CARTA A LOS CATÓLICOS SOBRE LA SECTA DONATISTA

por San Agustín

Traductor: P. Santos Santamarta, OSA

Agustín obispo a los muy amados hermanos encomendados a nuestro cuidado: que la salvación que está en Cristo, y la paz de la unidad y de su caridad esté con vosotros, y que vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo se mantengan intachables hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo.

Réplica a Petiliano, que pide contrarréplica

I. 1. Recordáis, hermanos, que un día llegó a nuestras manos un reducido fragmento de una carta de Petiliano donatista, obispo de Constantina , y que yo escribí a vuestra caridad lo que tenía que responder a ese pequeño fragmento. Pero después, al enviármela completa y cabal los hermanos de allí, me pareció bien contestarla desde el principio, como si estuviera en presencia de ellos; sabéis bien que siempre he querido conferir con ellos de suerte que, sin afán de pelea, tras el debate, quede a todos patente qué es lo que afirman ellos y nosotros.

Sabemos que muchos tienen en sus manos esa carta y han aprendido de memoria muchos párrafos de la misma, y piensan que él ha dicho algo válido contra nosotros. Ahora bien, si quieren leer nuestra contestación, sin duda se darán cuenta de lo que tienen que rechazar y de lo que deben aceptar. Porque las explicaciones que se dan no son de nuestra cosecha, como bien pueden comprender si quieren juzgar sin prejuicios. Todas están tomadas de las santas Escrituras y con tal fidelidad, que sólo puede negarlas quien se confiese enemigo de esos Libros.

Sobre nuestra obra, bien sé lo que pueden decir los defensores tan pertinaces de una mala causa, es decir, que yo he respondido a su carta estando él ausente, sin que pudiera oír mis palabras para contestarlas de inmediato.

Que defienda, pues, las aserciones de la suya, y, si puede, demuestre que mis respuestas no las han refutado convincentemente; y si no quiere hacer esto, que haga él con esta mi carta lo que yo hice con la suya, a la que ya he contestado; él escribió aquélla a los suyos, como yo os escribo ésta a vosotros; si le place, también puede él responder.

Dónde está la Iglesia

II. 2. La cuestión que se debate entre nosotros es ver dónde está la Iglesia, si en nosotros o en ellos. La Iglesia es una solamente, a la que nuestros antepasados llamaron Católica, para demostrar por el solo nombre que está en todas partes; es lo que significa en griego la expresión k a y ' ÷ l o n . Pero esta Iglesia es el Cuerpo de Cristo, como dice el Apóstol: En favor de su cuerpo, que es la Iglesia . De donde resulta claro que todo el que no se encuentra entre los miembros de Cristo, no puede tener la salvación de Cristo. Ahora bien, los miembros de Cristo se unen entre sí mediante la caridad de la unidad y por la misma están vinculados a su Cabeza, que es Cristo Jesús.

De esta suerte, todo lo que se dice de Cristo se refiere a él como cabeza y cuerpo. La Cabeza es el mismo unigénito Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, Salvador de su Cuerpo , que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación ; su cuerpo es la Iglesia, de la cual se dice: A fin de presentarse a sí una Iglesia gloriosa, sin mancha, o arruga o cosa semejante .

Entre nosotros y los donatistas se ventila la cuestión de dónde está este cuerpo, esto es, dónde está la Iglesia. ¿Qué es, pues, lo que tenemos que hacer? ¿La hemos de buscar en nuestras palabras o en las palabras de su Cabeza, nuestro Señor Jesucristo? Yo pienso que debemos buscarla más bien en las palabras de aquel que es la verdad  y conoce perfectamente a su Cuerpo, pues el Señor conoce a los que son suyos .

3. Parad la atención ahora en nuestras palabras, en las cuales no se ha de buscar la Iglesia, y ved también qué diferencia hay entre las nuestras y las de ellos. Y con todo, no pretendemos que se busque a la Iglesia en nuestras palabras. Cuanto nos echamos en cara unos a otros sobre la entrega de los Libros divinos, sobre la ofrenda de incienso a los ídolos, sobre las persecuciones, todo son palabras nuestras. Y en esta materia nosotros nos atenemos a esta norma: o se consideran verdaderas o falsas las palabras que ellos y nosotros decimos, o se consideran verdaderas las nuestras y falsas las de ellos, o falsas las nuestras y verdaderas las de ellos. Vamos a demostrar que, en cualquiera de estos casos, es ajeno a toda culpa el pueblo cristiano, con el que estamos en comunión.

En efecto, si son verdaderas las acusaciones que les achacamos nosotros a ellos o ellos a nosotros, cumplamos lo que dice el Apóstol: Perdonándonos mutuamente, como también Dios nos ha perdonado en Cristo . Así, ni los malos que ha podido haber o hay entre nosotros, o los que ha podido haber o hay entre ellos, han de impedir nuestra concordia y el vínculo de la paz, si logran corregir su único delito, el de separarse de la unidad del orbe de la tierra.

Si, en cambio, son falsas las acusaciones que mutuamente nos lanzamos unos a otros sobre la entrega de los Libros o la persecución de inocentes, no veo causa alguna de discordia; sólo veo motivo para que se corrijan los que se separaron sin motivo.

Si, por el contrario, somos nosotros los que decimos la verdad, puesto que apoyamos las actas que presentamos no sólo en las cartas del emperador, a quien fueron ellos los primeros en escribir y al que luego apelaron, sino también en la comunión del orbe entero; y, a su vez, de ellos se demuestra que es falso lo que ellos afirman, ya que no pudieron sacar adelante su causa en aquellos mismos tiempos en que se debatía la cuestión; si esto es así, queda de manifiesto que es mayor el delirio de su cólera sacrílega y la persecución de almas inocentes que si se les acusase sólo del crimen del cisma. Las otras acusaciones pueden atribuirlas no a todos los suyos, sino a los que les parezca; en cambio, el cisma es delito de todos.

Además, si pretenden que son verdaderas las acusaciones sobre la entrega de los Libros y la persecución que nos imputan, y falsas las que nosotros les imputamos, ni aun así quedan libres de la acusación de cisma. En efecto, esas acusaciones pueden afectar a algunos, pero no a todo el mundo cristiano. Si piensan que éste ha perecido por contagio, paso por alto cuántos y bien conocidos males han tenido que soportar los santos por el bien de la paz en la sociedad humana. Solamente digo esto: que muestren cómo no han perecido ellos mismos por el contagio con aquellos profanadores sacrílegos de la pureza de las vírgenes consagradas, que se ocultan o se han ocultado entre ellos, de los que no están enterados al presente o no lo estuvieron nunca. Dirán que ellos no se contaminaron porque no lo conocieron. Entonces, ¿cómo pudo contaminarse el orbe que no sabe aún si son verdaderas sus acusaciones? Supongamos que con respecto a nosotros quedan probadas y demostradas; ¿qué hemos de pensar de tantos pueblos? Se los deja sin que ellos lo sepan; luego se los deja siendo inocentes, y, como no supone crimen en ellos, comienza a ser suma impiedad por nuestra parte. ¿O debemos acudir a toda prisa y enseñarles lo que sabemos? Y ¿para qué? ¿Para que sean inocentes? Ya lo son al no saberlo. En efecto, no conservamos la inocencia porque conozcamos las maldades de los hombres, sino porque no consentimos en las que conocemos y no juzgamos temerariamente sobre las conocidas. Por esto, como dije, es inocente el orbe entero, que desconoce las acusaciones que lanzan éstos contra algunos, aunque sean verdaderas. Y por eso los que se separaron de esos inocentes perdieron la inocencia por el mismo crimen de la separación y del cisma; y ahora pretenden demostrarnos que son verdaderas las acusaciones que lanzan contra algunos, con el fin de separarnos de aquellos contra los cuales no tienen nada verdadero que decir.

4. Esto es lo que les dice el orbe entero, muy breve en palabras, pero de una verdad contundente: los obispos africanos combatían entre sí. Si no podían poner fin a la discordia surgida, de modo que, reducidos unos a la concordia o degradados los querellantes, los que mantenían la buena causa permaneciesen en la comunión del orbe mediante el vínculo de la unidad, no quedaba otro recurso sino éste: que los obispos del otro lado del mar, donde se halla la inmensa mayoría de la Iglesia católica, juzgasen acerca de las disensiones de los obispos africanos, sobre todo ante la insistencia de los que reprochaban a los otros la acusación de una ordenación reprobable.

Si no se hizo esto, la culpa es de los que debieron hacerlo, no del resto del orbe, que no conoció la causa porque no se la llevó ante él. Y si se hizo, ¿dónde está la culpa de los jueces eclesiásticos, quienes, aunque se les hubiese presentado la acusación y fuese verdadera, no debían condenar porque no se la habían probado? ¿Podían acaso mancharlos los malos que no podían descubrírselos? Si se los descubrieron y, quizá por apatía o complicidad, no quisieron apartar a los tales de la comunión y con un detestable juicio llegaron a dictar sentencia en su favor, ¿qué pecado cometió el orbe de la tierra que no se enteró de que aquella causa había tenido malos jueces y creyó que habían juzgado rectamente aquellos a los cuales él no pudo juzgar?

A la manera que el crimen de unos reos, si lo ignoraban los jueces, no pudo contaminarlos, así el crimen de los jueces, si existió alguno, al desconocerlo el orbe no pudo contaminarlo. Por tanto, nosotros estamos en inocente comunión con inocentes al no saber hoy lo que tuvo lugar entonces. Y así, aunque nos enterásemos hoy de que es verdad lo que dicen contra algunos, no hay motivo alguno para apartarnos de los inocentes que ignoran esto y pasarnos a aquellos que sin excepción están implicados en el crimen del cisma por haber hecho lo que nos aconsejan hacer a nosotros; es decir, que no toleremos a los malos como los toleraron los Apóstoles, sino que, a imitación de los herejes, abandonemos a los buenos.

Pero concedamos que el orbe entero, cosa imposible, puede conocer claramente hoy con nosotros que son verdaderos los crímenes de algunos a los que éstos acusan: ¿será acaso más inocente que lo era antes de conocerlo? Como los malos desconocidos no podían mancharlos, aunque se encontraran aún en vida, del mismo modo los que salieron ya de esta vida, aun siendo conocidos, no pueden manchar.

Por consiguiente, si nuestra causa, en nuestras palabras sobre los crímenes de algunos que mutuamente nos reprochamos, es tal que se mantiene firme, aunque hoy conozcamos ser falsas las acusaciones que lanzamos sobre algunos de aquéllos y verdaderas las que lanzan contra algunos de los nuestros, aunque esto sea así, ¿qué pueden responder si más bien son verdaderas las acusaciones que nosotros lanzamos y falsas las que lanzan ellos, o son falsas unas y otras, o unas y otras verdaderas, ya que aun ahí quedan convictos de que sólo desean que se les dé crédito unánimemente?

El único recurso válido: el recurso a la Escritura

III. 5. Pero, como había empezado a decir, dejemos ya de escuchar "tú dices esto", "yo digo esto otro", y digamos: "Esto dice el Señor". Ciertamente hay Libros del Señor cuya autoridad aceptamos unos y otros; ante la cual, unos y otros cedemos, a la cual unos y otros servimos. Busquemos en ellos la Iglesia, discutamos nuestra causa apoyándonos en ellos.

Quizá me repliquen aquí: "¿Por qué buscas en Libros que entregaste al fuego?". Mas yo les respondo: "¿Por qué temes la lectura de esos Libros, si los has librado del fuego?" Créase más bien que los entregó aquel que, tras su lectura, quedó convicto de estar en desacuerdo con ellos, o si tal vez estos Libros señalan al que los entregó como señaló el Señor a Judas, lean en ellos nominal y expresamente que Ceciliano y los que le ordenaron habían de entregar esos mismos Libros, y si yo no anatematizo a aquéllos, considérese que yo los he entregado como ellos. Tampoco nosotros hemos descubierto en dichos Libros que los que consagraron a Mayorino hayan sido señalados como traditores, pero lo probamos con otros medios.

Vamos, pues, a dejar a un lado las acusaciones que mutuamente nos estamos lanzando, no tomadas precisamente de los Libros divinos canónicos, sino de otra parte. Y si no quieren que las dejemos, ellos dirán el porqué; si unas y otras son verdaderas, no hubo motivo alguno de separación por huir de otros incriminados; si unas y otras son falsas, no hubo tampoco motivo de separación por huir de aquellos en quienes no encontraban delito alguno; si nuestras acusaciones son verdaderas y las suyas falsas, no hubo tampoco motivo de separación, porque más bien tenían obligación de corregirse y permanecer en la unidad; y si son falsas las nuestras y verdaderas las suyas, tampoco hubo motivo de separación por su parte, porque no debían abandonar a todo el orbe inocente, al cual o no quisieron o no pudieron demostrar estas cosas.

6. Quizá haya alguno que me pregunte: "Por qué quieres quitar de en medio esas acusaciones si, aunque se las saque a relucir, tu comunión no sufre menoscabo alguno?" Sencillamente, porque no quiero acudir a testimonios humanos, sino a los oráculos divinos para poner de relieve a la Iglesia santa. En efecto, si las santas Escrituras han señalado a la Iglesia sólo en África y en los pocos Cutzupitanos y Montenses de Roma, y en la casa o el patrimonio de una sola mujer española aunque se aporte lo que se aporte de otros escritos, serán los donatistas los únicos que poseen la Iglesia. Si la Sagrada Escritura la señala entre los pocos moros de la provincia cesariense, hay que pasarse a los rogatistas. Si en los escasos habitantes de la Tripolitana o Bizacena o de la Proconsular, entonces han llegado a ella los maximianistas. Si está en sólo los orientales, hay que buscarla entre los arrianos, los eunomianos, los macedonianos y cualesquiera otros que se encuentren allí.

¿Quién podrá enumerar todas las herejías de cada uno de los pueblos? Ahora bien, si la Iglesia de Cristo fue señalada presente en todos los pueblos por los testimonios divinos y certísimos de las Escrituras canónicas, a pesar de lo que puedan aducir, tomándolo de donde sea, los que dicen: Cristo está aquí, Cristo está allí, si somos ovejas suyas, escuchemos más bien la voz de nuestro Pastor que dice: No lo creáis , pues ninguna de esas sectas se encuentra en los muchos pueblos donde está ésta; y ésta, en cambio, que está en todas partes, se encuentra también donde están aquéllas. Por tanto, busquemos la Iglesia en las Escrituras santas y canónicas.

Cristo, Cabeza de su Iglesia, que es su Cuerpo

IV. 7. El Cristo total es Cabeza y Cuerpo: la Cabeza es el Hijo unigénito de Dios, y su Cuerpo, la Iglesia; Esposo y Esposa, dos en una misma carne. Quienes disienten de las santas Escrituras sobre la misma Cabeza, aunque se encuentren en todos los lugares en que se señala a la Iglesia, no están en la Iglesia. A su vez, quienes están de acuerdo con las santas Escrituras acerca de la Cabeza y no están en la comunión de la unidad de la Iglesia, no están en la Iglesia, porque disienten del testimonio de Cristo sobre el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Así, por ejemplo, quienes no creen que Cristo se hizo carne en el seno de la Virgen María, de la descendencia de David, hecho afirmado con tanta claridad en la Escritura de Dios; o que resucitó en el mismo cuerpo en el que fue crucificado y sepultado, aunque se encuentren por todas las tierras en que está la Iglesia, no por eso están dentro de la Iglesia, porque no tienen la misma Cabeza de la Iglesia, que es Cristo Jesús, y no es precisamente en algún punto oscuro de las divinas Escrituras en el que se engañan, sino que contradicen sus testimonios más claros y conocidos.

También puede ocurrir que algunos crean que Jesucristo, según se ha dicho, vino en la carne, y que en la misma carne en que nació y sufrió, resucitó, y que es Hijo de Dios, Dios en Dios, uno con el Padre, Verbo inconmutable del Padre, por medio del cual fueron hechas todas las cosas y, sin embargo, disienten tanto de su Cuerpo, la Iglesia, que no están en comunión con el todo, por doquiera se extiende, sino en alguna parte aislada; si esto es así, es manifiesto que los tales no se encuentran en la Iglesia católica .

Ahora bien, como nuestra discusión con los donatistas no se refiere a la Cabeza, sino al Cuerpo; es decir, no trata de la Cabeza, sino del Cuerpo; esto es, no del mismo Salvador Jesucristo, sino de su Iglesia, sea la misma Cabeza, en la que estamos de acuerdo, la que nos muestre su Cuerpo, sobre el cual disentimos, a fin de que por sus palabras dejemos ya de hacerlo. Él es, en efecto, el Hijo unigénito y Palabra de Dios y, por tanto, ni los mismos santos profetas hubieran podido proclamar las verdades si la misma Verdad, que es la Palabra de Dios, no les manifestara lo que tenían que decir y no les mandara decirlo. Así, pues, la Palabra de Dios resonó en los primeros tiempos por medio de los profetas, luego lo hizo por sí mismo, cuando la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros ; después por los apóstoles que envió a predicarle, para que llegara la salvación a los confines de la tierra . En todos éstos, por consiguiente, hay que buscar la Iglesia.

Recurrir sólo a textos claros

V. 8. Pero los maldicientes tantas veces cambian muchos textos aplicándolos a quienes o a lo que les place. Igualmente, a muchos otros que, para ejercitar las mentes racionales, aparecen en lenguaje figurado y oscuro, se les considera, recurriendo a imágenes enigmáticas o de sentido ambiguo, como en armonía y al servicio de una interpretación errónea. Por eso, de antemano digo y propongo que escojamos algunos textos claros y manifiestos, pues si éstos no se encontrasen en las divinas Escrituras, no habría manera de sacar a luz lo encerrado ni de esclarecer lo oscuro.

Ved, por ejemplo, qué fácil nos sería a nosotros aplicar contra ellos o a ellos contra nosotros lo que dice el Señor de los fariseos: Vosotros os asemejáis a los sepulcros blanqueados: por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de porquería. Así también vosotros, por fuera parecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad. Si nosotros aplicamos estas palabras contra ellos o ellos contra nosotros, si no se demuestra antes con documentos irrefutables quiénes son los que siendo injustos se tienen por justos, ¿quién medianamente sano puede ignorar que todo eso se dice a impulso más bien de una ligereza insultante que de una verdad convincente? El Señor decía todo eso contra los fariseos en calidad de Señor, esto es, como conocedor del corazón y conocedor y juez de todos los secretos humanos ; nosotros, en cambio, debemos primero hallar y demostrar las imputaciones, a fin de que no seamos inculpados de la gravísima acusación de insana temeridad.

Sin duda, si nos demuestran ellos antes que somos nosotros tales hipócritas, en modo alguno hemos de rehusar admitir que esas palabras de las santas Escrituras nos reprenden y sacuden a nosotros; e igualmente, si nosotros demostramos que son ellos los afectados por esa hipocresía, estará también en nuestras manos, tras la demostración y refutación de su conducta, descargar sobre ellos los reproches del Señor.

9. También se hace preciso dejar a un lado entre tanto los pasajes oscuros y ocultos bajo figuras que pueden ser interpretados a favor nuestro o de ellos. Corresponde a los hombres perspicaces dilucidar y discernir cuál es la interpretación más probable de esos pasajes; pero no queremos, en una causa que afecta a los pueblos, encomendar nuestra discusión a la rivalidad de semejantes ingenios.

Así, nadie de nosotros puede dudar que en el arca de Noé, dejando a un lado la verdad histórica de los acontecimientos, es decir, que muriendo los pecadores se salvó del diluvio la familia de un justo, estaba figurada también la Iglesia. Esto parecería una conjetura ingeniosa si el apóstol Pedro no lo hubiera dicho en su carta . Pero si alguno de nosotros afirma, cosa que no dijo él, que la razón de haber estado allí toda clase de animales fue porque anunciaba de antemano que la Iglesia había de estar en todos los pueblos, quizá a los donatistas les pareciera otra cosa y quisieran interpretarlo de diferente manera. Igualmente, si ellos interpretaran a su manera algún pasaje oscuro y dudoso y nosotros pensáramos que allí se indica otra cosa que nos favorece a nosotros, ¿a dónde iríamos a parar con este sistema?

En efecto, cierto obispo suyo, en un sermón que, según hemos oído, predicó aquí en Hipona al pueblo, dijo que la misma arca de Noé había sido embreada por dentro para que no se escapara el agua que tenía y también por fuera para no dejar entrar la ajena. Quiso servirse de esta interpretación para sostener que ni el bautismo podía salir de la Iglesia ni ser aceptado si se daba fuera de ella. Le pareció que decía algo, y los que le escuchaban le aclamaron gustosos, sin reflexionar atentamente sobre lo que habían oído; así, no advirtieron, como era fácil, que no puede suceder que la ensambladura de la madera admita el agua de fuera si no deja salir la de dentro, y a su vez, que si deja salir la de dentro, es natural admita también la de fuera. Pero, admitido que fuera verdad lo que él dice del casco del barco, ¿quién me impediría a mí dar otra interpretación, si pudiera, sobre el arca embreada por ambas partes, de suerte que fuera incierto cuál de estas dos interpretaciones, o aun alguna tercera, fuera la verdadera? Tampoco es absurdo afirmar, y quizá tenga más probabilidad, que en la brea, como es un adhesivo fortísimo y tan ardiente, está significada la caridad. ¿Por medio de qué, sino por medio de la ardentísima caridad, acontece lo que dice el salmo: Mi alma está adherida a ti?  Como está mandado que la tengamos todos recíprocamente y con todos, por eso el arca estaba embreada por dentro y por fuera. Y también, dado que está escrito: Todo lo tolera, la misma fuerza de la tolerancia, tenaz defensora de la unidad, está significada por la brea, con la que está embadurnada por dentro y por fuera, precisamente para indicarnos que dentro y fuera hay que tolerar a los malos, a fin de que no se disuelva la ensambladura de la paz.

Por consiguiente, procuremos economizar semejantes interpretaciones en esta nuestra discusión y busquemos algunos textos claros que nos den a conocer la Iglesia.

10. Por ejemplo, se lee en el libro de los Jueces: Gedeón dijo a Dios: Si de verdad quieres salvar a Israel por mi mano, como has dicho, voy a poner un vellón de lana en la era: si el rocío aparece sólo sobre el vellón, quedando seco todo el suelo, sabré que liberarás a Israel por mi mano, como has dicho. Y así sucedió. Gedeón madrugó al día siguiente, exprimió el vellón y llenó una vasija con el agua del rocío. Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí; Señor, si me atrevo a hablarte una vez más. Permíteme que repita por última vez la prueba del vellón: que quede seco sólo el vellón y en todo el suelo haya rocío. Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco sólo el vellón y en todo el suelo había rocío.

No veo que aquí esté figurada y anunciada otra cosa sino que la era es el orbe de la tierra, y el lugar del vellón el pueblo de Israel. Sabemos que aquel pueblo en otro tiempo fue bañado por la gracia del sacramento divino como con un rocío celeste, que no tenían los pueblos en torno, por lo que se vieron presa de la sequedad. Pero en el mismo pueblo se hallaba este don en el vellón, es decir, como en un velo y una nube misteriosa, ya que aún no había sido revelado. Pero, revelado ya el misterio del rocío, vemos el orbe de la tierra alimentado por el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, figurado entonces en aquel vellocino; en cambio, aquel pueblo, perdido el sacerdocio que tenía, porque no entendió en las Escrituras a Cristo, ha quedado como el vellón seco. Pero no quiero que busquemos a la Iglesia en tales simbolismos, aunque no veo qué otra cosa se puede entender aquí. Dejemos a un lado, de momento, los textos que necesitan alguna interpretación, no porque sean falsas las soluciones que se dan de tales misterios, sino porque exigen un intérprete, y no quiero yo que en esto se enfrenten nuestros ingenios; sea la verdad sin ambages la que clame, resplandezca, irrumpa en los oídos cerrados, golpee los ojos de los que disimulan -para que nadie busque en esos escondrijos lugar para su falsa opinión-, confunda todo intento de contradecir, triture todo descaro y desvergüenza .

La universalidad de la Iglesia, anunciada a los patriarcas

VI. 11. Donatistas, leed el Génesis: He jurado por mí mismo, dice el Señor, que, por haber hecho esto y no haber perdonado a tu hijo amadísimo por mí, te colmaré de bendiciones y multiplicaré inmensamente tu descendencia, como las estrellas del cielo, como la arena que hay a la orilla del mar, y tu descendencia poseerá las ciudades de tus enemigos. En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra por haber obedecido tú mi voz.

¿Qué contestáis a esto? ¿Queréis luchar con nosotros imitando la perversidad de los judíos, afirmando que la descendencia de Abrahán se halla sólo en el pueblo nacido de la carne de Abrahán? Pero los judíos no leen en sus sinagogas al apóstol Pablo, que leéis vosotros en vuestras reuniones.

Oigamos, pues, lo que dice el Apóstol, puesto que nosotros buscamos ya cómo se ha de entender lo de la descendencia de Abrahán. Dice él: Hermanos, os voy a hablar a lo humano: un testamento humano, si está en debida forma, nadie puede anularlo ni añadirle nada. Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "Y a las descendencias", como si fueran muchas, sino: "Y a tu descendencia", como a una sola, esto es, Cristo.

Aquí tenemos la descendencia en que son bendecidos todos los pueblos; aquí está el testamento de Dios, escuchadlo. Dice: Un testamento humano, si está en debida forma, nadie puede anularlo ni añadirle nada. ¿Por qué anuláis vosotros el testamento de Dios diciendo que no se ha cumplido en todos los pueblos y que ha desaparecido de los pueblos en que existía la posteridad de Abrahán? ¿Por qué añadís nuevas cláusulas diciendo que en parte alguna permanece Cristo como heredero sino donde ha podido tener como coheredero a Donato? No es porque tengamos envidia a nadie. Leednos esto en la Ley, en los Profetas, en los Salmos, en el mismo Evangelio, en las cartas de los Apóstoles. Leédnoslo y creeremos, como nosotros os leemos en el Génesis y en el Apóstol que en la descendencia de Abrahán, que es Cristo, son bendecidos todos los pueblos.

12. Escuchad este mismo testamento renovado a Isaac, hijo de Abrahán: Hubo hambre en el país (otra distinta de la primera que hubo en tiempo de Abrahán) e Isaac se fue a Guerar donde Abimelec, rey de los filisteos. El Señor se le apareció y le dijo: "No bajes a Egipto; quédate en el país que yo te indicaré. Habita en esta tierra; yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré yo toda esta tierra, y yo mantendré el juramento que hice a Abrahán, tu padre, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo. A ti y a tu descendencia te daré toda esta tierra y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos y mandamientos, mis normas y leyes".

Responded a esto. La descendencia de Abrahán es la misma descendencia de Isaac, Cristo. Y cómo vino Cristo en la carne por la descendencia de Abrahán por medio de la Virgen, ¿qué cristiano puede ignorarlo?

13. Escuchad también el mismo testamento renovado a Jacob: Partió, pues, Jacob del pozo del juramento camino a Jarán. Llegado a cierto lugar, se dispuso a pasar allí la noche, porque ya el sol se había puesto. Tomó una piedra, la puso por cabecera y se acostó. Tuvo un sueño. Veía una escalera que, apoyándose en tierra, tocaba con su vértice el cielo, y por la que subían y bajaban los ángeles de Dios. De pronto, el Señor, que estaba encima, le dijo: "Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac; no temas; la tierra en que descansas te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra; te extenderás al este y al oeste, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo estoy contigo. Te guardaré dondequiera que vayas y te volveré a esta tierra, porque no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho" .

Ahí tenéis la promesa a la que os oponéis, ahí tenéis el legítimo testamento que tratáis de anular. Dice el Señor: No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho. Y vosotros lo contradecís, diciendo que os creamos más bien a vosotros los crímenes que achacáis al orbe de la tierra que desconocéis y que os desconoce, y que no creamos a Dios que dice: No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.

14. Leednos en las Escrituras canónicas que entregaron los Libros divinos aquellos a quienes acusáis nominalmente; leednos pasajes tan claros como los que os hemos leído del Génesis. No os preguntamos qué significa aquella piedra en que apoyó Jacob la cabeza cuando dormía ni la escala apoyada en el suelo y cuyo extremo tocaba al cielo, ni los ángeles de Dios subiendo y bajando por ella. Investiguen estos misterios personas más juiciosas y más sabias, y expónganlos en medio de un pueblo pacífico en donde no resuene la insolente contradicción, que arma su desvergüenza con la oscuridad del misterio y los enigmas del texto.

No faltan corazones fieles, que recuerda el Señor en el Evangelio, donde indica, al ver a un israelita sin dolo, que Jacob, que vio esta escala, fue llamado Israel. No faltan, pues, fieles a los que alude el mismo Señor donde dice: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre, es decir, sobre la descendencia de Abrahán, en quien son bendecidos todos los pueblos. Pero no trato de persuadir estas cosas a los que las rehúsan. Mirad lo que tenéis que oír: Tu descendencia será como el polvo de la tierra; te extenderás al este y al oeste, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra.

Dadme esa Iglesia, si está en vosotros. Demostrad que estáis en comunión con todos los pueblos, que vemos ya son bendecidos en esta descendencia. Dádmela o, depuesto ya vuestro furor, recibidla, no ciertamente de mí, sino de aquel mismo en quien son bendecidos todos los pueblos.

Podrían ser suficientes las citas aportadas del primer libro de la Ley; pero saldrán a relucir otras muchas si se leen sin impía emulación y con piadoso afecto.

...Por los Profetas

VII. 15. ¿Qué se encuentra en los Profetas? ¡Cuántos y cuán claros son los testimonios en favor de la Iglesia esparcida por todo el orbe! Voy a recordar unos pocos dejando otros muchos a los lectores que disponen de tiempo e interés y tienen temor de Dios.

Tomemos las respuestas divinas dadas por boca del santo Isaías, y consultemos sus palabras cual oráculos del Señor. Que callen y enmudezcan las rivalidades violentas y perniciosas de las contiendas humanas. Prestemos oídos a la palabra de Dios. Diga Isaías dónde, por revelación de Dios, vio con antelación la Iglesia santa, a fin de que veamos ahora el presente en las palabras del que habla del porvenir. Dice él: La tierra está llena del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día la raíz de Jesé se alzará como enseña de los pueblos, en ella esperarán las naciones. Ningún cristiano, sea el que sea, ignora que la raíz de Jesé es Cristo, nacido del linaje de David según la carne; y si es amigo de contiendas, que discuta con el Apóstol, que en sus cartas se sirve de este testimonio.

Dice también Isaías: Israel germinará y florecerá, y llenará la tierra de sus frutos. Israel fue hijo de Isaac, nieto de Abrahán, a quien se prometió que en su descendencia serían bendecidos todos los pueblos; y, según el Apóstol, esa descendencia es Cristo. Cristo procede de la descendencia de Abrahán mediante Isaac, Israel y así sucesivamente, según las generaciones, hasta el nacimiento de Cristo, que nos refirió el Evangelista. Por consiguiente, quien pretenda argüir en contra, que contradiga al Evangelio, niegue que Cristo procede del linaje de Israel para poder negar lo que dice Isaías: Israel germinará y florecerá y llenará la tierra de sus frutos. Y dice también: Yo, Dios, soy el primero y estaré también en medio de lo que vendrá después. Los pueblos lo han visto y han temblado los confines de la tierra. Es lo que dice la Escritura en otra parte: Yo soy el primero y el último ; de suerte que es el A y la S , que son las letras de todos conocidas como signo de Cristo, pues en lugar de la palabra "el último", que se dice allí, se puso aquí estaré también en medio de lo que vendrá después. Contradicen, pues, a esta manifestación los que no quieren creer, más aún, no quieren ver el cumplimiento de lo que sigue: Los pueblos lo han visto y han temblado.

Y un poco después: Jacob es mi hijo; yo lo reconoceré; Israel es mi elegido, mi alma lo ha acogido. He puesto en él mi espíritu, para que proclame el derecho a las naciones. No gritará, no faltará, no se oirá fuera su voz; no romperá la caña cascada, ni apagará la mecha humeante, sino que proclamará fielmente el derecho. Brillará y no se quebrará, hasta implantar en la tierra el derecho; los pueblos esperarán en su nombre. Que este testimonio se refiere a Cristo, consta por el mismo Evangelio Contradígalo quien se atreva, y quien no se atreva espere en él con lo pueblos y no se aparte de la unidad de los pueblos que esperan en él, o si se había apartado ya, torne para no perecer.

16. El mismo Isaías dice también: Y ahora así dice el Señor, que desde el seno me formó para ser siervo suyo, a fin de reunir a Jacob y a Israel a su lado. Me acercaré a él y le honraré en presencia del Señor y mi Dios será mi fuerza. Y me dijo: Tu mayor gloria será llamarte mi siervo, destinado a restablecer la tribus de Jacob y traer a la descendencia de Israel. Yo te he puesto como alianza de la raza, luz de los gentiles, para que seas salvación hasta los extremos de la tierra. Y un poco después: Así dice el Señor de Israel: En el momento adecuado te he escuchado y en el día de la salvación te he oído. Al comentar el apóstol Pablo estas palabras, demuestra que sólo se cumplen en los cristianos. Las relaciona diciendo: Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de salvación. Escuchemos, pues, lo que añade Isaías: Te he hecho alianza de los gentiles, para que habites y poseas en heredad los territorios devastados. Y pasados unos versos lo enlaza diciendo: Unos vendrán de lejos, otros del norte y del oeste, otros del país de los persas. Gritad, cielos, de gozo; salta, tierra, de alegría; montes, estallad de júbilo, porque Dios se ha compadecido de su pueblo, y se ha dirigido a los desvalidos de su pueblo. Sión, en cambio, dijo: el Señor me ha abandonado, y Dios me ha olvidado. ¿Se olvida acaso una mujer de su niño de pecho, o puede darse que no tenga piedad del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré a ti, dice el Señor. He aquí que en la palma de mis manos he grabado tus murallas; tú estás sin cesar ante mis ojos, y en breve te reconstruirán los que te destruyeron . Como la palabra del Apóstol no nos permite aplicar esto al pueblo de los judíos, sino al pueblo cristiano, ¿cómo hemos de entender las palabras de Isaías y en breve te reconstruirán los que te destruyeron, sino como una predicción muy anterior de que los reyes de la tierra, que antes perseguían a la Iglesia, la habían de ayudar después? Pero como muchos de ellos habían de morir en sus maldades, añade: Y los que te han asolado se alejarán de ti.

Luego, como todos los pueblos se habían de integrar en la Iglesia, continúa diciendo: Mira por doquier a tu alrededor y observa a todos. Vivo yo, dice el Señor. Te revestirás de todos éstos y dispondrás de ellos como adorno de la recién casada, pues lo que en ti era desolación, corrupción y ruinas, es ahora demasiado estrecho para quienes moran ahí. Aléjense de ti los que te devoraban. Los hijos que habías perdido te dirán al oído: Este lugar es reducido para nosotros; haznos, pues, también ahora un lugar en que habitemos. Pero tú dirás en tu interior: ¿Quién me engendró a éstos, pues sé que carezco de hijos y soy viuda? ¿Quién me los ha educado? Yo estuve sola y abandonada. ¿Dónde tenía yo a éstos? Así dice el Señor: He aquí que pondré en los pueblos mis manos y en las islas mi estandarte, y llevaré tus hijos en mi regazo y a tus hijas las llevarán sobre los hombros. Los reyes serán vuestros educadores, y las damas principales tus nodrizas. Inclinando su rostro a tierra te suplicarán y lamerán las huellas de tus pies, y sabrás que yo soy el Señor y no te avergonzarás. Y poco después añade: Oídme, escúchame, pueblo mío; miradme también vosotros los reyes, porque yo dictaré leyes y mi sentencia será luz para los pueblos. Mi justicia, ya a punto, se acerca; mi salvación avanza y en mi brazo consiguen la salvación los pueblos.

Acerca de este brazo consultemos las Escrituras apostólicas. El apóstol Pablo, hablando de la infidelidad de los judíos, después de citar el testimonio del mismo profeta según el cual Cristo no se les había revelado a ellos, añadió: ¿Quién ha creído a nuestra predicación? ¿A quién se ha revelado el brazo del Señor?Después Isaías añade: Estallad a una en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, pues el Señor se ha apiadado de ella y ha liberado a Jerusalén. El Señor descubrirá su brazo santo, y todas las naciones, hasta los confines de la tierra, verán la salvación de Dios  ¿Quién hay tan sordo, quién tan demente, quién tan romo de inteligencia que ose contradecir testimonios tan evidentes, sino quien ignora lo que dice?

17. Pero vengamos a cuestiones más patentes. Bien conocidas nos son las bodas mencionadas en las Sagradas Escrituras, el Esposo y la Esposa, Cristo y la Iglesia. Isaías nos describe al uno y a la otra, por si nos equivocamos en alguno de los dos; si alguien se equivoca sobre uno, pierde a los dos, porque de este matrimonio se dijo misteriosamente, como testifica el Apóstol: Serán dos en una sola carne . He aquí cómo el Esposo se describe a sí mismo. Después de la multiplicidad de rasgos que de él nos da Isaías a fin de que enmudezcan los judíos, y para que no nos resulte pesado recordarlos todos, prestad atención a esto poco: Cargará sobre sí sus maldades. Por eso se le dará en herencia las multitudes, repartirá los despojos de los poderosos, pues su alma fue entregada a la muerte y fue contado entre los malhechores. Él ha llevado los pecados de muchos y fue entregado por nuestras maldades . Vosotros mismos confesáis que todo esto fue un anuncio y profecía referida a nuestro Señor Jesucristo desde mucho tiempo antes. ¿Por qué este Esposo fue entregado a la muerte, por qué fue contado entre los malhechores? ¿Qué hizo, qué consiguió su excelsidad con una humillación tan grande? ¿Quién hay tan sordo que no oiga estas cosas, quién tan embotado que no las comprenda? ¿Quién tan ciego que no las vea? Por eso dice: Por eso se le dará en herencia las multitudes y repartirá los despojos de los poderosos, pues su alma fue entregada a la muerte y fue contado entre los malhechores. ¿Por qué, herejes, os vanagloriáis de vuestro pequeño número, si precisamente nuestro Señor Jesucristo se entregó a la muerte para poseer muchos en herencia? ¿Y quiénes forman esta multitud, o qué tierra tan extensa ocupan? Escuchemos lo que sigue.

18. Anunciado ya y descrito el Esposo, aparezca ya la Esposa en las palabras de Isaías. Veámosla en la verdad de las páginas santas y reconozcámosla en el orbe de la tierra. También el apóstol Pablo nos da este testimonio profético sobre la santa Iglesia; no tiene adónde ir la tergiversación pendenciera de los herejes: Da gritos de alegría, estéril que no has dado a luz; estalla de gozo y júbilo, la que no has conocido los dolores de parto; porque los hijos de la abandonada son más que los de la casada. ¿Dónde está, repito, el motivo de gloriaros de vuestro escaso número? ¿No son éstos los muchos de los que se dijo poco antes: Por eso se le dará en herencia las multitudes? Y ¿cuál es su herencia sino su Iglesia? Son más, dice, los hijos de la abandonada que los hijos de la casada. En la que tenía varón quiere que se entienda a la sinagoga de los judíos, puesto que había recibido la Ley.

En consecuencia, ya puede quedar dirimida nuestra cuestión. Confronten éstos la muchedumbre de los suyos, constituida por africanos o en África, con la multitud de los judíos presentes en todos los países, pues se hallan dispersos por doquier, y vean cuán pocos son en comparación de ellos. ¿Cómo pueden aplicarse a sí mismos aquel dicho: Son más los hijos de la abandonada que los de la casada?

Comparen también la muchedumbre de cristianos de todos los pueblos, con quienes no están en comunión, y vean qué pocos son en comparación con ellos los judíos; y vean finalmente que es en la Iglesia católica, extendida por todo el orbe, donde se ha cumplido esta profecía: Son más los hijos de la abandonada que los de la casada. Admitamos que es un enigma oscurísimo el hecho de que en cuanto al número de hijos la abandonada ha sido preferida a la casada; pero quien se oponga a que es de la Iglesia de Cristo de la que se dijo: Son más los hijos de la abandonada que los de la casada, no es a mí a quien se opone, sino a Cristo.

19. Y de dónde había de tener muchos hijos, lo añade a continuación al decir: Dijo el Señor: Ensancha el espacio de tu campamento y de tus tiendas; clava sin miedo, estira tus cuerdas, asegura tus postes; extiende todavía las cuerdas a derecha e izquierda. Tu descendencia heredará las naciones y habitarás las ciudades desiertas. No temas, pues te impondrás, ni te avergüences de haber sido objeto de desprecio. Olvidarás el bochorno sin fin, y no te acordarás de la afrenta de tu viudez. Porque yo soy el Señor que te he hecho; el Señor es su nombre, y el que te ha librado se llamará el Dios de Israel de toda la tierra. He aquí hasta dónde se le mandó extender sus cuerdas: hasta que su Dios sea llamado el Dios de un Israel de toda la tierra. De ella, en efecto, habla el mismo profeta y a ella se dirige al decir: Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa como aurora mi justicia. Mi salvación llameará como antorcha. Todos los pueblos verán su justicia, y los reyes tu gloria. Te llamará con un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en presencia del Señor y diadema real en la mano de tu Dios. Ya no te llamarán "abandonada" ni a tu tierra "devastada"; a ti te llamarán "mi favorita" y a tu tierra el "Orbe de la tierra".

¿Se puede exigir aún algo más claro? He aquí cuántas cosas y qué claras dice un único profeta. Y, sin embargo, se resiste y se contradice no a un hombre cualquiera, sino al Espíritu de Dios y a la verdad más evidente. Y, no obstante, aquellos que quieren tener su gloria en el nombre cristiano, sienten envidia de la gloria de Cristo, no sea que se crea que se cumplen estas cosas que tanto tiempo ha se han profetizado de él, cuando en realidad ya no se anuncian, sino que se muestran, se ven, se poseen.

Ahora bien, si quisiera reunir en una sola carta los testimonios de todos los profetas relativos a esta Iglesia señalada antes que vemos tal como la leemos, temo que parezca que yo mismo considero que son pocos los que son tantos, que si pretendiera reunir todos los de Isaías sólo, había de superar los justos limites de esta exposición.

...en los Salmos

VIII. 20. Escuchemos ya algunos pasajes de los Salmos cantados tanto tiempo antes de los hechos, y veamos con inmenso gozo cómo se cumplen ya ahora. Y sea el primer pasaje el que Petiliano puso en su carta, no sé con qué cara; óiganlo y júzguenlo ellos: El Señor me ha dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión, la tierra hasta sus confines. ¿Qué cristiano ha dudado jamás que esto se predijo de Cristo, o ha pensado que esta herencia era algo distinto a la Iglesia? Y como ella había de tener a buenos y malos en las redes de sus sacramentos, dice: Los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza. Sin duda, la misma justicia, firme e inflexible, gobierna a los buenos y quiebra a los malos.

21. ¿Quién está tan alejado y ajeno a los divinos oráculos que no reconozca el mismo Evangelio al escuchar las palabras del Salmo: Taladraron mis manos y mis pies, contaron todos mis huesos. Me miraron y me contemplaron, se repartieron mis vestidos y echaron suertes sobre mi túnica? El mismo evangelista, al narrar el hecho, recuerda este testimonio. Pero, ¿qué se puede comparar con el precio de esta cruz, con tamaña humillación de tan excelsa grandeza, y con aquella santísima y divina sangre, sino lo que se dice en las siguientes palabras: Se recordarán y volverán al Señor desde todos los confines de la tierra y se postrarán en su presencia todas las familias de los pueblos; y él dominará a las naciones?

¿Acaso el Apóstol no aplicó a los predicadores del Nuevo Testamento las siguientes palabras: A toda la tierra se extendió su voz y hasta los límites del orbe de la tierra sus palabras? ¿De quién otro sino de Cristo se pueden entender estas otras: El Dios de dioses, el Señor, ha hablado y ha llamado la tierra desde la salida del sol hasta su ocaso. Desde Sión, dechado de belleza? ¿De quién sino de Cristo es esta voz: Me dormí en la turbación? De dónde le viene esa turbación lo dice inmediatamente: Los hijos de los hombres: sus dientes son lanzas y flechas; su lengua es una espada afilada. ¿De quién era esa voz sino de los que gritaron: Crucifícalo, crucifícalo? ¿Por qué todo esto, en bien de quién, para beneficio de quién? Escucha lo que sigue: Elévate sobre el cielo, oh Dios, y llene la tierra entera tu gloria . Aquí tienes que Cristo durmió en su pasión y por su resurrección se elevó sobre los cielos. Y ¿de dónde viene que su gloria esté sobre toda la tierra sino de su Iglesia que se extiende por toda ella? En estas dos brevísimas frases os pregunto a vosotros, herejes, todo lo que se ventila entre nosotros. Dice: Elévate sobre el cielo, oh Dios, y llene la tierra tu gloria . ¿Por qué proclamáis que Cristo el Señor ha sido elevado sobre los cielos y no estáis en comunión con su gloria, que alcanza a toda la tierra?

22. El salmo 71 lleva por título "a Salomón". Pero como las cosas que allí se dicen no pueden referirse a ese rey efímero que luego pecó tan gravemente, se sostiene inapelablemente contra los judíos que son predicciones sobre Cristo. Ningún cristiano niega esto; pues son tales las cosas dichas, que no se puede dudar que se refieren a Cristo. También se encuentran allí expresiones en que se reconoce a la Iglesia extendida por todo el orbe, tras someter a todos los reyes al yugo de Cristo: Y dominará de mar a mar, desde el río hasta el confín de la tierra ; desde el río, en efecto, en que el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del cielo lo dieron a conocer. Luego continúa: Ante él caerán los etíopes y sus enemigos morderán el polvo; los reyes de Tarsis y las islas le pagarán tributo; los reyes de Saba y Arabia le ofrecerán sus dones. Todos los reyes de la tierra lo adorarán, y todos los pueblos le servirán. Y un poco después: En él serán bendecidas todas las tribus de la tierra, todos los pueblos le glorificarán. Bendito el Señor Dios de Israel, el único que hace maravillas, y bendito por siempre su nombre glorioso; su gloria llenará toda la tierra. Así sea, así sea .

Salid ahora, donatistas, y clamad: no sea así, no sea así. Os ha vencido la palabra de Dios diciendo: Sea así, sea así. He aquí manifestada en los Salmos la Iglesia extendida por todo el orbe, sobre la cual reposa la gloria de su Rey. Y así esa Reina es su Esposa, de la cual se le dice en el salmo 44: De pie a tu derecha está la reina, con vestido bordado en oro y manto de varios colores  A exhortarla se encamina de inmediato la palabra divina: Escucha, hija, mira; presta oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza; él es tu señor . Atended dónde empieza la divina profecía a hablar a la Esposa de Cristo: Escucha, hija, mira. Pero vosotros ni queréis oír estas profecías ni verlas cumplidas. Y, sin embargo, las oís y las veis contra vuestra voluntad. Oíd lo que se le dice un poco después; escuchad cómo anuncian esto las divinas letras, y ved cómo se cumple en toda la tierra: A cambio de tus padres, te han nacido hijos que harás príncipes por toda la tierra.

Cuántos testimonios de todas las Escrituras sobre esta cuestión paso por alto, los conocen los que los leen, y los conozco yo también; pero no quiero recargar la carta, a la cual quiero que se responda.

Libertad humana y cumplimiento de las profecías

IX. 23. ¿Qué van a responder a estos pasajes tomados de la Ley, de los Profetas, de los Salmos sobre la Iglesia de Cristo extendida por todo el mundo, a la cual, extraviados, prefieren oponerse, antes que, corregidos, entrar en comunión con ella? ¿Qué, repito, dirán? ¿Dirán que los textos son falsos u oscuros? No se atreven a decir que son falsos, pues se ven apabullados por el peso de tal autoridad. Así es que, al tener que confesar que son verdaderos, se esfuerzan por demostrar que no pueden cumplirse; como si el acusar del crimen de falsedad a una profecía fuera cosa distinta de afirmar la imposibilidad del cumplimiento de lo que anuncia. Esto equivale a decir que no es una profecía, sino una falsa profecía. Y cuando se les pregunta por qué no pueden cumplirse, contestan: "Porque los hombres no quieren. El hombre -dicen- ha sido creado con el libre albedrío; y si quiere, cree en Cristo; si no quiere, no cree; si quiere, persevera en lo que cree; si no quiere, no persevera. Y por ello, habiendo comenzado la Iglesia a crecer por el orbe entero, no quisieron los hombres perseverar en su fe, y desapareció de todos los pueblos la religión cristiana, exceptuado el partido de Donato".

Como si el Espíritu de Dios no hubiera conocido la voluntad futura de los hombres. ¿Quién puede llegar a la necedad de decir esto? ¿Por qué no afirmar que predijo más bien lo que él sabía había de suceder con las voluntades de los hombres? Pues de la misma manera que éstos piensan que se predijo esto, puede ser profeta todo el que quiera, de suerte que cuando no se hayan cumplido sus predicciones, puede contestar: "No han querido los hombres; son cristianos por su libre albedrío". De la misma manera podía alguno profetizar que Cristo no había de sufrir en la cruz, sino que había de morir por la espada; y, una vez que sucedió de otra manera, responder: "¿Qué he hecho yo? Los hombres con su libre albedrío no quisieron hacerle lo que yo había predicho, e hicieron lo que ellos quisieron". ¿A quién no se le ocurre cuántas profecías podían y pueden hacerse de este modo y por cualquier clase de hombres? ¿Quién puede, en efecto, dudar que si Judas no hubiese querido no habría entregado a Cristo, y que Pedro, si no hubiese querido, no le habría negado tres veces? Si la predicción de estos dos acontecimientos fue cierta, es porque Dios prevé aun las voluntades futuras.

¿Qué dice Jesús?

X. 24. Sin embargo, aunque todo esto está presente aun a los espíritus lentos, escuchemos al respecto la voz del mismo Verbo expresada por su propia boca de carne. Después de su resurrección, al dejarse tocar y palpar por las manos de sus discípulos aún dudosos, y después de recibir y comer delante de ellos lo que le habían presentado, les dijo: A esto me refería cuando, estando todavía con vosotros, os dije que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse . Pero ¿de quién sino de él se escribieron los pasajes citados también por nosotros, tomados de la Ley, los Profetas y los Salmos, como he demostrado con detalle? Ahora bien, si dice él, que es la verdad: Todo tenía que cumplirse, ¿por qué lo niegan éstos sino porque son enemigos de la verdad?

Pero si aún dicen que son oscuros los textos, escuchemos a la misma Cabeza, quien, siendo veraz en extremo, nos señala su Cuerpo. Dijo: Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse , y como si le preguntáramos si en las palabras de mí había que entender la Iglesia, pues está escrito: Serán dos en una sola carne, de suerte que tuviéramos oráculos divinos seguros referidos no sólo a la Cabeza, sino también al Cuerpo, continúa el Evangelista, y dice: Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Y añadió: Así está escrito: Y así convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día . Aquí se muestra la misma Cabeza, que se ofreció para ser tocada por las manos de los discípulos. Ved cómo él añade lo referente a su Cuerpo, que es la Iglesia, para no dejar que nos equivoquemos ni sobre el Esposo ni sobre la Esposa. Dice: Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén . ¿Qué puede haber más veraz, más divino, más manifiesto que estas palabras? Tengo reparo en ponderarlas con las mías y ¿no lo tienen los herejes en atacarlas con las suyas?

25. Atrévanse a sostener que los pasajes que cité, tomados de la Ley, los Profetas y los Salmos, son oscuros, y que, como hablan figuradamente, pueden entenderse también de otra manera; aunque he tratado, según mi capacidad, de que, al respecto, no se atrevan ni a decirlo; pero digan si está oscuramente expresado y encubierto por la envoltura del enigma lo que dijo el mismo Cristo: Así está escrito y así convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén . Si es oscuro Me dormí en la turbación, ¿acaso es oscuro convenía que Cristo padeciera?  Si es oscuro Elévate sobre los cielos, oh Dios , ¿es oscuro y que resucitara al tercer día? Igualmente si es oscuro Sobre toda la tierra se extiende tu gloria , ¿acaso es oscuro Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos? Si es oscuro El Dios de dioses, el Señor ha hablado y llamado a la tierra desde donde sale el sol hasta su ocaso  ¿es oscuro que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos? Así la tierra fue llamada también desde donde sale el sol hasta el ocaso, como dice él mismo: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Si es oscuro Desde Sión, dechado de belleza, Dios resplandece, ¿es acaso oscuro Comenzando por Jerusalén? Sión se identifica con Jerusalén; mas ¿qué me importa a mí? Digan en buena hora que lo que he puesto tomado de la Ley, los Profetas y los Salmos no se relaciona con las palabras del Señor que se leen en el Evangelio. No me preocupa, no ofrezco resistencia. Ciertamente, si no se hubiese profetizado esto en la Ley, los Profetas o los Salmos, sea en los pasajes que yo he alegado, sea en otros, en modo alguno hubiera dicho el Señor: Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí tenía que cumplirse 7. Y después, descubriéndoles el sentido de esos pasajes, para que entendieran las Escrituras, se les habría expuesto lo que está escrito sobre él en la Ley, los Profetas y los Salmos, hasta el punto de decirles: Así está escrito y así convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén . Aunque yo no hubiera podido advertir estos textos en la Ley, los Profetas y los Salmos, el que es la Verdad me certifica que están escritos allí. Pero aunque no dijera que estaban escritos allí, les bastaría sin duda a los cristianos que el mismo Cristo hubiese dicho que era preciso que se predicara en su nombre la penitencia y remisión de los pecados por todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Pero como sus discípulos dudaban de él aunque veían y tocaban su cuerpo, quiso confirmarlos con la prueba, tomada de las Escrituras, más sólida que el ofrecerse a sí mismo visible y palpable a los sentidos de los mortales. Adhirámonos, pues, a la Iglesia designada por la boca del Señor, desde el punto inicial hasta el punto de llegada, es decir, desde Jerusalén hasta todos los pueblos.

26. Aquí puede ya alguno decirme que por Jerusalén no se ha de entender la ciudad visible, sino una metáfora, de suerte que se entienda, en sentido alegórico, toda la Iglesia eterna ya en el cielo y peregrina en parte en la tierra. Ese mismo puede decir también que se dijeron en sentido figurado aquellas palabras: Convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día 76. Pero si alguno dijera esto, no se le puede tener en modo alguno por cristiano. Por consiguiente, como aquello debe entenderse en sentido propio, lo mismo debe admitirse de lo añadido sobre la Iglesia de todos los pueblos que comienza por Jerusalén. El Señor explicó que todos esos datos estaban predichos de él en la Ley, los Profetas y los Salmos y, por supuesto, esa explicación no pudo ser figurada; de lo contrario, no sería explicación.

Además, puesto que Jerusalén, considerada en sentido alegórico y espiritual, significa la Iglesia entera, ¿cómo la Iglesia entera comienza por la Iglesia entera, como si Jerusalén empezase por Jerusalén?

Queda, por tanto, bien claro que se trata en sentido propio de aquella ciudad, en la que está demostrado también que tuvo su principio la Iglesia, como una y otra vez lo manifestó él sin dejar a la astucia herética refugio alguno para sus asechanzas. Sigue, en efecto, así y dice: Vosotros sois testigos de todo esto. Y ahora yo os voy a enviar sobre vosotros al que os he prometido; vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de fuerza de lo alto . En esta ciudad les ordenó que se quedaran hasta que fueran revestidos de fuerza desde lo alto, es decir, del Espíritu Santo, que había prometido les enviaría; ciudad desde la cual les había anunciado que comenzaría la Iglesia. Ahora bien, si no creen que sea Jerusalén, escuchen lo que sigue: Después los llevó hasta Betania y, levantando las manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos. Ellos volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Y se hallaban siempre en el templo alabando a Dios . He aquí señalada la ciudad en la cual les ordenó permanecer hasta que fueran revestidos de fuerza desde lo alto.

El testimonio de los Hechos de los Apóstoles

XI. 27. Aquí se pasó por alto cuántos días estuvo con ellos después que se les apareció vivo ante sus ojos y sus manos. Sin embargo, no lo callaron los Hechos de los Apóstoles, donde una vez más las mismas palabras del Señor predicen que la Iglesia se extenderá por el orbe de la tierra. Al respecto nadie en absoluto puede dudar -salvo quien pone en duda la historicidad de las santas Escrituras- que se trata de aquella ciudad visible Jerusalén, en que empezó la Iglesia después de la Resurrección y Ascensión del Señor Jesucristo; y que él no quiso significar otra cosa que el lugar de esta tierra en que daría comienzo a la Iglesia, y de qué manera la difundiría, a partir de allí, por todas partes. Así está escrito en los Hechos de los Apóstoles: En primer lugar, querido Teófilo, traté de todo lo que hizo y enseñó Jesús desde el principio hasta el día en que eligió a los apóstoles por medio del Espíritu Santo y les mandó predicar el Evangelio. Fue a ellos a quienes se manifestó después de su Pasión, con numerosas pruebas. Durante cuarenta días, se les apareció y les habló del reino de Dios. Una vez que se hallaba con ellos les mandó que no se alejasen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa que escuchasteis -les dijo- de mi boca. Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo. Ellos, reuniéndose, preguntaron: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel? Él les contestó: No os toca a vosotros conocer los tiempos que el Padre ha reservado en su poder. Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera. También aquí se pone de manifiesto el punto de partida y el punto de llegada.

28. ¿Qué responden a todo esto los que con todo orgullo blasonan de cristianos y abiertamente contradicen a Cristo? Nosotros admitimos esta Iglesia, no podemos aceptar acusación humana alguna contra estas palabras de Dios. Nos mueve, sobre todo, el que nuestro Señor, a quien no creer es sacrílego e impío, nos dejó, en las últimas palabras que pronunció en la tierra, estos saludables y últimos documentos sobre la primitiva Iglesia. Pues, dichas estas palabras, inmediatamente subió al cielo, y quiso prevenir nuestros oídos contra los que, con el pasar del tiempo, había predicho que se levantarían y habían de decir: He aquí a Cristo, helo allí , y nos avisó que no los creyéramos.

No tenemos excusa alguna si los creyéramos contra la voz de nuestro Pastor, tan clara, tan abierta, tan manifiesta, que nadie, por muy sordo espíritu que tenga, puede decir: "No he entendido". Pues ¿quién no entiende estas palabras: Así convenía que Cristo padeciera y resucitara al tercer día, y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén?  ¿Quién no entiende estas otras: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera. Dicho esto, se elevó; las nubes lo recibieron y lo vieron subir al cielo?  ¿Qué es esto?, pregunto. Cuando se oyen las últimas palabras de un moribundo que se despide de esta vida, a nadie se le ocurre decir que miente, y se le tiene por impío al heredero que tal vez las menosprecia. ¿Cómo, pues, podremos evitar la ira de Dios si, por falta de fe o por menosprecio, rechazamos las últimas palabras del Hijo único de Dios, de nuestro Señor y Salvador , que está para ir al cielo y que ha de mirar desde allí quién las menosprecia, quién las observa, y que desde allí ha de venir para juzgar a todos? Poseo la voz bien clara de mi Pastor, que me encarece y describe sin rodeos su Iglesia. A mí me reprocharía que, seducido por las palabras de los hombres, me apartara voluntariamente de su rebaño que es la Iglesia misma, sobre todo después que me ha advertido: Mis ovejas oyen mi voz y me siguen.

Ahí está su voz clara y nítida. Quien no le sigue después de oírla, ¿cómo osará decir que es su oveja? Que nadie me diga: "Oh, ¿qué ha dicho Donato; oh, qué ha dicho Parmeniano, o Poncio, o cualquiera otro de ellos?" Porque ni a los obispos católicos hemos de asentir, si quizá alguna vez se engañan hasta el punto de pensar algo contra las Escrituras canónicas de Dios. Pero si, manteniendo el vínculo de la unidad y la caridad, caen en este error, les acontecerá lo que dice el Apóstol: Si en algún punto pensáis de otro modo, Dios os revelará también eso. Ahora bien, son tan claras estas voces divinas sobre la Iglesia universal, que sólo los herejes en su orgullosa perversidad y ciego furor pueden ladrar contra ellas.

29. Ya hemos mostrado a la Iglesia en el Verbo de Dios, su Esposo; Iglesia anunciada tanto por la Ley, los Profetas y los Salmos como por su propia boca; Iglesia que ha de empezar por Jerusalén y llegar hasta los confines del orbe entero. Y cómo empezó por Jerusalén y, extendida desde allí a todos los pueblos, está dando fruto, nos lo demuestra la misma palabra de Dios a través de los apóstoles. Así está escrito en los Hechos de los Apóstoles, cosa que ya recordé que dijo el Señor: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera.

Continúa después: Dicho esto, en presencia de ellos se elevó y una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijos al cielo viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que se han llevado de aquí al cielo volverá como lo habéis visto marcharse. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala superior donde se alojaban; eran Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Fanático y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de María, la Madre de Jesús, y sus hermanos . En aquellos días se levantó Pedro en medio de los discípulos -había un grupo de unos ciento veinte hombres-, les dijo...

Se narra a continuación cómo, tras el discurso de Pedro, fue elegido Matías en lugar de Judas, que entregó al Señor. Después de la elección, continúa diciendo la Escritura: Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, llenó toda la casa donde se encontraban, y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones existentes bajo el cielo. Al oír el ruido, acudieron en masa, y quedaron desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Todos, desorientados, admirados, preguntaban: ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Partos, medos y elamitas; judíos de Mesopotamia, de Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto o de la zona de Libia que confina con Cirene; romanos de paso, judíos y forasteros; cretenses y árabes: cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. Estaban estupefactos y, entre dudas, se preguntaban unos a otros: ¿Qué puede ser esto? Otros se burlaban diciendo. Están bebidos. Pedro, de pie con los Once, tomó la palabra y les dijo: Judíos y habitantes de Jerusalén, sabed que...  y las restantes palabras con que los exhorta a la fe. Terminado esto, continúa la Escritura su relato. Al oír esto, con el corazón compungido, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles. ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Indicádnoslo. Pedro les contestó. Arrepentíos; que cada uno se bautice en el nombre del Señor Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa se nos hizo a nosotros y a nuestros hijos y a todos los que, estando lejos, llame el Señor Dios nuestro. Y con muchas otras palabras les daba testimonio diciendo: Poneos a salvo de esta generación depravada. Ellos aceptaron su palabra, se bautizaron y aquel día se les agregaron unos tres mil .

Ahí está el principio desde Jerusalén, desde donde la Iglesia iba a pasar a todas las lenguas; realidad prefigurada en el hecho de que los allí presentes, una vez que recibieron el Espíritu Santo, hablaron en todas las lenguas.

30. Cómo se extendió por los otros pueblos, vamos a verlo luego; ya Pedro lo había anunciado al decir: La promesa se nos hizo a nosotros y a nuestros hijos y a todos los que, estando lejos, llame el Señor Dios nuestro .

Se narran a continuación los acontecimientos que tuvieron lugar en Jerusalén hasta el martirio de Esteban diácono, donde también se menciona a Saulo, que aprobó su muerte. Cuando esto tuvo lugar, así continúa el relato: Aquel día se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén: todos, menos los apóstoles, que permanecieron en Jerusalén, se dispersaron por Judea y Samaría . Ved cómo se cumple después y en su orden lo que había dicho el Señor: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera .

Lo anunciado ya se había cumplido en Jerusalén: seguía cumpliéndose en Judea y Samaría, razón por la que aquéllos se habían dispersado en las regiones de Judea y Samaría. Así se dice de ellos a continuación: Los dispersados, en su ida por las ciudades y pueblos, iban anunciando la palabra de Dios . También habían ido los apóstoles al oír que Samaría había recibido la palabra de Dios, cuando por la imposición de sus manos recibieron el Espíritu Santo. Por eso se dice de Pedro y de Juan: Pedro y Juan, después de testimoniar la palabra del Señor, regresaron a Jerusalén anunciando, al pasar, la buena noticia en muchas aldeas samaritanas.

Después se nos habla del eunuco que, volviendo de Jerusalén, fue bautizado por Felipe; de éste se dice: El Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría. Felipe fue a parar a Azoto y, de regreso, anunciaba la buena noticia en todas las ciudades hasta llegar a Cesarea. Así se ve que el Evangelio se había predicado también en las ciudades de Samaría y de Judea. Restaba, pues, que se predicara, según el orden predicho por el Señor, a todos los pueblos, hasta la tierra entera . Así, pues, Saulo es llamado desde el cielo, se trueca de perseguidor en predicador, y el Señor dice de él a Ananías: Anda, ve, que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre y glorificarme ante los paganos y sus reyes y ante los hijos de Israel. Yo le enseñaré cuánto tiene que sufrir por mi nombre . De suerte que ya tenemos la Iglesia presente en Jerusalén y extendida por toda Judea y Samaría; por eso dice con toda claridad poco después: En toda Judea, Galilea y Samaría las Iglesias gozaban de paz, edificadas y consolidadas en el temor del Señor, y crecían impulsadas por el Espíritu Santo.

Después, pasados algunos versículos, se llega al lugar en que creyó el centurión Cornelio y fue bautizado con todos los suyos, gentiles todos e incircuncisos. Antes de tener lugar esto, estando Pedro en oración, vio en un éxtasis El cielo abierto y, sujeto por las cuatro esquinas, un mantel claro que contenía dentro todo género de cuadrúpedos, fieras y pájaros. Y se oyó una voz. Pedro, mata y come. Replicó Pedro: Señor, nunca he comido nada impuro o manchado. Por segunda vez le dijo la voz: Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú impuro.

Que esta visión significa la conversión de los gentiles, no necesitamos suponerlo; el mismo apóstol nos lo explicó hablando del mantel que se le ofreció. Pues al entrar en la casa donde estaba Cornelio, y donde se habían reunido muchos, les dijo Pedro: Sabéis que a un judío le está prohibido tener trato con extranjeros o entrar en su casa; pero a mí me ha enseñado Dios a no llamar impuro o manchado a ningún hombre . Así explicó aquella voz que, referida a los animales que se le mostraron en el mantel, había oído: Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú impuro. ¿Quién no ve que en aquel mantel se significaba el orbe de la tierra con todos sus pueblos? Por eso estaba atado por los cuatro ángulos, que significaban las cuatro partes bien conocidas del orbe, oriente y occidente, septentrión y mediodía, que cita con tanta frecuencia la Escritura.

Ahora bien, respecto a la misión de Pablo entre los gentiles, es muy largo recordar qué lugares recorrió sembrando la palabra de Dios y confirmando las jóvenes Iglesias. Cuando los judíos le ofrecieron resistencia en Antioquía, él y Bernabé les dijeron: Era menester anunciaros primero a vosotros el mensaje de Dios; pero como lo habéis rechazado y no os considerasteis dignos de la vida eterna, sabed que vamos a dedicarnos a los paganos. Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he hecho luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra. Y continúa el texto: Al oírlo los paganos, acogieron la palabra de Dios y cuantos estaban destinados a la vida eterna creyeron. Se recuerda también aquí el testimonio tomado del profeta Isaías, que ya pusimos también nosotros: la salvación ha de llegar hasta los confines de la tierra.

Los escritos apostólicos

XII. 31. Vamos a dejar de lado los pueblos que creyeron y se unieron a la Iglesia después de los tiempos apostólicos; miremos sólo a aquellos que encontramos en las sagradas Letras, en los Hechos, en las cartas de los Apóstoles y en el Apocalipsis de Juan, que unos y otros aceptamos y a los que unos y otros nos sometemos. Dígannos ellos cómo perecieron en la sedición africana. Los hemos acogido no por concilios de obispos que contendían entre sí, no por controversias, no por los registros de tribunales o municipios, sino por los santos Libros canónicos. ¿Cómo la iglesia antioquena, donde por vez primera los discípulos se llamaron cristianos, pudo perecer por los crímenes de los africanos? ¿Qué viento tan impetuoso del sur pudo esparcir la pestilencia de origen tan lejano, allí donde no podían conocerse siquiera los nombres de aquellos que fueron el origen o la causa de este mal: en Atenas, en Iconio, en Listra? ¿Quién destruyó las iglesias fundadas por los sudores del Apóstol?

Al final de la carta a los Romanos nos dice el mismo Apóstol, doctor de los gentiles: Os he escrito para refrescaros la memoria, a veces con bastante atrevimiento. Me da pie el don recibido de Dios que me hace ministro de Jesucristo entre los paganos: mi función sacra consiste en anunciar la buena noticia de Dios, para que la ofrenda de los paganos, consagrada por el Espíritu Santo, le sea agradable. Por eso, en lo que toca a Dios, pongo mi orgullo en Cristo Jesús, y así no se me ocurrirá hablar de nada que no sea lo que Cristo ha hecho por mi medio para que respondan los paganos, valiéndose de palabra y acciones, de la fuerza de señales y prodigios, de la fuerza del Espíritu; de ese modo, dando la vuelta desde Jerusalén hasta la Iliria, he completado el anuncio de la buena noticia de Cristo.

Preguntad, oh donatistas, si no lo sabéis, preguntad cuántas etapas hay por tierra desde Jerusalén hasta Iliria, pasando por los alrededores. Si contamos tantas Iglesias, decid cómo pudieron perecer por las contiendas de los africanos. Vosotros conserváis sólo para la lectura las cartas del Apóstol a los Corintios, Efesios, Filipenses, Tesalonicenses, Colosenses; nosotros, en cambio, las conservamos en la lectura y la fe, y mantenemos la comunión con esas Iglesias.

Además, Galacia no es una Iglesia sola, sino que en dicha región se encuentran innumerables. Y en cuanto a los corintios, ved cómo los saluda: Pablo, apóstol de Jesucristo por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que hay en toda la Acaya. ¿Cuántas Iglesias pensáis hay en toda la Acaya? Quizá ni sabéis dónde está Acaya y juzgáis con temeraria ceguera de una provincia tan desconocida, que afirmáis que ha desaparecido por los crímenes de los africanos. ¿No están acaso llenos de florecientes Iglesias todos los lugares que cita Pedro: Ponto, Capadocia, Asia, Bitinia ? Pues ¿qué? Sobre las Iglesias a que escribió Juan: Esmirna, Pérgamo, Sardes, Tiatira, Filadelfia, Laodicea -y ya hemos mencionado la de Éfeso-, ¿puede decirme alguno de vosotros dónde se encuentran, qué distancia hay de unas a otras? Quizá ahora andáis buscándolo con la lectura de algún documento o consultando a alguien. Aprended también cuán alejadas están de África y decidnos por qué acusáis con tan sacrílega temeridad a Iglesias tan desconocidas por vosotros y tan conocidas en las cartas apostólicas y afirmáis con la misma demencia que perecieron por los crímenes de los africanos. En fin, sé qué hay escrito sobre ellas en los santos Libros canónicos, pero ignoro qué decís vosotros de ellas. Como nosotros leemos en los Libros que también vosotros veneráis cuáles son las Iglesias de Cristo, leednos vosotros en los Libros que veneramos nosotros cómo perecieron. ¿Os parece bien que creamos nosotros cualquier calumnia, venga de donde venga, lanzada contra las Iglesias que son miembros de la única Iglesia por todo el orbe, que nos ha entregado y recomendado el Espíritu Santo en sus Escrituras? Esto os agrada a vosotros, pero no nos place a nosotros. Cuál es la postura más justa también lo veis vosotros, pero, vencidos por vuestra hostilidad, no queréis ser vencidos por la verdad. Aquí están las Escrituras de Dios, aquí están las Iglesias que ellas señalan con el nombre de todo el orbe y con el suyo propio. Qué es lo que vuestros antepasados reprocharon a sus colegas, no lo saben; qué jueces sentenciaron la causa, no lo saben tampoco; ¿cómo perecieron entonces? He aquí las Escrituras que yo creo, he aquí las Iglesias con las que yo estoy en comunión: donde yo te leo sus nombres, léeme tú allí sus delitos.

32. Ahora bien, si apelas a otras fuentes, para manifestar o recitar tus acusaciones, nosotros, siguiendo la voz de nuestro Pastor, tan claramente manifestada por la boca de sus Profetas, por su boca propia, por la de los Evangelistas, no podemos admitir, no creemos, no podemos recibir la vuestra. Dice el Pastor celeste: Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen . Su voz sobre la Iglesia no es oscura. Quien no quiere apartarse del rebaño, escúchela, siga tras ella. Su dispensador tan fiel, el doctor de los gentiles, dado que Cristo hablaba por él, dice esto: Me extraña que tan de prisa dejéis al que os llamó a la gracia de Cristo para pasaros a otro evangelio, que no es tal evangelio: sólo que hay algunos que os turban tratando de trastocar el Evangelio de Cristo. Pues mirad, incluso si nosotros mismos o un ángel bajado del cielo os anunciara otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. Lo que os tenía dicho, os lo repito ahora: si alguien os anuncia un nuevo evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema.

Se nos ha anunciado que la Iglesia se extenderá por todo el mundo. En la Ley, los Profetas y los Salmos nos ha testificado el Señor que eso está anunciado; él mismo predijo que ella había de comenzar por Jerusalén y difundirse por todos los pueblos, y anunció, al estar para subir al cielo, que tendría testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y en toda la tierra. Los hechos siguieron a las palabras: las santas Escrituras nos testifican progresivamente su comienzo desde Jerusalén, y luego su paso a Judea y Samaría y de allí a toda la tierra, donde sigue creciendo la Iglesia hasta que llegue finalmente a conseguir el resto de los pueblos en que aún no está. Si alguno anuncia otra cosa, sea anatema.

Textos bíblicos a que recurren los donatistas

XIII. Ciertamente predica otro evangelio quien afirma que la Iglesia desapareció del resto del mundo y que permanece solamente en África, en el partido de Donato. Por consiguiente, sea anatema; o que me lea esto en las santas Escrituras, y dejará de ser anatema.

33. "Lo leo, dice. Enoch fue el único entre los hombres que agradó a Dios y fue trasladado. Después, destruido el mundo entero por la inundación de las aguas, sólo Noé, con su esposa, hijos y nueras, mereció ser salvado en el arca".

Añaden también el caso de Lot, único que con sus hijas fue liberado de Sodoma; el del mismo Abrahán, Isaac y Jacob, porque fueron de los pocos que agradaron a Dios en una tierra consagrada a los ídolos y a los demonios. Finalmente, multiplicado ya el pueblo de Israel, en tiempo de los reyes en la tierra de promisión, que había sido repartida entre las doce tribus, recuerdan que diez tribus habían sido separadas y entregadas al siervo de Salomón, y dos habían quedado para el hijo del mismo Salomón, para formar el reino de Jerusalén. "Así -dicen-, ahora todo el mundo ha apostatado, y en cambio nosotros hemos permanecido, como aquellas dos tribus, en el templo de Dios, esto es, en la Iglesia. Muchísimos eran también los discípulos que seguían a Jesucristo, y al separar los setenta y dos, permanecieron con él solamente doce".

Con estos y parecidos ejemplos, los herejes tratan de hacer valer su escaso número y no cesan de ultrajar en los santos a la multitud de la Iglesia extendida por todo el orbe. Pero yo les pregunto: Si yo, líbreme Dios, no quisiera creer que son verdaderos los ejemplos que alegan, ¿cómo me convencerían? ¿No sería por las santas Escrituras, donde se leen con tal claridad, que cualquiera que da fe a estas Letras no puede menos de confesar su extrema veracidad? Pero si me viera forzado a creer que esas cosas son verdaderas porque están escritas allí, donde no puedo afirmar que lo escrito sea falso, ¿por qué no creen ellos a las mismas Escrituras acerca de la Iglesia extendida por el universo entero? He aquí que nosotros creemos todo aquello; crean ellos también lo que dice el Señor: que se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén. Crean también lo que dijo ya al final, estando para subir al cielo: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta la tierra entera. Créase que son verdaderos tanto los textos que ellos aportan como los que aportamos nosotros, y no quedará ya rivalidad entre nosotros, puesto que ni sus afirmaciones, si son verdaderas, se oponen a las nuestras, ni las nuestras, si son verdaderas, a las suyas.

Insisten: "Creemos esas cosas y confesamos que se han cumplido, pero después apostató el orbe de la tierra, y quedó sólo la comunión de Donato".

Léannos eso, como nos leen lo referente a Enoch, a Noé y a Abrahán, Isaac y Jacob, y a las dos tribus que quedaron cuando se separaron las otras, y a los doce Apóstoles que permanecieron cuando apostataron los demás. Léannos igualmente eso, y no pondremos resistencia alguna. Pero si lo que leen no es de las santas Escrituras, sino que tratan de persuadírnoslo con sus contiendas, entonces creo lo que se lee en las santas Escrituras, no lo que dicen esos vacíos herejes.

Pero como ellos quieren compararse con aquellas dos tribus que permanecieron con el hijo de Salomón, sigan leyendo, y les pesará de haber elegido eso. Vean si no el recuerdo que queda de estos dos pueblos en las Escrituras: la parte que comprendía Jerusalén se llama Judá, y la otra más numerosa, que se separó con el siervo de Salomón, se llama Israel. Lean lo que dicen los Profetas de cada una de ellas; cómo dicen que Judá fue peor que Israel , hasta el punto que justifican que se haya separado Israel por los pecados de la prevaricadora Judá, esto es: que eran tan graves los pecados de ésta, que en su comparación aquélla debe ser llamada justa. Sin embargo, ni los pecados de ésta ni los de aquélla perjudicaron en nada a los justos que se encontraban en una y otra parte. Aun en la parte que ponen como ejemplo de perdición los donatistas, esto es, en Israel, existieron santos profetas. Allí estaba, para no hablar de otros, el célebre Elías, a quien se dijo también: Me he reservado siete mil varones, que no doblaron sus rodillas ante Baal. Por ello no se ha de tomar aquella parte del pueblo como una herejía. Dios había mandado la separación de estas tribus no para dividir la religión, sino el reino, y de este modo tomar venganza del reino de Judá. Jamás ordena el Señor que se haga un cisma o una herejía. Pues no porque haya división de reinos en la tierra queda por eso dividida la unidad cristiana, ya que en una y otra parte se encuentra la Iglesia católica.

34. Si me ha parecido bien recordar este detalle sobre Judá e Israel, ha sido sobre todo para advertir a éstos que no perjudica a los justos que viven en medio de los impíos lo que se dice contra esos pueblos, a causa de la multitud de impíos; a ver si así dejan de aducir como pruebas cuanto puede haber dicho la boca del Señor, los Profetas o los Evangelios contra la cizaña o la paja en el mundo entero. Generalmente, la palabra de Dios recrimina a los impíos que hay en la Iglesia y que no son contados dentro de la Iglesia; sin embargo, como por los sacramentos que tienen en común con los santos se encuentra en ellos cierta apariencia de piedad, cuya realidad niegan, como dice el Apóstol: Con una apariencia de piedad, pero negando su eficacia; por eso los recrimina de esa manera, como si todos fueran iguales y no quedara uno solo bueno. Esta manera de hablar nos avisa que todos éstos, es decir, los hijos de la gehena, se encuentran citados en ese determinado número, al cual Dios supo de antemano que pertenecían.

Estos, obrando con ignorancia o con engaño, recogen de la Escritura los textos que encuentran dirigidos contra los malos, mezclados con los justos hasta el fin, o los que se relacionan con la devastación del primer pueblo de los judíos, y tratan de distorsionados contra la Iglesia de Dios, para que parezca que ha desaparecido y perecido el universo. Dejen, pues, de presentar semejantes pasajes, si quieren contestar a esta carta. Que tampoco nosotros afirmamos que la Iglesia está tan difundida por todo el orbe, que en sus sacramentos sólo se encuentran los buenos y no también los malos, y éstos quizá en mucho mayor número, de tal modo que, en su comparación, los justos son pocos, aunque ellos en sí constituyan una gran multitud.

La mezcla de buenos y malos indicada en la Escritura

XIV. 35. Tenemos testimonios innumerables tanto sobre la mezcla de los malos con los buenos en la misma participación en los sacramentos, cual Judas, malo desde el principio, entre los once buenos, como sobre la escasez de los buenos en comparación de los malos, más numerosos, y a su vez sobre la muchedumbre de los buenos considerada en sí misma. Para no hacerme pesado, voy a recordar sólo unos pocos.

En el Cantar de los Cantares se encuentra aquel pasaje que se aplica a la Iglesia, como cualquier cristiano sabe: Lirio entre espinas es mi amada entre las muchachas. ¿Por qué las llama espinas sino por sus depravadas costumbres? ¿Por qué a la vez hijas sino por la comunión en los sacramentos? También Ezequiel ve a algunos hombres marcados a fin de que no perecieran con los malos, y se le dice respecto a ellos: Los que gimen y se lamentan por los pecados e iniquidades de mi pueblo presentes en medio de ellos. No llamaría su pueblo al que él condena a muerte, exceptuados los señalados, si ese pueblo no conservara sus sacramentos. Dice también el Señor sobre la cizaña que sembró entre el trigo: Dejadlos crecer juntos hasta la siega, es decir, el trigo y la cizaña, y él mismo interpreta la cosecha como el fin del mundo, y el mundo como el campo donde se sembró una y otra semilla.

Es preciso, pues, dejar crecer a una y otra en el mundo hasta el fin de los tiempos. Por consiguiente, no se permite a los donatistas ni sospechar ni asegurar lo que dicen, esto es, que han desaparecido todos los buenos del mundo y que sólo quedan en el partido de Donato. Dirigen sus esfuerzos contra la clarísima afirmación del Señor que dice: El campo es el mundo, y dejadlos crecer juntos hasta la siega, y La cosecha es el fin del tiempo.

Hay otra semejanza clarísima sobre la mezcla de los buenos y los malos en la comunión y vínculos en los mismos sacramentos, y es el mismo Señor quien la pone y explica: Se parece el reino de Dios a la red que echan en el mar, y recoge toda clase de peces: cuando estaba llena, la arrastraron a la orilla y, sentados, recogieron los buenos en cestos y tiraron fuera los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el apretar los dientes. Así pues, ninguna mezcla con los malos puede atemorizar a los buenos, de modo que quieran como romper las redes y salirse de la reunión de la unidad para no soportar, en la participación de los sacramentos, a los hombres que no pertenecen al reino de los cielos, ya que, cuando se llegue a la orilla, esto es, al fin del mundo, tendrá lugar la debida separación, obrada no por la temeridad humana, sino por el juicio divino.

36. Por lo que se refiere a la escasez de los buenos, con toda claridad dice el Señor: Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que lleva a la perdición, y muchos entran por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos. Los donatistas piensan que este escaso número lo forman ellos, y por eso dicen que el orbe de la tierra ha perecido, mientras que ellos han quedado en ese reducido número que alabó el Señor. Claro que, comparándolos con ellos, les echamos en cara que los rogatistas o maximianistas, que se separaron de ellos son muchos menos, si piensan que pueden gloriarse de su pequeño número. Sin embargo, las sagradas Escrituras no han callado cómo el Señor ha puesto de relieve que ese número es pequeño comparado con la multitud de los malos, pero que los buenos son una muchedumbre en sí misma considerada; léanlas y vean cuántos testimonios se encuentran. ¿Por qué se promete que la descendencia de Abrahán será como las estrellas del cielo y la arena del mar, sino por su innumerable multitud? El Apóstol dice que por eso está escrito: Por Isaac continuará tu apellido, que no es la generación natural la que hace hijos de Dios, es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como descendencia. ¿Por qué la abandonada tendrá más hijos que la casada? ¿Por qué vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa de Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios; en cambio, a los hijos del reino, esto es, los impíos judíos, los echarán afuera, a las tinieblas exteriores?¿Por qué dice el Apóstol: Para purificarnos y hacernos un pueblo abundante, émulo en hacer el bien?¿Por qué dice el Apocalipsis que los santos hijos de la Iglesia son millares de millares? He aquí que a los mismos se les llama a la vez muchos y pocos. ¿Por qué, sino porque en sí mismos considerados son muchos, pero pocos en relación con los inicuos?

Crítica de los argumentos bíblicos de los donatistas

XV. 37. "De nosotros, afirman ellos, se dijo: Los últimos serán los primeros 128. El Evangelio llegó después al África, y por eso en ningún lugar de las cartas apostólicas está escrito que África haya creído. En cambio, de los orientales y demás pueblos, cuya recepción de la fe se menciona en los santos libros, se dijo: Los primeros serán los últimos, porque habían de apartarse de la fe".

¿No es ésta la peligrosa astucia de los herejes, que pretenden cambiar las palabras de Dios de su sentido propio a la perversidad en que se encuentran ellos? ¿Por qué no entender esto más bien de los judíos, que llegaron a ser los últimos después de ser los primeros, y de los cristianos de la gentilidad, que llegaron a ser los primeros después de haber sido los últimos? Si yo no pude probar este sentido con un documento más convincente, debió bastar al lector discreto que he encontrado una interpretación de estas palabras, que deja claro que los donatistas no han aportado nada seguro en su favor que excluya toda duda. En efecto, aunque no hubiera judíos ni gentiles, de quienes pudiera entender yo que se dijeron esas palabras, hubo aún algunos pueblos bárbaros que creyeron después de África. Luego no es cierto que sea África la última en la conversión a la fe. Además, el mismo Señor explicó de quiénes había dicho esto y cerró la boca de los calumniadores. Hablando con los judíos que habían de decir: Tú has enseñado en nuestras plazas, les replica: Cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras a vosotros se os echará fuera. Y vendrán de oriente y de occidente del norte y del sur, y se sentarán en el reino de Dios. Mirad: Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos. No se encuentra qué oponer a esto.

38. Afirman igualmente que se aplican a la apostasía del orbe de la tierra las palabras del Señor: Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿crees que va a encontrar fe en la tierra? Texto que puede aplicarse ya a la perfección de la fe, que es tan difícil entre los hombres, que aun en los mismos santos admirables, como en el mismo Moisés, se encuentra algún momento en que vacilaron o pudieron vacilar por la abundancia de los malos y escasez de los buenos, sobre lo que ya hemos dicho bastante. Por eso el Señor lo afirmó como dudando. No dijo: "Cuando vuelva el Hijo del hombre no encontrará fe en la tierra", sino ¿Piensas que va a encontrar fe en la tierra? Él lo sabe todo y lo sabe con anticipación, y no se le puede atribuir duda de nada; su duda es como una figura de nuestra duda, ya que, a causa de los escándalos que pulularán hacia el fin del mundo, hablará alguna vez de esa manera la debilidad humana. Por eso se dice en el salmo: Mi alma se ha adormecido por la pena: sostenme con tu palabra . ¿Por qué mi alma se ha embotado por el tedio sino por lo que dijo el Señor: Al crecer la maldad, se enfriará el amor de muchos? Y ¿por qué sostenme con tus palabras sino por lo que sigue: El que persevere hasta el final se salvará? Hay personas en todo el mundo en las que abunda la iniquidad, por la que se resfriará la caridad de muchos, y, a su vez, hay personas por todo el mundo que perseverarán hasta el fin y se salvarán, porque dice el Señor: Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y la cosecha es el fin del tiempo; el campo, el mundo. Es también la debilidad humana la que grita: Sálvame, Señor, que no hay ya santos porque desaparece la sinceridad entre los hijos de los hombres . Y entre todos éstos existe el único corazón y la única alma de los fieles que clama hacia Dios: Sálvame, Señor. De tal manera es uno solo este hombre que grita: Sálvame, Señor, que consta de muchos; por eso se dice poco después en el mismo salmo: Por la miseria de los indigentes, por el gemido de los pobres, ahora me levantaré, dice el Señor. De nuevo, poco después, se dice en plural: Tú nos guardarás, Señor, y nos protegerás para siempre de esa raza.

¿Qué raza es ésta sino aquella de que se dijo arriba: ya no hay santos porque desaparece la sinceridad entre los hijos de los hombres? Pero estas dos razas se hallarán por todo el mundo hasta el fin, porque dijo el Señor: Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y el campo es el mundo, la cosecha, el fin del tiempo. Y ese hombre único, que es el cuerpo de Cristo compuesto de muchos, será trasladado como Enoch, que agradaba a Dios, y será liberado como Lot de Sodoma y Noé del diluvio. En el mismo está la miseria de los indigentes y el gemido de los pobres, porque su alma está embotada por el tedio cuando necesita que la sostengan las palabras del Señor. Y en el mismo salmo expresa de dónde procede este tedio: El tedio se ha apoderado de mí ante los pecadores que abandonan tu ley. También clama el mismo cuando su corazón se siente angustiado por el mismo tedio; pero vean desde dónde clama: He clamado a ti desde el confín de la tierra, en la angustia de mi corazón. Él padece verdaderamente persecución por la justicia, no sólo si padece tormentos corporales, lo cual no sucede siempre, sino porque padece siempre, mientras dure la iniquidad, los tormentos del corazón, mientras le domina el tedio producido por los pecadores que abandonan la ley de su Dios.

Así, Lot no sufría ninguna persecución en Sodoma, donde en su estancia nadie le causó sufrimientos corporales, pero: Aquel justo, con lo que veía y oía mientras convivía con ellos, sentía despedazarse su espíritu recto. De éste dice el Apóstol: Todo el que quiere vivir como buen cristiano será perseguido. En cambio, de los que dejan la ley de Dios -de los cuales dice el mismo cuerpo de Cristo: He visto a los insensatos, y me consumía- dice él: Los criminales irán a peor, extraviando a otros y extraviándose ellos. Pero esas dos razas llenarán el mundo entero hasta el fin, porque dice el Señor: Dejadlos crecer juntos hasta la siega; el campo es el mundo; la cosecha, el fin del tiempo.

39. No obstante, me sorprende que éstos no presten atención a lo que dicen cuando se aplican a sí lo que dice el Señor: Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿crees que va a encontrar fe en la tierra? Como si África no fuera una parte de la tierra. Si dijo esto como si no hubiera de encontrar fe en nadie, o lo dijo de una tierra determinada, y no se sabe de cuál, o lo dijo de toda la tierra, y no hallan cómo exceptuar a África. Que presten atención, no sea que en las palabras que se siguen se refiera a personas como ellos. Al decir: Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿crees que va a encontrar fe en la tierra?, pienso que a ciertos herejes soberbios, que en alguna parte de la tierra se habían separado de la unidad del orbe, les llegó a su corazón la idea necia y soberbia de que ellos eran los justos, mientras desfallecía y perecía la fe en todos los otros pueblos, entre los que se extendía la comunión de la Iglesia; por eso continúa el Evangelista: A algunos que se sentían seguros de sí y despreciaban a los demás, les dirigió esta parábola. Sigue con el relato de los dos que estaban orando en el templo, el fariseo y el publicano, en los que quedan retratados el orgullo soberbio de las buenas obras y la humilde confesión de los pecados.

Dejen ya, si quieren responder a esta carta, de citar estos testimonios de que nos servimos nosotros como ellos y que se refieren sea a la perdición de los judíos, sea a la cizaña o a la paja o a los malos peces de todo el mundo; y como nosotros hemos demostrado con testimonios evidentes que la Iglesia está difundida por el mundo entero, presenten ellos algún testimonio claro, por el que demuestren que está anunciado que, entre todos los pueblos que se apartan de la fe de Cristo, solo quedará el África y los lugares adonde se envíen obispos desde África.

El texto del Cantar de los Cantares

XVI. 40. Dicen los donatistas: "Está escrito en el Cantar de los Cantares que la Esposa, esto es, la Iglesia, dice a su Esposo: Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía" .

Es el único testimonio que los donatistas piensan resuena en su favor, porque África se encuentra en la parte media de la tierra. A este propósito, yo les preguntaría cómo pregunta la Iglesia a Cristo que le comunique dónde está la Iglesia, pues no hay dos, sino una sola. Bien, puesto que no niegan que estas palabras las dice la Iglesia a Cristo, que demuestren cuál es la Iglesia que pregunta y cuál la Iglesia sobre que pregunta. Solicita, en efecto, adónde ha de ir para encontrarse con su Esposo, y le dice: Indícame, amor de mi vida, dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía. Esta es la Iglesia que habla y la que busca dónde está en el mediodía. No pregunta precisamente dónde apacientas, dónde reposas, y se le responde: en el mediodía, como si el Esposo respondiera: "Yo apaciento en el mediodía, reposo en el mediodía", sino que todas estas palabras pertenecen a la interrogación: ¿dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía? Y ella insiste aún: Para no hacerme como una mujer velada en los rebaños de tus compañeros. A lo que él responde: Si no te conoces tú, la más bella de las mujeres, etc.

Por consiguiente, esas palabras no demuestran que la Iglesia se encuentre sólo en el mediodía, sino que está también en otras partes del mundo. Ella pregunta quizá qué es lo que pertenece a su comunión en el mediodía, esto es, dónde apacienta y reposa al mediodía su Esposo, porque apacienta a los suyos y reposa en los suyos. En efecto, vienen algunos de sus miembros, es decir, los fieles buenos, de ultramar a África, y, oyendo que aquí está el partido de Donato, por temor de caer en manos de algún rebautizante, invocan a Cristo suplicándole: Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía, es decir, quiénes son el mediodía donde tú apacientas y reposas, esto es, quiénes tienen la caridad y no rompen la unidad. Y véase lo que añade: Para no hacerme como una mujer velada en los rebaños de tus compañeros; esto es, no sea que, como escondida e incógnita y no descubierta -que esto significa la palabra velada-, vaya a caer, no en tu rebaño, sino en los rebaños de tus compañeros, quienes primero estuvieron contigo y luego quisieron recoger fuera, no tu rebaño, sino los suyos propios, y no escucharon tus palabras: El que no recoge conmigo, desparrama, ni las que dijiste a Pedro: Apacienta mis ovejas, no las tuyas. No está velada la Iglesia, puesto que no está bajo el celemín, sino sobre el candelero, a fin de que alumbre a todos los que están en la casa. De ella precisamente se dijo: No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte. Pero para los donatistas está como velada; oyen testimonios tan claros y manifiestos que la señalan por el orbe, y prefieren chocar con los ojos cerrados contra el monte a subir a aquel que siendo la piedra desprendida del monte sin intervención de manos humanas, creció y se hizo un monte inmenso y llenó toda la tierra.

41. Puede también entenderse de otra manera el pasaje: Dónde apacientas, dónde reposas en el mediodía. Es la misma voz que en los Salmos se pone en boca de Moisés el servidor de Dios: Hazme conocer tu derecha y los hombres instruidos de corazón en la sabiduría. En las Escrituras se habla de mediodía por la gran luz de la sabiduría y el gran ardor de la caridad. Y por ello, cuando el espíritu de Dios por el profeta exhorta a alguien a las buenas obras, le hace también esta promesa: Tus tinieblas brillarán como mediodía Pero si algún lugar del mundo pudiera tenerse por lo que se llamó mediodía, las mismas palabras, como dije, que juntas constituyen una pregunta, no permitirían a nadie desfigurar a su antojo esa frase. Aun suponiendo que, al preguntar dónde apacienta y dónde reposa, se respondiera, como si se tratara de un lugar terreno, en el mediodía, no deberíamos aceptar inmediatamente que éste era África. Es cierto que África está en la parte meridional del mundo, pero hacia el ábrego, no hacia el sur, que es el verdadero mediodía. Allí, en verdad, el sol cumple el mediodía, y en esa región del cielo se encuentra más bien Egipto. Por consiguiente, si la Esposa pregunta al Esposo por su lugar predilecto y por cierta alcoba suya secreta, y el Esposo responde que está en el mediodía, con mayor seguridad la Iglesia católica reconocería esa alcoba en sus miembros que se encuentran en Egipto, en los miles de siervos de Dios que viven por el desierto en santa sociedad, afanándose por llegar a la perfección del precepto evangélico: ¿Quieres ser perfecto? Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme.

Ahora bien, ¡cuánto mejor se puede afirmar que el Hijo de Dios apacienta y reposa allí, esto es, descansa, mejor que entre las agitadas turbas de los furibundos circunceliones que es el azote propio de África! Pues sobre Egipto profetiza Isaías: Aquel día, en medio de Egipto, habrá un altar del Señor, y un monumento al Señor junto a la frontera. Será un memorial perpetuo del Señor en tierra egipcia. Pues gritarán al Señor contra los opresores; él les enviará un hombre que los salve; juzgándolos los preservará. El Señor se manifestará a Egipto, y los egipcios en aquel día temerán al Señor y le ofrecerán sacrificios; harán votos al Señor y los cumplirán. El Señor herirá a Egipto con una plaga y los curará por su misericordia; ellos volverán al Señor, él los escuchará y los curará.

¿Qué tienen que decir a esto? ¿Por qué no mantienen la comunión con la Iglesia de los egipcios? Y si, en la prefiguración profética, Egipto significa el mundo, ¿por qué no están en comunión con el orbe terráqueo?

42. Por tanto, que escudriñen las Escrituras, y contra tantos testimonios que nos muestran a la Iglesia de Cristo extendida por todo el orbe, preséntennos siquiera uno tan cierto y tan manifiesto como aquéllos, con que demuestren que la Iglesia de Cristo pereció en todos los pueblos y ha permanecido sólo en África, como si partiera de un nuevo principio, no de Jerusalén, sino de Cartago, donde por primera vez elevaron un obispo contra otro obispo.

Si quisiéramos entender a Donato como "el príncipe de Tiro", porque Cartago se llamó Tiria, ¿qué profecías no lanzó Ezequiel contra ella? A él señalan sobre todo estas palabras: Te mostraré que eres hombre y no dios . Estos se glorían más del nombre de aquél que del nombre de Dios; y como sólo está sin pecado Dios y el sacerdote que intercede por nosotros, porque de él se dijo: Que está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos , estos imitadores de Donato de tal modo quieren aparecer sin pecado, que llegan hasta a asegurar que son los que justifican a los hombres, y que su óleo no es el óleo del pecador. Con razón se dice al príncipe de Tiro: Tú dijiste: "soy Dios"; tú eres hombre y no dios . Y se le dice también: ¿Eres tú acaso mejor que Daniel? Daniel confiesa sus pecados y los de su pueblo; en cambio, éstos, que pertenecen al espíritu de Tiro, dicen que sus oraciones por los pecados del pueblo son escuchadas porque ellos están sin pecado. Justamente se le dice al príncipe de Tiro: ¿Eres tú acaso mejor que Daniel?

He aquí que nosotros podemos encontrar algo propio, este mal supremo, surgido en la capital de África, es decir, Cartago; y saben todos cuán lógicamente se acepta que Tiro simboliza a Cartago. Sin embargo, no adoptamos este procedimiento. Quizá Tiro tiene otro significado; ¡cuánto más el mediodía, si las mismas palabras nos fuerzan a darle otro sentido!

43. Para ver que no se les permite ni siquiera buscar algún testimonio con que probar que se había anunciado que, decayendo la fe en los restantes pueblos, sólo en África había de quedar la Iglesia, consideren lo que he recordado tantas veces, es decir, que el trigo y la cizaña crecen hasta la cosecha, que el campo es el mundo, que la cosecha significa el fin del mundo, según la interpretación que el Señor, no nosotros, da a su parábola. Hay otro testimonio bien claro que les ahorra cualquier esfuerzo por buscar la demostración de que la Iglesia, perdido el mundo, ha quedado reducida a sólo los africanos. Una cosa puede existir sin ser descubierta, pero no puede ser descubierta sin existir. Dejen, pues, de buscar lo que no pudieron encontrar, no porque esté oculto, sino porque no existe. Existen todavía algunos pueblos a los que aún no se ha predicado el Evangelio; y es preciso que se cumplan todas las profecías sobre Cristo y la Iglesia. Es, pues, preciso que se predique en ellos, y cuando esto se realice, entonces vendrá el fin.

Interpretación donatista del anuncio de la universalidad

XVII. ¿Cómo afirman éstos que ya se ha cumplido lo que dijo el Señor: Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén, pero que luego, al apostatar todos, sólo quedó el África para Cristo, si todavía tiene que realizarse esa predicación, que no ha tenido lugar aún? Cuando se lleve a cabo, entonces vendrá el fin, según dijo el Señor: Y se predicará este evangelio del reino en todo el orbe para que llegue a oídos de todos los pueblos. Entonces llegará el fin 168. ¿Cómo, pues, una vez hecha realidad la conversión de todos los pueblos, le siguió la pérdida de ellos, excepto África, si aún no se ha completado la conversión de todos los pueblos?

44. Quizá lleguen a la locura de afirmar que no es en las iglesias fundadas por los trabajos apostólicos donde se completa la predicación del Evangelio a todos los pueblos, sino que, al perecer ellas, su restauración tendrá lugar a través del partido de Donato, a partir del África, lo mismo que la conquista de otros pueblos.

Pienso que ellos mismos se reirán de oír esto, y, sin embargo, si no acuden a este recurso, que ellos mismos se avergüenzan de emplear, nada en absoluto tienen que decir. Pero ¿qué nos importa esto a nosotros? No tenemos nada contra nadie. Léannos esto en las santas Escrituras, y creemos; léannos, digo, en el canon de los Libros divinos que tantas ciudades, que hasta el día de hoy conservaron el bautismo transmitido por los apóstoles, se han alejado de la fe de Cristo por los crímenes de los africanos desconocidos para ellos, y que han de ser bautizadas de nuevo por el partido de Donato y que a partir de ahí se predicará al resto de los gentiles el Evangelio que aún no han oído. Léannos eso. ¿Por qué esos retrasos, esas tergiversaciones, esos impedimentos a la salvación de los gentiles? Léannos eso, y junto con la misma lectura envíen nuevos apóstoles a rebautizar a tantos pueblos y bautizar a los restantes.

45. Pero vean, cuando lleguen a los colosenses, cómo han de leer o escuchar allí la carta que les envió el Apóstol, en la cual les dice: Damos constantemente gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando continuamente por vosotros desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, por la esperanza que os está reservada en el cielo y que conocisteis con anterioridad en la palabra verdadera del Evangelio. Os ha llegado a vosotros como a todo el mundo en el que da frutos y crece, como en vosotros, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad. Estas palabras están de acuerdo con el Evangelio cuando dice: El reino de Dios se parece a un hombre que sembró semilla buena en su campo, y luego explica que el campo es este mundo. Como se dice que este grano crece desde que fue sembrado hasta la cosecha, así dice el Apóstol: En todo el mundo en el que da frutos y crece, como en vosotros, desde el día en que oísteis. Crece hasta el fin, porque lo hace hasta la cosecha, y La cosecha es el fin del tiempo.

Por tanto, dirán no sólo los colosenses a quienes fue dirigida, sino también todos los demás que lean esta carta, donde por las palabras del Apóstol consta que se ha sembrado buena semilla y que ya entonces comenzó a crecer y fructificar: "¿Qué novedad nos ofrecéis? ¿Acaso hay que sembrar de nuevo la buena semilla, siendo así que desde que se sembró va creciendo hasta la cosecha?" Si decís que lo que sembraron los Apóstoles pereció en aquellos lugares y que por eso hay que sembrarlo de nuevo desde África, se os responde: "Leednos esto en los oráculos divinos". Ciertamente no podéis leerlo si no demostráis que es falso lo que está escrito: que la semilla sembrada antes allí va creciendo hasta la cosecha. Y como las palabras divinas en modo alguno pueden contradecirse, no encontraréis en ellas texto alguno que poder aducir contra éste tan manifiesto. Por consiguiente, sólo queda que digáis que esto no es de los Libros divinos, sino vuestro. De suerte que con toda razón se os responderá: "Sed anatemas". Conservan bien las iglesias fundadas por el trabajo apostólico con qué solicitud se les anunció: Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema.

Datos tomados de la historia

XVIII. 46. Así pues, las santas Escrituras nos muestran claramente a la Iglesia que comienza en Jerusalén y se extiende por todos los pueblos, hasta que los ocupe todos al final de los tiempos; y no sólo mencionan el buen grano, sino también sus impurezas. Corregíos primero y entrad en comunión con los granos buenos, y veréis entonces a qué debéis llamar allí paja o cizaña. De otra manera os veis forzados, por un error detestable, a honrar a los malos con las alabanzas debidas a los buenos y a acusar a los buenos de los crímenes de los malos.

En verdad, tenemos en nuestras manos documentos en que se demuestra que vuestros antepasados, cuyo cisma seguís, entregaron, según las actas municipales, los Libros santos al fuego, y no han podido negarlo, conforme a las actas eclesiásticas; y que ellos mismos se encontraron entre los jueces que en Cartago dictaron sentencia contra Ceciliano y sus colegas ausentes. Es decir, según las actas municipales y eclesiásticas, consta que fueron traditores los mismos que después presentáis como autores de la condenación de los traditores ausentes.

Ahí tenéis a Nundinario, diácono vuestro entonces, que ante el consular Zenófio descubrió todas las intrigas de Lucila, quien compró a los obispos la condena de Ceciliano, con el que se había enemistado por predicar éste la verdad. Aún más, ellos mismos enviaron después una carta al emperador Constantino; él les dio, como habían pedido, unos obispos por jueces, pero no los aceptaron y más tarde los acusaron ante él de prevaricación; apelaron ante el mismo emperador contra otros que les había dado en Arlés, y, siendo él mismo juez entre las partes, quedaron convictos de haber calumniado y, habiendo sido condenados, permanecieron en furiosa pertinacia.

Aun vosotros mismos, que sostenéis que la santidad cristiana desapareció de tantos pueblos en los que los apóstoles la dejaron tan asentada, precisamente porque habían mantenido la comunión con aquellos a quienes vuestros antepasados habían condenado en su concilio, reunido en Cartago con sesenta obispos; vosotros mismos, ¿no estáis ahora en comunión con aquellos a quienes vosotros, en número de trescientos diez, condenasteis con Maximiano en el concilio de Bagái? ¿Acaso no se lee que Pretextato de Asuras fue condenado en el mismo concilio, acusado y atacado por vosotros, según las actas consulares, y, sin embargo, lo recibisteis luego en el mismo honor en que lo habíais condenado, muriendo después en vuestra comunión? Igualmente Feliciano de Musti, condenado por los obispos por la misma causa en el mismo concilio, acusado ante los jueces, a quien recibisteis después, ¿no vive ahora como obispo entre vosotros? Y los que fueron bautizados por estos condenados, ¿no están en comunión con vosotros ahora en el mismo bautismo?

Sin duda, tantas iglesias transmarinas fundadas por la fatiga de los apóstoles, si han estado en comunión de sacramentos con aquellos a quienes, aun siendo acusados ante ellos, no condenaron, y supieron que después los otros los habían declarado inocentes y absueltos, esas iglesias pierden la salvación y la religión cristiana. En cambio, la parte de Donato condena a los que quiere y en la misma condenación exagera de tal modo los sacrilegios del cisma de ellos, que no duda en compararlos con los que ha tragado la tierra vivos; pero luego, cuando le place, los acepta en el mismo honor y mantiene la comunión con ellos, y queda tan santa y tan pura. ¡Oh regla del derecho númida ¡Oh privilegios de Bagai! Se rechaza el bautismo de Cristo en aquellos que lo recibieron en las iglesias apostólicas, y en cambio en los que bautizaron los "condenados sacrílegos", como está escrito en el concilio de Baga¡, Pretextato y Feliciano, se perdona el bautismo de Cristo, no porque es bautismo de Cristo, sino porque ha sido dado por aquellos que merecieron seguir siendo obispos aun apartándose de quienes los condenaron y continuar siéndolo al retornar a ellos.

47. Ciertamente, todo esto que estoy recordando tan largo rato lo leemos en los rescriptos imperiales y en las actas eclesiásticas, municipales y proconsulares. Sin embargo, oh donatistas, si vosotros os mantuvierais en la Iglesia extendida por todo el mundo y señalada y designada por los testimonios clarísimos de las Escrituras canónicas, no debían tener valor ninguno contra vosotros todas aquellas recriminaciones; en verdad, no os prejuzgarían los crímenes de la paja si vosotros fueseis trigo en medio de ella, ni tampoco, si vosotros fueseis la paja y fueran vuestros los crímenes, podríais prejuzgar en nada al trigo de la mies del Señor, que está de tal modo sembrado en el campo del Señor, que ha de crecer hasta la cosecha, es decir, que está sembrado de tal modo en el mundo, que ha de crecer hasta el fin mismo. De la misma manera, si, lo que nunca nos habéis probado, adujerais tales documentos contra nuestra paja, y nosotros no tuviéramos contra vosotros tantos como he recordado, aun así no prejuzgarían en nada a nuestro trigo esparcido por todo el orbe cuantos ataques pudierais dirigir contra nuestra paja por muy veraces, manifiestos y probados que fueran.

Por consiguiente, dejemos a un lado todas las tergiversaciones dilatorias. Cuantas acusaciones falsas se reprochan sobre los pecados de los hombres, arréglense en la conciencia y no se reprochen; ni se reprochen las acusaciones aun verdaderas sobre pecados de los hombres que no pueden demostrarse o que no se demostraron cuando debieron demostrarse; ni se reproducen cuantas acusaciones, incluso verdaderas y demostradas, se presentan sobre pecados de los hombres y que no dicen relación con el buen grano que está oculto entre la paja, sino con la misma paja que será separada al final.

También nosotros podemos lanzar estas acusaciones y con mucha mayor abundancia y fundamento, no con la vana pretensión de ellos de apoyar ahí nuestra causa, sino para demostrarles que, si no queremos confiar en dichas acusaciones, no es porque no podamos aducirlas, sino para no perder en cosas innecesarias un tiempo tan útil para las necesarias. Esto es lo que hacen ellos, porque no pueden encontrar documentos basados en una verdad robusta y sólida con que defender su causa, y quieren aparentar que dicen algo, avergonzándose de callar y no avergonzándose de decir vaciedades.

Dejadas de lado, pues, tales evasivas, demuéstrennos, si pueden, su iglesia no en habladurías o rumores de los africanos, no en concilios de sus obispos, no en cartas de cualesquiera polemistas, no en falaces milagros y prodigios, porque contra todo esto nos ha preparado y prevenido la palabra del Señor, sino en los preceptos de la Ley, en los anuncios de los profetas, en los cánticos de los salmos, en las palabras del mismo y único Pastor, en las predicaciones y trabajos de los evangelistas, es decir, en todas las autoridades canónicas de los Libros santos. Y dejen ya de recoger y recordar textos oscuros, ambiguos o figurados, que cada uno puede interpretar a su arbitrio. Aparte de que tales textos no pueden entenderse y explicarse rectamente, si antes no se poseen con una fe sólida las verdades expresadas con toda claridad.

48. Por consiguiente, quien se prepare a responder a esta carta, le sugiero de antemano que no me diga: "Aquéllos entregaron al fuego los Libros del Señor, aquéllos sacrificaron a los ídolos de los paganos, aquéllos nos hicieron objeto de la más injusta de las persecuciones, y vosotros habéis estado de acuerdo con ellos en todo".

A esto os respondo brevemente lo que siempre he respondido: "O decís cosas falsas, o, si son verdaderas, estas acusaciones no conciernen al trigo de Cristo, sino a la paja de ese grano". No pereció por eso la Iglesia, que en la bielda del último juicio será purificada con la separación de toda esta paja. Lo que yo busco es la Iglesia, dónde está la que oyendo las palabras de Cristo y practicándolas edifica sobre piedra, y haciendo y oyendo tolera a los que oyendo y no haciendo edifican sobre arena; busco también dónde está el trigo que crece entre cizaña hasta la cosecha, no lo que ha hecho o hace la misma cizaña; busco dónde está la íntima de Cristo en medio de las hijas malas, como el lirio en medio de las espinas no qué es lo que han hecho o hacen las mismas espinas; busco dónde están los peces buenos que hasta llegar a la orilla toleran a los peces malos metidos en la misma red , no qué es lo que hacen o han hecho los mismos peces malos.

Segunda Parte de la CARTA A LOS CATÓLICOS SOBRE LA SECTA DONATISTA

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