justicia infalible. Esto es confirmado por el siguiente versículo: A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Por lo tanto, inferimos que no es en ellos mismos, sino por una buena razón, que Dios se complace en estos cambios. Es debido a que los grandes, ricos y poderosos, elevados por su abundancia, se atribuyen todos los elogios a sí mismos y no dejan nada a Dios. Por lo tanto, debemos estar escrupulosamente en guardia para no ser arrastrados por la prosperidad y así estar en contra de una satisfacción vana de la carne, no sea que Dios pronto nos prive de lo que nos gusta. A las personas piadosas, que sienten la pobreza y casi el hambre y que elevan sus gemidos a Dios, gran consolación les es ofrecida por esta doctrina: que Dios llena a los hambrientos de cosas buenas.

54. Socorrió a Israel su siervo. Aquí María aplica a este caso lo que ha dicho en términos generales. El significado es que Dios ha cumplido hoy la promesa de salvación que había hecho una vez a los padres. La palabra ἀντιλαμζάνεσθαι está aquí metafóricamente. La condición de la gente estaba tan abatida que no había ni apariencia de que pudiera ser reintegrada en su totalidad. Y es por eso que es dicho aquí: Que Dios socorrió a Israel. Porque Él le tendió la mano para enderezarlo cuando estaba como volcado y agobiado en el suelo. La religión había sido contaminada de innumerables maneras. La instrucción pública casi no mantenía nada puro. El gobierno de la Iglesia estaba tan confuso que parecía una barbarie horrible. La policía estaba enturbiada. Los Romanos y Herodes como animales salvajes habían desgarrado y puesto en piezas el cuerpo del pueblo. El restablecimiento era tan admirable que no se atrevían a esperar en medio del desorden y la desesperación en que estaban las cosas. Allí donde tradujimos Παιδὸς siervo, la palabra griega significa tanto siervo como hijo. Pero el primer significado parece convenir mejor a este pasaje. Israel es nombrado aquí siervo de Dios (así como en varios otros lugares) porque Dios lo había recibido a su casa para ser suyo.

Acordándose de la misericordia. María asigna la razón al porqué la nación, aún al borde de la ruina, fue recibida por Dios, o mejor dicho, al porqué Dios la levantó cuando ya había caído. Se trataba de dar un ejemplo de su misericordia mediante su preservación. Ella menciona expresamente que Dios se había acordado de su misericordia, la cual Él parecía haber olvidado de alguna manera cuando permitió que su gente fuera tan terriblemente angustiada y afligida. Frecuentemente encontramos en las Escrituras que a Dios se le atribuyen emociones, según las cosas que ocurren, Él se demuestra o enfurecido, o propicio a los hombres. Ahora, como la mente humana no concibe la misericordia divina, excepto en la medida en que se presenta y se declara en su propia Palabra, María dirige su atención y la de otros, a las promesas, y muestra que, en el cumplimiento de ellas, Dios se muestra fiel e inmutable en el cumplimiento. En este sentido, la Escritura atribuye a Dios estas dos cosas: que es benigno y verdadero; porque nunca podremos estar seguros de su amor paternal hacia nosotros, si no tenemos delante de nuestros ojos su Palabra, por la cual Él mismo se obliga a nosotros, y si ella, no es el medio que tenemos nosotros para atar inseparablemente nuestra salvación con la bondad del Dios. Con estas palabras María muestra que el pacto que Dios había hecho con los padres era gratuito, porque ella pone la misericordia pura de Dios por fuente de la promesa de salvación. Y de allí, es fácil ver que fue muy bien ejercida en la doctrina de la Escritura. La expectativa del Mesías era en ese momento, de hecho, de general conocimiento, sin embargo, pocos habían basado su fe en un conocimiento puro de la Escritura.

55. De la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre. María no quiere solamente aquí declarar quiénes fueron estos padres a quienes Dios habló, sino también extenderles la virtud y el efecto de las promesas a toda su posteridad, siempre y cuando sean verdaderamente de la simiente de Abraham. Por lo tanto se entiende aquí que se trata de la alianza solemne que había sido hecha especialmente con Abraham y su descendencia. Pues las otras promesas que habían sido dadas a Adán, a Noé y a los otros, se referían indiscriminadamente a todas las naciones. Además, así como varios de los que eran hijos de Abraham, según la carne, fueron suprimidos por su incredulidad y totalmente rechazados de la familia de Abraham, así nosotros que éramos extranjeros, ahora por fe hemos venido a entrar y a ser tenidos por la verdadera simiente de Abraham. Retengamos pues, que Dios habló antiguamente a los padres, que la gracia que se les ofrecía pertenecería por igual a su posteridad y después que la adopción por la fe se comunicaría a todas las naciones, de modo que los que no eran hijos naturales sean hechos hijos espirituales de Abraham.

Lucas 1:56-66

56 Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa. 57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. 58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. 59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; 60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. 61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. 62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. 63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. 64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. 65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. 66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.

El resumen de esta narración es que el nacimiento de Juan fue ennoblecido por diversos milagros de Dios, los cuales prometían que algo grande y peculiar vendría en el tiempo para el niño. Porque el Señor determinó otorgarle desde el vientre señales notables a fin de que después, al desempeñar el oficio de profeta, él no fuera en absoluto como un hombre desconocido y del común. Primero Lucas relata que María permaneció cerca de tres meses con su prima, o, en otras palabras, hasta el nacimiento del niño, porque es probable que ella no tuviera otra razón para permanecer tanto tiempo, sino para disfrutar de la exposición de la divina gracia, que había sido mostrada a ella por el ángel para la confirmación de su fe.

58. Y cuando oyeron los vecinos y los parientes. Podríamos dudar si esa gente magnificó la gracia del Dios solamente a causa de la bendición del linaje*, o si fue porque antes habían sido advertidos de que un ángel se había aparecido a Zacarías y le había prometido un hijo. Era por cierto un singular beneficio de Dios que, fuera del curso de la naturaleza, una mujer estéril y de edad muy avanzada diera a luz a un niño. Por lo tanto, puede ser que los padres y amigos tuvieron sólo esta consideración para alabar la grandeza de la bondad del Dios. Al octavo día, ellos se reúnen, según la costumbre de hacerlo civilmente y por cortesía, pero Dios toma ocasión de ello y los hace ser testigos y espectadores de su poder y gloria. No puede existir duda de que el extraordinario nacimiento congregó a una gran multitud. Ellos reconocían que ver como de repente una mujer anciana y estéril había quedado embarazada era todo un prodigio, ahora con el hijo recién nacido, su asombro fue renovado e incrementado. Inferimos de San Lucas que aunque se acostumbraba a realizar la circuncisión en casa, esta no se hacía sin que hubiera una numerosa asamblea, y con buena razón, pues era un sacramento común de la iglesia y no era adecuado administrarlo en secreto o de manera privada.

59. Y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías. Sabemos que los nombres se les daban inicialmente a los hombres, ya fuera por algún acontecimiento, o incluso por inspiración profética, para señalar algún trabajo secreto de Dios. Después de un largo periodo, cuando existió tal profusión de nombres que llegó a ser inconveniente crear nuevos nombres a diario, la gente se satisfizo con los viejos y recibidos nombres y llamaron a sus hijos por los nombres de sus ancestros. Así, antes del padre de Juan existieron varios hombres llamados Zacarías, los cuales tal vez habían descendido de Zacarías hijo de Berequías. Sabemos que comúnmente, lo que es aceptado como costumbre es tomado como ley para obedecer, y es por eso que esta gente discute que hay que llamar al niño, de acuerdo con la costumbre que se mantenía desde hacía tiempo en uso. Aunque no debemos poner en absoluto nada de santidad en los nombres, a pesar de eso, una persona de buen juicio no negará que, en esta materia, los creyentes deben hacer una piadosa y beneficiosa selección. Se debe dar a los hijos nombres que puedan servir para su instrucción y amonestación, por lo tanto, se debe adoptar los nombres de los santos padres con el propósito de incitar a los hijos a imitarlos, en lugar de adoptar los nombres de las personas impías.
60. Pero respondiendo su madre, dijo. No se sabe si Elisabet dijo esto por inspiración. No obstante cuando Zacarías vio el castigo infligido a él por haber sido demasiado lento en creer, es probable que hubiera informado a su esposa por escrito lo que el ángel le había ordenado respecto al nombre, de lo contrario, él no hubiera obedecido el mandato de Dios. El porqué este nombre fue dado al Bautista por la autoridad divina, ya lo he explicado. Los familiares, que no estaban al tanto, fueron afectados por la extrañeza de la incidencia, sin embargo, ellos presumen bien que esto no se hace sin razón.

64. Al momento fue abierta su boca. Dios honra el nacimiento de su profeta al restaurar el habla de su padre, pues no puede existir ninguna duda de que tal bien se retrasó hasta ese día con el objeto expreso de poner a pensar a los hombres sobre el niño. En cuanto a lo que es dicho que Zacarías habló bendiciendo a Dios, así lo hizo, no sólo con el propósito de dar testimonio de su gratitud, sino también para informar a sus familiares y vecinos que este castigo había sido infligido a él, porque él no tuvo en absoluto vergüenza de deshonrarse glorificando a Dios. Así se hizo universalmente conocido, que el nacimiento del niño no fue un hecho accidental u ordinario, sino según la promesa expresa de Dios que había sido traída y revelada por el ángel.

65. Y se llenaron de temor todos sus vecinos. Este temor del que San Lucas hace mención aquí, venía de un sentimiento y una comprensión de la potencia del Dios, pues las obras de Dios deben ser contempladas por nosotros con tal reverencia que seamos tocados y movidos con buen criterio. De hecho, Dios no juega haciendo milagros para que nos sirvan como pasatiempos sino que despierta los sentidos de los hombres, que Él percibe que están derribados y dormidos. Lucas dice también que el informe de esas cosas se distribuyó en toda la zona montañosa de Judea. Y sin embargo, muchos no tomaron ventaja de la impresión temporal del poder de Dios, ya que, cuando Juan comenzó a ejercer su oficio, habían pocos que recordaban que su natividad había sido milagrosa. Entonces no fue en absoluto solamente con relación a los que veían que Dios quiso que estas cosas fueran divulgadas, sino con el fin de que el milagro que hasta entonces había sido conocido comúnmente tuviera una certeza más grande en el porvenir y en todas las edades. Mientras tanto, un espejo general de la ingratitud humana es colocado aquí ante nuestros ojos, pues entre tanto que cosas vanas y frívolas permanecen firmemente en nuestras mentes, las que deben producir un recuerdo constante de favores divinos se desvanecen y desaparecen de inmediato. El evangelista no habla de hombres estúpidos o brutos aborrecedores de Dios, pues él dice que todos los que las oían las guardaban en su corazón, esto es, ellos ansiosamente ponían estas cosas en consideración. Algunos probablemente tuvieron buena remembranza cuando fue el tiempo, pero la mayoría dejó perder este temor que habían concebido al ver una obra milagrosa de Dios. No obstante, hay que anotar que no fallaron en absoluto en relacionar la excelencia del niño con los milagros que ellos veían. Porque ya dijimos que tal era el consejo del Dios, de hacer que Juan, al mostrarse más tarde para ejercer su oficio, apareciera bien autorizado de todas partes y en gran reputación. Cuando San Lucas dice: Y la mano del Señor estaba con él, el sentido es que la gracia de Dios fue notablemente visible en muchos aspectos y mostraba abiertamente que él no era un hombre con un rango común entre los demás. Esta es una manera de hablar figuradamente, la cual expresa que la virtud del Dios se desplegó y se manifestó de una manera tan clara como si se hubiera visto su mano, de manera que cada uno pudo percibir a Dios presente.

*. Es decir, por la llegada de un niño varón a la familia y por consiguiente la llegada de un hombre que preservaría el linaje del padre.
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